Harry Potter 3

¡Bienvenid@ a la tercera parte de la ruta de Eros!
El capítulo anterior inició por fin la siempre esperada estancia en La Madriguera, y allí continuamos en estos capítulos 4 y 5. Como ya he dicho, la historia y las partes más explícitas se van combinando de forma distinta en cada uno de ellos. De todas formas, si os gustaría leer más de una u otra cosa en el futuro no dudéis en pedirlo.
TODOS LOS PERSONAJES SON MAYORES DE EDAD



Espero que la disfrutes.



4. Cielo
A la mañana siguiente, Harry se despertó tarde, cansado por lo que había ocurrido la noche anterior, y ya no quedaba nadie en la cocina cuando se dispuso a desayunar lo que habían dejado los demás. Mientras comía unas salchichas frías con algo de zumo de calabaza, escuchó unos pasos que venían de la escalera.

Buenos días, dormilón -escuchó decir a Hermione, que se acercó para darle un beso en la mejilla apoyándole los pechos en la espalda-. ¿Has dormido mal?
Ho-hola Herm. No es eso, simplemente tenía muchas cosas en la cabeza y me costó quedarme dormido.
Ya me imagino -sonrió Hermione-. Pues te has perdido la excursión al río, se ha ido toda la familia.

Harry se fijó en que su amiga todavía llevaba puesto el camisón blanco con el que dormía. Aunque era holgado, dejaba poco a la imaginación, y el joven mago tuvo que distraerse mirando por la ventana para no quedarse con los ojos fijos en las largas piernas de Hermione.

¿Y tú qué haces aquí? No soy el único con problemas de sueño, por lo que veo.
No es que haya dormido mucho, la verdad -dijo Hermione con la mirada fija en las nubes que se veían por la ventana y una sonrisa en la cara-, pero prometí a Fleur que la iba a acompañar a hacer ejercicio esta tarde.
Si queréis puedo ir con vosotras, nunca está de más algo de deporte.
¡Claro! Genial, luego se lo decimos. Por otra parte, ya que estamos aquí, me gustaría hablar contigo a solas.
Sin problema, ¿qué tal si vamos a dar una vuelta por los alrededores para que no nos interrumpan?

Hermione salió por la puerta con Harry intentando levantar la vista para no quedarse viendo el culo de su compañera. Quería arreglar las cosas, y eso sólo iba a empeorarlo. No se reconocía a sí mismo con esa actitud. Después de un rato caminando por el jardín, Hermione empezó:

Mira, Harry, no sé muy bien cómo decirte esto. Supongo que me habrás notado extraña estos últimos meses, y creo que los dos sabemos por qué.
Supongo que sí. Es algo que me duele mucho, no quiero perder la amistad que tenemos.
¡Exacto! Yo pienso lo mismo, y quiero hacer todo lo posible para que no ocurra. Voy a ser clara -dijo Hermione seria-. ¿Tengo algo de culpa en que Ginny y tú lo hayáis dejado?

Harry no se esperaba una pregunta tan directa, y balbuceó al responder.

¿Qué? No, ¿por qué...? ¿Por qué ibas a tener culpa de algo? Es una cosa nuestra, por eso no te preocupes.
Harry, me conoces desde hace muchos años. Deberías saber que no soy tan tonta. Lo dejasteis tras esa noche en la biblioteca. Algo pasó, pero no acabo de entenderlo. Había algo raro en el ambiente.
Es cierto que lo dejamos al día siguiente, pero en ningún caso es culpa tuya. A Ginny le sentó mal que me quedara viendo para ti, no me quiso ni escuchar.
¿Dices que Ginny te dejó porque te vio mirarme?
Digamos que vio... -no sabía cómo decírselo-. Vio que me estaba fijando en una parte en concreto de ti -respondió avergonzado Harry.

Hermione bajó su mirada y, tras un segundo, volvió a subirla a los ojos de Harry.

