Trio con mis vecinas -lésbico-

Candy… Kim… y alguien más.

Lo más divertido de irse a vivir sola es que ya no tendría que ser molestada por las cosas de mis padres y sus tontas peleas con mis tíos por la herencia de mi abuela, de modo que sí, me hacía muy bien tener un cambio de aires. Además necesitaba de la soledad que da un buen departamento para concentrarme en mis estudios de arquitectura, que dicho sea de paso, papá estuvo completamente en desacuerdo de que eligiera esa carrera porque consideraba que las chicas nunca podrían ser tan buenas en esto como los hombres. Menuda chorrada.
Me apresuré a bajar mis cosas del taxi. Algunos de los pocos muebles que había ordenado a la mudanza traer ya estaban esperándome en mi pieza, de modo que conmigo sólo había traído algunos cachivaches como cajas llenas de recuerdos, libros, fotografías y mis libretas de cuentos, que solía escribir desde que estaba en la secundaria. Siempre he tenido una buena imaginación para ponerme a divagar en cosas sin importancia.
De niña soñaba con unicornios y castillos llenos de príncipes valerosos y guapos. En mi adolescencia temprana, esos príncipes cambiaron por princesas y en algún punto me vi rodeada de un montón de relatos donde las principales protagonistas eran dos mujeres profesándose amor. Y me di cuenta de que me gustaba y que estaba bien sentir ese gusto por el mismo sexo, que tan poco aceptado era en la sociedad. Por suerte (o no tanta) todas esas fantasías no habían salido del papel.
—Hola ¿te ayudo?
Levanté la vista. Era una muchacha sumamente atractiva, universitaria si es que calculaba bien. Llevaba una blusa delgada y unos shorts de mezclilla. Tenía unas piernas blancas, algo delgadas pero con muy bonita forma y mostraba una sonrisa por demás amistosa rematada por labios carnosos y ojos cafés.
—Eh… sí. Gracias.
—Me llamo Kim ¿y tú?
—Noah.
—Ah, qué lindo nombre.
Bien. Ya había hecho una guapa amiga para comenzar. La tal Kim me ayudó a subir todas mis cajas hasta mi departamento. Era muy buena conversadora también, porque se la pasó preguntándome cosas sobre mi vida personal.
—¿Tienes novio? Debe ser duro dejar atrás a tus amigos ¿a qué escuela irás? ¿qué estudiarás? ¿verdad que este edificio es muy bonito? Ah, me gusta el color de tus ojos, tienes muy buen tono de cabello.
Yo apenas podía responderle al ritmo que me entrevistaba, como si ella fuera la casera y se estuviera asegurando de que en su edificio no se quedara una especie de maniática homicida o algo similar. Sin embargo no me estaba resultando nada mala su compañía porque podía disfrutar de su bonita figura. Yo era una amante de las mujeres, aunque bastante tímida como para abordar a una y pedirle salir. Sí, claro, a veces tenía pensamientos pervertidos, pero por lo general la idea de tener una novia me seducía mucho. Ya mi madre había dicho que la mujer es el símbolo por excelencia de amor, maternidad y delicadeza, así que ¿por qué no tener una así a mi lado?
—¡Fiu! Al fin terminamos, Noah. Bienvenida al edificio. Espero que te sientas cómoda y…
—¡Kim! ¡ya vine!
Miramos al mismos sitio. Subiendo las escaleras venía una preciosa chica pelirroja. Casi se me cayó el alma a los pies, porque era muy guapa. La piel lechosa, los ojos de un profundo color ámbar y el pecho más firme y prominente que jamás hubiese visto, y por la forma en la que sus pequeños pezones se levantaban contra la delgada tela de su blusa, me dio la impresión de que no estaba usando un corpiño. No la culpaba. El calor aquí era terrible como para andar vistiendo más ropa de la necesaria.
—¡Ah, Candy! —sonrió efusivamente Kim —. Mira, tenemos una nueva vecina.
