¿Cómo podía negarme a Andrea? Parte 2. Con fotos.

¿Cómo podía negarme a Andrea? Parte 2.

Si queres podes ver la primera parte aqui: http://www.poringa.net/posts/relatos/3195199/Como-podia-negarme-a-Andrea-Con-fotos.html

Me desperté al día siguiente, no estaba seguro si todo había sido un sueño o la realidad. Pero en mi almohada estaba apoyada la bombacha de Andrea.

Ahí me acordé de todo lo que pasó el día anterior: le había confesado mi eterno amor a Andrea. Un amor “sin pedir nada a cambio” y ella como prueba de amor, me hizo besarles sus piernas desde los pies hasta sus muslos. Para luego terminar haciéndole sexo oral. Y como mi confesión había sido “sin pedir nada a cambio”, una vez acabado me mandó a mi casa, con la bombacha con su aroma impregnado e instrucciones de devolverla lavada al día siguiente.

Lave la prenda, siguiendo sus indicaciones y la sequé con un secador de cabello.

Antes de ir a mi trabajo, pasé por su oficina para devolvérsela. Tuve la precaución de poner la bombacha extendida dentro de un sobre comercial, entre papeles en blanco, para que no se vea que había adentro y en la parte del destinatario escribí “Sra. Andrea”.

Una vez en la recepción de la empresa, me recibió una secretaria que de mala manera me indicó que dejé el sobre que ella lo entregaría. Yo le dije que no podría que tenía que ser “en mano”. Con fastidio la pendeja me preguntó mi nombre y por el teléfono interno llamó a Andrea.

-“Sra. Andrea, acá está en recepción el señor Pablo, dice que viene a traer un sobre para usted para entregar en mano”, le dijo. -“Si, si, le dije que me lo entregara a mí, pero el señor insiste que debe ser en mano”. Cortó el teléfono y me dijo que esperara.

A los 10 minutos apareció Andrea, ¡Que linda que estaba!. Vestía ropa formal, muy femenina y elegante. ¡Como me gustaba esa mujer! Con cara seria buscó al pesado que la sacaba de sus ocupaciones.

A verme, su cara seria cambio por una sonrisa.

-“¡Ah, sos vos!. Vos tenés que decir que sos Pablito”, me dijo riéndose. -“Pablito es un viejo amigo de cuando éramos chicos”, le dijo a la secretaria, que esbozo una sonrisa por compromiso. A mí lo de “Pablito”, me hacía sentir un tarado. Es más, seguramente la pendeja, lo habrá pensado también.

A continuación me llevo a un costado de la recepción y me agradeció por traer ese “sobre” y me preguntó si al día siguiente podía ir a su casa a las 19 hs, para ayudarla con algo que tenía que hacer.

Yo le pregunté por Jose (su esposo) y ella me dijo que no había problema, que esa día volvería muy tarde.

Llegado el día, a la hora indicada, me presenté en su casa.

Me sorprendió cuando se abrió la puerta, verla con una bata y el cabello casi húmedo, como si recién hubiera salido de la ducha.

Ahí mismo me indicó cuáles eran sus planes.

-“Pablito… ¿Te acordás que el otro día, me dijiste que contará con vos para cualquier cosas que necesitara y que vos lo harías sin esperar nada a cambio?”. Me preguntó.

Yo asentí con la cabeza.

-“Bueno, mi dermatólogo me recetó una crema para pasarme por todo el cuerpo… y a Jose no se los puedo pedir que me ayude, porque yo sé cómo termina todo con él, se va calentar y después vamos a terminar cogiendo, ¿me entendés?. Yo quiero que vos me pases la crema por todo el cuerpo y que se absorba bien. Por eso te llame a vos”.

Yo le contesté que haría lo que ella me pidiera. ¿Cómo podía negarme a Andrea?

Sin dudarlo, me llevó a un baño y me indicó que me desvistiera para no ensuciarme la ropa con la crema. “Solo dejate el calzoncillo puesto”, me dijo.

Me puse de espaldas y comencé a desnudarme. Doblé mi ropa y la acomodé en un costado con mis zapatos.

Me di vuelta con mucha vergüenza por mi desnudez y por la erección de mi pene que estaba más que a la vista.

Se sacó la bata, yo me quedé mirándola como hipnotizado y ella me sacó del transe diciéndome con una sonrisa: “Dale Pablito, ya me viste desnuda, ¡Empecemos entonces!, primero los piernas y vas subiendo”. Mientras lo decía me daba el pote de crema.

A pesar de los 48 años que tenia, su cuerpo era muy lindo. Las piernas, su cola, sus pechos, su cara, pelo, todo.

La observe con timidez, no podía mirarla a los ojos, a ella no parecía avergonzarla estar desnuda antes mi. Es más, parecía que lo disfrutaba.

Me costaba entenderla a Andrea, ella parecía estar practicando conmigo a un perverso juego de seducción y yo por el deseo de estar cerca de ella accedía a cualquiera de sus pedidos.

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Me arrodille y empecé a pasarle con las dos manos la crema primero por los pies, pantorrillas, rodillas, muslos. Al llegar a esa parte me dio la espalda sacando cola, esa posición me estaba volviendo loco. Por su respiración, yo sentía que ella también estaba caliente. Cuando termine con la cola, se dio vuelta y su pubis, quedo a centímetros de mi boca.

Como un chico tímido, le pregunté casi suplicando “¿puedo?”. Me moría de ganas de besar su concha, como la última vez.

-“No Pablito”, me dijo con firmeza, “hoy, estas acá para otra cosa, ¿te acordás?”, por su tono, parecía que estaba hablando con un niño. No le dije nada, lo que menos quería era que ella cortar ese momento.

Me fui parando mientras seguía pasando la crema por su pubis, pancita, cintura. Ahí se dio vuelta nuevamente, me dio la espalda, fui subiendo por toda la espalda, hombros, nuca.

No sabía cómo decirle que se diera vuelta, me faltaban los pechos y estaría cara a cara con ella. La excitación me estaba matando.

Se dio vuelta bruscamente y me dijo.: -“Dale, Pablito, los pechos y mi cuello, te faltan”.

Comencé a acariciarle los pechos con ambas manos. Sus pezones estaban duros, tal vez le dediqué mucho tiempo a esa parte, ella no dijo nada. Luego subí a su garganta, cuello.

-“La cara no, para la cara uso otra crema”, me indicó.

Se apartó, se alejó un poco de mi y se miró en un espejo de pie que había en el baño.

Mi pene estaba muy duro y sentía que las bolas me dolían de tanta excitación contenida.

-”Muy bien Pablito, lávate bien las manos y vestite”. Se fue del baño y cerró la puerta.

Me vestí lo más rápido que pude.

Ella volvió al ratito, seguía desnuda. Seguramente quería que la crema se absorba bien.

-“Gracias, Pablito, ¡hiciste un buen trabajo¡” y con una sonrisa me dijo “hoy me conociste un poco más, toda desnudita… pero mejor que ahora te vayas”.

Parecía que a ella ese momento era el que más le gustaba, cuando yo me iba sin nada y ella percibía mi frustración.

Me acompañó a la puerta y me dio un beso en la mejilla de despedida.

Afuera me esperaba la calle, no veía la hora de llegar a casa, para de alguna manera calmar mi deseo.

Mientras volvía, pensaba en lo que estaba haciendo, como este juego me estaba afectando mi vida.

Andrea era una caja de sorpresas. Como un complejo poliedro y en cada encuentro me iba mostrando una nueva cara.



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