Sois lo peor, de verdad. Son sólo dos pedazos de carne -dijo Hermione riéndose-. No me puedo creer que sólo por eso te haya dejado, hay algo que no me estás contando.
Hermione, esto me da mucha vergüenza -dijo Harry ruborizándose.
No creo que sea peor que decirle a tu mejor amiga que no paras de verle las tetas -rio Hermione.
Yo no he dicho... -Harry miró a Hermione, que se reía-. Vale, deberíamos ser sinceros, así que ahí va. Ginny estaba... jugando conmigo bajo la mesa, y vio cómo tenía la vista fija en tu pecho justo en el momento en que...

Hermione puso cara de sorpresa y bajó los ojos un instante a la entrepierna de Harry.

Vaya, Harry. No os habría imaginado haciendo esas cosas, ¡y delante mía! -dijo Hermione con una risa nerviosa-. O sea que te corriste mientras veías hacia mí, ¿o te corriste porque viste...? ¡No, no! Perdona, no respondas eso, no tiene sentido que te lo haya preguntado, lo siento -dijo apresurada.
Ver tus tetas saliendo de ese jersey hizo que no pudiera aguantar más. Queremos ser sinceros, ¿verdad? Eso es lo que ocurrió. No tiene mucho más.
Vaya, así que... -Hermione no sabía qué responder a eso-. Gracias por habérmelo contado, ahora lo entiendo mejor. Voy a hablar con Ginny cuando vuelva, es lo mínimo que puedo hacer. No deja de ser una niñería, ¿verdad?
Puede, aunque a ella no se lo pareció. Siento mucho todo lo que ha pasado, Hermione.
No pasa nada, lo entiendo. Creo que a partir de ahora todo va a volver a la normalidad, al menos mientras sigamos siendo sinceros, ¿verdad? -dijo la chica sonriendo.
Desde luego, no hay nada que pueda desear más. ¡Por los viejos tiempos!
¡Por los viejos tiempos!

Harry se adelantó para abrazar a su amiga. Ambos sonreían. El mago estaba muy feliz por haber arreglado las cosas. El abrazo se prolongó por más de un minuto. Harry podía sentir la cabeza de su amiga apoyada en su pecho y la opresión de sus enormes tetas en el torso. Intentó luchar contra sus instintos pero fue inútil. Maldijo en su cabeza la poca experiencia que tenía con las chicas, y la erección fue aumentando rápidamente. Pronto ejerció presión contra el vientre de Hermione, que esta vez no intentó alejarse. Cuando se apartaron, su amiga se quedó viendo el bulto en los pantalones de Harry y, para sorpresa de éste, se rio y dijo:

Quizá deberíamos trabajar un poco el tema de que intentes empalarme cada vez que me acerco a ti. No sé si a Ginny le hará mucha gracia.
Lo siento, esto es patético -respondió Harry intentando taparse.
No te preocupes, Harry -seguía riendo-. Te pedí sinceridad, y no hay forma de que me mientas estando... así. Volvamos antes de que dejes esos pantalones blancos.
Serás... -rio Harry, mientras intentaba alcanzar a su amiga, que había echado a correr hacia La Madriguera.

Esa tarde, tras prepararse en su habitación, Harry vio a Fleur y Hermione calentando en el jardín, con conjuntos deportivos apretados que les marcaban perfectamente la figura. Harry no podía creerse su suerte cuando echaron a correr. Veía de reojo cómo botaban sus pechos a pesar de ir bien sujetos, y cuando podía se atrasaba un poco para dar un vistazo a sus magníficos traseros.

Fleur les contó sus planes de futuro. Bill había vuelto de Egipto para quedarse, y su idea era irse a vivir juntos a un pequeño apartamento en el centro de Londres. Parecía muy emocionada, pero Harry notó algo raro en su sonrisa. También les puso al tanto de lo que iba a ocurrir en Hogwarts ese año, que por primera vez iba a admitir alumnos de intercambio, entre los que se encontraba su hermana. Por supuesto, Hermione ya estaba enterada de todo, pero a Harry le resultó de lo más interesante saberlo, y se preguntó por qué no había ocurrido anteriormente.