—Hola, me llamo Noah.
—Candance, pero me dicen Candy. Piensan que soy tan dulce como un caramelo o algo así.
Al estrechar nuestras manos, sólo quizá fue por mi imaginación, pero sentí que me apretaba con más fuerza de la usual los dedos.
—Bueno, bienvenida. Yo vivo aquí al lado con Kim.
—¿Ah, sí? ¿Son compañeras de piso o algo así?
Las dos chicas se rieron, nerviosas.
—Mas o menos. Si necesitas algo pídelo ¿vale?
—Sí, claro —reí un poco avergonzada —. Una taza de azúcar tal vez más tarde.
—Ah, bien.
—Adiós, Noah —dijo Kim cuando le cruzó un brazo por la espalda a Candy y las dos se fueron muy juntitas a su departamento. Yo me había quedado sudando, pensando qué había venido a caer directamente al paraíso.
Más tarde, luego de darme una ducha, salí del departamento para recorrer el edificio y ver donde estaba la lavandería, el correo y hacer algo de amistad con los otros vecinos que me pudiera encontrar. No es que fuera una necesitada de atención, pero era mejor conocer mi entorno y quizá podría hacer algún otro amigo además de Kim.
Me encontré con ella unos pisos más abajo, en el cuarto de lavado, y para mi sorpresa no estaba sola. Quise saludarle, pero me congelé al ver que ella estaba sentada sobre una de las lavadoras, y que le rodeaba con los brazos el cuello de Candy. Las dos se estaban comiendo a besos como si no hubiera un mañana, e incluso los chasquidos de sus labios resultaban para mí escandalosamente deliciosos. No era la primera vez que veía mujeres besarse, pero de cerca, con dos chicas tan lindas, sin duda era un espectáculo que no me permitió darme media vuelta, así que me quedé en el marco de la puerta viendo como las manos de Kim bajaban del cuello a las caderas de su novia, y luego le tiraban la blusa un poco hacia arriba como en un intento de quitárselo. La curvatura de Candy era increíblemente definida y perfecta. Luego Kim hundió las manos dentro de la ropa y por la posición en la que estaba, noté que le estaría acariciando los pechos a la pelirroja. Ésta última rió.
—Ya, mi amor. Tranquila. Estamos a la vista de cualquiera.
—Lo siento. Te tengo un poco de ganas.
—Sí, pero lo haremos más tarde.
Se dieron un beso más y continuaron con sus cosas. Yo tragué saliva ¿qué podría hacer? Esperé a que pasara un rato y entonces salí de mi escondite fingiendo que nada había pasado.
—Hola, chicas. ¿lavando?
—Ah, ¿qué tal, Noah? —fue lo que respondió Kim y me saludó con un coqueto beso en la mejilla.
—¿Exploras el edificio, chica nueva?
—Sí, Candy. Sólo paseaba para ver qué hay por aquí.
—Mas tarde vamos a cenar comida tailandesa ¿vienes?
—Mmm… —miré a Kim como buscando su aprobación. No es que me importara, pero hacer mal trío no era lo mío.
—Sí, ven. Así podremos conocernos mejor —sugirió la pequeña de Kim.
—Bueno, si insisten allí estaré. Las veo más tarde. Subiré a… hacer algo.
Y me fui de allí a pensar en lo que había visto, a divertirme con la imagen de esas dos comiéndose a besos y me pareció de lo más romántico. Consulté varias veces el reloj, esperando el momento de reunirme con ellas porque quería saber si podrían darse al menos un beso para mí. Quizá les preguntaría sobre su relación, o sacaría el tema poco a poco.
Luego me calmé. Estaba pensando demasiado rápido. ¿Qué pasaba conmigo?
Cuando dio la hora de la cena, fui a su departamento. Me abrió la hermosa de Candy, que llevaba unos shorts deportivos muy cortos y una blusa ceñida a su perfecto busto. No pude evitarlo, y pareciendo un chico, mi vista se le fue al canalito que se le formaba entre los pechos. Ella se rió candorosamente.
