Mi novia, es tan zorra que se manosea con otros frente a mi.

Ese día me desperté pronto con la idea de ir a la playa. Susana aún dormía pero empecé a besarla e intentar convencerla para hacer el amor. Ella se retorcía somnolienta y me decía que la dejara dormir, que estaba muy cansada, y que ya lo haríamos un poco más tarde. Me levanté y me preparé un desayuno rápido antes de irme a por una buena ducha, que me hacía falta.
Al volver fui a despertarla pero, qué raro, no estaba en la tienda. Así que me dirigí donde más me temía que estuviera, en la tienda de nuestros vecinos. Me acerqué y al abrir la cremallera, efectivamente, encontré a Susana riéndose mientras saltaba sobre sus amigos para despertarles. Justo en ese momento estaba apretujada entre Nacho y Carlos, que la sujetaban haciendo una especie de sándwich humano; siendo ella el queso, claro.

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Ví que mi novia se había puesto su cortito vestido veraniego con un bikini debajo, ¡pero ellos estaban completamente desnudos! Además se notaba que se acababan de despertar porque estaban bien empalmados. Me cabreé un poco porque ese magreo no era normal. No entiendo como Susana no se da cuenta de esas cosas.

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Ellos la mantenían entre sus cuerpos atrapándola mientras ella se meneaba intentando escaparse. Parecían pasar un buen rato y ella soltaba risitas, llamándoles gusanos mientras no dejaban de manosearla. El forcejeo no hacía más que empeorar la situación ya que su vestido se le subía cada vez más dejando el bikini al descubierto y las pollas de sus “amigos” no paraban de golpearle directamente en su piel desnuda.

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—Susana, puedes dejar de hacer el imbécil y salir, que tenemos que ir a la playa —le dije con tono borde.
—De acuerdo… —dijo ella, aún riéndose porque Nacho en ese momento le estaba haciendo cosquillas—. Pero no te preocupes porque Nacho y Carlos también se vienen y podemos ir en su coche.
“Genial… otra mañanita con estos” pensé.
—Venga vale, pero pongámonos ya en camino que se hace tarde —contesté resignado.
Esperamos a que acabaran de preparase y a la media hora ya estábamos los cuatro en el coche de camino a la playa. Al menos parece que Pedro había decidido no venir, y por mí perfecto, uno menos tonteando con mi novia en mi cara. Nacho pasó de largo el camino que llevaba a la playa, y le pregunté que a dónde nos llevaba. Nos dijo que había una cala un poco más lejos que era muy bonita y bastante más tranquila. Lo único es que era una zona nudista, pero supuso que no nos importaría.
La verdad ya nos podría haber avisado antes el muy capullo. Pero bueno, en realidad a mí no me importaba en absoluto. Además, no era celoso con mi novia y en parte me apetecía que estos idiotas vieran lo que se estaban perdiendo. Podría ser una forma de recuperar mi herido orgullo de macho. Pero a Susana no le gustó demasiado la idea, decía que le daba un poco de vergüenza estar desnuda en público y delante de todos nosotros juntos.



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Así cuando llegamos a la playa decidimos separarnos para evitar la vergüenza de mi novia. Ellos se irían por su lado y yo me quedaría con Susana. No había mucha gente, pero nos tumbamos en una zona más apartada para que no nos quedara nadie demasiado cerca. Me desnudé y me acosté en la toalla dispuesto a relajarme. Pero Susana se seguía negando a desnudarse, y me preguntaba si no sería mejor irse a otra parte.
Le pedí que se acostara conmigo un momento y que se tranquilizara. Poco a poco comenzamos a besarnos y abrazarnos. Yo estaba contento de poder compartir un rato con ella a solas, al fín. Y encima en una playa nudista, con el morbo añadido que eso daba. Seguí intentando convencerla de que se desnudara, pero se resistía. Perso sí que conseguí que se tumbara sobre mí mientras nos besábamos.
En esa postura me fué fácil deshacerle las tiritas que ataban la braguita de su bikini y ante su sorpresa, conseguí quitársela. Como aún llevaba el vestido puesto, era genial, porque podía acariciar su intimidad y nadie lo notaba excepto ella. Poco a poco se fue relajando y aproveché para llevar mi polla a su rajita y penetrarla lentamente.