Cuando terminaron, Hermione le pidió a Harry que le ayudase a mejorar con la escoba. Se despidieron de Fleur y fueron al cobertizo a recoger la Saeta de Fuego de Harry. Hermione montó en ella pero parecía no ser capaz de mantener el equilibrio. Apenas levantaba el vuelo volvía a caer.

Quizá me ayudaría montar con un profesional -dijo Hermione.

Harry accedió y subió a la parte trasera de su escoba, tratando de mantener la distancia con su amiga. Poco a poco fue dejando que ella controlase más la situación, y consiguió mantenerse estable a unos dos metros del suelo.

Ahora sigue subiendo, Hermione. ¡Lo estás haciendo genial!
Si sigo así no me voy a atrever, agárrala tú mejor -dijo la morena mientras se echaba hacia atrás en la escoba.

Hermione se acercó todo lo que pudo, hasta que su culo quedo enganchado entre las piernas de su amigo.

Me siento más segura si puedo sentir el palo de la escoba lo más cerca posible.

Harry no entendía a qué estaba jugando su amiga, pero no iba a darle muchas vueltas. Se enderezó en la escoba y atrajo más hacia sí a Hermione. Encajó su pene, ya bastante duro, entre los glúteos de su amiga y se echó hacia delante, apoyándose en su espalda.

A Harry le pareció oír un gemido cuando aceleró con la escoba. Su amiga le pedía mayor altura y velocidad a gritos, mientras que de forma más silenciosa, su trasero parecía pedir una sesión de sexo duro. Hermione parecía dispuesta a conseguir su objetivo moviendo su culo arriba y abajo a lo largo del miembro erecto de Harry. Ambos sabían lo que estaba ocurriendo, pero lo negarían a cualquiera que lo preguntase en el futuro. Lo que a ojos de los demás sería un simple entrenamiento con la escoba no se correspondía con lo empapada que estaba la ropa interior de Hermione y lo duro que estaba el pene de Harry.

Tras unos minutos en el aire, los gemidos de Hermione eran ya muy claros. Harry estaba muy caliente. Su amiga apretaba cada vez más su culo contra él, moviéndolo cada vez más rápido y permitiendo que los dos sexos hicieran todo el contacto posible. Hermione se quedó sin aliento cuando los últimos roces permitieron que notase el semen hinchando el rabo de su mejor amigo para que posteriormente estallase contra su culo. Oyó el suspiro de Harry y con una sonrisa de alivio dejó de moverse, satisfecha, aunque en cierto modo arrepentida por lo que había hecho.

Al aterrizar, hicieron como si nada hubiera ocurrido. Sólo había sido un vuelo de dos amigos.

Muchas gracias, Harry. Eres un gran profesor. Espero que me sigas enseñando en el futuro.
¡Claro! La próxima vez ya podrías ir sola.
Es posible, creo que estoy adquiriendo muchas habilidades últimamente.

5. Marionetas
Esa noche, Harry seguía sin poder conciliar el sueño. Pensaba en Ron, que ya se había marchado a su habitual ronda nocturna con Hermione, y sobre si la chica morena sería capaz de contarle algo de lo que había ocurrido aquel día. Además, esa noche Ron se quedaría a dormir con ella, puesto que sus padres se iban muy temprano a recoger a Ginny, que llegaba de Brasil, y no irían a despertarlos a sus habitaciones.

Tras muchas vueltas en la cama, decidió bajar a la cocina para prepararse una infusión que le ayudase a dormir. Le sorprendió ver que la luz estaba encendida. Al llegar, saludó a Molly.

Buenas noches, señora Weasley.
Hola Harry, ¿qué haces despierto? Esta noche Arthur está de guardia en el Ministerio, y todavía estoy dejando todo listo para la gran comida de mañana. ¡Por fin estaremos todos juntos! -dijo emocionada.
No consigo quedarme dormido. Si es posible, me gustaría ayudarla. Puede que me venga bien cansarme un poco -dijo Harry con una mueca.
¡No me voy a negar a un chico tan altruista! -rio Molly-. Podrías ir a por unas berenjenas al cobertizo.
Ahora mismo vuelvo.
Muchas gracias, cariño.

