Mi Esposa se Compro dos Esclavas por Error 6 y final

Capítulo 11, Esa finca y mas cosas pasan a ser mías
Tardamos día y medio en llegar a su aldea. Durante el trayecto, María y yo tuvimos que hacer uso de todas nuestras armas para tranquilizar a las birmanas porque se temían que las lleváramos de vuelta para devolverlas a sus padres. Solo se serenaron cuando mi esposa les advirtió que si alguien les preguntaba qué era lo que hacíamos ahí, debían de contestar que su nuevo amo las amaba tanto que había pensado en comprar una casa en el pueblo para que estuvieran cerca de su familia.
         ―No necesitar, nuestra familia Amo y María― contestaron casi a la par.
         Mi esposa que sabía cuál era el propósito real del viaje, replicó alzando la voz:
         ―Obedeced sino no queréis que os dejemos ahí.
         Esa amenaza fue suficiente y mientras nos acercábamos a nuestro destino, las muchachas no hacían más que repetir:
         ―Amo comprar casa pueblo, Amo querer nosotras.
         Tanto lo repitieron que terminaron creyéndoselo y si antes de subir al todo terreno ya me miraban con adoración, cuando llegamos a la tierra que les vio nacer era tal su entrega que me consta que hubieran dado su vida por mí si hubiese sido necesario. Sin darme cuenta afiancé en sus mentes la idea que las amaba cuando les pedí que me llevaran directamente a donde vivía el noble dueño de la finca que venía a ver.
Mis esperanzas de agenciarme con la finca decayeron al vislumbrar desde lejos la magnífica hacienda de ese sujeto, pero al irnos acercando y comprobar el mal estado del jardín y el desconchado de esas paredes, comprendí que para un alguien quebrado le sería imposible asumir el coste de mantener ese palacio. Sin revelar mis siguientes pasos, pedí a las birmanas que me dijeran el nombre del vecino que más odiase ese sujeto y tras decírmelo, lo apunté en un papel.
Ya dentro del terreno colindante, tanto Mayi como Aung  me rogaron que aparcara el coche lejos de la entrada pero obviando su consejo, lo dejé justo enfrente de la escalinata.
Tal y como esperaba, el orgulloso tipo salió hecho una furia a echar a los intrusos. Durante unos tres minutos, nos chilló que nos fuéramos pero lejos de hacerle caso mantuve una sonrisa en mi rostro y cuando se calló, le pedí a Mayi que me tradujera.
―Estimado señor, me podría informar cómo puedo encontrar donde vive este señor― dije dando el nombre que había apuntado: ―Tengo negocios que tratar con él.
Temblando la morenita tradujo mis palabras a ese energúmeno y este con muy mala leche, me preguntó cuáles eran esos negocios.
―He pensado en venirme a vivir a esta zona y me han dicho que su finca es la mejor del pueblo.
―Tonterías― respondió a través de su paisana― ¡la mejor es la mía!
―No lo dudo pero no sé si tengo dinero suficiente para comprar mantener y renovar un edificio tan grande y en tan mal estado. Me imagino además que debe de tener que necesitar mucha de servicio― contesté y haciendo gala de  un desinterés que no tenía, insistí en que me dijera como ir a la otra finca porque aunque no lo conocía, mis asesores habían establecido cual sería un precio justo y parecía que él estaba de acuerdo.
―¿Qué precio?― casi gritando preguntó.
―Doscientos millones de Kyats― respondí.
Esos cien mil y pico euros debieron resultarle una cifra apabullante porque se sentó al decírsela mi acompañante. No me pasó inadvertida su avaricia pero aún más cuando tras pensárselo brevemente y cambiando su tono, nos invitó a pasar a tomar un té dentro de su mansión.  
«Ese dinero ha despertado su interés», me dije mientras ejerciendo de anfitrión, el noble nos llevaba a través de un enorme salón decorado en demasía y que dejaba ver que había tenido días mejores.
Tal y como había previsto no entró directamente al trapo sino que me empezó a interrogar por ese interés en comprar tierras en esa zona. Siguiendo el guion preestablecido, señalando a las muchachas, respondí:
―Mis dos concubinas echan de menos el pueblo donde nacieron y por eso he decidido adquirir una casa de campo por los alrededores.
Fue en ese momento cuando el birmano las reconoció y soltando una carcajada, cometió el primer error al burlarse de ellas diciendo:
―Vestidas con esas ropas, sus putitas parecen unas señoras.
Hasta entonces pensaba ofrecerle un trato justo pero que se atreviera a insultar a mis “mujeres” me indignó y me juré que si podía estafar a ese capullo, ¡lo haría! Pero no queriendo exteriorizar mi enfado, repliqué como si fuéramos colegas de toda la vida:
―La que nace puta muere puta y tú como señor de toda esta zona, me imagino que te habrás agenciado un harén con las mejores zorritas.
