La depravada - Parte 18

La depravada - Parte 18



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La depravada


Parte 18


Adaptado al español latino por TuttoErotici
 
En nuestra cama, con la luz apagada, mi marido acaba de hacérmelo por el culo, con su soberbia pija engarzada hasta las bolas entre mis nalgas.
Sentí brotar, hasta el fondo de mis entrañas alteradas, el chorro tranquilizador de su semen. En el mismo instante, su mano, plana sobre mi abertura, recibía la oleada de mi orgasmo.
¡Qué bien nos entendemos!… ¡Qué placeres divinos nos damos el uno al otro! Por supuesto, me gusta que otros me sodomicen también, pero es con él con quien encuentro mayores satisfacciones. Es sin duda porque, con él, mi lascivia se despliega por entero.
Así, en un momento como ese, cualquiera de mis amantes se retiraría… o me interrogaría.
Con mi esposo no necesito decir nada. Él sabe que deseo quedarme así, penetrada y con su mano donde está.
Por mucho que desee lamer lo que acabo de soltarle, se priva de hacerlo, sabe cómo me excita sentir su mano completamente mojada secándose en mis pelos.
De esa manera me reserva la alegría viciosa, de verlo husmear con su nariz indecente mi vellos completamente pegajosos.
Después de un largo silencio, murmura:
—¡Ah, querida!…Sos única…, ¡de verdad! Sos la mujer más viciosa, la más sucia, la más cochina de todas las que conocí… ¡Y Dios cuántas conocí!… Y pensar que esta puta es mi propia esposa, mi adorable mujercita… ¡Qué feliz soy!
—Ves, lobito,¡soy lo mejor de tu vida!
—Es cierto…
—Y además, si me decís eso, es porque podés comparar a tu mujercita con todas las que te ensartás… ¡Me hace feliz saber que cogés con otras!
—¡Ah, querida!¡Si supieras cómo me excitás, cuando me hablas así!
—A propósito, ¿sabás que me acosté ayer con tu amigo Louis Vautier?
—¿De verdad?
—¡Claro, mi amor!
—Entonces, contame… Contame cómo fue la cosa…
—¡Oh! Muy simple…Mientras jugabas al bridge con nuestros invitados, Louis y yo  nos quedamos en el saloncito.
—Sí, ahora me acuerdo…
—Louis se mostró enseguida muy apurado… Me había agarrado la mano, y jugaba con mis dedos mientras me contaba tonterías. Envalentonándose poco a poco, terminó apretándome entre sus brazos y manoseándome las tetas por abajo del vestido. Un rato después, nos estábamos besando.
—¡El muy cerdo!
—Esperá… Mientras seguía metiéndome mano en las tetas, mis dedos se encajaron en la bragueta de su pantalón, y pronto sentí palpitar su verga, tan dura como la tuya cuando me cogés… La desabotoné apresurada, tremendamente excitada por ese contacto cochino, y saqué su magnífica pija.
—Decime querida, ¿cómo es?
—Igual de larga, pero un poco menos gruesa que la tuya… El pellejo cubre por completo el glande, y lo sobrepasa incluso… Sabés que eso me gusta, aunque no sea más que por el placer de desenfundar la cabeza … La piel es suave, muy blanca y llena de delicadas venas… Más todavía cuando se alarga, es delicioso mirar esa pija…, y yo no le sacaba el ojo mientras él acariciaba mis tetas, que había desnudado por completo.
—¡Será cerdo!
—Lo dejé que me chupeteara las puntas… Eso lo excitaba, y yo podía ver su miembro endurecerse más, temblar incluso. Fue más fuerte que yo, me arranqué de  sus succiones para inclinarme y agarré entre mis labios su verga ardiente…
—¡Puta!
—¡Oh, no duró mucho!… Después de algunos zarandeos me arrojaba a la boca su sabrosa leche, que tragué con los ojos cerrados.
—¡Bestia!
—Dos minutos más tarde ¡estaba de nuevo erecto!… Pero yo tenía unas ganas locas de que me cogieran. Así que le pedí que me siguiera y nos encerramos en la habitación de huéspedes.
—¿Y entonces qué?—interroga mi esposo con los ojos desorbitados, en el colmo de la excitación.
—Entonces nos sentamos en la cama. Agarré el cierre de mi vestido y tiré lentamente…, sacándome esa tela que ocultaba mis tesoros. No tenía nada más que la bombacha. Me acercó hacia él y me llenó de besos. Le pedí que me diera una chupada en el ombligo, ya sabés que me encanta. Puso sus labios sobre el pequeño hueco y lo succionó como si pudiera salir flujo también de ahí…
