Mí timidez y mis tías 22

Cuando llegamos a casa, el restaurante estaba ya casi vacío, Ricardo nos acompañó hasta la esquina y se fue a tomar una copa, ya volvería luego a dormir como si no supiera nada.
Mi tía le preguntó a Lisa como había ido la tarde, en realidad el lunes no era un día de mucho trabajo y se cumplió la expectativa, mi madre y yo subimos a casa directamente.
Esa noche no juntamos las camas, mi madre estaba agotada y imagino que tendría los agujeros maltrechos, aunque no tanto como Julia, pero esta procuraba andar lo más normal posible y nadie se dio cuenta, por la mañana bajé bastante tarde, mi madre como siempre estaba atareada con la cafetera y las bebidas de los almuerzo, mi tía solo me dijo…
-       Gracias por la tarde de ayer, fue estupendo, aunque me debíais haber avisado, casi no me puedo sentar.
-       Fue todo improvisado, siempre sale mejor así.
-       Tu madre está encantada, no hemos hablado aún pero se le nota muy contenta.
-       Me alegro mucho por ella, le estaba haciendo falta un desahogo así.
-       Le preguntaré a Ricardo que si no lo ha pasado mal, lo podríamos repetir algún día.
-       Creo que él no tendrá inconveniente y yo tampoco Julia.
-       Me encanta oírte así, muaaack.
Se dirigió hacia el camarero y por la expresión de este vi que no le parecía mal la propuesta.
Después de comer iba a pasar por la librería a comprar algún libro pero al pasar por la barra para despedirme de mi madre me fijé que también estaba sentado tomando café el señor de costumbre, me extrañó la coincidencia y por curiosidad le pregunté a Raquel.
-       Hola Raquel, me he fijado en ese señor que toma café todas las tardes en la barra, no estaría más cómodo en una mesa?
-       A si! Es don Benito el médico del pueblo, es muy popular, todo el pueblo está encantado con él, buen médico y muy servicial, pero si quieres saber algo más de él pregúntale a Ricardo que le sirve la comida todos los días.
Me dirigí al comedor, el camarero estaba recogiendo los servicios de la comida y montando las mesas para la cena, le pregunté también por aquel señor.
-       Te refieres a don Benito?, es un buen cliente, todos los días come aquí, le sirvo yo, y es muy amable y generoso, me da buenas propinas.
-       Es que he observado que hace unos días toma café en la barra, por qué lo hará.
-       Bueno, hace unos días me preguntó cómo se llamaba tu madre y si era soltera o casada, a partir de entonces prefiere tomar el café en la barra.
-       Por eso te lo decía, primero vi como mi madre le contestaba con monosílabos pero ahora ya le da conversación y se ríen mucho juntos.
-       Pues sin pensar mal, creo que le gusta tu madre y a ella tampoco parece que le disgusta su compañía.
-       Y que sabes de él.
-       Pues es el médico de cabecera del pueblo, vive a las afueras y según rumores tiene una hija, pero que no viene nunca al pueblo, según los labradores que han ido a trabajar en el campo que tiene en su casa, la han visto alguna vez deambular por allí, viste siempre de oscuro y muy recatada y no habla con nadie, no parece estar enferma pero un poco rara sí que es, dicen que tiene muchos gatos.
Me quedé sentado en una mesa mirando de lejos a la barra, mi madre estaba sentada detrás escuchándole y riéndose de sus bromas, parecía muy contenta y él más todavía, por la noche en la habitación le pregunté…
-       Clara como estas? Te encuentro muy alegre desde la otra tarde de la fiesta, no me has contado como lo pasaste.
-       Perdona Manu, pero es que no he tenido tiempo casi, la verdad lo pasé genial, a tu tía se lo dije, nunca me podía imaginar que iba a follar con una polla tan grande, en un principio me asusté, pero por amor propio y porque era una oportunidad única de cumplir mi fantasía me decidí y no me arrepiento de nada, y menos cuando tú me acabaste de meter por detrás, no lo había imaginado, pero era la guinda del pastel, me llenasteis de polla por todas partes.
-       Pues me alegro, y creo que Julia tampoco se aburrió.
-       Uf Julia, no sabes lo contenta que está, no os lo quiere decir para que no presumáis, pero cuando ella esperaba que le metieras la polla en el culo y se la metiste en el coño junto a la de Ricardo, fue como ir entre nubes, ni ella había soñado teneros a los dos juntos llenándola de leche, sabes que me ha dicho? qué tenemos que repetirlo, por mí encantada.