—Pasa, deja de mirarme las tetas.
—Ah… perdón —dije totalmente ruborizada.
Su departamento era muy bonito, bastante femenino en comparación con el mío, con las paredes pintadas de un alegre tono amarillo, pisos enlosados muy limpios y un delicioso clima templado gracias al aire acondicionado. Candy iba llevándome y desde atrás pude ver que en la zona lumbar tenía el tatuaje de una mariposa decorada con brillantes colores verdes y anaranjados. En su piel lechosa resaltaba muy bien.
Cuando vi a Kim, suspiré de encanto. Llevaba una falda corta y una blusa blanca algo transparente, de modo que se le notaba el sujetador negro. Iba recién bañada, pues su pelo todavía húmedo se le pegaba a la cara. Estaba poniendo los platos en la mesa y cuando nos vio llegar, me saludó con un confortable beso en la mejilla.
—Bueno, vamos a cenar, que la comida ya llegó.
Durante un rato me mantuve a la defensiva, esperando a que cualquiera de las dos sacara algún tema raro de conversación. No sucedió así. Después de media hora, las chicas no resultaron ser más que unas amigables vecinas invitando a la nueva a cenar. Kim era la más social de las tres, mientras que Candy, algo más reservada, se limitaba a beber de su jugo, a sonreírme y a responder a nuestros comentarios de una forma sutil y elegante. Era como una refinada señorita de la realeza.
—Y… bien —dijo Kim —. Tienes suerte de ir a la escuela de arquitectos. He oído de mis amigas que hay chicos muy guapos allí.
—¿Sí?
—Siempre y cuando estés interesada en ellos —comentó Candy, y yo noté que estaba tanteando el terreno, así que hice una pregunta escandalosa para ellas.
—¿Tienen novio?
Las dos se miraron y se rieron encantadoramente. Yo no pude hacer más que sonrojarme y no por vergüenza, sino por lo bonitas que eran.
—Mmm. Tenemos pareja, pero no como piensas. —bromeó Kim.
—Nosotras vivimos juntas porque somos… pareja —. La sonrisa de Candy se hizo más cautelosa y me miró como si evaluara mi reacción. Dado que no pude esconder mis mejillas coloradas, levanté mi vaso y brindé.
—Por el lesbianismo.
Eso hizo que Candy se relajara.
— No tienes problemas ¿verdad? Siendo tus… futuras amigas, claro, si es que quieres.
—¿Ah? No se preocupen —y aquí iba yo —. De hecho yo también lo soy.
Kim se mostró muy interesada a como pude ver por su lenguaje corporal. Se irguió y se alisó el cabello. Su novia ladeó la cabeza con una expresión dudosa.
—¿De verdad?
—Pues sí. Aunque no he tenido novia, me atraen mucho las chicas.
—¿Alguna de nosotras te gusta? —se atrevió a preguntar la guapa de Kim con una coqueta sonrisa. Dado que las dos me miraban con interés, no pude mentirles.
—Bueno, sí. Creo que por igual ustedes son hermosas.
A Candy le gustó la respuesta. Kim me guiñó un ojo. Estaba coqueteándome, y frente a su novia eso podría ser algo peligroso.
—¿Y… has experimentado con alguna chica, aunque no fuese tu novia? Cosa de una noche o algo así —se aventuró Candance, echándose un mechón de pelo tras la oreja.
—No. Sólo he fantaseado, pero no tengo la suerte de haber compartido la cama con una chica. Quisiera, pero soy un poco tímida como para tomar la iniciativa y hacerle el amor.
Las dos guardaron silencio un rato, lapso en el cual me hundí en mi silla y me arrepentí de haber contado semejante secreto. Bien pude haberles dicho que era la mujer más lesbiana del mundo y que tenía un montón de conquistas en mi repertorio. Sin embargo no pareció importarles. Candy se levantó. Le tocó el hombro a su novia y las dos se fueron a un cuarto. Pasados unos minutos Kim asomó la cabeza.