Al traducir, observé que por el color de sus mejillas  Mayi estaba avergonzada por el modo en que me había referido a ella pero aun así transmitió fielmente mis palabras.
La respuesta de ese impresentable, ratificó mi mala opinión de él porque sin medirse en absoluto contestó:
―Alguna tengo pero como salen muy caras de mantener, prefiero pagar a una profesional para que me haga una mamada.
Disimulando reí su ocurrencia mientras interiormente estaba alucinado que fuera tan cretino de reconocer implícitamente que estaba arruinado y probando por primera vez el té que me había ofrecido, me percaté que no era el que se producía en su finca sino el típico negro Earl Gray.
―¡Está muy bueno!― exclamé bastante desilusionado y directamente pregunté si era de sus tierras.
―No, desgraciadamente esta delicia se da por debajo de los mil metros y mi heredad está a mil seiscientos.
―¿Y qué variedad produce?― pregunté tratando de saber hasta dónde llegaba su ineptitud.
―Una local que mi abuelo trajo de China porque se adapta muy bien a este terreno― y tratando de mostrar la razón de mantener esa elección, prosiguió: ―mientras otros agricultores tienen problemas para vender su producción, yo no. La gente de la zona me la compra y así no tengo que preocuparme de buscar intermediarios.
―Eso es lo que ando buscando― respondí― una finca que no me cause quebraderos de cabeza.
Viendo la oportunidad de difamar a su supuesto rival, el muy tonto replicó:
―Pues entonces debe replantearse su primera opción porque la finca en la que está interesado vende toda su cosecha en la capital y mi vecino tiene que hacer continuos viajes para conseguir que no se le acumule en sus almacenes. En cambio, si quiere podemos visitar los míos para que pueda comprobar que solo tengo unas  ocho toneladas que es lo que produzco en un mes.
  Casi me da un infarto porque de ser así, los beneficios que conseguiría solo vendiendo sus existencias eran el doble de la cifra que había dejado caer y tratando de no parecer ansioso, le pregunté si él vendía.
―Aunque mi familia lleva generaciones aquí, por un buen precio todo se vende― contestó viéndose rico.
María que hasta entonces había permanecido callada, expresó su preocupación por el estado ruinoso de la mansión. Su disgusto no le pasó inadvertido al noble y viendo que se le podía ir el negocio, me ofreció que fuéramos a dar una vuelta por sus tierras.
Aceptando su sugerencia, pregunté a Mayi cuál de las dos conocía mejor la finca. Al contestarme que las dos habían trabajado en ella desde niñas, le pedí que nos acompañara y  junto a ella, acompañé al dueño hasta su coche. El decrépito Land―Rover en el que nos montamos fue una muestra más de sus dificultades para llegar al fin de mes y con una sonrisa, me subí en el asiento del copiloto.
Las dos horas del recorrido me sirvieron para hacerme una verdadera idea de lo que iba a comprar y de la cantidad de trabajo que tendría para devolver a esa hacienda el esplendor de épocas pasadas. Casi al terminar y comprobar que el noble no me había mentido respecto a la cantidad de té depositado en los almacenes, directamente hablé con mi contacto en Hong―Kong y cerré el precio en trescientos noventa euros por kilo.
Me constaba que el chino se estaba aprovechando de mí pero ese acuerdo me daba casi trescientos mil euros de beneficio con los que podría comprar esa finca sin tener que depender de mi hucha. Hucha que necesitaría para modernizar y reparar todos los desperfectos que había visto durante la visita, los cuales lógicamente hice ver a mi anfitrión.
Mis continuas quejas acerca del estado de su heredad había menoscabado las esperanzas del sujeto y por eso cuando ya de vuelta a su mansión, le pregunté cuanto quería por toda la finca incluyendo tanto la casa principal como las caballerizas, el muy imbécil me pidió menos de doscientos mil euros.
―Eso es muy caro― contesté y haciendo una contra oferta, le ofrecí diez mil menos.
Los ojos de ese tipejo se iluminaron al escucharla y cerrando el acuerdo, únicamente me preguntó cómo sería el pago:
―Al contado, le pagaré en el momento que estampe su firma ante notario.
Sintiéndose rico, me informó que debido a la hora era imposible que su abogado tuviese los papeles listos pero que al día siguiente, no habría problema en formalizar la venta.
―Perfecto― contesté, tras lo cual le pedí que me informara de un hotel donde pudiésemos hospedarnos esa noche.
El noble se temió que podía escapársele el negocio si nos íbamos y por ello  me ofreció que nos quedáramos en su casa porque no en vano, al día siguiente sería nuestra. Como no podía ser de otra forma, accedí y reuniéndonos con María y la otra birmana, les informé del acuerdo.