Harry salió por la puerta principal y recorrió el jardín hasta el cobertizo. Cuando volvía con las berenjenas se fijó en la luz que salía del cuarto de Bill. Pudo ver cómo contra la pared unas sombras se movían rítmicamente. No se escuchaba nada, pero Harry sólo pudo pensar que, por lo que se veía, Fleur compartía la afición de Hermione por las lecciones a cuatro patas.

Una vez de vuelta en la casa, Harry se acercó a la cocina y se detuvo en la puerta. Delante suya estaba la señora Weasley de rodillas limpiando el suelo. Desde su posición, Harry pudo ver cómo se había subido la falda. Ante sí tenía una vista directa del culo de la madre de su mejor amigo, cubierto únicamente por un tanga negro mucho más pequeño de lo que Harry podría haber imaginado nunca. Le sorprendió lo bien que conservaba su figura una mujer que había tenido ya 7 hijos. Mientras lo pensaba, Molly vio en el reflejo del horno al joven mago, y se dio la vuelta para darle las gracias. En ese momento se dio cuenta de lo que Harry estaba mirando. Se bajó la falda avergonzada y se levantó, algo colorada.

M-muchas gracias, Harry. Eres de gran ayuda. Puedes irte a dormir, ya me encargo del resto.
Me gustaría ayudar más, señora Weasley. No tengo sueño y es mucho trabajo para usted sola.
¿Seguro? Como quieras -respondió Molly algo aturdida.

Estuvieron casi una hora preparando el banquete del día siguiente, sin apenas hablar más que para dar y recibir instrucciones, hasta que Molly preguntó:

¿Te gustó lo que veías?
¿Las coles? Este año parecen más sabrosas -respondió Harry sin entender a qué se refería.
No me refiero a eso, sino a... Lo que veías antes tan fijamente.

Harry se puso como un tomate, no se podía pasar tanta vergüenza como en este momento.

Eh... Sólo veía como... limpiaba, señora Weasley -dijo, dubitativo
Sí, es cierto -dijo Molly echando una mirada al cuerpo de Harry-. Pero parecías más interesado en otra cosa.
N-no sé a qué se refiere -respondió Harry atemorizado.
¿Sabes de que color llevo la ropa interior?

Harry dudó antes de responder. No sabía qué pretendía esa mujer.

Negra, señora Weasley. Lo siento mucho -Harry se vio, de repente, lleno de valor-. Creía que era Fleur la que estaba en el suelo.
¿Fleur? ¿Por qué ibas a...? -comenzó Molly antes de darse cuenta del piropo.

A la señora Weasley le gustó lo que había dicho Harry. Le gustó mucho. Demasiado. Y el joven mago se dio cuenta enseguida, cuando vio cómo en apenas un par de segundos la madre de su exnovia, la madre de su mejor amigo y la persona que mejor le había tratado en ese mundo se agachaba, le bajaba el pantalón del pijama y se metía la mitad de su polla en la boca.

No fue consciente de lo que ocurría hasta unos segundos más tarde.

Señora Weasley, no podemos hacer esto... Uf... Si alguien nos viera...

La madre de Ron lo hizo callar poniéndole un dedo en los labios, sin dejar de lamer todo lo que estaba a su alcance. Harry notó cómo iba creciendo dentro de su boca, hasta el punto en el que la pelirroja ya no podía con todo, a pesar de sus esfuerzos y lo que parecía una garganta muy bien entrenada. Precisamente esa experiencia es lo que estaba haciendo a Harry muy difícil aguantar.

Ahora entendía de dónde había heredado esos labios tan carnosos Ginny. Parecían hechos específicamente para dar placer a un hombre. Lo que no cabe heredar es la técnica. A pesar de ser un inexperto, Harry podía notar perfectamente la diferencia. Ginny le ponía muchas ganas y le hizo disfrutar, pero no estaba cómoda con lo que hacía y demostraba ser una novata. La señora Weasley, no obstante, trabajaba con su boca como la mejor de las profesionales. Eso sólo lo daban las ganas de chupar y las miles de mamadas que había hecho en su vida.