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Me puse a acariciar sus grandes pechos, tan grandes que el vestido no conseguía contenerlos y se escapaban por el escote y las aberturas de los brazos. Ella comenzó a jadear y a moverse rítmicamente sobre mí, disfrutando de un maravilloso y romántico polvo sobre la cálida arena de playa. Poco a poco fuimos aumentando el ritmo hasta que tras unos minutos estallamos en un orgasmo juntos mientras nos abrazábamos.

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Narra ella:
No me lo podía creer, se había corrido un minuto antes de que a mí me llegara el orgasmo, justo cuando mejor me lo estaba pasando. Me había dejado follar en público en una playa con gente, con la vergüenza que me provocaba, y encima me tenía que quedar con el calentón.
Ahora me tendría que ir a dar un chapuzón al agua para bajar la temperatura corporal. Le pedí a mi novio que me diera la braguita del bikini, por eso de no tener que bañarme desnuda delante de desconocidos. Pero el infeliz se había quedado dormido, como de costumbre, justo después de correrse. Lo miré al pobre, completamente noqueado, con el sol dándole de lleno en el pecho. Y es que encima me tendría que preocupar de ponerle crema para que no se quemara. Pero pensé que ya lo haría cuando volviera de bañarme.
Vi mis braguitas al otro lado de la toalla, así que me agaché inclinándome sobre él para alcanzarlas. En ese momento, estando yo como una perrita apoyada sobre mis cuatro extremidades, oí a Nacho y Carlos que llegaban por detrás. Iban entretenidos hablando animadamente entre ellos y esperé que no se fijaran en que no llevaba nada debajo de mi vestido.



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—Hola Susana —dijo Carlos.
—Hola chicos… ¿qué tal lo estáis pasando? —respondí girando la cabeza hacia atrás, sin darme tiempo a cambiar mi postura.
—Pues muy bien, acabamos de darnos un baño —dijo Carlos sonriendo—. Qué guapa estás siendo la única persona vestida en una playa nudista…
—Jejeje… —me reí discreta, y pensé que quizá de verdad no se habían fijado en que no llevaba mis braguitas.
—Veníamos a pedirte un poco de crema solar, que a nosotros se nos ha acabado. Y bueno, si no te importa, te queríamos pedir que nos la dieras tú. Si a tu novio no le molesta, claro. Aunque dudo que le importe en su estado actual… —dijo Carlos dirigiendo la mirada a mi novio, que ya estaba roncando.
—¿Y qué pasa, que no sabéis hacerlo solitos? —pregunté yo.
—Es que los dos solos y desnudos nos pueden confundir con homosexuales, y no nos gustaría… —dijo Nacho riéndose.
—Lo que os pasa es que sois unos vagos, porque en esta playa estamos casi solos, y además no hay problema alguno en parecer homosexuales, idiotas —les dije, pero para no ser muy dura con ellos continué—. Venga, traeros las toallas y tumbaos con nosotros. Creo que podré hacer el sacrificio de echaros un poco de crema en la espalda.
Rápidamente se fueron a por sus toallas. Toda la conversación fue un poco incomoda para mí, ya que yo estaba en el suelo y ellos de pie a un metro de distancia, completamente desnudos y mostrándome sus miembros viriles, que aunque relajados, eran bastante grandes. Me imaginé ahí en el suelo sometida a dos machos a mis espaldas, con sus cuerpos fuertes y sus falos poderosos. Y es que me había quedado muy caliente después de que mi novio me dejara tirada a medio follar, y tener a tales portentos tan cerca de mi cara me había puesto aún más excitada.
Pero me calmé un poco y me convencí de que no pasaba nada. Al fin y al cabo eran amigos de confianza y en eso debía quedarse. No había que darle más importancia. Además, ellos no tenian la culpa de mi estado, y esas movidas debía resolverlas yo sola.
Volvieron y colocaron sus toallas junto a la nuestra, tumbándose boca abajo uno al lado del otro. Me fui a por Nacho primero, que había quedado más alejado, con Carlos en el medio entre él y mi novio, que seguía en pleno coma onírico. Me arrodillé a su lado, pero al ver su espalda tan grande y musculosa, me dí cuenta que me llevaría mi tiempo así que directamente me senté a horcajadas sobre sus glúteos desnudos.
En ese momento me acordé de que no llevaba la parte inferior del bikini porque noté su piel directamente bajo mi coñito. Para más inri, me había quedado bastante mojada gracias al semental de mi novio. Esperé que Nacho no se diera cuenta y que no le ensuciara demasiado el culo con mis babitas.