Mi esposa conocedora de lo que eso implicaba se lo tomó con alegría pero en cambio las dos orientales estaban impactadas con el hecho que su dueño iba a convertirse en el propietario de esa heredad. El mejor ejemplo fue Aung que cayendo de rodillas ante mí, llorando me pidió que no la comprara.
―¿Por qué?― pregunté.
Sollozando, murmuró:
―No nos merecemos que la compre solo por hacernos felices.
No pude más que sonreír al comprender que esas dos realmente se habían tragado que lo hacía por ellas y no queriendo sacarlas del error, muerto de risa, respondí:
―Los hijos que me deis correrán por estos jardines y no se hable más.
Como había quedado con nuestro anfitrión a tomar una copa por eso dejando a María que se ocupara de acomodar nuestro equipaje con la ayuda de las dos crías, me dirigí a la biblioteca. Juro que me quedé sin habla al entrar en el lugar por la inmensidad de la colección de libros que atesoraba y viendo que el momentáneo dueño de todo eso me esperaba con un whisky en la mano, caí en la cuenta que me iba a resultar imposible conversar con él. Estaba pensando en volver por Mayi cuando desde un rincón, escuché que me daban la bienvenida en un perfecto inglés.
Al girarme, descubrí que quien me había saludado era una belleza local de unos veinte años. Por su lujoso vestido supe que esa impresionante birmana debía ser la concubina de ese sujeto y conociendo el poco valor que en esa cultura se daba a la mujer, le pedí que me pusiera otro whisky mientras saludaba a su marido.
La muchacha ni repeló y sirviendo uno bien cargado, se acercó a donde estábamos sin presentarse.
―¿Necesita algo más?― preguntó.
―Sí, que nos sirvas de traductora― dije y sin esperar su respuesta, di a mi anfitrión las gracias por haberme hospedado con lo que iniciamos una agradable conversación durante la cual tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no admirar a su concubina.
Tocamos varios temas casi todo ellos mundanos hasta que sintiéndose en confianza, el noble me preguntó si tenía hijos. Al contestarle que no porque María era estéril, el sujeto me miró alucinado y no pudo evitar preguntar por qué no la había repudiado.
―No hace falta porque ha aceptado reconocer como suyos los hijos que me den sus paisanas― respondí  a sabiendas que para él podía resultar una afrenta que pusiera a Mayi y a Aung a su altura.
Al serle traducidas mis palabras, el noble se mostró extrañado pero no por la causa que creía, sino porque hubiese decidido dar mis apellidos a esa hipotética descendencia y por eso,   insistió:
―¿Me está diciendo que sus bastardos van heredar su riqueza y no otro familiar suyo cuando usted muera?
 ―Así es, pienso reconocer a todos y cada uno de los hijos que tenga con ellas.
No supe interpretar el brillo de sus ojos al escuchar la versión  de mi frase en su idioma y menos que bebiéndose la copa de un trago, comentara que aunque eso era muy liberal por mi parte, él no podría pero que al menos eso garantizaba que mi dinero fuera a caer en manos de un extraño. Tras lo cual volvió a meterse en mi vida al preguntar si tenía pensado incrementar mi harén. Su mujer tartamudeó al tocar un tema tan delicado pero aun así lo tradujo.
 ―No es algo que me haya planteado― contesté y mirando a la preciosidad que nos servía de intérprete, dije en  plan de guasa: ― Todo depende de si encuentro una candidata que me guste.
La atracción que su mujer provocaba en mí no le pasó inadvertida pero lejos de enfadarse, el noble venido a menos se dedicó a loar al sexo femenino de su país, obviando mi supuesta desgana:
―Hace bien en elegir Birmania como lugar para buscar esposa, nuestras mujeres además de bellas son fieles y sumisas, no como las tailandesas que solo buscan el dinero. Cuando una birmana acepta unir su destino a un hombre, este puede dormir tranquilo sabiendo que nunca se irá con otro.
Que mirara a su mujer mientras lo decía me pareció de mal gusto porque era una forma de afianzar su dominio sobre ella y por ello traté de cambiar el tema, preguntando por el origen de esa biblioteca.
―Mis antepasados eran hombres ilustrados y como creían que la única forma de prevalecer en el poder era por medio de la cultura, gastaron gran parte de su fortuna en darle forma.
Comprendí la crítica tácita a sus predecesores de su discurso y tratando de ser agradable, repliqué:
―Pues es magnífica, sería un orgullo el ser depositario de tal herencia.
Curiosamente, la interpreté me sonrió antes de empezar a traducir a ese paleto lo que había dicho y eso me espoleó a recorrer con mi mirada su estupendo culo.
«Menudo cabrón está hecho el viejo», sentencié valorando positivamente la beldad de su mujer mientras me imaginaba como sería en la cama.
