el amor de mi madre

Martín entró en su casa y lanzó su mochila hacia el suelo al tiempo que cerraba la puerta de una patada. Su madre, que estaba haciendo la comida, se asomó al pasillo desde la cocina y lo vio dirigirse hacia ella con gesto contrariado.
—¿Qué pasa, cariño?
—Nada, no pasa nada—respondió Martín al tiempo que llegando a la altura de su madre la cogía por una mano y tiraba de ella hacia la mesa. Ella se dejaba hacer entre sorprendida y preocupada, todavía con la cuchara de madera en la mano.
—¿Te ha pasado algo en la universidad?
Su hijo no contestó y se limitó a llevarla a uno de los taburetes para que se sentase. Tras hacerlo, Martín comenzó a desabrocharse sus pantalones vaqueros y a bajárselos junto con los calzoncillos hasta los tobillos. Una media erección apareció entonces sin tapujos ante su madre, con un pene grueso que comenzaba a levantarse.
—Mamá, necesito que me la chupes y correrme, no aguanto más.
—Claro que sí, cariño —comenzó su madre al tiempo que dejaba la cuchara en la mesa y posaba sus manos sobre las suaves nalgas de su hijo.—pero ¿no me vas a contar que te ha pasado? -prosiguió al tiempo que atraía a su hijo hacia ella y comenzaba a pasar su lengua sobre la cabeza del pene del chico.
—Es esa chica de la que te he hablado...-comenzó a hablar Martín al tiempo que su madre se introducía en la boca la mitad de su polla.—Hoy ha vuelto a pasar de mí.
La madre de Martín paró unos instantes de chupar y mientras continuaba masturbando con la mano a su hijo levantó la mirada.
—Pero otra vez, cariño. —volvió a meterse el pene en la boca y lo volvió a escupir dejando un pequeño hilo de saliva hasta sus labios—Ya sé que esa chica te gusta, pero no puedes ponerte así cada vez que ella dice algo que no te gusta.
—Ya lo sé, pero me cabr...-Martín hizo una pausa y cerró los ojos cuando su madre se tragó por completo su polla—..me cabrea que lo haga. Yo solo quiero salir con ella a dar una vuelta, no sé porque me trata así.
Su madre esta vez no respondió y siguió chupando con fuerza. A pesar del tamaño de su hijo estaba más que acostumbrada a amarlo en toda su longitud, y disfrutaba de cada mamada que le realizaba. Aumentó el ritmo del sube y baja y pronto notó como la cabeza de su polla se congestionaba. Martín emitió un leve quejido y comenzó a correrse a borbotones dentro de la garganta de su madre, que lejos de aminorar la marcha siguió succionando cada gota todavía con mayor ímpetu. Tras cuatro o cinco chorros el manantial dejó de expulsar líquido y la madre de Martín se quitó de la boca la polla reluciente de su hijo.
—Bueno, tu ten paciencia —comenzó a hablar mientras con una servilleta se limpiaba los labios.—Poco a poco haz que se dé cuenta de que existes y ya verás cómo al final te da una oportunidad.
—Gracias por la mamada, mamá—dijo entonces su hijo al tiempo que se agachaba para besarla en la boca. Su madre aprovechó para introducir su lengua todavía con restos de semen en la boca de su hijo y compartir su sabor.
—De nada, cariño.—respondió su madre al tiempo que se le levantaba para seguir haciendo la comida.
*
Tras la comida Martín se fue a su habitación mientras que su madre se dirigió a la sala de estar a descansar. Ella se quitó los zapatos y los pantalones, y recostada sobre el sofá comenzó a cambiar de canal buscando algo decente que ver. No lo encontró y cerró entonces los ojos con la intención de dormir un rato. Pronto los recuerdos de la reciente mamada a su hijo ocuparon su mente y comenzó poco a poco a calentarse cada vez más.
—¡Martín! —llamó entonces a su hijo—¡Ven un momento, cariño!
—¡Voy! —escuchó al final del pasillo.
Pronto escuchó también los pasos de su hijo dirigiéndose al salón y por fin lo vio delante de ella. Como de costumbre, después de la mamada que le había hecho su madre antes de comer Martín no se había vuelto a poner los pantalones, por lo que su polla grande pero tranquila y sus dos testículos depilados estaban a apenas un metro de distancia de su madre. Su camiseta apenas le llegaba al nacimiento de su pene y cuando su hijo se desperezó levantando un brazo pudo ver parte de su juvenil torso también depilado por completo. Al igual que ella misma lo estaba.
