Virgo Relato

Ésta es un historia divertida y picante, parte de dos historias más que se encuentran entrelazadas y llevan a un mismo fin. Que disfruten!!!





Virgo Relato


Me encontraba paralizado, como momia en sarcófago, desesperado por la claustrofobia. Todo se volvió negro, todo producto de la sorpresa. Me costaba creer que la chica que me gusta desde el octavo grado haya aceptado mi invitación a una cita. Para mí, de hecho, es un logro, y es que no quiero llegar virgen a los treinta, eso sería humillante para mi. Clarito me dijeron el Matías y el Carlos, mis mejores amigos, que si no logro flechar con la Estefy antes de mis treinta, me llevarán a un club de caballeros justo para mi cumpleaños con todo el riesgo que represente. Yo sería el primero en cumplir esa regla puesto que soy el mayor y desde luego que yo no quería eso, ya que el Pato, otro amigo, murió el año pasado debido al VIH que contrajo en uno de esos lugares. Nos dolió mucho su partida, porque a la final era el más querido del grupo.
- Claro que sí, acepto tu invitación - me dijo Estefy con su tierna voz y una sonrisa cautivadora. Ella siempre estaba hermosa, con su playera lila apretada, tan apretadita que sus dulces pezones rogaban por salir a tomar aire; sus jeans rasgados a la moda, que dejaban ver partes de piel a lo largo de sus suculentas piernas, y zapatillas converse. Esa mujer deja sin aliento a cualquiera con sus hermosos cabellos dorados, sus radiantes ojos azules, sus pechos que ¡Qué pechos! Su cintura juguetona, sus traviesas caderas. Cada vez que caminaba frente a mí, lo hacía al compás de lo erótico. Un pie delante, el otro atrás, dejando que la forma de sus nalgas masajearan mi imaginación. Cada vez que hacía eso, en el colegio, yo regresaba a mi casa con los deseos a punto, y como no había nadie, aprovechaba en dejar salir a mi garañón. Pensaba en ella durante el acto, ni siquiera necesitaba la ayuda de internet ni de las páginas recomendadas por mis amigos. Hasta que todo acababa en una salpicadura brutal por el tiempo que tenía sin jalármela. No tardaba en limpiar, pero el olor no se iba y cuando mi papá o mi mamá me preguntaban yo les decía que era por la ropa que puse a remojar en cloro. Seguro que no me creían, me quedaban mirando con cara de "¿Crees que me chupo los cinco dedos de la mano?" Ya pronto se les pasaba la rareza y todo volvía a la normalidad, hasta que la Estefy me volvía a estimular visualmente.


humor

Salí corriendo de regreso a mi casa, daba saltos de alegría y no pensaba en nada más que esa noche. Me dispuse a hacer una lista de cosas por cumplir antes de la cita, cosas como elegir la ropa, el perfume, el regalo y otras cosas más. Ya se que parecía patético por tanta atención metrosexual, pero pensaba que si esa noche la ponía, todo valdría la pena.

Poco a poco iba cumpliendo con la lista. Me lavé hasta las uñas de los pies. Cuando salía del baño, me encontré con mi mamá y me pregunto que a qué se debe tanta limpieza, solo le dije que iba a salir con mis amigos. Me quedó mirando y me advirtió que papá salió de la ciudad en la mañana y no regresará hasta la otra semana, por lo que no habría dinero para salidas. Le expliqué que tenía un dinero ahorrado. Eso de ahorrar se me da muy bien y quizá sea lo único bien que haga.

Acordamos con Estefy vernos en el parque del barrio a eso de las siete de la noche, para luego irnos juntos a la Xona, específicamente al bar "Las dos mil y una noches", mi bar favorito, el que frecuentaba dos viernes por mes luego del trabajo. Mis amigos y yo ya teníamos mesa preferencial, sabían lo que íbamos a pedir y cuánto tiempo nos quedaríamos. Para ser una entre tantas salidas con panas ya se estaba volviendo monótono, pero todo se reiniciaba en nuestros cerebros cuando veíamos idiotizados a Charlot, la barman, una mujer que pasaba los treinta, pero con cuerpo de quinceañera, un cuerpo que tranquilamente yo podría levantar sin esfuerzo. Mi imaginación volaba, en ella no podía resistir la desnudez de Charlot, con sus pechos pechugones, sus caderas salvajes y sus nalgas elevándose en el aire, elevándose toda ella por acción de mis brazos. Cuando regresaba del sueño, era porque ella me quedaba mirando y sonreía, luego apartaba la mirada y seguía con el show. Con espanto me revisaba la cara y me daba cuenta que mis babas ya estaban en mi mentón, qué horror, me sonrojé tanto que necesité lavarme la cara para quitarme el ardor de la misma.



tetonas



Ya eran las seis treinta, me retoqué con perfume de las praderas en las zonas íntimas, me coloqué una que otra pulsera semi rock, me puse una cadenita de plata con un dige de oro, una figurita muy peculiar, la esfera del dragón número cuatro. Lo sé, ya era mayorcito como para pensar en esas cosas infantiles, pero mis amigos intensificaban ese gusto duradero desde la adolescencia y no los culpo, mi generación es la más nostálgica de todas en cuanto a gustos televisivos. Con ellos compartimos los mismos gustos, hablamos de las mismas cosas y jugamos los mismos juegos.