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Tras un rato extendiéndole la crema por la espalda, subiendo y bajando y recreándome en cada bulto que formaban sus músculos, le di una palmadita y le avisé de que había terminado. Pero Nacho me pidió que le untara también en las nalgas. Me bajé un poco, esta vez sentándome sobre una de sus gruesas piernas, y esparcí más crema por su culo. Vaya músculo tenía ahí también, era un culito grande pero muy duro y fuerte. Cuando le dije que ya estaba, por supuesto que me pidió que le diera también en las piernas.
Me senté de nuevo a horcajadas sobre sus glúteos pero hacia el otro lado, de manera que quedaba mirando a sus pies. Carlos, acostado desde la toalla de al lado, me miraba tras sus gafas de sol. Comencé a esparcir crema por las piernas de Nacho. El problema era que notaba en mi entrepierna toda la crema que acababa de ponerle en el culo y empezaba a resbalarme un poco sobre él.
Me puso muy nerviosa, porque entre la calentura que me había dejado mi novio y el roce en mis intimidades, me empezaba a ser difícil no gemir de placer. Pero no quería que Nacho me lo notara y pensara cualquier cosa de mí. Éramos amigos y no quería que se enfadara conmigo. Lo mejor era intentar parecer natural y hacerle el favor que me había pedido como amiga que era, y sin pensar cosas raras.
Me volví a girar, sentándome sobre su culo pero ahora mirando otra vez hacia su espalda. Cuando ya acabé le dije a Carlos:
—Carlitos, ¿quieres que también te ponga crema a tí?
—Por supuesto, pero… —dirigiéndose a Nacho—, dile que te ponga un poco en el pecho, que también se te va a quemar.
—¿No te importa, Susana? —preguntó Nacho girando la cabeza—. Te noto un poco tensa, igual es mala idea… —decía sonriéndome.
“¡Qué amable!”, pensé, estaba notando mi tensión y se preocupaba por mí, no podía negarme ante tan buena gente.
Me alcé para que se diera la vuelta y yo pudiera echarle la crema por delante. Mi idea era sentarme a su lado, sobre la toalla. Pero Nacho me sujetó al girarse de manera que me tuve que mantener a horcajadas sobre él. Intenté moverme pero él se apoyaba con sus manos sobre mis muslos mientras se giraba y no pude hacer nada. El pobre no se había dado cuenta de que yo estaba desnuda debajo de mi vestido, y de que ahora su pene quedaría justo en contacto con mi vagina. Quizá que él no lo notaría, porque no parecía estar nervioso ni nada.
La mala suerte quiso que al sentarme sobre él, su pene quedara exactamente bajo mi rajita. Madre de la mar hermosa qué pedazo de polla tenia entre mis piernas. Tan nerviosa me puse que Nacho lo notó, ya que se me escapó un suspiro. Además perdí un poco el equilibrio y acabé apoyándome sobre su pecho.