—Ven.
—¿Qué?
—Ven. Queremos hablarte.
El pecho me dio un brinco. ¿Podría ser que…? Me levanté. Me temblaban las piernas. Al entrar, vi que Candy estaba sentada en la cama, con sus fabulosas piernas cruzadas en un gesto sexy. Su novia se sentó al lado.
—¿Qué pasa?
—Pues… dado que tú eres como nosotras, y no te vayas a ofender, pero he hablado con Kim y… nos preguntábamos si tú quisieras… si tienes ganas, cuando gustes, por supuesto, de participar con nosotras en un trío.
—¿Trío de qué o qué?
Kim soltó una carcajada.
—Sexo entre las tres.
Me atraganté con mi propia saliva. Las piernas ahora sí que se me iban a derrumbar.
—¿Las… tres?
—Bueno, no te voy a dejar con Candy, y yo tampoco quiero hacerlo sola. Así que si estás de acuerdo… si no, no volveremos a tocar el tema.
Me mordí el labio y miré en derredor. Todo lo que necesitábamos estaba allí: la cama, las almohadas, dos hermosas mujeres dispuestas a darme mi primera vez. Yo… yo ¿cómo negarse? Es decir, lo había estado deseando ¿verdad? Pero… ellas eran pareja. Novias. Se amaban ¿de verdad estaba bien meterme en la relación? Vale que sexo es sexo, sin embargo… no lo sé.
—Puedes pensarlo con calma —dijo la guapa de Candy y se descruzó de piernas. Luego se me acercó tanto que sus pechos se tocaron con los mios. Fue un delicioso contacto —. Podemos oír tu respuesta después. Si gustas, claro. Nosotras llevamos tres años de relación y… pues creímos que sería buena idea divertirnos con alguien más. No es que vayamos a ser infieles o algo así. Sólo que todas las otras chicas que conocemos son muy… duras. Tú eres como un panecillo.
Eso me halagó y me confundió a la vez. Suspiré.
—¿Lo estás considerando? —preguntó Candance y me tocó la cara con la mejilla. Sólo con eso, sólo con su tacto y la promesa de ver sus impresionantes pechos y tenerlos para mí… fue suficiente.
—Qui… quiero hacerlo.
—¿Ahora?
—¿Se… puede?
Eso le resultó muy satisfactorio. Me tomó de la mano y me llevó a la cama. Como ella había sido quizá la de la idea, pensó en que sería bueno que fuera la primera en tomar la iniciativa, así que se recostó cómodamente. Yo me senté. Kim, a mi lado, se inclinó y le dio un cariñoso beso en la boca a su novia. Ambas se sonrieron tan enamoradas que me sentí sumamente conmovida de que me permitieran participar.
—Dame la mano, Noah.
—Sí, ten.
—Inclínate un poco sobre Candy.
Guió mi mano para que la pusiera entre las piernas de la pelirroja, por encima de la ropa. Acostada, Candy lucía tan guapa como un ángel. Me recliné sobre ella muy lentamente. Sus brazos me envolvieron el cuello y me atrajeron a sus labios. Cuando los besé, todo mi cuerpo se llenó de endorfinas y de adrenalina. Era la primera chica a la que besaba de verdad, y la irrupción de su lengua me hizo estremecer.
—Frótala un poco —pidió Kim y movió mi mano, que estaba haciendo presión sobre la vagina de su novia. Tragué saliva y lo empecé a hacer despacio. Mientras los labios de Candy continuaban jugando con los mios.
—Así… despacio.