 ―¿Le interesa comprarla?― fue su respuesta.
Estaba tan ensimismado mirando a la muchacha que tardé en comprender que se refería al conjunto de libros.
―Todo depende del precio y no creo que pueda pagar lo que usted se merece por desprenderse de esta joya― respondí sin darme cuenta que al mirar a los ojos a su mujer mis palabras podían malinterpretarse.
Solo cuando observé que se ponía roja, comprendí mi metedura de pata. Afortunadamente, el marido no se dio cuenta de las dificultades que tuvo a la hora de traducir mi respuesta del inglés.
―Por eso no se preocupe, podremos llegar a un acuerdo― respondió pensando quizás en que iba a sacar un buen dinero de ese montón de libros.
Yo ni siquiera lo escuché porque mis ojos estaban prendados de los pequeños montículos que habían hecho su aparición bajo la blusa de nuestra intérprete.
―¡Quién los lamiera!― murmuré entre dientes al imaginar mi lengua recorriendo esos pezones.
No supe si me había oído porque de haberlo hecho, disimuló muy bien y no dijo nada. De lo que estoy seguro es que esa morena era consciente del modo en que la estaba devorando con la mirada y por raro que parezca ¡parecía contenta con ello!
En ese momento aparecieron en escena mi esposa con mis dos birmanas y mientras María se quedó embobada mirando a nuestra acompañante, Mayi y Aung saludándola comenzaron a charlar animadamente con ella.
―¿Quién es este pibón?― me preguntó mi compañera de tantos años sin ningún rastro de celos.
―Creo que es la putita del capullo este― en voz baja susurré al ver que la aludida nos miraba de reojo.
―Luego preguntaré a nuestras zorritas porque si también está en venta no me importaría que la compraras― en plan descarado replicó mientras se relamía pensando en poseer algo tan bello.
―María le estás cogiendo el gusto a ser lesbiana― descojonado recriminé a mi mujer sin revelar que a mí me ocurría lo mismo.
―Cariño, la culpa es tuya por traerme a este país― dijo sin rastro de arrepentimiento.
La risas de Aung y el color del rostro de Mayi me hizo darme cuenta que yo era el tema de la conversación entre ellas y haciendo una seña llamé a la risueña.
―¿De qué hablabais?― quise saber.
Aung contestó:
―Thant preguntar nosotras felices con amo. Nosotras contestar mucho placer y mucho amor con Amo y con María.
Que fueran tan indiscretas y que llamaran por el nombre a esa mujer me llamó la atención pero antes que pudiera seguir interrogándola, nuestro anfitrión me cogió del brazo y llamando a la tal “Thant”, me soltó:
―Lo he pensado bien y como después de vender la hacienda me iré a vivir a la capital, quiero que usted se quede con todo el mobiliario incluyendo esta biblioteca.
Dando por hecho que eran antigüedades y que podría sacar un buen redito con ellas revendiéndolas en Madrid, le pregunté el precio que pedía. El tipo le explicó a la muchacha que era lo que quería y contrariamente a lo ocurrido hasta entonces, Thant se puso a discutir con su marido.
Viendo esa  discusión, pregunté a Aung qué ocurría y esta con una sonrisa, me soltó:
―Thant querer incluir hija en precio.
Me quedé horrorizado porque dada la edad de esa mujer, su hija debía ser un bebé  pero entonces con una sonrisa Thant expuso las condiciones, diciendo:
―Valora en cincuenta millones el conjunto pero si me acepta como concubina y se compromete a que los hijos que yo le dé hereden esta finca, está dispuesto a aceptar que le pague solo treinta millones.
Al darme cuenta de mi error al suponer que era su esposa y escuchar que ella misma se ofrecía como moneda de cambio, casi me caigo de espaldas. Confieso que durante unos segundos no supe que decir  y cuando al fin pude articular palabra, pregunté directamente a la muchacha los motivos por los que se entregaba a mí voluntariamente.
La bella oriental con tono seguro contestó:
―Mi padre no ha sido capaz de mantener la herencia de mis antepasados y es mi deber intentar mantener su legado para mis hijos.
―¿Solo por eso?― insistí.
Sin ocultar para nada lo que realmente sentía, esa preciosidad replicó:
―Usted es un hombre fuerte y atractivo al igual que su esposa y el resto de sus concubinas. Prefiero ser su cuarta esposa y disfrutar bajo su mando que la primera en manos de un hombre que mi padre elija.
Interviniendo, María dijo en mi oído:
―Acepta porque si la producción de este lugar es lo que supones, tendremos suficiente dinero para compensar al resto de nuestros hijos…―  para  en plan putón terminar diciendo: ― …y además me muero por echarles el diente a los pechitos de esa monada.