-       Me alegro que estés contenta, se te nota desde lejos, todavía tratas a los clientes mejor que antes, desbordas simpatía.
-       Ah! lo dices por Benito?, es un chico muy simpático, fíjate que primero me pareció un poco serio, pero es encantador.
-       Si, se le nota muy amable y a ti no parece que te desagrade…
-       Cómo eres Manu!, vale lo confieso, me cae muy bien, y sabes una cosa?, el otro día me invitó a salir con él.
-       Y que le dijiste?
-       Pues que me lo pensaría, quería antes decírtelo para ver que opinabas tú.
-       Pues claro que me parece bien, lo que a ti te guste a mí también, ya lo sabes.
-       Me ha invitado a pasar un día en su casa de campo y me ha dicho que te invitaba también para que no fuera sola, es muy considerado, me ha contado que tiene una hija un poco díscola y quiere que se relacione con gente de su edad, es un poco mayor que tú y le encantan los gatos.
-       Pues tú dirás, si te apetece ir, yo no tengo inconveniente, aunque lo de la hija no lo veo claro, si es tan rara.
-       Gracias Manu, ya te diré algo.
Ya más tranquilo me fui a la librería, la dueña cuando me vio me sonrió, se estiro la falda y salió a recibirme.
-       Hola como estas?, me alegro de verte, deberías haberme avisado, así te habría escondido otro libro, jajaja.
-       Gracias por recordarme, pero no quiero molestarle, aunque me alegro de verla, pero pasaba por aquí y pensé en comprar otro libro.
-       Por favor no me trates de usted, ah! Perdona me llamo Merche, y estoy a tu disposición.
-       Encantado Merche, yo me llamo Manuel, Manu para ti, y quería buscar otro libro de economía, y como fuiste tan servicial no podía ir a otro sitio que me atendieran tan bien.
-       Que galante, sabes que lo hice encantada y lo volvería a hacer las veces que hiciera falta, y que libro quieres esta vez?
-       Pues alguno que trate del tema que estoy estudiando, es para ampliar mis conocimientos y no olvidar nada para cuando vuelva a la universidad.
-       Muy bien buscaremos algo que te sirva, sígueme.
Se adentró por un pasillo entre estanterías llenas de libros hasta llegar a la misma que estuvimos la otra vez, yo iba detrás de ella y me fijé los movimientos de cadera que llevaba, bajo la falda ancha de tablas azul, sus piernas se movían ágiles y aunque tenía una edad madura lucía una cintura bastante estrecha que acentuaba las curvas de las caderas, desde los hombros se estrechaba la espalda erguida bajo una camisa blanca que apenas trasparentaba el sujetador sin tirantes que escondía.
Yo me imaginaba ya a Merche subida en la escalera como la otra vez inclinándose intencionadamente para que viera sus piernas desde bajo de la escalera, pero cuando llegamos a la sección de libros de texto, trajo la escalera y me señaló hacia arriba.
-       Mira Manu, en esta estantería están todos los que buscas, puedes subir y elegirlos.
Me subí a la escalera y cuando los alcancé vi que ya los había ordenado debidamente, le chica se alejó y me dejó solo, yo iba seleccionando los que me gustaban para luego elegir uno, pero al colocarlos mal uno se me cayó desde arriba, me quedé atónito, se quedó en el suelo todo abierto, con las páginas dobladas, ya me disponía a bajar para recogerlo cuando apareció Merche corriendo.
-       Qué ha pasado Manu? Estás bien?
-       No me ha pasado nada Merche, solo que se me ha caído un libro, lo siento, si se ha estropeado me lo quedaré.
-       No te preocupes, a mi me pasa a veces, es porque se te ha movido la escalera, debí quedarme contigo para que no se moviera, ya está muy vieja.
-       Gracias solo será un momento, ya lo tengo casi claro.
-       Ve dándome los que te gustan.
Le di un libro, ella lo cogió y lo dejó en un cajón, después otro y lo colocó igual, el tercero era muy grueso y como con una mano no lo abarcaba subió a un escalón de la escalera y para apoyarse se cogió a mi pierna, como yo estaba en tensión el muslo lo tenía duro, ella lo tanteó y me dijo.
-       Mmm, tienes piernas de atleta, que envidia tango a la juventud.
