La depravada - Parte 22 - Final

La depravada - Parte 22 - Final



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La depravada


Parte 22 - Final


Adaptado al español latino por TuttoErotici
 
Al día siguiente Pierrot (ese es el nombre del encantador muchacho que conocí en el cine en las circunstancias que acabo de relatar) llama a la puerta de mi casa a las tres.
Lo hago entrar en mi habitación. A través de la tela del pantalón, se ve que tiene ya una erección de caballo.
Me gustaría algo de juego previo, pero está tan excitado que, apenas le desabrocho la bragueta para sacar su deliciosa verguita, me empuja sobre el sofá, me sube la pollera, me arranca la bombacha y me hunde su instrumento.
¡Ah!… ¡Qué maravilla!… Patalea como un diablo, se enardece, se entrega con una fogosidad incomparable… ¡y eyacula tanto como puede, en lo más profundo de mí!
Más calmado después de esta primera embestida, le pido que me cuente sus recuerdos amorosos.
—Ya se lo dije, señora —contesta—, es usted la primera con la que hago el amor… Pero pasé buenos momentos con una primita…
—¡Contame!
—Era una nena de catorce años. Yo pasaba las vacaciones en la casa de sus padres, en Bonny-sur-Loire, y nos llevabamos muy bien los dos. Me acuerdo que… estaba cerca de un mesa del jardín… Se había inclinado para juntar flores del suelo, eso la obligaba a estirarse tanto que, para agarrarlas, tenía que separar mucho las piernas… Estaba de espaldas al camino por el que yo llegaba…
Me había acercado a ella sin que me oyera y no pude privarme de mirar por abajo de su pollera. Vi su diminuta bombacha hinchada por las redondez fabulosa de su culo.
Esa visión me encendió… ¡Era como si me hubiera fulminado un rayo!…
Avancé sin hacer ruido para ponerme muy cerca de ella y, me tiré en el suelo, hasta que mi cabeza estuvo justo abajo de su pollera subida, miré durante algún tiempo ese maravilloso espectáculo…
Ella, demasiado ocupada con sus flores, no sospechaba lo más mínimo lo que pasaba. Pero, al final no pude resistir la tentación, y me puse a acariciarla con suavidad…
Mi prima soltó un gritito de espanto, creyendo que era un insecto que se había metido bajo su vestido, pero al darse vuelta, me vio en mi extraña posición.
—Perdoname, Héléne—le dije—, pero me dejabas ver esa cosa tan linda que fue más fuerte que yo…
Seguramente, las chicas son tan curiosas como los muchachos, quizá  más, y estoy seguro de que Héléne esperaba desde hacía tiempo la ocasión de conocer todas las cosas del amor, tan misteriosas todavía para ella.
Así que, después de cierta resistencia para guardar las apariencias, pactamos que yo podría disfrutar de la visión de su cosa y después yo le enseñaría la mía.
Héléne no había visto nunca un “pito de hombre”, como le nombraba a una verga en su ignorancia. Estaba muy excitada y deseaba ardientemente agarrar con su mano alguno.
Para hacerlo, nos escondimos los dos en un rincón oculto del jardín.
Ella se tumbó en una reposera, mientras yo le sacaba la bombacha. Mis asombrados ojos quedaron fijos ante la visión completa de sus virginales encantos durante todo el rato que quise.
Mi prima, para ser sincero, era una chica un poco cerdita y sintió un placer al verse observada así por una persona del sexo opuesto.
La toqué, la acaricié y la froté con mi dedo. Sus muslos se agitaron y se separaron más.
Instintivamente, le di un beso ardiente en la concha; ella suspiró y apoyó la mano en mi cabeza.
Entonces, también guiado por mi instinto, moví mis labios de tal forma que excitaron rápidamente a mi primita. Soltó un gritito de felicidad y sentí  en mi boca entreabierta su delicioso jugo.
Para sentirlo mejor, saqué la lengua y la hundí un poco en la grieta…, eso despertó enseguida su sensibilidad, y de nuevo deseó llegar al placer, pero esta vez manoseando mi verga, completamente dura adentro del pantalón.
Recordándome  el acuerdo, me hizo poner de pie frente a ella, desabrochó mi bragueta y, temblorosa de placer, sacó mi “pito”, que se agitó como una vara frente a su cara.
Súper excitada mirando ese tesoro tan apasionante, me tendió de espaldas en el suelo y, arrodillándose a mi lado, examinó de cerca hasta el más pequeño rincón de mi pija.
El placer de los toqueteos de esa pequeña mano apretando y comprimiendo mi verga era enorme
No tardó, en desear ver que había abajo de la piel que recubría el glande. Jugando, intentó retirarla, pero me dolió un poco…
Consiguió retirarla un poquito, pero se le ocurrió que, mojandola un poco, conseguiría sus fines con mayor facilidad, sin hacerme sufrir.
En un arrebato instintivo, se agachó y agarró la punta rosada con su jugosa boquita, cerrando alrededor sus labios y lubrificando con la lengua, para mi inmensa satisfacción…
Así consiguió desnudar por entero el glande, que apretaba ahora entre los labios.
Levantó la cabeza para ver el resultado.
La apretada piel se había retirado, dejando al descubierto la cabeza roja, ardiente de deseo.
Su alegría y su placer frente a esa revelación no tenía límites. Casi me vuelve loco con sus caricias.
Todo mi cuerpo se agitaba, y empujando con los riñones, hundí mi verga hasta el fondo de su garganta. Viendo hasta donde me daba placer, se puso  a chupar imparablemente. Sentí que tocaba el cielo con las manos…
De golpe y porrazo, sobrevino la gran crisis… Solté un grito de alegría y eyaculé en su boca. Héléne se lo tragó todo para no atragantarse.
Unos minutos después, se levantó y me examinó de nuevo. Para su sorpresa, vio mi pija, antes tan dura, fláccida ahora y atrapada bajo la piel como antes, mientras unas cuantas gotas de un líquido parecido a la leche salían todavía del pequeño agujero.
Mientras miraba, la verga se achicó cada vez más, hasta su estado inicial, y la piel cubrió por completo la cabeza antes tan inflamada…
Estaba estupefacta, e iba a expresar su extrañeza ante esos fenómenos, cuando escuchamos ruido de pasos que se acercaban. Por suerte para nosotros, se podía escuchar el crujir de la grava bajo los pies a tal distancia que tuvimos tiempo de arreglarnos antes que la madre de Héléne apareciera.
Dos días más tarde volví a París… Y, por desgracia, no tuvimos ocasión de volver a encontrarnos a solas…
—Es encantador ese recuerdo de amor, Pierrot… Y para agradecerte que me lo hayas contado, vení…Voy a chuparte la verguita…, y cuando digo verguita, es solo un diminutivo cariñoso…, ¡y  eyacularás en mi boca con la misma felicidad que el día en que tu prima saboreó tu rica leche!
—¡Oh, sí, señora!
Se acomoda sobre la espalda, agarro su miembro endurecido ¡y lo engullo, gruñendo de alegría!… Empiezo a moverme regularmente de arriba abajo y de abajo arriba, comprimiendo la tierna carne entre los labios apretados… Hasta que, por fin, siento la lengua inundada por una oleada deliciosa, que trago sólo después una largo paladeo…,¡cómo se hace con un viejo borgoña!
 