Me despegué un poco, justo para ver cómo Kim se desnudaba. Primero desabrochó su falda, que cayó suavemente. Luego se despojó de la blusa y del sostén. Sus pechos eran preciosos, no tan grandes como los de Candy, pero con pezones rosados, y su vagina se veía igual de deliciosa. Yo volví a tragar saliva, momento en el que Candy me volvió a dirigir a su boca. Olvidé mover mi mano, así que lo hice y le arranqué el primer suspiro auténtico. No podía dejar de besarla. Era una sensación exquisita. Me concentré en ello hasta que casi sentí que éramos las únicas. Sin embargo me alarmé un poco cuando alguien intentó quitarme los pantalones. Se trataba de Kim.
—Tienes que desnudarte también.
—Claro.
Más rápido de lo que creí, me empecé a quitar el cinturón. Kim estaba sentadita y se mordía el labio con coquetería. Candy me miraba con una sonrisa de diversión por lo torpe que estaba siendo. Me quedé sólo con las bragas. Ellas se rieron porque tenían dibujos de Hello Kitty.
—¿Qué? No soy una niña pequeña.
—Nunca dijimos que no —. Candy se relamió los labios y se quitó la blusa. Sus pechos, por todos los cielos, eran espectaculares, de puntitas un poco más oscuras que las de su novia — ¿por qué no los pruebas?
—Será un… gusto —fue todo lo que pude decir y con mucho cuidado, casi con miedo, le pasé la lengua por la superficie de su busto. Era la piel más suave y caliente que había probado. Cerré los ojos cuando me llevé unos de sus pezones a la boca y lo succioné como había visto hacer en las películas eróticas que una vez vi en la televisión.
Mientras tanto Kim se fue de mi lado y sentí como me empezaba a quitar las bragas. Yo apreté los párpados. ¡qué pena!
—Mm. Tengo una mejor idea —dijo la chica y me dejó las pantys a medio bajar. Se colocó al lado de su novia y le empezó a tantear con la punta de la lengua el otro pecho. Durante un rato las dos nos mantuvimos pegadas a los atributos de Candy, cada una jugando con una puntita diferente, mordisqueándola y succionándola. A veces las juntábamos y pasábamos la lengua tan cerca la una de la otra que me fundía con ella en un húmedo beso.
—Terminaré de desnudarte —Candy se levantó. Ahora fue Kim quien se recostó con las piernas levemente abiertas y se empezó a tocar los pechos con mucho cuidado. Mientras tanto, yo apoyé la espalda contra la pared y me quité la blusa y el sujetador. Candance se encargó de quitarme lo que quedaba de mis pantys, y cuando me tuvo desnuda, no hizo comentario alguno y me besó. Luego señaló a Kim con la mirada — ¿has probado una vagina?
—Nunca.
—Prueba la de Kim. Ya está lo suficientemente húmeda.
—¿Está bien? Es decir… es tu…
—Oye, relájate. Estamos haciendo esto por acuerdo ¿verdad?
—Sí, claro. Perdón.
Me posicioné con algo de recato. Kim no tuvo el más mínimo y con una sonrisa abrió completamente las piernas. A mi lado, Candy me pasó el cabello tras las orejas y me empujó suavemente la cabeza. Yo seguí el movimiento. Cerré los ojos y hundí la boca en el coño que me ofrecían, y demás está decir que nada más sentir sus pliegues con mi lengua, una oleada de placer me embriagó y no pude dejar de lamer de ella, de recoger la gran cantidad de jugos que brotaban. Me sentí enervada y llevada por un placer tan intenso que casi pude haber tenido mi orgasmo por el simple hecho de hacer lo que estaba haciendo. Me alejé un poco para ver mejor y busqué su clítoris. Ahí la mordí suavemente, tocándolo apenitas con la punta de mis dientes y luego, engulléndolo con mi boca. Busqué su entrada, y como poseída, traté de tocar su interior con mi lengua. Eso logró que Kim gimiera con una vocecita tan tierna que me llenó el corazón de felicidad.