-       Pues no hago deporte, pero me muevo mucho.
-       Eso debe ser, se te marcan todos los músculos.
Merche para confirmar su descubrimiento me pasaba la mano de las rodillas hacia arriba, incluso hacía incursiones por la parte interna del muslo.
-       Y se nota que en la parte izquierda vas más cargado que la derecha, debe ser la femoral hinchada, puedo tocarla?
No llegué a contestar, subió la mano por el interior del muslo, por donde se suponía que circulaba la femoral, pero siguió hasta más arriba donde se encontró el capullo de la polla bastante hinchado y prisionero del calzoncillo.
Lo rodeo con la mano y me miró a los ojos apretándolo, su cara estaba a la altura de mi polla y ella sin dejar de mirarme acercó los labios y me lo besó por encima del pantalón.
Yo de la impresión solté el libro que le estaba alargando que cayó a su lado.
Merche me soltó la polla por él sobresalto y se bajo de la escalera, recogió todos los libros y se fue hacia el mostrador.
Yo no me atrevía a mirarla directamente y ella con las manos nerviosas me envolvió el libro que elegí, después de pagarle se me ocurrió una idea, pensé que posiblemente le hiciera un favor a mi madre y a su pretendiente haciéndome amigo de su hija y le pregunté a Merche si tendría un libro sobre gatos, ella se quedó pensativa y me dijo.
-       Es un tema que no se vende mucho, pero creo que tengo alguno, buscaremos.
-       Se fue hacia la puerta de la calle, puso un cartel, “Vuelvo enseguida, perdonen las molestias” y me dijo…
-       Sígueme, los tengo en la trastienda.
Pasamos a un almacén que tenía detrás de una cortina, solo había una mesa de despacho con un ordenador, una silla y montones de libros por todas partes, unos en cajas y otros desparramados por el suelo, todo el orden meticuloso de la tienda era allí un caos, al pasar encendió la luz y corrió la cortina, inmediatamente se me abrazó al cuello y me estampó un beso en la boca, me mordía el labio inferior y me estrujaba entre sus brazos, cuando pude reaccionar, le cogí las manos por las muñecas, se las sujeté detrás de su espalda y le fui empujando hacia la única pared que estaba despejada de libros, me apoye sobre ella descargando mi peso para inmovilizarla mientras mi boca recorría sus orejas, el cuello y los hombros, tuve que soltarle las manos para desabrocharle algún botón de la camisa y seguir besándole los hombros, ella me dejó hacer, se soltó el cierre de la falda que cayó a sus pies, yo tardé más en abrirle la camisa y cuando lo terminé de hacer Merche ya me había abierto el pantalón y tenía mi polla sujeta con las dos manos, le quité la camisa estirando las mangas por los brazos, el sujetador sin tirantes apenas podía contener las tetas que se agitaban con la respiración dentro de él, era un sujetador bastante rígido, comprendí por qué cuando se lo solté, las dos grandes tetas que escondían se descolgaron bajo su peso, tenía mucho pecho pero la gravedad había ganado la batalla, pero el pezón aunque mirando hacia abajo estaba duro y salía provocador, me agaché para estar a la altura de los pezones, los alcance junto su estómago pero pude meterlos en la boca a la vez, era una sensación nueva, me llené la boca de carne suave pero tierna, su vientre ya marcaba la flacidez de los años pasados pero se agitaba invitándome a explorarlo, su ombligo diminuto marcaba el camino de un pubis liso, apenas poblado de vello rizado pero que escondía unos labios finos que no podían esconder la protuberancia de un gran clítoris que aunque cubierto de piel todavía semejaba un pequeño pene, cuando le bajé las bragas a los tobillos ella se las sacó de un estirón abriendo las piernas, el clítoris se presentó frente a mí entre los labios abiertos, ella se cogió con los dedos los labios y los separó totalmente quedando su coño simplificado al gran clítoris, me lo metí dentro de la boca entero, casi no me cupo, pero cogiéndolo con los dientes los sostuve mientras lo descapullaba con la punta de la lengua, la sujetaba apretándole las nalgas hacia mí, miré hacia arriba y entre las tetas caídas vi como estaba con los ojos cerrados concentrada en el placer que le daba mi boca, cuando soltó los labios del coño y me cogió la cabeza noté como le atacaba un orgasmo mucho tiempo esperado y contenido, pero aún me aguardaba otra sorpresa, siguiendo el clítoris mi lengua se encontró con unos labios menores muy desarrollados, que como las tapas de un libro guardaban la entrada de su cueva que si no estrecha permitía que mi lengua entrara sin dificultad, quise seguir con el clítoris y le lamí de arriba abajo, mis dedos entraron en su coño agitándolo rápidamente, pude meterle tres y se volvió a correr, sus jugos se escurrían por mi mano y muñeca hasta el codo.