—Dime, mamá, ¿qué querías? —dijo Martín al tiempo que se rascaba el cuello.
—Hijo, ¿estás muy ocupado ahora?
—No, no mucho, estaba viendo unas cosas en YouTube.
—¿Te importaría comerme un poquito el coño entonces, mi amor?—dijo su madre al tiempo que estiraba una mano y acariciaba el suave muslo de su hijo.—Es que estoy un poco caliente y ya sabes que así no descanso bien.
—Bueno, te lo como un rato si quieres.
—Eres un sol—respondió su madre al tiempo que se acostaba estirada sobre el sofá y llevaba sus manos al elástico de las bragas. Encogiéndose un poco las deslizó entre sus muslos hasta sus pies por donde las acabó sacando. Las dobló y las tiró sobre la mesita del salón.
Su hijo se dirigió entonces hacia el coño de su madre, que sin más pelo que una pequeña tira vertical en su pubis lo esperaba ya ligeramente reluciente. Su madre había cerrado los ojos mientras esperaba que su hijo hiciese lo que tantas veces antes había hecho. Pronto notó como la mano izquierda del chico se situaba por encima de sus labios mayores y tiraba con fuerza hacia arriba de la piel para dejar así al descubierto su clítoris. Martín tenía ya gran experiencia, y sabía perfectamente lo que debía hacer para conseguir que su madre se corriese rápidamente. Sin más demora colocó su boca entreabierta sobre el pequeño órgano de su madre y comenzó lentamente a realizar movimientos de succión. De vez en cuando usaba su lengua para rozar los laterales del clítoris de su madre, provocando en ésta, movimientos nerviosos en su abdomen.
—Cariño...-habló la madre de Martín sin abrir los ojos-...cariño, date la vuelta y déjame que te toque los huevos, por favor.—e inmediatamente hizo un gesto de abrir y cerrar con la mano que estaba colgando por fuera del sofá.
Martín paró entonces de chupar y se colocó a cuatro patas sobre la alfombra del salón. Para él era mucho más complicado comerle el coño a su madre en esta posición, pero sabía lo mucho que le gustaba a ella tocarle los huevos y el culo mientras él lo hacía. Así que una vez colocado en posición alargó de nuevo su brazo izquierdo sobre el vientre de su madre y doblando el codo volvió a tirar del capuchón de su clítoris hacia arriba al tiempo que su labios se volvían a posar sobre él.
Mientras el chico se aplicaba en su coño, su madre alargó el brazo hasta rozar con su mano las nalgas desnudas de su hijo. Le encantaba sentir su suavidad, su firmeza. Siguió el contorno del culo de su vástago con delicadeza, hasta llegar hasta su ano. Su dedo índice siguió el contorno de la puerta trasera de su hijo sin atreverse a penetrarlo, y poco a poco continuó bajando hasta toparse con la gran bolsa escrotal y sus dos inquilinos. La madre agarró entonces con fuerza los testículos de su hijo tirando de ellos hacia atrás, notando como al tiempo que lo hacía el gran pene colgante rozaba la parte delantera de su mano.
La madre de Martín notaba que su orgasmo se acercaba, y con su mano izquierda agarró entonces la cabeza de su hijo obligando a este a chupar con más ganas. Martín conocía bien los gestor antes del orgasmo de su madre, así que entendió el mensaje y comenzó a tirar del clítoris con más fuerza usando sus labios para masturbar el pequeño botón de carne. De pronto notó un gran tirón en sus huevos y supo que ya estaba. Su madre comenzó a levantar el culo del sofá ansiosa, agitando todo su cuerpo como si una corriente eléctrica hubiese comenzado a traspasarla. Martín no paró de comer hasta que notó como sus testículos eran liberados y un pequeño "Ya está, cariño" salía de la boca de su madre que, ahora ya con los ojos abiertos, lo miraba con dulzura y una sonrisa en sus labios.
—Ven, dame un beso.