La burrada de mi anterior recatada esposa me hizo reír y extendiendo un cheque, cerré acuerdo con el padre de mi nueva novia mientras recreaba mi mirada en los ojazos de su retoño.
Con el dinero de ese trato en su mano y la seguridad completa que al día siguiente recibiría el correspondiente a la finca, me dio un abrazo mientras decía:
―Querido Yerno, hoy en la noche en esta casa se  celebrará una fiesta durante la cual le haré entrega de mi más adorado tesoro.
Capítulo 12, Mi tercera y última birmana
Tal y como me había mi futuro suegro echó la casa por la ventana pero aun así me resultó curioso la rapidez en la que se desarrollaron las cosas porque no había pasado ni una hora cuando desde el porche de la mansión vi llegar una carreta cargada con flores.
«Joder, se ha dado prisa», murmuré mas solo que la una porque la novia había insistido en que María y sus paisanas estuvieran presentes mientras la preparaban para el enlace.
Y digo enlace porque aunque nominalmente está prohibida la poligamia en ese país, durante la fiesta iba a tener lugar un paripé de boda que según Thant me había asegurado no tendría más que valor simbólico pero que su padre había insistido porque así limpiaba su conciencia por entregar a su hija a un hombre que no la hiciera su esposa legal.
Personalmente me daba igual y con una copa en la mano, decidí dar una vuelta por la mansión que sería mía al día siguiente. Mientras recorría sus pasillos, la historia del lugar me tenía impresionado al comprobar en sus paredes el papel que esa familia había tenido en toda la zona.
«Va a volver a vivir otra época de esplendor», me dije cada vez más involucrado al saber que si todo iba como tenía planeado, los hijos que tuviera con esa monada serían los depositarios de una herencia centenaria.
Estaba admirando un retrato de un miembro de esa familia cuando vi llegar a mi esposa con la cara desencajada. Supe que algo pasaba y por eso no me cogió desprevenido que me dijera  muy nerviosa que Thant quería verme antes de la ceremonia.
Asumiendo que era importante, dejé que me condujera por el edificio hasta una zona privada, cuyas rejas de hierro forjado me hicieron suponer que era el área donde antaño vivían las integrantes del harén del señor de la casa. De haber tenido tiempo con gusto me hubiese entretenido en observar los mosaicos con los que estaba decorada pero urgido por mi esposa entré en la habitación donde me esperaba mi “novia”.
Tal y como me habían anticipado, Thant estaba hecha un mar de lágrimas y por más que mis dos concubinas intentaban consolarla nada parecía tener efecto.
-¿Qué te pasa?- pregunté en inglés.
 Al escuchar mi voz, esa preciosa birmana se tiró a mis pies y gimoteó desconsolada:
-Júreme que pase lo que pase mantendrá su promesa que los hijos que le dé serán los dueños de estas tierras y esta casa.
Pasando mi mano por su negro pelo, respondí que nunca faltaba a mi palabra y por lo tanto si me llegaba a dar descendencia, ellos serían los herederos de esa parte de mis bienes.
Todavía muy nerviosa, se limpió las lágrimas con la mano y levantando su mirada me pidió que la hiciese mi mujer en ese momento sin esperar al enlace. Como se puede comprender, esa premura me mosqueó y levantándola del suelo, la llevé a un sofá y le pedí que me explicara qué narices le ocurría para pedirme adelantar unas horas su entrega.
Consternada me rogó que no me enfadara con mis esposas pero por una indiscreción suya se había enterado del verdadero  motivo por el que quería comprar a su padre esa hacienda.  Conteniendo el aliento, repliqué que no sabía de qué hablaba pero entonces la oriental susurró llena de dolor:
-Estaba enseñando a María el vestido que me iba a poner cuando le ofrecí un té y ella sin darse cuenta, dijo que prefería el tieguanyin al earl gray. Al contestar que no teníamos esa variedad, Aung me rectificó y comentó que ese era el nombre que su amo daba al que producíamos.
-Entiendo- contesté dando  por perdido el negocio y sin demostrar el cabreo que tenía, la pregunté qué era lo que iba a hacer.
Entonces para mi sorpresa,  Thant respondió:
-Mi padre no es capaz de mantener la herencia de mis antepasados. Cuando murió mi abuelo, eran más de tres mil hectáreas las que heredó y las fue malvendiendo para pagar sus vicios.  Mi deber como hija es informárselo pero no quiero porque aun así él terminará vendiendo esta hacienda a un extraño.
-Me he perdido- reconocí.
Llena de angustia, me miró insistiendo:
-Como ya le expliqué mi deber como hija es decírselo pero si antes que le vea, usted me hace suya, mi obligación sería para usted y podría callar por el bien de los hijos que le dé. Si quiero mantener estas tierras en la familia… ¡necesito que me tome ahora!