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Intenté pasar página y solo pensar en ponerle la crema, pero era peor aún. Al ir pasando mis manos por su musculatura me movía ligeramente sobre su pene, el cual resbalaba con facilidad por lo pringados que estábamos de crema solar. Desplazó una mano sobre mi cadera, mientras que con la otra se apoyó sobre mi hombro muy cerca de mi cuello, haciendo que mi cara se acercara a la suya. Mis labios vaginales se separaron un poco de manera que su pene surcaba entre ellos. Se me escapó un gemido justo en frente de su cara.
—¿Estás bien, Susana? —me preguntó mirándome profundamente a los ojos.
Empezó a mover la mano que tenía sobre mi cadera para tranquilizarme. La mano que posaba en mi cuello me acarició la cara, dejando su dedo gordo sobre mis labios. Me gustaba demasiado la situación, pero me daba mucha vergüenza que él se enterara y pensara que me estaba aprovechando de él.
—Sí, estoy bien —conseguí decir con voz trémula.
Su mano moviéndose sobre mi cadera hacía que me resbalara sobre él, y provocó que mi rajita volviera a recorrer esa polla lentamente. Ya no sé si era la crema o mis flujos lo que mantenían todo tan mojado ahí abajo, pero lo cierto es que aquello fluía con mucha facilidad.



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Las palabras “infidelidad”, “aprovechada” y “novio” se cruzaban por mi mente. Volví a recuperar fuerzas, me deshice de la mano que me agarraba del cuello y me reincorporé, alejándome de la cara de Nacho. Él llevó sus dos brazos a mis caderas y me aplastaba contra él, mientras que yo me apoyaba en su pecho y hacía fuerza en la dirección contraria. Nacho se reía diciendo:
—Pues no estás tan bien, parece que no tienes fuerzas de nada…
Con tanto movimiento lineal sobre él, y las consecuencias del mismo en mi entrepierna, me estaba volviendo loca de placer. Tenía que pararlo como fuera o me iba a acabar corriendo sobre mi amigo. Y eso no lo podía consentir.
Carlos, que estaba tumbado junto a nosotros dijo:
—Vaya, si ya has terminado de encremar a Nacho, creo que es mi turno.
—No… dile a Nacho que te la ponga él, que estoy muy cansada —dije para evitar otro numerito como ese.
—Bueno, pues vaya, ¡qué tendrá Nacho que no tenga yo! —dijo Carlos medio riendo medio en serio—. Además, solo necesito que me la pongas por este lado —dijo señalando su espalda.
Eso me convenció, puesto que la espalda no era ningún problema para mí. Cuando me incorporé me pude fijar en que el pene de Nacho estaba completamente erecto y húmedo. Quise creer que debido a la crema que pudo llegar hasta ese lugar, y nada más. Me senté a horcajadas igual que antes pero ahora sobre Carlos, y me dispuse a aplicar un poco de crema sobre su fuerte espalda. Pero en el momento en el que puse mi mano sobre él, pegó un salto y lanzó un pequeño grito.
—¡Joder! Creo que ya estoy completamente quemado en la espalda. Por favor, para, que me duele —suplicaba—. Deja que me dé la vuelta y me pones por delante porque sino me quemaré del todo.
Yo sin entender mucho me levanté apoyándome sobre mis rodillas para quitarme de encima. Pero igual que Nacho, Carlos aprovechó para darse la vuelta debajo de mí sujetándome de mis muslos, e impidiéndome salir de encima de él. Volvía a encontrarme en la misma situación incómoda que con Nacho. Al menos ahora tuve la suerte de que el vestido se me quedó pegado al culo y no me senté directamente sobre su piel. Y aún mejor, me había quedado sentada más arriba, sobre su bajo vientre y no directamente sobre su pene.
Me pidió otra vez que le echara crema, a lo que accedí a regañadientes. Empecé a esparcirle la crema por ese pecho tan fuerte. Me gustaba tocarlo ya que lo llevaba sin nada de bello. Sin darme cuenta lo estaba disfrutando y me recreé mientras iba untando con tranquilidad.
—Me gusta mucho como lo haces, Susana —decía amistosamente Carlos.
—Gracias, eres un sol —respondí.
Sin embargo, mi tranquilidad se desvaneció cuando noté algo crecer detrás de mí. El pobre de Carlos estaría pasando un momento muy embarazoso, sufriendo una erección indeseada estando yo encima de él. Intenté continuar con mi tarea como si no pasara nada para ver si se le pasaba la erección. Pero a cada momento la cosa se ponía peor, o más grande, mejor dicho. En poco tiempo su verga se había erigido en toda su magnitud y la notaba ejerciendo presión entre mis nalgas. Al menos esta vez la tela del vestido de verano nos separaba. Me quedé más tranquila, la situación no era tan tensa.
En ese momento mi novio se movió un poco entre sueños, y me asustó que pudiera verme sentada sobre mi amigo con él exhibiendo tal empalme. Menos mal que Carlos se dió cuenta y tiró de mi vestido para tapar sus intimidades con él. El problema fue que ahora su verga se posicionó entre mis glúteos directamente, rozando mis nalgas desnudas bajo la falda.
Carlos me agarró más fuerte de las caderas apretando un poco. Sin darse cuenta, con sus brazos musculosos me empujaba contra su verga. No entendía muy bien lo que intentaba conseguir con eso, y es que accidentalmente provocaba que el espacio entre mis nalgas se abriera y presionara más fuerte contra su barra.
Con cada presión mi calentura aumentaba. Miraba a Carlos sonriendo como si no pasara nada, para que no se sintiera demasiado en tensión.
—Bueno Carlos, ya he acabado contigo. Ahora le toca a mi novio, que se me ha dormido sin ponerse crema y se me va a quemar… —dije, levantándome un poco para alcanzar el bote de crema y marcharme de ahí.
Sin embargo, Carlos, tan juguetón él, cogió el bote y lo alejó de mí sujetándolo por encima de su cabeza. Tuve que alargar mi brazo para cogerlo, incorporándome un poco sobre mis rodillas hacia adelante. Pero él tenía el brazo más largo y el bote seguía inalcanzable. Apoyé una mano sobre su pecho para intentar atraparlo, pero con tan mala suerte que me resbalé por culpa de tanta crema. Justo caí sobre él quedando mis pechos sobre su cara y provocándole una pequeña asfixia al pobrecito. Carlos tuvo que soltar el bote de crema, lo que aproveché para recuperarlo.