Merche se inclinó sobre mi hasta que el orgasmo remitió, luego me cogió la cara con las dos manos y me besó en la boca, me acercó a la mesa de despacho y de un manotazo la despejó de libros y papeles, se tumbó sobre ella y levanto las piernas sujetándolas por los tobillos, las fue abriendo lentamente y me dijo…
-       Manu fóllame, mete tu polla en mi coño añejo.
Cuando me acerqué, sus tetas se deslizaron a cada lado del cuerpo, pero pude cogerle los pezones con los dedos mientras mi polla entraba sin dificultad, estaba tan lubricada que mis huevos hicieron tope en sus nalgas con un chapoteo, cuando entraba y salía el aire a presión sonaba como un embolo, pero Merche tenía experiencia y los músculos de la vagina me presionaban y me estrujaban mejor que si la hubiera tenido dentro de la boca, el clítoris rozaba mi vello corto del pubis y seguía duro y brillante, me dijo…
-       Manu, ya me he corrido dos veces y no hay dos sin tres, quisiera que me hicieras algo que siempre he querido y nadie lo ha conseguido.
Supuse a que se refería, saque á polla y la recorrí por toda la raja abierta, cuando le apoyé la polla bajo del clítoris hinchado gimió, pero cuando la pasé por alrededor del ano suspiró como si había llegado a mi destino.
-       Manu confío en ti, serás el primero, métela hasta dentro.
Merche tiró de sus tobillos casi sobre su cabeza, estaba abierta totalmente, sus labios no escondían nada, hasta los menores estaban abiertos como una flor, se le veía la profundidad de su vagina rosada, volví a metérsela en el coño, ella hizo un gesto de decepción, pero cuando comprendió que solo quería lubricarla levantó las nalgas y me las puso justamente a la altura de mi glande morado.
El agujero todavía virgen se encogía y dilataba presintiendo mi presencia cercana, esperé a que estuviera abierto lo máximo posible para apoyarle la punta, Merche soltó sus tobillos y se cogió las nalgas, eran blancas y redondas y con apenas un poco de vello alrededor de la piel oscurecida, levantó aún más las caderas y cogiéndome de los muslos elevados le di el primer apretón, fue suave pero sin vacilar, el capullo iba entrando forzando el esfínter que se resistía a ser traspasado, pero los flujos de Merche eran abundantes y espesos y no pudo con mi determinación.
Merche estaba silenciosa y expectante, seguramente habría probado en otras ocasiones y sus compañeros no le había tratado con demasiada consideración, yo no podía defraudarla y le miraba a la cara esperando cualquier queja, pero no la hubo, apretaba los labios y suspiraba, yo la animaba diciéndole lo que ya tenía conseguido, sin decirle lo que le quedaba, claro, al entrar el glande y cerrarse el esfínter tras él su cara parecía una fiesta, recobró el ánimo y me invitó a seguir, yo ya pasado lo más difícil, le eche un poco de saliva al tronco que quedaba por entrar y milímetro a milímetro acabé dentro de Merche.
Cuando empecé a moverme dentro de ella las tetas se movían a mi ritmo, habían ganado un poco de turgencia pero los pezones sí que delataban la excitación de Merche, le pregunté donde prefería que le regara de leche y ella juntó las dos tetas sobre su tórax y me las ofreció, saqué la polla un momento antes de eyacular y me puse sobre Merche, mi polla desapareció entre las mamas y solo aparecía cuando le empujaba hasta su garganta, los chorros de leche se repartieron por el cuello y los pezones de la chica, cuando bajé de la mesa Merche estaba agotada, las piernas abiertas le colgaban separadas y los brazos a cada lado, las tetas pegadas a las axilas, me señaló unos libros y me dijo…
-       Esos libros son de gatos, elige el que quieras, ya vendrás otro día para abonarlo, te espero y por favor al salir cierra la puerta, yo no me puedo mover aún.