Entendí su petición como una llamada de auxilio y posando brevemente mis labios en los suyos, contesté:
-Te juro que nunca pondré en peligro esta casa y las tierras que la circundan y te prometo que haré todo lo posible para incrementarlas y así el día en que yo falte, los hijos que me des hereden más tierras de las que tu padre me venda.
Con una dulce pero amarga sonrisa se levantó del diván y mientras dejaba caer su vestido, dijo con tono seguro:
-Aunque  ha pagado por mí, le informó que me entrego voluntariamente a usted y me comprometo a amarle como su más fiel pareja todos los años que me queden de vida.
La belleza de esa mujer quedó más que patente al verla desnuda y mientras recreaba mi mirada en sus curvas, respondí usando su mismo tono grandilocuente:
-Aunque he pagado por ti es mi intención ser tu marido y no tu dueño por lo que después de comprar a tu padre la hacienda, serás libre. Podrás irte pero si te quedas con nosotros y entras a formar parte de mi familia, juro hacerte feliz y cumplir todas mis promesas.
Thant  no se esperaba que le diese la libertad de decidir y saltando sobre mí, me empezó a besar mientras me decía:
-Estaría loca si le perdiera, soy suya y lo seguiré siendo con más razón una vez me libere.
La alegría con la que buscaba mis caricias me convenció y cogiéndola entre mis brazos, la llevé hasta la cama. No había terminado de depositarla sobre las sábanas cuando María acercándose hasta ella, comentó:
-La voluntad de Alberto es mi deseo y por ello me comprometo en recibirte como mi igual y los hijos que engendres en tu vientre los consideraré como nacidos de mí sin hacer ninguna diferencia.
Completamente conmovida la birmana contestó:
-Señora, nunca me atrevería a ser su igual y desde ahora juro obedecerla y amarla… y espero que me dé la posibilidad de demostrárselo.
Mayi que hasta entonces había permanecido en silencio, se aproximó y comenzó a acariciarla mientras le decía:
-Amo y Maria buenos con nosotras, nosotras buenas contigo- para acto seguido cerrar su compromiso con un beso sobre una de sus areolas.
Imitando a su compañera, Aung acercó su boca al otro pezón y sacando la lengua, se puso a lamerlo diciendo:
-Nosotras y María darte placer para que amo te haga suya.
Observando a esas tres bellezas me percaté que siendo de la misma raza, Thant era mucho más alta.
«Se nota que por generaciones a su familia no le faltó jamás la comida», pensé al compararlas y ver que sus dos paisanas a su lado parecían liliputienses.
Ajenas a mi examen, se notaba que mis concubinas eran las primeras interesadas en que esa recién llegada disfrutara en su estreno al ver el modo tan cariñoso y sensual con el que se estaban ocupando de ella.
Cualquier duda de cómo se tomaría ese cálido recibimiento  desapareció de mi mente al escuchar que la birmana decía a mi señora con tono pícaro al tiempo que separaba sus rodillas:
-Mi señora debe comprobar que llego virgen y que no he conocido ni conoceré más hombre que nuestro dueño.
María comprendió que la oriental se le estaba ofreciendo para demostrar su disposición a integrarse plenamente en nuestra peculiar familia y riendo comentó:
-Me parece que a esta putilla le gustaría que me ayudaras.
Aceptando que era así, me acerqué a la cama. Thant al verme llegar me miró a los ojos y sonriendo confirmó las palabras de mi mujer al decir con su mirada cargada de deseo:
  -Soy suya.
 Aún admitiendo que gran parte de la motivación de esa muchacha tenía que ver con la fidelidad a sus orígenes, pude descubrir que su mirada estaba cargada de deseo y eso me hizo saber que también se sentía atraída por mí.
-Eres preciosa- respondí al tiempo que me quitaba la camisa.
Ratificando que no  le era indiferente, Thant no perdió detalle y aunque en ese momento sus pechos estuvieran siendo mimados por sus paisanas, con un revelador acto reflejo, se mordió los labios al comprobar que me quitaba los pantalones.
 -Mi dueño y señor- susurró y más afectada de lo que había supuesto con mi striptease, me rogó levantando sus brazos hacia mí que me tumbara junto a ella.  
 Obviando su petición, comenté en ingles a María lo bella que era nuestra última adquisición, incrementando con ello la calentura de la birmana, la cual con la respiración entrecortada se retorcía sobre las sabanas dando muestras de una creciente excitación.
-Me encantan sus piernas- comentó mi señora mientras la acariciaba con la mano.
Llevando mis dedos a una de sus mejillas, recorrí su cara con mis yemas mientras con sus negros ojos la muchacha imploraba que no la hiciéramos sufrir.
-No están mal pero ¿qué me dices de sus pechos?- pregunté deslizando mi mano por su cuello al comprobar que María se había apoderado de uno de ellos.