Era la primera vez. Mi primera vez y lo estaba disfrutando tanto que no me quería parar hasta darle las gracias con un orgasmo fantástico. Miré a Candy. Ella estaba echada a un lado de su novia, quien la masturbaba y la besaba al mismo tiempo. ¡Carajo! Tenía ambas vaginas para mí. Cambié entonces a la de Candy y también la probé. Se sentía algo diferente. No pude decir qué. Quizá el sabor variaba, pero era igual de deliciosa.
—No lo haces tan mal para ser una novata —dijo Candy en medio de un gemido.
Kim se incorporó. Me tomó de la mano y con cuidado hizo que introdujera dos dedos dentro del coño de Candance. ¿cómo no se me había ocurrido? Por dentro ella hervía, con la pasión corriéndole por las venas, y una húmeda sensación al sentir cómo se mojaba más por la irrupción de mis dedos. Los puse en forma de gancho y tiré poco a poco, rasgándole estragos de placer, subiéndola a un goce tan espectacular que la pelirroja empezó a retorcer las caderas, haciendo que con ello su entrada se restregara más contra mi boca.
—Oh… sí, así está bien, Noah. Más profundo ¿puedes?
—¿Así?
—Sí. Está bien. ¿te está gustando? Podemos parar si…
Me reí.
—¿Parar? No, gracias.
Las novias se miraron sonrientes.
—Ven aquí, mi amor —obedeciendo al llamado de la pelirroja, Kim se apresuró a poner su trasero al alcance de la boca de la otra mujer. Era el primer 69 que veía en vivo, y la cara de gatita que puso Kim cuando su novia irrumpió entre sus pliegues fue tan deliciosa que me incliné para besarla con el sabor de los propios jugos de Candance.
—¿Y si la relamemos entre las dos? —sugirió, y acto seguido tanto su lengua como la mía estaban comiendo del mismo sitio, limpiándolo de los dulces néctares que lubricaban a Candy. Yo era la que tenía el placer de penetrarla con mis dedos, pero en un momento su novia también introdujo uno, lo que aumentó la presión en el interior e hizo que la pelirroja soltara unos gemidos en combinación de dolor y placer. Traviesas, las dos nos reímos y compartimos un beso francés de lo más húmedo.
—¿Te gustaría intentarlo?
— Claro. Me encantaría.
—¿A quién quieres?
—Mmm. A… Candy.
Ella pareció alegre por eso. Yo me recosté y separé las piernas. En un dos por tres, Candance dejó caer su formidable vagina sobre mi cara. Juro que nunca había experimentado algo más erótico en toda mi vida, así que cuando la tuve a mi alcance, empecé a lamer con renovadas fuerzas. Mientras tanto podía sentir sus dedos en mi propio coño.
—Kim, tú sepáralos un poco.
—Es virgen —dijo la chica.
—Porque nunca ha tenido relaciones, tonta. Claro que es virgen.
—Virginidad… —mencionó Kim soñadora —. Había olvidado que es eso.
Me reí pero no les hice mucho caso y me dediqué a lo mío. Dejé de chupar un rato después, sólo para ver cómo poco a poco la vagina de Candy volvía a humedecerse Entonces con más fuerzas que antes, me enfrascaba en ella.
—Mete unos dedos si gustas, cariño.
—Claro —no me lo dijo dos veces, y me deleité de nuevo con ese calorcito tan especial que se propagaba desde su interior hasta mis nervios y metía a mi cerebro en un mar de placer. Incluso sonreí cuando sentí dos diferentes lenguas recorriéndome los pliegues del coño, jugando con mi clítoris y presionando suavemente mi himen, que guardaba mi último tesoro virginal.
—¿Quieres que alguna de nosotras te desvirgue? —preguntó Kim.
—No seas tonta —de repente la voz de Candy se puso seria —. Escucha, Noah. Esto sólo es diversión para nosotras y una nueva experiencia para ti, pero quitarte la virginidad no nos corresponde ¿vale? Tienes que hallar a alguien a quien ames. Quedan pocas chicas vírgenes a tu edad.