Cuando llegué a casa ya estaban poniendo la mesa para comer el servicio, me iba a sentar al lado de mi madre como siempre, pero Encarna me dijo que me había guardado una silla a su lado, al otro estaba ya sentada Raquel, comimos con mucho apetito, sobre todo yo, todavía me temblaban las piernas del esfuerzo cuando Encarna me puso la mano en la pierna, se me acercó como si fuera a alcanzar la panera y me dijo…
-       Manu, ya te has saltado varias clases de mi hermana, mi madre no deja de recordármelo y mi hermana también.
Era lo que menos me apetecía escuchar, pero tenía razón, de lo que les había prometido solo había ido una vez, me hice el ánimo y le dije…
-       Lo siento Encarna se me había pasado, pero hoy iré si te viene bien.
Su contestación fue un apretón en el muslo muy cerca de la ingle, noté como Raquel se había percatado de todo y sonrió.
Después de comer me duché y luego me senté a tomar otro café en la barra, me disponía a cumplir con la palabra dada.
Mi madre me detuvo.
-       A propósito Manu, te presento a Don Benito, es un cliente asiduo y un amigo, es muy simpático y me ha invitado a visitar un día su casa en el campo y sus campos, pero insiste que vengas tú también, dice que te gustaría verlo y que pasaríamos un día muy agradable, también me ha dicho que tiene una hija que se interesa mucho por las plantas y los animales, como a ti.
Con la encerrona que me había hecho mi madre no tuve más remedio que sonreír de oreja a oreja y mostrarme de lo más interesado y me puse a su disposición.
Luego de despedirme, salí disparado a la calle con rumbo a casa de Encarna, veríamos como estaría su hermana Celia de interesada.
Me abrió Encarna, su hermana tras ella me dio dos besos, fuimos a su cuarto, Celia me dijo que Asun, su madre había salido arreglada como siempre por que había quedado con su tío Pedro para ver unas lámparas, cruzamos unas miradas de complicidad Encarna y yo.
Saqué los cuaderno que traía y me dispuse a darle lección o por lo menos intentarlo, la niña estaba en todo menos en atenderme, por lo que me puse a hablar con Encarna mientras la niña jugaba a nuestro alrededor, al rato se oyó la puerta de la calla como se cerraba y al momento apareció en la habitación Irene, la hermana mayor, venía bastante sofocada y nerviosa, y al preguntar por su madre aún se puso más histérica, al momento buscó en su bolso y sacó un billete y se lo dio a Encarna.
-       Toma Encarna vete con Celia y cómprale un regalo de mi parte, lo que ella quiera, que quieres de regalo Celia?
-       Quiero la muñeca de Vaiana, es la que me falta.
-       Pues ya sabes Encarna, y no vuelvas muy pronto, tomaros algo por ahí.
Encarna se fue de muy mal agrado, le había pisado los proyectos que tenía para la tarde y encima tenía que aguantar a la petulante de Celia.
Cuando salieron Irene se sentó frente a mí y fue directa al grano.
-       Mira Manu, se que estás al tanto de lo que pasa en casa o por lo menos lo intuyes, yo estoy muy nerviosa, noto desde hace un tiempo que mi marido no me hace caso, además se arregla más y siempre está en la calle con una excusa u otra, dice que va a hacer recados que le encarga mi madre, yo le creo pero me está haciendo dudar hasta de mi madre, ella también está por ahí siempre y también se arregla mucho y es cierto que siempre le está encargando trabajitos domésticos a Pedro, lo cierto es que en la cama ya ni me toca y estoy desesperada.
-       Pero Irene, deben ser suposiciones tuyas, Pedro solo lo hace por tener contenta a tu madre, por eso se preocupa tanto, ¿no puede ser que haya otro motivo para que no te haga caso?
-       Bueno, yo ya no sé a qué se debe, por una parte yo no tengo un tipo de mujer muy sensual, como ves tengo muchos kilos de más y unas tetas grandes y caídas, además…. No soy muy activa en la cama.
-       Mira Irene, tú tienes un tipo estupendo, que estés un poco llenita no es motivo para eso, a muchos nos gustan las curvas y esas tetas… te puedo asegurar que me las comía ahora mismo.
-       Bueno hasta hace un poco de tiempo mi marido me follaba casi todos los días pero ahora ni me toca.
-       Y eso que me has dicho que no eres muy activa en la cama, que quiere decir?