Harry estaba disfrutando de una de las experiencias de su vida. Veía hacia el suelo y no se lo podía creer. Podía ver perfectamente la lujuria en los ojos de la señora Weasley mientras recorría una y otra vez su miembro, y todo ello justo encima de sus grandísimas tetas. Atribuyó su tamaño al hecho de haber tenido varios hijos, pero después pensó en Hermione y se dio cuenta de que no era necesario ser madre para que crecieran tanto.

Los labios de la señora Weasley seguían recorriendo todo su falo, alternándose con la lengua, cada vez a mayor ritmo. Tras dar por imposible la idea de meterse todo el rabo en la boca, Molly había agarrado la base del pene con una mano cálida y pajeaba a buen ritmo a Harry a la vez que chupaba una y otra vez todo lo que no cubrían sus dedos. El mago estaba en el cielo, ya no le importaba nada más que eso. Agarró su cabeza con una mano, preparándola para recibir toda la leche que se merecía por su trabajo. La idea de correrse en la boca de la madre de su mejor amigo lo excitó aún más.

¡Uf! Cómo la chupa, señora Weasley. Es usted una auténtica puta -Harry ya no se podía controlar-. Prepárese para su recompensa.

Harry estaba a punto de eyacular cuando Molly sacó la polla de Harry de su boca y, con hilos de saliva todavía conectándolas, dijo:

Oh, no, Harry. Yo estaba pensando en otra cosa -dijo, a la vez que le obligaba a tumbarse en el suelo.

La mujer pelirroja se puso encima y agarró el miembro de Harry, duro como el acero. Lo dirigió a su entrepierna rápidamente. Harry era virgen, pero estaba tan caliente que no le importaba que esa fuera su primera vez. La señora Weasley apartó la tela de su tanga para dejar entrar el rabo de Harry, que dirigía con la otra mano. Un instante después, Harry sintió como su glande hacía contacto con los labios vaginales de Molly y se abría paso a través de ellos para adentrarse en su coño caliente y húmedo. A pesar de los años de experiencia de la mujer, la polla de Harry era tan gorda que el camino parecía muy estrecho.

La señora Weasley dejó entrar muy despacio a Harry en su interior, disfrutando del rabo más grande que jamás había probado, hasta que notó cómo sus nalgas se apoyaban en las piernas del mejor amigo de su hijo. Deseó con todas sus fuerzas que el aparato de su marido tuviese ese tamaño.

Estaban en el momento ideal, unidos completamente y con cada centímetro de esa polla tan grande en su interior. Antes de empezar a botar, Molly subió la mirada al techo por instinto, y cuando empezó a bajarla vio que el reloj de la cocina indicaba que Arthur estaba en La Madriguera.

Al ver la cara de susto de Molly, Harry giró la cabeza y lo comprendió todo. Intentó levantarse pero la señora Weasley lo detuvo y le obligó a arrastrarse un metro a la derecha, todavía dentro de ella. El mago entendía nada.

Rápido, lo necesito -dijo apurada Molly-. Tenemos tiempo.
¡Pero señora Weasley, su marido...! -se detuvo para evitar un gemido. La pelirroja había empezado a follárselo sin pedir permiso, con una furia desmedida.

Harry había perdido todo el control. La señora Weasley le había tapado la boca con una mano mientras subía y bajaba a un ritmo endiablado, mordiéndose el labio y con los ojos cerrados. Podía ver perfectamente lo cachonda que estaba la mujer por su cara, pero sin duda era lo empapado que estaba su coño lo que lo aseguraba. No podía pensar mucho más allá de lo placentero que era sentir el paso de esa pedazo de mujer una y otra vez por su rabo.

