licor seminal

Estaba cursando el tramo final de la carrera, soy abogada, estaba casada pero aun no había sido mamá, éramos un grupo de seis o siete, entre los cuales estaba Ariel, soltero, buen mozo,  treinta y pico, exitoso en el negocio familiar heredado a la muerte del papá. Trataba de recibirse para cumplir el sueño de su mami, de tener el nene abogado. Jamás pensó en ejercer la profesión, no lo necesitaba por otra parte.
Yo vivía en Flores y él en una hermosa casona de Devoto con su mama; empezó a traerme en su auto y fuimos congeniando (me fue levantando) y yo me fui arreglando para él (lo fui levantando). 
Llegaron los exámenes, las reuniones en el bar de la Facultad, el intercambio de apuntes, en fin, todo eso. Una de esas noches después de esperar al profesor una media hora, nos avisaron que no vendría, así que me trajo a casa más temprano. Habitualmente me dejaba a una cuadra y media de casa, para evitar ser vista y darle explicaciones a mi marido, evidentemente tenía cola de paja, tenía la esperanza de que la relación desembocase en algo más que la gentileza de un compañero que me acercaba con su auto, de paso a su casa.
Como andábamos con tiempo, esta vez estacionó y continuamos charlando, los nervios me convierten en charlatana. Me miraba fijo a los ojos, lo que me ponía más nerviosa, por ende más charlatana. Se fue acercando y cuando sentí su aliento bajé la vista y esperé el beso, que tardó unos segundos en llegar. Después de recibirlo y disfrutarlo le dije:
-¿Qué hacés? –
-Nada que vos no quieras . 
-¡Estamos cerca de mi casa! 
Fue lo primero que me salió, delatando que el chupón que me había plantado, no era el problema, sino dónde estábamos. Después de esa idiotez no tenía sentido hacerme la sorprendida.
Sus labios se pegaron a los míos otra vez, su lengua buscó mi lengua, me hundí en el asiento de su auto y me entregué. Rascamos casi  media hora, los últimos minutos ya con su pija afuera; se masturbaba guiando mi mano por toda su extensión.
Pese a sus pedidos no me animé a chupársela, aunque antes de bajar lo despedí con un besito en el glande como para que no piense que era una histérica.
Yo no tenía tiempo para nada más, él me apuró un par de veces para ir “a un lugar más tranquilo” pero realmente yo no podía, no tenía tiempo ni excusas preparadas.
La clase siguiente nos buscamos con las miradas; estaba muy pendiente de lo que haría. Se acercó y una vez que dimos el presente, me invitó a tomar un café, y a “planear nuestro primer encuentro”. El parcial era la semana entrante, yo tenía licencia por estudio, él disponía de su horario de patrón, así que fijamos la cita para el jueves por la tarde. Pasó a buscarme cerca de casa, dentro del look estudiante, traté de ponerme lo más linda que pude, pollera y botas, camisa y tapadito. Él venia de la empresa, y me llevó a su casa. Arriba del garaje tenía un departamento, un ambiente inmenso, cocinita living, baño completito y un sofá-cama de dos plazas. Llamó a la mamá para avisarle que estaba en su guarida estudiando “con compañeros”. Acondicionó las luces, se duchó, en ese tiempo chusmeé todo, preparé café, nos provocamos mientras tomamos el café que no alcancé a terminar. Empezamos a rascar, su toalla cayó dejando desnudo  un lomo armonioso, linda cola,  una pija hinchadita bien parada. 
Con mi ayuda me desnudó y besándonos me fue llevando al sofá. No eran los primeros cuernos de mi marido pero pintaban ser los más completos. Me sentó encima empalándome –uso esta palabra porque había en la facultad una exposición de instrumentos de tortura y recuerdo que tuve ese pensamiento- sus manos en mis nalgas me movían; mientras disfrutaba de mis gestos de placer, yo colgada de su cuello, gemía y gritaba percibiendo que llegaba mi orgasmo. Así fue, acabé,  entonces  me alzó, yo seguía enroscada a su cintura y empalada en su pija, apoyó mi espalda contra la pared sosteniéndome de mi cola, clavándomela con fuerza hasta inundarme con su lechita. Me llevó hasta el sofá y allí me depositó, pasó sus rodillas a cada lado de mi cintura, se sentó sobre mi pancita y empezó a manosear mis tetas, mientras acercaba su pija a mi boca. Cuando ya la cabeza rozaba mis labios, comencé a chupársela sintiendo el gusto de las últimas gotitas de su licor seminal. Poco a poco se fue hinchando en mi boca, se recostó a mi lado, pidiendo que siga chupándosela. Así lo hice. Cuando la tuvo bien durita otra vez, me colocó en cuatro patitas y volvió a penetrarme, me cogió de todas formas, haciéndome acabar dos veces más antes de llegar a su segundo polvito. Fueron cuatro horas de sexo, después de eso llamó a su mama y le anunció que los compañeros se habían ido, pero que una compañera se quedaría a cenar. 


autor: maria teresa

3 comentarios - licor seminal

mdqpablo +1
Qud buena experiencia , muy buen relato dejamos pts que nos quedaron
Javimar1891 +1
Excelente, me llevaré a ese momento. Van puntos
rom123lopz +1
Corto pero excelente redacción, muy bueno!