-       Pues que solo quiero hacerlo tumbada boca arriba y no me muevo, reconozco que soy un poco parada y me gustaría cambiar, pero no puedo.
-       Me quieres decir que tu marido te folla y tú no te enteras?
-       Pues sí, eso es, él quiere que le haga cosas pero a mí no me gustan y entonces él se corre y se gira al otro lado.
-       No me digas que no le chupas la polla ni te la chupa él a ti?
-       Pues no, no se lo he hecho nunca y eso que siempre me lo pide, pero no sé cómo hacerlo y me da vergüenza.
-       Pues es de lo más fácil que hay, simplemente la chupas, la lames y te la metes en la boca y haces como si te la metiera en el coño y si quieres cuando se corra lo haces dentro, incluso te puedes tragas la leche.
-       Si? Y es tan sencillo, pero me darán arcadas!
-       Es cuestión de práctica, debes probarlo.
-       Manu tu me harías un favor?, me parece que sabes mucho de lo que estás hablando y te noto como el pantalón se te está hinchando, me podrías enseñar cómo se hace?
-       Mujer, si esto es más fácil que comerse un perrito caliente.
-       Venga Manu, déjame probar contigo, no se lo diré a nadie, pero quiero darle una sorpresa a Pedro esta noche.
-       Irene, para mí es mucha responsabilidad, imagina que alguien se entera, podrías tener un problema familiar…
-       Más que el que tengo? Estoy desesperada.
Se acercó a mí y me pasó la mano por el bulto de la bragueta, me sonreía seduciéndome mirándome a los ojos, al hacerlo, se agachaba para que por el escote se le vieran las dos tetas que llenaban el sujetador de talla grande, era un canalillo muy tentador, le dejé buscar a ella, queriéndome exculpar inocentemente de lo que me iba a hacer, cuando la tuvo entre las manos solo me dijo…
-       Pedro la tiene más grande y más gorda, pero el capullo no se le descubre como a ti.
No fue un halago, pero por lo menos algo tenía más que él, imagine que a su madre Asun era lo que menos le importaba.
Le cogí la cara con las dos manos, me lamió con la puntita de la lengua e hizo una cara de extrañeza, me sonrió y le puse entre los labios el capullo descubierto, no pudo ponerse seria pues la sonrisa fue la puerta por donde entré yo, aunque me arañó el frenillo con los dientes se la metí hasta la mitad, tosió un poco pero luego me estuvo apretando con la lengua y el paladar, notaba como se iba animando, ya me cogía los huevos y tiraba de ellos hinchando sus mejillas regordetas, cuando le advertí que me iba a correr la sacó, y me pidió que se la metiera en el coño como más le gustaba a su marido, a mi pregunta se puso de cuatro y se subió la falda, sobraban todas las explicaciones, las bragas que apretaban las anchas nalgas las bajé hasta las rodillas, los labios gruesos del coño apenas dejaban entrever la entrada de la vagina, pero la humedad que destilaba brillaba señalando el sitio donde apoyar la verga, cuando se la puse en la entrada pasó su mano por entre sus piernas y cogiendo mis huevos me guió hasta que los notó pegados a su coño, le estuve metiendo y sacando la polla sin compasión, ella acusaba los empujones apoyada con la cabeza en el sofá, las tetas oscilaban como unas campanas en día de fiesta mayor, cuando se corrió dio un grito de victoria, daba puñetazos en el sofá, seguí metiéndola a toda velocidad y le avisé que me iba a correr, yo no quería tener problemas y estaba decidido a salirme y llenarle la espalda de leche pero ella se dio la vuelta y se la metió en la boca, los mofletes se hincharon de semen y cuando creí que iba a escupirlo, se lo tragó de una vez, luego se recostó en el sofá y sonrió abriéndose de brazos y piernas.
-       Ahora ya puedo follar con Pedro, y si no quiere, que me quiten éste momento, gracias Manu.
Aún tardaron casi media hora en venir Encarna y Celia, el alborozo que traía con la muñeca era casi tan grande como el que sentía Irene por dentro. Irene cuando vio a Encarna la abrazó y besó varias veces, luego se despidió y se fue.
Encarna me miró extrañada y me preguntó.
-       Como es que está tan contenta Irene? Que le has dicho? O… que le has hecho? Porque cuando me ha besado su boca olía a la leche de tu polla.
-        Continuará

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