Pierrot se fue exaltadamente alegre y con las pelotas vacías por algunos días…
Se lo conté todo a mi marido cuando regresó, e hicimos el amor como reyes, excitándonos mutuamente con mil obscenidades.
Después me senté ante mi  secreter, y pasé unas horas encantadoras escribiendo estos maravillosos recuerdos.
—¡Ah, Véronique!—me dijo mi esposo—, ¡seguro que te mojas sólo con escribir todo eso!
—Es cierto, tesoro. Sabes, lo que me produce mayor placer es pensar que quizá algún día alguien que no conozco leerá todo esto…, que comprenderá…, que me amará de lejos…, me deseará…, seguirá mi buen ejemplo… ¡y conocerá de ese modo el verdadero y único secreto de la felicidad terrenal!… Ah, si pudiera persuadir al universo de que toda esta civilización basada en el trabajo, las máquinas, la fuerza, el dinero, el orgullo y el pudor sólo puede conducir a los hombres a la la desgracia... Y si pudiera hacer comprender a todos que un mundo basado en la voluptuosidad, la libertad del amor, la enseñanza metódica desde la más tierna edad de todos los placeres de la carne, la obligación de pasarse ocho horas amando, la instauración de gozosas orgías nacionales y la prisión perpetua para los castos, ¡sería te aseguro, la edad de oro, el paraíso terrenal y la verdadera liberación de los humanos!
 
FIN
 

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