-Inmejorables- replicó mientras con los dientes se ponía a mordisquear su pezón.
Aung que se había visto apartada por mi señora, aprovechó para desnudarse y al volver le ofreció como ofrenda sus propios senos. Thant me miró pidiendo mi aprobación. Al comprobar mi sonrisa, abrió sus labios y ser apoderó de la tetita de la morena.
El gemido de placer con el que mi concubina respondió a esa caricia, exacerbó a la noble y ya sin ningún recato se puso a mamar  como si fuera algo que llevara deseando desde niña.
-Esta niña va a resultar tan puta como sus paisanas- murmuró María señalando la humedad que amenazaba con desbordarse en el sexo de la birmana.
Reconozco que se me hizo la boca agua al fijarme que siguiendo la moda occidental esa muchacha llevaba el coño totalmente depilado.
-Debe de estar riquísimo- repliqué mientras me acomodaba entre sus piernas.
Mi esposa al comprobar que sacando la lengua y partiendo de su tobillo me ponía a recorrer una de sus pantorrillas, me imitó y junto a mí comenzó a besar la otra.
No llevábamos ni medio minuto lentamente subiendo por ellas cuando escuchamos el berrido de placer con el que Thant nos confirmaba lo mucho que le estaba gustando ese tratamiento.
-Esta guarrilla no tardará en correrse- susurró María en mi oído- debemos darnos prisa si no queremos llegar tarde.
-La primera vez es importante- objeté y para dejar claro que quería tanto a ella como a las otras dos birmanas, las informé que no pensaba hacer uso de Thant hasta que esa cría se hubiese corrido.
   Mayi fue la primera en reaccionar y acercando su boca a la de mi “novia”, recorrió los labios de la muchacha con su lengua mientras hablaba tiernamente en su idioma. Por el tono sensual que imprimió a su voz y el posterior gemido de nuestra víctima supe que le había traducido mis palabras pero como quería que lo supiera por mí, usando el inglés comenté:
-Mi prioridad es que disfrutes.
 Temiendo no poder responder antes de verse sumergida en el placer, Thant gritó:
-Sé que a vuestro lado seré inmensamente feliz e intentaré compartirlo con el resto de vuestras esposas.
Su declaración de intenciones azuzó a María a actuar y con suaves mordiscos fue subiendo por un muslo mientras yo hacía lo propio por el otro.
Jadeando respondió al incremento de nuestras caricias y sin poderse contener comenzó a mover sus caderas al sentir que tantas sensaciones estaban llevándola al límite. Mayi, que hasta entonces se habían mantenido expectante, se desvistió y pegando su dorso desnudo al de la noble, la hizo ver que también ella sería su mujer.  Thant al experimentar el roce de los pezones de su paisana contra su pecho, no pudo más y maullando como si fuera un gatito, se corrió.
Ese dulce y casi inaudible orgasmo provocó una inmensa calentura en mi señora, la cual intentó hacerse con el coño de la mujer pero advirtiéndolo se lo impedí diciendo:
-Quiero ser el primero en probarlo.
Poniendo un puchero, me obedeció pero antes se permitió el lujo de soplar en él y ese singular regalo fue suficiente para que el clímax de la guapísima birmana alcanzara un nuevo límite.
-No quiero que nada me impida ser suya- aulló totalmente descompuesta Thant mientras todas sus neuronas amenazaban con colapsar- ¡Hágame su mujer!
Convencido que estaba lista, separé los labios de su sexo y sacando la lengua me puse a recorrer sus bordes, sin llegar a tomar posesión de él. Al sentir esa húmeda caricia se estremeció y sin poder casi respirar, me rogó que la tomara.
-Fóllatela, no la hagas sufrir más- dijo mi esposa al ver como la muchacha tiritaba.
-Todavía no- contesté y acercando mi lengua a su sexo, empecé jugar con el erecto botón que sobresalía entre sus pliegues.
El brutal gemido que salió de su garganta fue la antesala a su total entrega y mientras metía mi lengua en su interior, su sexo se convirtió en un ardiente volcán que entró en erupción de manera súbita empapando mi cara y salpicando la de mi esposa.
-¡Menuda forma de correrse!- muerta de risa, María exclamó y presa de su propia lujuria buscó probar ese manjar con su boca.
Thant casi pierde el conocimiento al sentir que eran dos lenguas las que la estaban follando. Su inexperiencia en ese tema la hizo dudar si ya la había tomado y abriendo los ojos, buscó con la mirada si ya la había poseído. Al ver que no era así, dijo casi llorando:
-No resisto más. Por favor, hazme mujer.
Viendo que ya era hora y que de nada servía postergar el tomar posesión de mi propiedad, puse la cabeza de mi glande entre los labios de su sexo. La birmana se derritió completamente al sentir mi miembro en su entrada y moviendo sus caderas, trató de forzar mi penetración.