Ya solo faltaba mi chaqueta negra de cuero, sin distintivo particular. Mi madre me esperaba en la puerta, me pellizcó la mejilla y me deseó suerte. Una madre sabe de las cosas sin decirle nada, ella sabía perfectamente que tenía una cita, pero ese cariñito de mamá me puso a pensar en el hecho de que seguía viviendo con mis padres, fue repentino ya que tenía cosas más importantes en que pensar. Me subí al carro de papá y conduje unas tres calles más adelante. Ella vivía unas seis calles de mi casa, así que el parque sería una zona central para ambos.

Cuando llegué ella no estaba. Entré en pánico y me venía la idea de que Estefy nunca vendría. Saqué mi celular y me dio un alivio al ver que faltaba cuarto de hora para el encuentro, es que era obvio, de mi casa al parque no me hice ni tres minutos. Estaba impaciente y para eliminar ese estrés, abrí el parabrisas por el calor que hacía y le marque al Matías, ya que el Carlos estaba en Nueva York disque haciendo su tesis sobre atentados terroristas.
- ¿Aló? - respondió el "Mati" con su voz de bobo.
- Oye Matu, me comen las ansias loco ¿Qué hago? - le pregunté con voz entrecortada
- No la cagues maricón, no la cagues. Primero relájate, piensa en la tetona de Sofía que... - su respuesta como siempre mal encaminada, pensé ¿Qué pinta en esta conversación la hermana del Carlos? De todos modos tenía que intentarlo, tenía que sacar un consejo de mi hermano del alma.
- Espera, espera animal, quiero relajarme, no exitarme - le respondí furioso.
- Ok, no te esponjes. Ahora, piensa en lo más bonito que te haya pasado antes de que la Estefy aceptara salir contigo. Cierra tus ojos e imagínate el olor del momento, los sonidos del momento - se detuvo para hacer sonidos de yoga y finalmente decirme - ahora métete el dedo medio en el ojete hasta el fondo y no lo saques hasta que llegue la Estefy - las carcajadas del Matías se podían escuchar en toda la cuadra, mientras yo le pedía se portara serio y me ayude. Se le ocurrió hacer lo de la actuación, él sería Estefy y yo haría mi papel, pero esta vez prometió portarse serio.
- Pon tu celular en alta voz, necesito que gestualices lo que tienes que decir. Muy bien, ahora dime algo bonito - Matías sabía lo que hacía, a pesar de nunca haber pegado con alguna chica, siempre fue bueno con las palabras, era un labioso de primera.
- Eres lo más bonito... eh... Lo más bonito que me ha pasado en la vida - en eso Matías me gritó que no me ponga nervioso si quería pegar con la Estefy, entonces proseguí - eres para mi lo que el sol es para la tierra, eres una selva llena de vida en mi corazón, contigo a mi lado ya no tendré temor - No sé ni de dónde salió eso, pero se escuchó bonito, cuando de pronto escucho un saludo, era el saludo de Estefy. Rápidamente colgué la llamada y me bajé del carro para saludarla. Nos dimos el beso en la mejilla y yo sentía que la cara me ardía. Estefy se rió por el color de mi cara y me dijo que no me preocupe, que nos pongamos en marcha.

Ya dentro del carro, nos colocamos los cinturones de seguridad, encendí la radio y coloqué en una emisora buena onda. Antes de arrancar y con la música ya en marcha, saqué de la guantera su regalo. Era una cajita pequeña que contenía una cadena de plata. Se la compré a mamá hace dos años, ella vendía joyas en oro y plata. Esa cadena era mi as bajo la manga, sabía que algún día la necesitaría. Estefy abrió el regalo.
- Pero que lindo detalle, gracias - cerró la cajita y me dio un abrazo. No pude evitar la erección que me produjo semejante muestra de cariño. Me retorcía un poco de dolor, justo ese día decidí ponerme unos pantalones apretados.
- ¿Te encuentras bien, es algo que dije? - me preguntó.
- No.. este, nada, no pasa nada. Mejor vámonos ya - le respondí con susto, esperaba que no se diera cuenta ¿Pero qué me pasaba si estaba con la Estefy? Una chica dulce sin mancha en su corazón, una señorita que nunca tuvo pareja, nunca estuvo en problemas, en definitiva, una muchacha ejemplo.

sexo



Durante el trayecto fuimos conversando. Para ser sincero esa era la primera vez que hablaba con ella. Siempre me gustó, pero no tenía valor para decírselo. Sin embargo, esa noche estuve un poco suelto, conversaba tan tranquilo y me sentía muy seguro de mí mismo, después de todo, pensé, los concejos del Matu me sirvieron. Nos reíamos mucho al acordarnos de los compañeros del colegio, de los maestros y de las experiencias vividas. Le confesé que no me atrevía a hablarle y ella me dijo que eso está en el pasado, que mejor disfrutemos el presente.