Cuando subió el ritmo lo único que se le ocurrió fue agarrarse a algún sitio. Por suerte, en la señora Weasley tenía una buena solución, así que no dudó en aferrar cada una de sus manos al pecho correspondiente. A pesar de toda la ropa que llevaba puesta Molly, Harry pudo disfrutar de esas barbaridades de la naturaleza a través del delantal. Sus manos se hundieron en la inmensidad de los pechos, muy blandos y bien atrapados en un enorme sujetador que los cubría casi en su totalidad. No había sentido tal placer en su vida. La señora Weasley follaba como una posesa y lo estaba llevando al límite, con su culo chocando contra las piernas del mago cada vez más veces por minuto. Harry estaba intentando no irse en ese mismo instante, con la señora Weasley botando sobre él y con las manos ocupadas trasladándose por sus tetones cuando escuchó abrirse la puerta de la entrada.

¿Hola? -preguntó el señor Weasley.
Ho-hola cariño -respondió Molly entrecortadamente.

Harry ya había soltado las tetas de la señora Weasley, pero para su sorpresa, ésta no parecía tener intención de parar el tren. Siguió follándose a Harry mientras hablaba con su marido, que estaba ya en la puerta de la cocina.

¿Qué tal ha ido en el trabajo Arthur? -preguntó la mujer mientras botaba una y otra vez sobre Harry.
Bueno, hoy han abierto otro expediente relacionado con los productos que te enseñé el otro día. Tengo que tener más cuidado. ¿Qué estás haciendo, Molly? ¿No vas a darle un beso a tu querido marido?

Harry no entendía cómo el señor Weasley no se enteraba de nada, aunque sólo pudiese ver la cara de su mujer por encima de la encimera, pero le daba igual. Tenía las nalgas de la señora Weasley bien agarradas y ahora él acompañaba con sus embestidas el movimiento de la mujer. Harry no podía pensar con claridad con todo el morbo que le estaba dando la situación, al ver la cara de Molly intentando disimular.

Es-estoy preparando algunas cosas para mañana y el suelo está muy sucio, tengo que darle... muy... duro para que salga... Mmm -mintió Molly-. No se yo si merecerás ese beso. A lo mejor si te portas bien y te vas a la cama te llevas algo más -dijo con voz sensual.
Cariño, sabes que mañana tenemos que levantarnos pronto.
Co-como quieras, quizá haya algún hombre en esta casa que quiera el regalo en tu lugar. ¡Uff!
Sé que no serías capaz -rio Arthur-. Está bien, lo acepto. Necesito aliviar este estrés. Los de la oficina están cada vez más atentos.
-Bien, bien. Espérame arriba mi amor. Mmm -dijo Molly aumentando el ritmo de sus caderas-. Voy en un rato, cuando acabe de tomar la leche, que va a salir muy calentita.

La señora Weasley tenía razón. Tan pronto lo dijo, la polla de Harry engordó todavía más y cedió ante la última incursión en el coño de Molly, que se despedía de su marido mientras el chico que había cuidado cada verano desde que tenía 12 años se corría en su interior llenándola de semen, espasmo a espasmo. No podía más, tan pronto se marchó Arthur murmuró el hechizo insonorizador con un hilo de voz, dejando en silencio toda la cocina. Un segundo después se desahogaba, dejando salir a través de sus gritos el gran orgasmo que la situación le había provocado. Siguió casi un minuto hasta que sus gritos fueron bajando de intensidad, y se dejó caer sobre Harry.

Harry la vio levantarse, sacando su rabo ya flácido de su interior. El semen del mago le corría por las piernas cuando se puso en pie y se recolocó la ropa.

Hablaremos de esto mañana, Harry -Molly parecía avergonzada-. Buenas noches.
Buenas noches, señora Weasley.

Unos minutos después, Harry salió de la cocina, tras haber tomado un té. Al llegar al segundo piso, Harry escuchó ruido en la habitación de los padres de Ron. Acercó la oreja a la puerta en el momento en que la señora Weasley pedía a su marido entre gemidos que la castigase, que se había portado muy mal. Arthur nunca sabría cuánto.

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