-Tranquila-, dije mientras introducía un par de centímetros la cabeza en su interior.
Increíblemente sentí como si sus labios inferiores estuvieran besando mi pene justo en el instante que esa muchacha a voz en grito me preguntaba si algún día podría amarla.
-Ya te amo. No lo dudes nunca- contesté.
Mis palabras fueron el detonante de su locura y presionando con su cadera forzó que su cuerpo fuera absorbiendo mi extensión hasta que mi capullo se encontró con una barrera. Entonces y solo entonces, me dirigió una sonrisa y de un solo golpe consiguió romper su himen y ensartarse hasta el fondo todo mi sexo.
El grito de la muchacha al sentir como se desgarraba su interior me puso en sobre aviso y mientras sus dos paisanas intentaban consolarla con tiernos besos, esperé a que se acostumbrara a esa invasión. Durante unos instantes Thant se quedó paralizada por el dolor  pero rápidamente se rehizo y moviendo sus caderas empezó un delicado vaivén que me volvió loco.
-Eres increíble- susurré al experimentar la estrechez de su gruta.
A pesar de estar acompañados y que en ese instante, María siguiera lamiendo el clítoris de la oriental, el tiempo se detuvo para mí y solo existíamos ella y yo mientras de forma inconsciente relajaba y presionaba los músculos de su vagina al ritmo de mis penetraciones.
-¡Por fin tengo dueño!- chilló  al notar que un nuevo orgasmo se acumulaba en su interior.
-Córrete en su interior, mi amor. ¡Esta putita lo está deseando!- me espoleó María mientras Thant aceleraba sus caderas.
Tumbandome sobre ella, busqué nuestro mutuo placer pero entonces esa muchacha absorta en su papel de presa me mordió en el cuello mientras me pedía que me vaciara dentro de ella. Que de alguna forma me marcara como suyo, me gustó y llevando al límite el ritmo con el que machacaba su interior desencadené su orgasmo. Orgasmo que al contrario de los anteriores fue ruidosamente brutal hasta el punto que temiendo que nos oyeran desde fuera, Aung cerró su boca con las manos.
Los estertores de su cuerpo y sus gritos al correrse desató mi propio gozo y descargando mi simiente en su fértil receptáculo, me corrí mientras en mi cerebro oleadas de placer se sucedían sin pausa. Todavía desconozco como pudo hacerlo pero sentí como su interior abrazaba mi pene prolongando con ello mi éxtasis. Tras lo cual exhausto caí sobre ella.
Ella metiendo su mano entre sus piernas, sacó sus dedos ensangrentados y llevándolos a mi boca, me dijo:
-Has sido el primero y serás el último hombre de mi vida. Soy tu fiel esclava hasta el final de mis días.
El sabor de la sangre con la que me demostró su virginidad perdida, me hizo reaccionar y abrazándola, contesté:
-Como tal te acepto y juro en presencia de mis otras esposas, que dedicaré todos mis esfuerzos en haceros felices a todas.
Rompiendo el hielo, María soltó una carcajada y forzando la boca de mi nueva esposa con su lengua, la besó durante unos segundos hasta que separándose de ella, dijo:
-Como hermana mayor, yo también me comprometo a hacerte dichosa.
Los ojos de Thant se poblaron de lágrimas al escucharla y mirando a sus paisanas, les algo en su idioma que las hizo reir. Lleno de curiosidad, le pedí que me dijera que les había dicho.
La hija del noble venido a menos contestó:
-Daba las gracias a mis dos “hermanas” por explicarme que solo podían hablar maravillas de usted y de María en la cama y que llegado el caso, no tuviera miedo porque sabrían sacar de mí a la mujer ardiente que llevaba años ocultando.
Con la mosca detrás de la oreja, pregunté:
-¿Solo le has dicho eso?
Muerta de vergüenza, bajó su mirada y replicó:
-También les preguntaba cuanto tardaría usted en usar mi trasero.
-¿Te apetece que lo haga?
Sin saber dónde meterse, replicó:
-Hay un cuadro en el cuarto de mi padre donde uno de mis antepasados sodomiza a una concubina y desde niña he deseado que mi esposo me tome así.
Riendo a carcajada limpia, María contestó:
-Tu culito no tardará en ser poseído por tu dueño y por mí…
FIN

3 comentarios - Mi Esposa se Compro dos Esclavas por Error 6 y final

BENKOS1
Una historia delirante que abre las puertas del mas profundo deseo de todo hombre. Contar con un harem para si. Pero lo mejor. Que sean tan complacientes entre ellas como lo demuestran estas concubinas. Me fascino el relato Guauuu,!!!
papaosobcs
Realmente una historia cargada de erotismo, gracias por compartirla...
Papitasmx
Debería haber una parte 7