Ya pronto llegamos al bar en mención. Dejamos el carrito en el garage y nos desplazamos rápidamente; del garage al bar serían unos cien metros y nos pusimos a correr porque empezó a llover. Por suerte no nos mojamos mucho. Ingresamos rápidamente y nos dirigimos a una mesita para dos personas. Pedí dos micheladas; cervezas en jarras sazonadas con pimiento, limón y sal, por supuesto, súper heladas.
- ¿Ya has venido antes a este sitio? - preguntó Estefy. Vi un poco de miedo en sus ojos y miraba a todos lados.
- No es la primera vez que vengo, pero tú tranquila, que no te va a pasar nada - respondí seguro de lo que decía.
- Ok, pero nos acabamos las micheladas y nos vamos, quiero que me acompañes a un sitio - dijo Estefy con su carita dulce, de niña dulce, pero con cuerpo de hembra suculenta: Su blusa blanca apretada, con escote, moldeaba perfectamente su abundancia femenina y, como siempre, sus dulces gomitas palpitaban azúcar a reventar. Su chaqueta marrón cubría del frío esos perfilados brazos. Sus manos desnudas lucían unas uñas bien cuidadas: píntadas de colores opacos, mientras que sus jeans azules ajustan tiernamente sus caderas y combinan con sus zapatos negros.

Pasada la primera michelada Estefy empezó a relajarse, pero me seguía intrigando el hecho de que miraba a todos lados. Incluso tardaba mucho para ir y regresar del baño ¿O era solo mi imaginación? En todo caso, ya no prestaba atención a esos detalles, porque sospeché incluso que la pobre estaba en sus días y por eso se tardaba mucho tiempo en el baño.

Antes de terminarse la última michelada, le pedí me cediera una pieza para bailar, ella aceptó de inmediato. Me tomó de la mano y me llevó a la pista de baile. Estaban pasando música romántica, así que fue inevitable bailar juntitos. Ella como una profesional nos puso en posición, mi brazo derecho sobre su cintura, su brazo en mi hombro y nuestras manos sobrantes libres para entrelazarse. Estefy se me arrimó demasiado, incluso giró su cuerpo 180 grados quedando de espaldas hacia mí. Sus movimientos de la cadera y de la cintura eran sugestivos. Yo sudaba, sudaba tratando de evitar lo inevitable.
- ¿Pero qué...? ¿Gustavo, qué significa esto? - me preguntó furiosa esa dulce niña. Sus movimientos me provocaron una erección tan fuerte que el impaciente parecía salirse del pantalón. Estefy quedó mirando en esa zona: sus ojos azules se hicieron dos enormes ventanas de cielo, su rostro se tornó de un rojo coqueto, volteó la mirada y salió corriendo al baño. Yo, mientras tanto, estaba rojo de la vergüenza; me quedé petrificado. Regresé lentamente a la mesa y me sujetaba la cabeza, me echaba la culpa, mi autoestima estaba por los suelos ¿Cómo pude comportarme como un imbécil? Yo y mi virginidad; parecía que me quedaría así para siempre, estaba perdiendo la oportunidad de mi vida. Me senté y me terminé el resto de la bebida. De repente, Estefy regresó a la mesa, se sentó y me quedó mirando intrigada.
- Gus, entiendo que soy la responsable de esto, pero qué pasó ¿Nunca has estado con una chica? - me preguntó y no dejaba de mirarme a los ojos.
- No Estefy, nunca he estado con una mujer. Se puede decir que no he probado el sexo en persona - respondí como si me estuviera quejando. Estefy se rió despacito, me tomó de la manos y me dijo.
- Vámonos de aquí, quiero que me acompañes a otro sitio ¿Recuerdas que te lo pedí hace un rato? - me pellizqué la mejilla para comprobar si no estaba soñando y no, no estaba soñando. Dejé que me tomara de la mano. Frente al bar en el que estábamos había un sitio de ambiente gay, no pudimos evitar ver cómo un sujeto de un metro 80 abrazaba enamoradísimo a un chico más pequeño. Vimos como no dejaba de abrazarlo y besarlo hasta que doblaron la esquina. Estefy y yo nos quedamos mirando y me dijo que eso le gustaría experimentar a ella. No dudé en rodearla con mis brazos y antes de caminar me dijo.
- Pero contrólate, no pienses en nada más que el abrazo - supuse que quería ponerme a prueba, así que la abracé y alejé mi zona pélvica lo que más pude, eso sirvió para controlar mis ímpetus, pero mi caminar era torpe, parecía un ganso escaldado. Así caminamos unos 20 pasos y Estefy dijo que así estaba bien. Nos encaminamos con normalidad al carro y no nos dijimos nada en ese tiempo.