Martín se puso de pie y se acercó a la altura de la cabeza de su madre, para a continuación inclinar su cuerpo sobre ella al tiempo que su progenitora estiraba el cuello en busca del húmedo beso de su amante. Mientras sus lenguas se tocaban y la saliva de uno y otro se confundía, la madre de Martín usó su mano para rodear con delicadeza la polla semi erecta de su hijo.
—¿No quieres correrte tú ahora, cariño? —habló la madre sin dejar de masturbar al chico.
—Bueno, prefiero esperar un rato casi, que aun hace poco tiempo desde la última vez...
—Como quieras, amor.—respondió entonces su madre al tiempo que soltaba su polla y le daba una palmada en el culo—Venga, ya te dejo que vuelvas a tu habitación. Gracias por la comida de coño, la necesitaba.
—De nada, mamá.
**
Martín aporreaba con fuerza las teclas del mando de la consola mientras por el micro en su oreja hablaba con sus compañeros de aventura. Sentando en el sofá frente a la tele como si se quisiese meter dentro y desnudo de pies a cabeza su polla y sus huevos colgaban en el borde del asiento entre sus piernas abiertas. El ruido de los disparos y las explosiones inundaba la habitación cuando la madre de Martín entró en casa con dos bolsas de la compra.
—¡Martín! ¿Me ayudas con la compra? —gritó la madre desde el pasillo.
—¡Un momento, que ya estoy a punto de acabar! —respondió su hijo enfrascado en la batalla. La mujer entró con las bolsas y se paró a la altura de la puerta del salón.
—Venga, Martín, que es solo un momento. ¿Coges las bolsas que quedan en la puerta?
—¡Voy, voy!
Justo en ese instante la partida finalizó y Martín salió rápidamente a por las bolsas, sabiendo que quedaban pocos minutos para que empezase una nueva ronda. Sin importarle lo más mínimo su desnudez salió hasta el descansillo a coger las bolsas que quedaban y se dirigió con ellas hacia la cocina. Allí su madre se encontraba colocando los productos de limpieza bajo el fregadero, mostrando su fabuloso culo dentro de un pantalón vaquero tan ajustado que parecía una segunda piel.
—¿Dónde lo dejo? -preguntó entonces Martín al tiempo que levantaba levemente las bolsa.
—Déjalas encima de la mesa, que después ya coloco yo -respondió su madre al tiempo que giraba su cabeza y miraba a su hijo por encima del hombro sin dejar de colocar botellas.
Martín hizo lo que su madre le pidió y dejó caer las bolsas sobre la mesa. Tras horas de juego sin parar se encontraba medio aturdido, y al hacer la pausa para ayudar a su madre se había dado cuenta de que tenía la boca seca. Se acercó hasta donde se encontraba su madre con la intención de beber un poco de agua, pero mientras lo hacía su vista se clavó en el pandero de su madre justo debajo de él.
—Mamá, que pedazo culo tienes—dijo entonces Martín al tiempo que se agachaba hasta ponerse de cuclillas al lado de su madre. Esta paró un momento de colocar los productos de limpieza y giró su cabeza para ver como su hijo la miraba de cuclillas con las piernas abiertas y una incipiente erección. Sonrío cuando este alargó la mano y comenzó a acariciarle las nalgas.
—Me estoy empalmando, mamá.
—Ya te veo, cariño.
—Cuando acabes de colocar las cosas, ¿te puedo encular?
—Claro que sí, mi vida. Pero déjame acabar con esto primero. Tú sigue jugando a la consola si quieres y ya voy yo después con el lubricante.
—Vale.—contestó Martín ya con una completa erección entre sus piernas.
El chico volvió a sentarse en el sofá y agarró de nuevo el mando de juego. Pronto volvió a meterse de lleno en la acción y la tensión de los disparos hizo que se olvidase por completo del culo de su madre. Una partida tras otra Martín estaba cada vez más acalorado y sudoroso, casi como si la batalla que estaba teniendo lugar en el televisor fuese una realidad. De pronto la madre de Martín apareció por la puerta del salón. Completamente desnuda, sus grandes pechos se movían a cada paso al igual que sus nalgas carnosas y apetecibles. Se había recogido el pelo en una coleta ya que sabía lo mucho que le gustaba a su hijo agarrarla cuando la penetraba.