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Me eché de nuevo hacia atrás, pidiéndole disculpas por lo ocurrido. Pero ese pequeño accidente me puso más cachonda todavía, porque él sin darse cuenta y al intentar respirar, me había lamido completamente el canalillo.
Aunque lo peor estaba por llegar. Al volver a mi posición sentándome sobre él, noté que la punta de su pene completamente erecto chocó accidentalmente contra la entrada de mi rajita. Me mordí los labios sin querer, lanzando un oprimido gemido. Miré a Carlos a los ojos pensando “pobrecito, la vergüenza que le debe estar dando todo esto”. Y es que su mirada era también todo un poema.
Debido a la excitación, estrujé sin querer el bote de crema, haciendo que un chorro se desparramara sobre su vientre. Disimulando, comencé a extendérselo de nuevo como si lo hubiera hecho expresamente.
No sé qué había pasado para quedarme atrapada en esa situación. Estaba muy cachonda, lo reconozco, pero no iba a aprovecharme de un amigo que tan solo me había pedido un poco de crema solar. Por no hablar de que mi novio estaba a mi lado durmiendo. Carlos debía estar muy nervioso porque puso sus manos en mis muslos, y me empujaba hacia abajo como transmitiendo su tensión. El pobre no se daba cuenta de que empeoraba la situación porque cada milímetro que bajaba mi cuerpo, era un poquito más que su glande se metía entre mis labios.
Decidí que lo mejor era despertar a mi novio y pedirle que nos fuéramos a dar una vuelta. No sería fácil explicarle lo que ocurría, pero era mucho mejor que aprovecharme de Carlos y ser infiel a mi novio por un estúpido accidente.
Mi novio estaba justo ahí a mi lado, tan cerca que de hecho su mano rozaba mi muslo. Lo llamé pero no se despertaba. Su única reacción fue empujarme como si quisiera apartarme de él y murmurando algo incomprensible. La fuerza que ejerció sobre mi pierna, aumentó aún más la presión de esa polla tan dura que amenazaba con penetrar mi coño. Mis labios vaginales estaban abiertos por completo, aunque por suerte no había llegado a mayores.
Carlos, pobrecito, que seguro estaba muy nervioso debajo mío, le hizo señas a Nacho para que hiciera algo que nos sacara de ese aprieto. Pero como todo estaba cubierto por mi vestidito, Nacho no debió entender nada, ya que simplemente se incorporó diciendo:
—Voy a por unas cervezas… ¿alguien quiere una?
—No… —dije yo en un suspiro.
Mientras, otro milímetro acababa de adentrarse entre mis labios. Ya debía haber como un centímetro. Yo ya no podía ni mirar a Carlos de la vergüenza, ni él a mí tampoco. Él tenía cerrados los ojos y suspiraba.
—¿Me puedes ayudar a levantarme, Susana? —dijo entonces Nacho.
Se apoyó sobre mi hombro para ponerse de pie. Tanta presión era demasiado. La polla de Carlos presionaba fuertemente contra mí, pero no entraba. Notaba el glande aplastado contra mi entrada, pero es que era más gruesa de lo normal y solo la puntita me cabía. Solté un gemido y cerré los ojos.
—Vaya Susana, sí que te alegras de que te traiga una cerveza. Si quieres te traigo dos —dijo Nacho riendo, y entonces se apoyó más fuerte para levantarse del todo.
Esta vez mi agujerito no resistió y se abrió poco a poco para recibir varios centímetros de esa gorda polla. Otro gemido apagado se escapó de mi boca, esta vez más alto y largo. Mis manos se apretaron sobre el vientre de Carlos, arañándolo. Sus manos sobre mis muslos también realizaron más presión en ese momento. Llegué a pensar que a él también le podría estar gustando, pero me sentí culpable por creer que él era igual de aprovechado que yo.
Nacho se había levantado del todo por fin, parando ya de empujarme hacia abajo. Pero entonces decidió situarse de rodillas detrás de mí para hacerme un masaje en los hombros. Se acercó tanto que con su pene me golpeaba en la espalda mientras me masajeaba con sus fuertes manos.
—¿Estas disfrutando de la playa, Susana? Te noto un poco tensa —dijo—. Mira a Carlos, parece que se ha quedado dormido debajo tuyo.
Dicho esto comenzó a empujarme de nuevo hacia abajo por culpa del dichoso masajito. Y claro, provocando que la polla de su amigo entrara lentamente pero ya de manera imparable. Fue abriéndose camino entre las paredes de mi rajita, que no estaba acostumbrada a tanto grosor. El placer era indescriptible, y la sensación de culpa, mayor.