Sexo anal

Una vez dentro del vehículo le pregunté qué a dónde quería que la llevara, ella me pidió que condujera, ya me daría las indicaciones sobre la marcha. Salimos del garaje público. Antes del primer semáforo me pidió girara a la derecha y así ella me daba las indicaciones.
- No pude evitar darme cuenta que lo tienes enorme - me comentó Estefy con tono de picardía. Sonreí, pero no le respondí, mientras ella continuó - te voy a ser franca, desde que sentí tu “paquete” me entraron ganas de hacerlo. Por alguna razón esta cita dio un giro inesperado y agradezco de que fuera así - me quedé helado con lo que dijo, empecé a tartamudear y ella me interrumpió - no vamos al lugar que te mencioné al principio sino a otro. Necesito que estés conmigo, te necesito ahora - me decía mientras rozaba sus dedos en mi cuello. Me sentía confundido y trataba de no perder la vista en el camino.
- ¿Acaso tú ya has estado con un hombre? - le pregunté nervioso.
- No te lo voy a negar ni a confirmar - me respondió
- Pero no se supone... - continué intrigado.
- Gus, olvídalo, vivamos el momento y nada más - su respuesta me dolió un poco, eso confirmaba sin dudas que la persona que creí que era, simplemente no era. Ella me gustaba desde que éramos niños y no he tenido relaciones amorosas con nadie sencillamente porque mi corazón era de ella. Eso es algo que mis amigos no sabían y no se los contaba por el miedo a las represalias.

Mientras conversábamos, ella me daba las indicaciones. Llegamos en breve a una casa cubierta por un paredón pintado de blanco, la puerta para ingresar el carro era verde y la fachada de color café claro. Estefy me explicó que esa es la casa de una buena amiga. Antes de entrar me pidió que sea de mente abierta, que la íbamos a pasar de maravilla. Ya a esas alturas no me importaba en lo que me estaba metiendo.
- Te presento a Charlot, mi mejor “amiga” - casi me caigo para atrás como condorito, era ella, la barman del bar al que frecuentaba y al que iba a menudo.
- Ya era hora de que nos presentaran - dijo Charlot mientras se me acercaba a dar el respectivo beso en la mejilla.
- ¿Lo conoces? - preguntó Estefy, yo mientras en secreto le hacía señas para que no dijera nada, pero fue en vano.
- Claro, él es del que te hablé, el pequeño pervertido que no deja de mirarme los pechos cada viernes en el bar - eso fue muy bajo, la segunda chica de mis sueños acababa de basurearme ¿Y qué se supone que iba a decir? Mejor me quedé calladito.
- Ja ja ja es broma. Sí lo he visto algunas veces en el bar, pero no con semejante líbido - decía Charlot mientras me daba palmadas en la espalda. Nos invitó a pasar. Ella vivía en una casa confortable, resulta que es la herencia de sus padres, los cuales murieron cuando ella apenas tenía 15 años y desde ahí empezó a ganarse la vida. Pasamos a la sala y lo que más me llamó la atención fue el hecho de que sus muebles estaban cubiertos por plástico transparente, de ahí el resto lucía común y corriente. Ni de chiste pregunté por el misterio de los muebles, prefería escucharlas conversar, aunque sinceramente no escuchaba casi nada, estaban cuchicheando.

relato

Pasarían unos veinte minutos desde que entramos a la casa de Charlot. Ambas se retiraron a la cocina y me dejaron solo. Estefy salió después de un momento para decirme que necesitaban hablar conmigo, yo accedí. Ella llamó a Charlot, quien apareció con un recipiente lleno de frituras y unas bebidas en lata. Las dos se sentaron frente mío y empezó Estefy, dejé que hablara, que se expresara, no la interrumpí de no ser necesario.
- Gus, nos conocemos desde el cole, pero nunca hemos hablado y para serte sincera, tú eres el primero de la gente que conozco al que le voy a decir mi secreto. Charlot y yo somos pareja, quizá por eso es que no me hayas visto en una relación. Toda mi vida me gustaron las mujeres, yo soy lesbiana y Charlot es bisexual - Charlot le interrumpió en ese momento haciéndole señas que indicaron, vaya al grano, mientras que yo me sentía un poco devastado, sentía que mi corazón se hacía pedazos, pero al mismo tiempo me regocijaba al imaginarme a dónde iba todo esto. - ok, si te he traído hasta acá es por Charlot. La verdad no esperaba que me llevaras al bar donde ella trabaja, y a decir verdad era la primera vez que pisaba ese sitio, por eso habrás notado mi interés. Las veces que fui al baño era para decirle a Charlot cada cosa que pasaba y me tardaba porque ya no quería seguir con esto. Luego me demostraste tu virilidad y se lo conté a Charlot, así que decidimos traerte. El plan consistía en llevarte a mi casa para que conozcas a mis padres, íbamos a fingir ser novios, porque están que molestan que quieren conocer un hombre en mi vida - terminó Estefy con un suspiro. Su afirmación me hizo sentir desgraciado, esa pudo ser la única oportunidad de demostrar mi valía como pareja, pero la cagué por mi estúpida virginidad. Ya nada, no le di más vueltas al asunto, Charlot continuó.
- Ya que Estefy no se atreve a decírtelo, te lo diré yo. El que estés aquí es porque quiero proponerte un trío - mis oídos se activaron como antenas parabólicas, lo que escuchaba era música para mis oídos. Charlot prosiguió - ya hemos tratado con otros sujetos, pero no salió como esperábamos. Ahora te pregunto ¿Eres de mente abierta, estás dispuesto a llegar lejos? - me preguntó la chica barman mientras masajeaba sus pezones.
- Estoy dispuesto, hagámoslo - respondí enérgico.