—Ya estoy cariño —habló entonces la mujer al tiempo que se ponía entre su hijo y la tele—¿Vamos con esa enculada? —dijo con una sonrisa al tiempo que movía el frasco de lubricante en su mano derecha.
—Mamá, ¡espera que estoy jugando! —dijo el hijo al tiempo que ladeaba su cuerpo buscando seguir teniendo visión de lo que sucedía en la pantalla. Su madre se apartó un poco y se colocó a lado del chico, poniendo el brazo sobre su hombro.
—¿Pero no eras tú el que me quería encular hace un momento?
—Y quiero—respondió su hijo sin apartar la vista del juego—pero ahora está la partida muy igualada...
—A ver...-dijo entonces su madre con condescendencia—¿quieres que vaya empezando yo mientras tu acabas?
—Sí, si, que además mira lo empalmado que estoy ya.—respondió el chico al tiempo que levantaba los brazos y separaba las piernas para enseñarle a su madre su polla totalmente erecta.
La madre de Martín se arrodilló entre las piernas de su hijo y no pudo contener las ganas de comerle la polla durante unos segundos. Le encantaba sentir la dureza y carnosidad de aquel miembro entre sus labios. Al tiempo que lo hacía, dos dedos cubiertos de lubricante ya se habrían paso en su ano abierto. Poco a poco la mujer los metía y sacaba a la espera de dilatarse lo suficiente para meter un tercero. Sabía que necesitaba poder meterse tres de sus dedos con holgura para no ser después destrozada por el grueso pene de su hijo. Mientras su madre se preparaba para él, Martín continuaba jugando a la consola sin mostrar grandes gestos de sobresalto. A pesar de estar siendo objeto de una mamada completa, su concentración en el juego hacía que apenas lanzase algún gemido sordo que sus compañeros de partida no podían distinguir.
El tercer dedo ya salía con fluidez del ano de la madre de Martín cuando esta decidió que ya estaba lista. Sacándose la polla de su hijo de la boca, miró hacia él mientras este seguía jugando.
—Ya estoy lubricada, cariño, ya me puedes encular a gusto.—dijo al tiempo que seguía masturbando delicadamente el pene lleno de saliva del chico.
—Sí, mamá, ahora voy, ya casi acabamos.
—Venga Martín, si no voy a seguir con la paja y te vas a correr antes de meterla, tu verás...
—Ya, ya, si ya solo nos faltan cinco puntos para ganar.—respondió el chico al tiempo que su madre lanzaba un suspiro de queja.
—A ver, hijo—empezó de nuevo la madre al tiempo que paraba de pajear al chico y colocaba sus manos en sus rodillas—¿qué te parece si me pongo a cuatro patas y me empiezas a encular mientras juegas?
En ese momento el chico apartó por primera vez la vista de la pantalla y la dirigió a su madre. Esta no pudo contener una risa ahogada cuando su hijo movió la cabeza afirmativamente sin decir nada.
—Venga, vamos entonces—comenzó la madre al tiempo que se giraba y dejaba su culo en pompa para su hijo. Con la cabeza apoyada sobre la alfombra, la mujer llevó sus manos cada una a una nalga para separarlas y ofrecer su ano a su hijo.—Cuando quieras, cariño, métela.
Martín pulso el botón de menú y rápidamente se puso también de rodillas tras su madre. Con urgencia agarró su duro pene cerca de la cabeza y apoyó esta sobre el pequeño agujero de su madre. Comenzó a empujar mientras lanzaba intermitentes miradas hacia la pantalla y hacia el ano cada vez mas abierto de su madre. Pero necesitaba coger el mando con las dos manos para poder seguir jugando cuanto antes, así que cuando todavía la cabeza de su pene no había entrado por completo en el culo de su madre el chico soltó su miembro y empujó hasta el fondo. Un gran gemido salió de su boca cuando notó que sus huevos tocaban en los gruesos labios vaginales de su madre. En ese momento se quedó quieto durante unos instantes antes de desbloquear el juego y volver a enfrascarse en la batalla.
—Por Dios, hijo, que casi me rompes—habló entonces la madre de Martín sofocada. La estocada de su hijo la había pillado desprevenida, y aunque adoraba la sensación de sentir los suaves huevos de su hijo mientras este le daba por el culo, prefería un inicio un poco más suave. —No me voy a poder sentar en dos días.