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Me saltaron un par de lágrimas debido a lo mal que me sentía conmigo misma, o quizá fue por el dolor que la tremenda polla de Carlos me hizo cuando Nacho, ignorando la situación que había bajo la tela de mi vestido, me dio otro empujón que acabó clavándola hasta el fondo. Esa polla era demasiado grande para mí, me estaba partiendo en dos.
Me moví hacia arriba intentando liberarme de ese aguijón y logré sacarla un poco. Pero Nacho se puso otra vez de pie apoyándose en mí, haciendo que mi coño volviera a tragarse ese trozo de carne por completo. Se quedó con una mano apoyada en mi cabeza justo a mi lado. Su polla, que aunque no estaba erecta, se veía un poco hinchada, y estaba tan cerca de mi cara que podía olerla.
—Nacho… —dije mirándole a los ojos desde ahí abajo—, te acompaño a por las cervezas.
Fue casi una súplica. Intenté incorporarme, consiguiendo sacarme casi toda la verga de Carlos de mi interior. Me sentí mejor cuando noté que estaba casi toda fuera, solamente la puntita faltaba sacar.
—No te preocupes, quédate aquí que no tardo nada —dijo Nacho, y volvió a empujarme hacia abajo con fuerza.
Noté cada uno de los centímetros de Carlos clavándose en mi coñito, dilatando las paredes de mi vagina a su máximo. Esta vez ya no sentí nada de dolor, simplemente sentí cómo me taladraba una polla bien gorda. Mis ojos se cerraron no sin antes soltar otra lágrima, esta vez de placer, y mi boca se abrió para lanzar un fuerte suspiro.
Intenté contenerme, pero era tan intenso el placer que perdí un poco el equilibrio, cayendo hacia donde estaba Nacho. Mi cara chocó sobre la robusta pierna de mi amigo, que aún me sujetaba la cabeza con una mano.
Me fijé en que su pene estaba a solamente milímetros de mi cara, pero no me importaba. Era tan fuerte lo que sentía entre mis piernas que no podía pensar en nada más. De hecho, no me importó en absoluto cuando noté que la polla de Nacho me empezó a dar golpecitos en la cara. Su tranca se paseaba por mi nariz, mis mejillas y mis labios. Yo seguía con la boca abierta, jadeando levemente.