—¡Cogeme…,cogeme! —le dije.
Louis se arrancó la campera, que fue a juntarse con mi blusa, dejó caer el pantalón y se desabrochó rápidamente la camisa. Estaba hermoso, completamente desnudo, y pasé mis dedos por sus pectorales.
—Vas a ser mía—me dijo con voz ahogada.
Quise bajarme la bombacha.
—No —protestó—. ¡Lo hago yo!
Uniendo el gesto a la palabra, hizo resbalar la menuda pieza de ropa a lo largo de mis muslos. Se la llevó a la nariz para aspirar su perfume y la tiró como a una flor.
Sentada en el borde de la cama, no tuve más que separar suavemente los muslos para que pudiera poner su cabeza en el lugar adecuado.
—¡El muy vicioso!
—¡Oh, sí! ¡Lo era!… Sentí su lengua hambrienta meterse en mi grieta completamente húmeda… Me dejé caer hacia atrás, apretando su cabeza contra mi concha. Mis jadeos de placer lo excitaron al máximo, pero comprendí que quería llevarme hasta el borde del goce antes de tirarse sobre mí para penetrarme con toda su fuerza. No se cansaba de lamer mi concha.
—¡Cogeme!—repetí.
No aguantando más, lo arrastré sobre mí…, y él obedeció. Se paró y me cubrió con su cuerpo ardiente.
De un solo golpe, se hundió en mí hasta el fondo…
—¡Cerdos!
—¡Sí, querido!… Hundió su pija profundamente; después, con  potentes embestidas, estremeció mi vientre. Sentí su verga potente tocando el fondo de mi vagina, y sus movimientos cada vez más agitados, cada vez más rápidos, me hacían subir hacia el cielo azul del deleite.
—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!—jadeaba.
Y esos gritos de felicidad me excitaron tanto que llegué una primera vez antes de que él hubiera terminado la tarea.
—¡Pequeña puta!
—Por suerte, tengo la facilidad de llegar dos veces seguidas, ¡y más intensa fue la segunda vez!… Además, me encantaba saber que estabas cerca mío… Me hubiera gustado llamarte…, hacer que participaras de mi placer…, que lo aprovecharas… ¡Desgraciadamente, era imposible, no estabas solo!
—¡Qué lástima!
—Entonces, después de cabalgarlo, sentí  por fin que iba a llegar…, que llegaba… Me sentí inundada por su cálida leche… Al mismo tiempo, solté grititos de cierva acorralada y alcancé una segunda vez la cumbre del deleite…
—¡Querida!… Yo también tengo ganas…
—Dejá que termine.¡Quería volver a empezar, el muy cochino!… Pero yo escuchaba que hablaban en la sala y le ordené que se vistiera para unirse con ustedes. Le pedí que les dijera que estaba cansada y que me había ido a acostar… Te gusta tanto cogerme cuando acabo de hacer el amor… Sabés, ¡estaba completamente mojada!… Pero no viniste, te esperé inutilmente…
—Acompañé a uno de nuestros invitados en auto… ¡Ah! ¡De haberlo sabido!
—Otra vez será.
—Sí, quiero,  Louis es un muchacho que me cae muy bien… Me gustaría mirarlos por el ojo de la cerradura…, y después encontrarnos… Pero me calentaste tanto que… Voy a llegar también… Como Louis…
Mi querido esposo se acurruca contra mí. Luego me cubre con todo su cuerpo.
Sin preliminares.¡Está demasiado excitado para eso! Dirige su verga erguida hacia mi concha; tantea un poco; penetra con suavidad; luego, de un solo golpe, se hunde y comienza sus movimientos, que lo llevan rápidamente al éxtasis. Ya está…,¡eyacula!… Percibo los chorros ardientes de su leche, que se derraman a sacudidas en mi vientre ardiente… ¡Después suspira, feliz!
Unos minutos después, rompo el silencio que sigue al placer.
—Querido… ¡Ahora te toca a vos!
—¿Qué querés decir?
—Háblame de las mujercitas que conoció tu hermosa pija. Espero que antes las hayas manoseado bien…, que las hayas chupado por adelante… ¡y también por atrás! Ya sabés cómo vuelve locas a las mujeres que las manoseen antes de ensartarlas…, y vos lo haces de maravilla. Te escucho, con el dedo sobre mi clítoris…
—¡Ah! —exclama—,¡cómo te amo, querida, por ser tan viciosa!


CONTINUARÁ...

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