No supe si tomarme eso como un cumplido o no. El punto es que fuera de todo, ella tenía razón. Aunque el sexo estaba yendo muy bien, toda mi familia me había enseñado que sólo se pierde una vez la virginidad, y la verdad yo era una especie de sentimental a la que le gustaban las primeras veces. Por ejemplo, mi primer beso fue con mi mejor amigo, y mi primera mascota fue un gatito que hallé en la calle. El punto es que quería ser desvirgada por el amor de mi vida. No por ellas. Asentí orgullosa. Al menos tenía un poco de principios ¿verdad?
Volví a mi tarea de comerle el coño a Candy.
Poco después ella se quitó, y Kim ocupó su lugar. Mientras tanto la lengua de Candance hacia maravillas.
—¿Quieres probar mis pechos?
—Sí.
Kim se giró y se puso a horcajadas sobre mí. Sus hermosos pezones quedaron a mi alcance, y no dudé nada en tomarlos, apretarlos y metérmelos a la boca para disfrutar de su textura dura debido a la excitación. Candy me abrió más las piernas y lamió con renovadas fuerzas, masturbándome con tanto energía como pudo. Entonces lo sentí venir. Mi primer orgasmo. Sin duda.
—¡Se va a correr! —exclamó Kim y se fue a mi entrepierna. Allí las dos chicas pegaron su boca a mi vagina.
En serio. Dos lenguas lamiendo el mismo punto fue como tirar un cerillo en un tanque de gasolina. Tuve un orgasmo de proporciones apocalípticas, como si el mundo se partiera en dos. Arqueé la espalda. Gemí y hasta lloré de gusto cuando toda esa descarga de electricidad viajó una y otra y otra vez por todos mis nervios. Vi estrellas, galaxias, planetas, ¡joder! ¡qué fabulosa sensación! Y a pesar de que ya me había terminado, ellas siguieron un rato más entre mis piernas.
Acariciaban mis muslos, me besaban las rodillas. Ambas subieron con sus lenguas por mi abdomen y cada una se enfrascó con mis pechos de una forma salvajemente exquisita. Dos bocas mordiéndome los pezones era algo antinatural y tan extraño y placentero que jadeé de mero placer. Después las tres unimos nuestras bocas en un beso tan diferente, sexy, casi sucio, hablando en términos sexuales. Pude sentir mi sabor en sus labios, y me gustó.
Luego las dos chicas se quedaron a mis costados. Candy a mi derecha, pasándole la lengua a mis pechos y masturbándome con una mano, y Kim, más tierna que una gatita, parecía dormir con una suave sonrisa.
En algún punto en medio de las vaginales caricias de Candance, me quedé dormida.

Al despertarme, las dos chicas seguían a mi lado.
—No fue un sueño… —musité, y antes de que una se despertara, me incliné hacia Candy y empecé a besarla hasta que abrió los ojos.
—¿Te gustó?
—Me encantó, gracias.
Ella sonrió como una conejita feliz.
—Para eso están las vecinas.
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Soy nueva, así que si les ha gustado,, comenten para más xD saludos!

7 comentarios - Trio con mis vecinas -lésbico-

PepeluRui +1
Qué envidia quién pudiera estar con ellas. Favorito y 10 puntos merecidos.
Alana099
Muchas gracias, Pepe. Te mando un beso por tu comentario
amigolo +1
Excelente relato. Van 10+. Les invitamos a pasar por nuestros posts para saber su opinión.
Alana099 +1
Claro, y muchas gracias por comentar
guilledavid30 +1
Excelente relato!!! Me excitante hasta la médula
Alana099 +1
Me alegra saberlo. TE mando un beso y gracias por leer
rayo23910
excelente me gusto mucho espero mas relatos
Christi_733
Deberías hacer una secuela de esto
Quiza a Candace lactando 😛🤭