El resto de la charla fue trivial. Charlot nos dijo que se retira a preparar la comida, pues alegaba que ella no puede hacer nada con el estómago vacío. Nos quedamos solo Estefy y yo. Me le arrimé e intenté tocar sus pechos, pero me apartó diciendo que no coma ansias, que no sea impaciente y me espere el postre luego de la cena. Charlot nos llamó a la mesa, había preparado un espaguetti con albóndigas deliciosas. Colocó aperitivos con aguacate y para finalizar, chocolate en barra. Comimos con gusto cada uno de los manjares de Charlot. Las dos hembras me miraban, me analizaban mientras acabábamos de comer. Charlot empezó a comportarse traviesa. Sacó de la refri una fresa con la que se masajeaba los pezones mientras miraba mi reacción. Estefy hacía lo suyo pasando su lengua en la garganta de Charlot para luego darse un beso con la fresa de por medio. Mi animal estaba por salir. Empecé a acariciarme, pero Estefy detuvo la escena y nos pidió que regresaramos a la sala.

Esta parte de mi relato no me enorgullece, pero tampoco es algo de lo que deba arrepentirme. Sin embargo, las travesuras de un par de mujeres iban a marcar en mí un líbido distinto, un abanico de gustos que, al menos, preferiría guardarlos para mí, aunque quién sabe…

trio

Charlot usaba un bividí azul con un escote precavido, pero no evitaba el casi reventar de sus pechugas. sus pantalones jeans a la cadera dejaban libre a su ombligo que ondulaba un piercing plateado. El ancho de sus nalgas refrescaban mis ansias; me moría por recorrer punto por punto hasta saciar mis ímpetus.

El momento llegó. Charlot sacó de su dormitorio una caja de cartón que contenía muchos dildos de colores y tamaños. Algo que me llamó la atención fue un hilo con bolitas plateadas, parecía una cadena de perlas. El miedo se apoderó de mi, estaba nervioso y no sabía qué hacer. Era mi primera vez ¿Y si lo hacía todo mal; y si me rechazan por mi falta de experiencia; y si todo se tratara de un sueño? El temor no podía desvanecerse. Era el momento y no estaba preparado. Quizá la teoría estaba bien aprendida, pero la práctica, eso era otra cosa. Ya nada importaba, dejé que mis acciones hablaran por sí solas. Estefy y Charlot se acomodaron en el sofá.