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Me agarré más fuerte a la pierna de Nacho, ya que sin querer Carlos me hacía resbalar sobre él con sus constantes empujes en mis muslos. Una de mis manos se agarró a una de las prietas nalgas de Nacho, e intenté levantarme de nuevo sacándome esa polla de mi interior. Pero él me sujetó bien por la cabeza con un gesto rápido haciendo que me resbalara hacia abajo otra vez. Qué buen chico era, seguro que pensó que me iba a caer y me empujó sobre Carlos para que no me cayera en la arena.
La polla de Carlos entró sin ninguna dificultad otra vez, con la única resistencia que proporcionaba la estrechez de mi agujerito. Pero en menos de un segundo se me había clavado de nuevo hasta el fondo. Solté un gemido agarrándome a Nacho y estrujando su fuerte glúteo. Su pene seguía peligrosamente cerca de mi cara, y otra vez noté como golpeaba mi labios. Me dejé hacer cuando sentí que se hacía camino entre ellos tocando la punta de mi lengua. También me dejé hacer cuando Carlos estrujó mi culito con ambas manos, acompañado de un movimiento que hizo que su polla se saliera y se volviera a clavar sin piedad unas pocas veces.
No lo pude soportar más y acabé por correrme sobre mi amigo. El orgasmo fue largo, y tardé unos diez segundos en darme cuenta de que aún estaba sobre él. Diez segundos que estuve suspirando abrazada a la pierna de Nacho con su pene en el umbral de mi boca. Diez segundos en los que mis ojos derramaron lágrimas de culpa y placer. Diez segundos que fueron eternos.



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Finalmente me separé de Nacho y me incorporé lentamente, sintiendo cada milímetro de la polla de Carlos al salir. Aunque me sorprendió, porque ésta estaba ya mucho más flácida. Al pobre, de la vergüenza que debía haber pasado por verme así, se le había pasado el empalme. Menos mal, pensé, pero me dió pena porque me caía muy bien y no quería que pensara mal de mí.



puta


CONTINUARÁ...

5 comentarios - Mi novia, es tan zorra que se manosea con otros frente a mi.

caracter114
niño esta historia ya la transcribi yo, hace mas de 6 meses
LaurenBig
Niño??..soy mujer...
jampas dije que fuera de mi autoría, yo solo le puse gifs al relato...está mal?
Pelangocho01 +1
@LaurenBig esta super!! Como siempre un gran trabajo
ferdiablo13 +1
la habia leido una vez, hace un tiempo, gracias por publicarla nuevamente... si tienen la continuación. Van puntos.