El chico comenzó entonces a intentar meter y sacar su pene del pequeño recipiente que lo contenía, pero pronto vio que no era tan fácil coordinar los movimientos de sus dedos en el mando de juego con los de su cadera para penetrar a su madre.
—Mamá..-dijo entonces el chico—podrías...
—¿Sí, cariño?—contestó su madre que en ese momento tenía en su interior la polla de hijo en toda su extensión.
—¿Podrías moverte tú? Es que me resulta complicado hacerlo yo mientras juego.
—O sea, quieres que yo misma me clave tu polla en el culo, ¿verdad?—respondió su madre mientras giraba la cabeza para mirarlo.
—Sí, eso.
—Venga, pídemelo como un buen hijo, que quiero oírlo.—La madre de Martín reía mientras provocaba a su hijo.
—Va, mamá....
—Venga o si no, no me muevo.
—Está bien... ¿mamá, te importaría clavarte tú misma mi polla en tu culo?
—No cariño, claro que no me importa.—contestó entonces la madre con media sonrisa, al tiempo que llevaba sus brazos hacia delante para colocarse a cuatro patas.
Su hijo estaba muy duro y su propio culo completamente abierto, dilatado. Comenzó a moverse hacia delante hasta notar que su hijo estaba a punto de salir de su interior, y de nuevo volvió hacia atrás para tragárselo otra vez. Una y otra vez la madre ansiosa devoraba a su hijo con el culo, haciendo que este comenzase a sufrir para seguir el hilo del juego. Una embestida tras otra el miembro del chico forzaba analmente a su madre que aceptaba gustosa su destino.
—Sí, ¡ganamos! ¡Por fin! —gritó entonces Martín—¡Mamá. Hemos ganado!—dijo al tiempo que daba una sonora palmada en el culo de su madre.
—Muy bien cariño, ¿quieres follarme tú ahora entonces?
—Sí, ¡que ganas tengo de reventarte el culo mamá!—dijo el chico al tiempo que de un movimiento salía de dentro de su madre y se colocaba en cuclillas tras ella con sus dos poderosos muslos a cada lado de culo de su madre.
—Es todo para ti, mi vida—respondió la madre al tiempo que de nuevo posaba su cabeza de lado sobre la alfombra y separaba sus nalgas a la espera de que la fuerza de su hijo violase su ano sin piedad.
Martín agarró de nuevo la punta de su pene y con facilidad lo introdujo de nuevo en el ojete de su madre, que se abrió con suavidad ante el. Agarró entonces con fuerza las caderas de su madre y comenzó a meter y sacar su miembro como si no hubiese mañana. Su madre recibía cada envite con dulzura, notando como su propio coño poco a poco se iba humedeciendo al saberse penetrada por aquel chico inagotable.
—¿Te gusta, mamá?¿te gusta cómo te doy por el culo? —gritó Martín fuera de si, presa de una excitación que lo sobrepasaba.
—¡Sí cariño, sí!—intentó responder la mujer con voz entrecortada ante los empujones de su hijo.
—¡Dímelo, mamá, dímelo tú como una buena madre!
—¡Sí !¡Mi vida, me gusta cómo me das por el culo, amor! ¡Me gusta cómo me lo rompes con tu polla!
—¡No aguanto más, mamá, no puedo!—gritaba Martín con los ojos cerrados en pleno éxtasis—¡pídemelo, mamá, pídeme que me corra!
—¡Hijo, por favor¡—empezó a hablar la mujer al tiempo que giraba su cabeza para ver como su hijo le destrozaba el ano-¡Córrete en mi culo, cariño, lléname con tu corrida, hazlo por mí por favor!
Un empujón más fuerte de lo normal y un grito seguido de la inconfundible sensación de humedad en su culo le indicaron a la mujer que su hijo se estaba corriendo. La calidez de su semen la llenó por completo con varios chorros y espasmos, hasta que finalmente el chico se dejó caer hacia atrás y este pudo ver como su polla abandonaba lentamente el abierto y palpitante ano de su madre. Está se giró como una gata en celo hasta acercar su labios a los de su hijo y comenzar a besarlo sin pausa, introduciendo su lengua en la boca del chico que a duras penas podía recobrar el aliento.
—Gracias por la enculada, mamá.
—De nada, cariño, de nada.

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