- Ven aquí Gustavo, quiero que te sientes en medio de las dos - expresó libidinosa Charlot mientras dejaba sus pechos desnudos.
Me senté sobre la alfombra tal como dijo la sexi barman. Abrí mis brazos para abrazar a ambas y Estefy colocaba sus manos en los senos de Charlot para luego lanzarse sobre ellos. Mientras ella estaba ocupada succionando esas dulces tetas, Charlot y yo nos empezamos a besar con tal vehemencia, que poco faltó para colocar mi lengua en su garganta. Yo aún seguía con ropa, Charlot estaba completamente desnuda y Estefy solo llevaba puesto su pantalón. Mis manos recorrían las delicias de estas dos mujeres, pero en el fondo de mi corazón quería más a Estefy. Por fin estaba palpando su sexo, punto por punto saboreando el tacto de su vagina sobre mis dedos que, apresurados, no tardaron en meterse con una delicadeza racional que provocaron la salida de un pequeño chorro transparente y de un gemido agudo que salía de su garganta. La barman se percató del hecho y dejó de besarme para rescatar un poco de ese manjar sobre su lengua. Chupaba con ansias y yo también quería de lo mismo. Con la mirada sedienta supliqué un poco para mi, Charlot llevaba esos jugos a mi boca. Con su lengua, recogía lo que se regaba sobre mi mejilla. Estefy se unió a los besos mientras nuestras manos, todas, tocaban todo.
- Mmm, veo que no somos las únicas que estamos mojadas, mencionó Charlot - Mi pene se encontraba al máximo. La lubricación ya se notaba fuera de mi pantalón. La chica barman se colocó en posición de 69 sobre mi cuerpo, Estefy observaba.
El olor que emanaba de ese agujero era dulce, exquisito. Nunca antes había tenido una vajina sobre mi cara, sobre mi boca. Muy limpia, blanca y lisa. Me esforcé al máximo para no terminar derramado. Aún llevaba el pantalón puesto, Charlot no me lo quitaba, ella estaba maravillada con el tamaño y el grosor de mi miembro. No soy feo, pensé, y tengo una verga que cualquier hombre envidiaría, pero cuando el autoestima es baja, el resto también se hace pequeño.
Charlot pasaba su lengua sobre mi miembro. Sus manos jugueteaban con la cremallera del pantalón, yo mientras tanto, succionaba sus labios carnosos y rozaba mi lengua sobre su clítoris. Sus gemidos alcanzaron la desesperación. Me detuvo para ella continuar con su labor. Me quitó por completo la ropa, Estefy ayudó, pero más hacía de espectador, quería probar hasta dónde puede llegar. La barman por su parte comenzó a succionar mi pene; jugaba con el prepucio y pasaba su lengua sobre el glande.
- Nunca he chupado verga tan deliciosa - Dijo Charlot y continuó - ¿Puedo comérmela toda, puedo hacer cosas que nadie te ha hecho ni hará? - Preguntó. Yo le respondí que por supuesto, pero que estoy a punto de explotar. Charlot invitó a Estefy, ella agarró mi miembro con sus dos manos y empezó a masajearlo suavemente.
- Vamos bebé, saborea las delicias de un semental: toca, huele, experimenta como quieras - propuso Charlot. Yo me encontraba en las últimas, pero la barman se las ingeniaba para mantener mi salvaje corrida dentro de mí. Estefy, con curiosidad y cautela empezó por pasar su nariz sobre mis vellos púbicos y gemía mientras lo hacía; luego pasó a los testículos, los lamió con cautela y se los metió en la boca. Eso me dolió un poco, sin embargo, ella parecía una profesional, mientras Charlot jugaba con sus dildos y observaba el acto con una mirada lasciva.
- Ahora debes saber que para mamar una verga pienses en un helado, el de tu sabor favorito. Succiona, lame, sé hambrienta - Recomendó Charlot. La boca de Estefy se llenó con mi miembro, chupaba con ansias y mejor que Charlot. Estuve a punto de venirme, pero Charlot me sujetó del cuello y me hizo la señal de “no” con el dedo índice. Un poco de semen había logrado salir y resbalaba por los labios de Estefy. Charlot no aguantó las ganas de besar a su novia y compartir un poco de mi leche entre sus labios, mientras la golosina palpitaba por más atención, desesperada atención.

primera vez

Jugamos así por una hora aproximadamente, cuando Charlot propuso que era hora de que dos vírgenes por fin rompan ese lastre y disfruten del sexo como es debido. Yo estaba acostado, pero mi compañero venoso estaba por las nubes. Era la hora, Estefy y yo tendríamos sexo. Charlot lamió la vagina de su novia que estaba de pie y le colocó lubricante. Suavemente Estefy se sentó en mi pene, introduciéndolo en su agujero. Ambos sentimos cómo cedía el uno en el otro. Una lágrima recorría la mejilla derecha de Estefy, supuse que le dolió, pero ella seguía hasta que mi sexo tocó fondo y así nos quedamos por unos segundos. Esa hembra empezó a cabalgar como alguacil del Oeste, yo era su caballo y Charlot era la bandida que intentaba arruinar la cabalgata. Como todos sus esfuerzos fueron inútiles, puso violentamente sus labios y su clítoris sobre mi boca y cabalgaba al son de la jinete. La bandida procuró cautela a la jinete para que el caballo no derrame sus jugos en ella, pero era malvada y tenía un plan. Como víbora, se deslizó sobre mi y llegó al epicentro de la diversión. Sus ojos miraban la dura batalla que se desataba ahí. Vilmente se acercó e introdujo su larga lengua para robar un poco del manjar. Chupaba mi tronco y succionaba la cadenita de ella. Su vulva impaciente se meneaba por todo mi rostro. Con mi lengua comencé a castigar su ano. Dos latigazo por cada succionada que ella daba y si por alguna razón osaba en molestar a la jinete, mi lengua no dudaría en meterse donde le plazca. La jinete por su parte estaba muy contenta con su paseo, sus cánticos eran dulces y excitaban a todo el grupo, de repente, un gemido hizo que me diera cuenta de su llegada al clímax, la muchacha no podía más ni yo tampoco. Regresé de ese cuento del Oeste y me percaté de que nuestros cuerpos sudaban deliciosamente y entonces, cascadas de líquido transparente brotaban de Estefy, la pobre gritaba de placer y Charlot se lanzó a recibir ese mar en su boca de donde salía, ahora, un líquido blanco que Charlot saboreó con desesperación. Sentí el mundo partirse en dos. Las delicias de la carne no se comparan en nada a lo que mis ojos y oídos receptaron de internet. Estaba muy complacido, pero Charlot aún no terminaba su propia batalla. Quería más, sus dedos sobre su sexo no eran suficientes, pidió a Estefy le brindara la oportunidad de probar a su caballo, pero esta vez, a su manera. Se colocó en la posición de perrito y me pidió que no tenga misericordia. A pesar de haber acabado mi propio orgasmo, aún conservaba las ganas y el deseo, así que cumplí el deseo de Charlot.
- Tienes dos agujeros para complacerte, pero te recomiendo disfrutar más del pequeño - dijo Charlot. Primero probé su vajina. Sentí un calorcito agradable en mi verga y empujé con todas mis fuerzas. La mujer árabe estaba mojada y muy hambrienta de poder. Yo era un simple ladrón de carruajes que en ese momento pasé a ser su esclavo. Lo que me pedía, lo hacía. Sus deseos eran órdenes para mí.
- Sé más abusivo maldito esclavo - pedía mi ama, así que de la posición actual, lentamente me levanté sobre las arenas del desierto y empecé a fornicar como un loco. Ella estaba apoyada sobre sus manos, ya nada me haría retroceder. Empujaba con fuerza y mi ama gritaba piedad. Mi pene palpitaba dentro de ella en honor a una danza de la lluvia. La lavante hacía mí y me masturbaba con su cuerpo sobre mis brazos. Entraba y salía de esa cálida cueva. Me prendí de sus pechos y deseé nunca salir de ellos.
- Es la hora - dijo mi ama. Permanecimos en la misma posición. Sus mañosas manos sacaron mi miembro de ella y lo llevaron a una cueva más estrecha, donde al simple contacto con la piel, el día se hizo noche. La llevé hasta el sofá y empujé con mayor deseo. Regresé de nuevo al presente, estábamos a punto de culminar. Estefy metió el dildo más grande en la vajina de Charlot. Ahí lo dejó. Luego sacó ese juguete que asemeja un collar de perlas y se colocó detrás de mí. Estefy halagaba la forma de mis nalgas y me pidió permiso para jugar con ellas. Yo accedí a tal petición. Su lengua disfrutaba de cada uno de mis vellos y en un movimiento brusco, abrió mis nalgas para insertar su lengua en mi ano, lamerlo, chuparlo, tocarlo. La sensación fue gloriosa, sobrepasó cualquier prejuicio o moralidad. Dejé que se cautivara a su gusto. Yo seguía encima de Charlot, irrumpiendo su cavidad anal. De repente, sentí que Estefy metió dentro de mí una de esas bolitas. Me asusté, pero Charlot me tranquilizó. Luego fue otra bolita y así hasta que metió unas cinco. Charlot pidió que me sentará en el sofá mientras ella cabalga sobre mí. Pidió sincronización, es decir, que ella y yo acabemos al mismo tiempo. Yo estaba por venirme y ella también. Me besó con pasión y ambos esperamos la llegada del orgasmo. El momento fue preciso, regué toda mi leche dentro de su ano y ella brotaba mares de jugos femeninos desde su vajina. Charlot dio la orden y Estefy retiró con fuerza ese juguete de mi ano. La delicia de ese acto es indescriptible, aún después de sacar mi miembro de Charlot, seguía expulsando semen que las dos chicas bebían gustosas. Sus manos juguetonas masturbaban mi verga, la misma que seguía expulsando chorros de leche. Me sentía ya casi seco y mi respiración se aceleraba, hasta que grité de placer para expulsar el último chorro que me quedaba.

divertido

Descansé una media hora sobre el sofá, las chicas se habían retirado para tomar una ducha. Intenté levantarme, pero estaba pegado. Con esfuerzo logré ponerme de pie para darme cuenta que en mi sitio había una mancha café. Me percaté de inmediato que eso era excremento, mí excremento. No sabía si esconderme o lanzarme por la ventana ante semejante escena. Pensé en una excusa para las chicas, como que la comida de Charlot me hizo daño o que me quedé dormido y no sentí lo que pasaba. No lo entendía y para empeorar las cosas, me dolía el ano.
- ¿Qué pasa Gus? - Preguntó Estefy. Sólo pensé “trágame tierra”.
- ¿Tú hiciste eso? - Preguntó Charlot. Mi rostro cual tomate me ardía más que mi propio agujerito, no sabía qué responder. Las dos no se aguantaron la risa y me confundieron aún más con esa actitud.
- Lo que te pasó, le pasa a cualquiera. Raro sería que no pasara, pues verás, este juguete se llama cuentas chinas - explicaba Charlot mientras me enseñaba la que para mi era un collar de perlas plateadas y prosiguió - Sirven para meterlas por el ano y multiplicar el placer del orgasmo, pero cuando se usa por primera vez, la persona pierde la sensibilidad en el esfínter y defeca sin darse cuenta. Es lo que a ti te pasó y no debes avergonzarte ¿Ahora entiendes por qué los muebles están cubiertos de plástico? - Culminó Charlot, mientras yo me quedé pensativo y compartí una sonrisa. Estefy me invitó a tomar una ducha mientras ellas limpiaban. Me dijeron que no debo preocuparme por el olor, que ellas ya habrán limpiado cuando acabe de bañarme.
Me dirigí por un corredor hasta una puerta de color cian. La abrí y entré sin demora a un baño espacioso y elegante: a parte de lo común tenía jacuzzi y un lavado para la zona vajinal, pero yo no sabía qué era eso, así que abrí la válvula y salió un chorro de agua hacia arriba. Supuse que me serviría para lavarme antes de ducharme, y así lo hice.

Entré a la ducha y comencé por enjabonar todo mi cuerpo. El ano me dolía un poco, pero al mismo tiempo me excitaba. El jabón ayudó a descontrolar mi paquete. Me lo tocaba hasta que empecé a masturbarme pensando en ellas. Estaba a punto de terminar cuando de repente entró Estefy. Sus ojos se dirigieron hacia mi miembro y sonrió.
- Gracias Gus, esta es una experiencia inolvidable y qué bueno que haya sido contigo - Al decir eso, Estefy se acercó a mí y me abrazó. Se puso de rodillas y empezó a chupar con mucha hambre. Mis gemidos se escuchaban por toda la casa. Metía mi miembro en su boca cada vez con mayor velocidad. La bebida estaba por salir y Estefy se metió toda la verga en la boca para recibir el semen directamente en su tráquea. Sonreí con locura. La levanté para abrazarla y pedirle que nunca se separara de mi lado. Ella solo sonrió y me ayudó a bañarme.

Los tres estábamos vestidos y sentados en la sala, ya no había rastro del bochorno en el sofá. Conversamos de muchas cosas y nos enteramos mútuamente de otras. Esa noche comimos pizza y vimos películas hasta que morfeo nos abrazó con cariño. Las dos mujeres me abrazaban y soñamos juntos en la misma cama.

Me desperté un poco aturdido y las dos muchachas ya no estaban a mi lado. Me desplacé hasta la cocina, donde las dos hembras me tenían el desayuno preparado. Comimos y reímos recordando la noche anterior y mi penosa experiencia. De repente, el semblante de ambas cambió. Estaban serias, se miraban y hacían señas.

- Gus, queremos confesarte algo - dijo Estefy con voz temblorosa y un momento de silencio se apoderó del lugar. Un millón de pensamientos invadieron mi cabeza, entre los que estaban ¿Serán hombres operados. Tendrán SIDA o son alienígenas que quieren mi información genética para crear una especie híbrida? Charlot me miraba y sabiamente analizaba lo que estaba pensando.
- No seas bobito, no somos transexuales ni estamos enfermas - Aclaró Charlot y continuó diciendo - Lo que queremos decirte es que hemos tomado la decisión de hacer esta familia más grande con tu presencia. Sé que suena raro que haya una relación de tres y de hecho nunca hemos pensado en tal alternativa, pero mi bebé y yo quedamos cautivadas con tus dotes de hombre. Tu predisposición para el sexo es envidiable. Nos hiciste llegar al orgasmo como nadie, ni nosotras mismas, lo hemos conseguido ¿Qué te parece si te mudas conmigo hasta que Estefy tome la decisión de emanciparse de sus padres? - Mis ojos salpicados por la emoción dieron respuesta positiva a las dos chicas. Me levanté y las abracé para que nunca se fueran de mis brazos y les prometí nuevas aventuras.

Esa misma tarde empaqué mis cosas. Mi madre, con lágrimas en los ojos por el orgullo y la tristeza, me dio un beso de despedida. Mi amigo Mateo no pudo evitar morderse los labios de la envidia cuando le conté, pero me abrazó con fuerza y me deseo mucha suerte en mi nueva vida. Carlos se enteró poco después y me pidió consejos para conquistar a una chica de su trabajo.

Ya han pasado dos años desde aquel evento y casi el mismo tiempo desde que Estefy vive con nosotros. Hoy la familia es más grande con la presencia de un niño y una niña de la misma edad. Pues sí señores virgos, tenemos dos hijos que queremos y respetamos más que nuestras vidas, producto de ese día loco de pasión. Pero la cosa no termina ahí. Ellas y yo hemos vivido muchas aventuras de placer que ni yo mismo me las creo, pero que cada día me dejan una entrañable lección de vida.

Posdata: estamos planeando integrar a un nuevo miembro. Se quedan con esa duda. Hasta pronto.

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