Una charla de a tres...

En mi último relato del año pasado les contaba de un encuentro que tuve con Bruno y Fernando, dos ex amantes, el primero de ellos padre de mi hijo.
Nos vimos en la cena de fin de año de la empresa de mi marido. Por supuesto que cada uno estaba con su respectiva pareja, pero en algún momento coincidimos en la pista de baile. En esa clase de reuniones no resulta extraño que una mujer baile con dos hombres, o un hombre con dos mujeres, hasta incluso mujer con mujer. Nos conocemos todos y siempre fluye la mejor de las ondas cuando nos juntamos. Por eso se dió que en determinado momento estuviera bailando con los dos. No sé como pasó, pero de lo que sí estoy segura es que no fue casualidad. Luego me daría cuenta de que todo estaba fríamente calculado.
Ya cuando estuve con Fernando en su bulín de la calle Anchorena, me había resultado sospechosa su forma de abordarme. Como si supiera de la puta que llevo agazapada en mi interior. En ese momento se me había ocurrido que quizás Bruno le hubiese contado algo.
"No sabés lo puta que es la esposa de M..., me la cogí vuelta y vuelta y todavía quería más".
Entre hombres, sobre todo si son compañeros de trabajo, se cuentan todo. Más aún si el tema involucra mujeres. Pero se trataba tan solo de una sospecha, no tenía ninguna certeza de que fuera así, hasta que el cruce de esa noche me lo confirmó. Después de todo no estaba tan errada.
Los dos se me acercaron y aprovechándose del volumen de la música, me hablaron al oído.
-Estás muy linda Mary, siempre estás linda, pero esta noche brillás de una manera especial- me halaga Bruno.
-Quién fuera tu marido para llevarte a casa y darte lo que una mujer como vos se merece- lo secunda Fernando.
-Ojo que mi marido anda cerca y también sus esposas- les advierto tratando de evitar cualquier desliz.
-Tendríamos que hablar en algún otro lugar, entonces- proponen.
-¿Hablar? ¿Me equivoco o ustedes de lo que menos ganas tienen es de hablar?- me sonrío.
-Siempre tan perspicaz- asienten entre sonrisas cómplices.
-Y suponiendo que les creo eso de que quieren hablar- prosigo, mirando para uno y otro lado, asegurándome de que nadie nos escuche -¿En dónde "hablaríamos"?-
Puedo intuir la respuesta, pero aún así se los pregunto, para corroborar o refutar de una vez por todas mis sospechas.
-¿Te parece en Anchorena?- sugieren.
Cuando mencionan el bulín lo miro a Fernando, como recriminándole no haber sido más discreto con lo nuestro. Iba a decirle algo pero lo salva la campana, ya que justo en ese momento se acerca la esposa de otro de los contadores de la empresa y al grito de:
-Dejen de acosar a mi amiga ustedes dos- me agarra del brazo y me lleva hacia otro lugar de la pista en dónde se armó un grupo de solo mujeres.
Mientras me arrastra hacia ese torbellino de endorfinas desatadas, los miro a los dos y les hago un gesto como de resignación.
Sabía que me querían coger entre los dos, y la verdad es que más allá de los amoríos que tenía en ese momento con el doctor Valetta, la idea de tener un trío con dos de mis mejores " ex" me resultaba por demás seductora. Sin embargo durante el resto de la cena no tuvimos oportunidad de volver a cruzarnos, ellos estaban con sus esposas y yo con mi marido, por lo que no pudimos volver a hablar de lo que más nos interesaba. Ya estábamos con el Año Nuevo encima, las vacaciones, y así todo se fue posponiendo.
Ya casi me había olvidado de aquella propuesta indecente, cuando al volver de nuestro viaje, a los pocos días de empezar a trabajar, recibo un wasap de Fernando:
-¿Y la charla que dejamos pendiente?-
-¿Que charla?- me hago la distraída, aunque sé muy bien a qué se refiere.
-La de la cena de fin de año, la que tuvimos con Bruno-
-Ah, esa charla... La seguimos cuando quieras- le contesto desafiante.
-¿Te parece ésta noche?- me pregunta refiriéndose a la noche del último martes.
Hago un rápido repaso mental de mis actividades para esa tarde y de como zafar en casa. Son las dos de la tarde, puedo salir antes y así no complicarme tanto con las excusas. Ustedes que también son piratas saben que siempre es mejor aprovechar las horas laborales para las trampas. De esa forma nos ahorramos las sospechas en el hogar.
-Dale, pero mejor a la tarde, pasame a buscar a las cuatro por Corrientes y Medrano, te voy a estar esperando en la puerta del Galicia- le pongo, terminante, sin darle la posibilidad de que me corrija ni una sola coma.
Y como para que no queden dudas respecto a lo que involucra esa charla, le agrego al final:
-Saludos a Bruno-
Con todo ya arreglado, salgo temprano de la oficina, como siempre que debo atender un "asunto", aunque en este caso se trate de dos.
Fernando me pasa a buscar por dónde le dije, y de ahí derechito al bulín de Anchorena.
Bruno tarda un rato en llegar, así que mientras lo esperamos, vamos entrando en clima, después de todo estamos calientes desde la noche de la cena.
Me invita un trago y tras un rápido brindis nos besamos, larga y jugosamente. Cuando llega Bruno ya estoy con las mejillas encendidas, la respiración agitada y la camisa entreabierta.
-No me digan que empezaron sin mí- protesta dejando sus cosas tiradas en el suelo y tomando pronta ubicación en el otro extremo del sofá, de modo que quedo aprisionada entre los dos.
-Nunca haríamos eso- le aseguro recibiéndolo con un beso que corrobora mis palabras.
Aunque no se note pongo en ese beso mucho mas sentimiento que en el que acabo de darle a Fernando. Es el padre de mi hijo y eso siempre es un aliciente extra.
Tras los besos de bienvenida, empiezan a acariciarme. Cada uno por su lado aunque encontrándose en el vértice de mi sexualidad, allí en dónde las pulsiones se vuelven más intensas e irresistibles.
Mis manos también entran en acción, acariciando sus bultos a través de los pantalones. Pese a la ropa, ya puedo sentir esa dureza y turgencia que tanto me incita. La potencia de la vida en su máxima expresión.
Sin dejar de besarme, con mucha lengua y saliva, pelan sus pijas y las dejan ahí, oscilando tentadoramente. Agarro una con cada mano y disfruto de esa sensación de poderío que me proporcionan. Las dos llenas y rebosantes, vibrando de excitación.
Relamiéndome gustosa, me echo de rodillas ahí mismo, frente al sofá, y espero a que ellos se levanten y me ofrezcan el manjar más delicioso que existe..., ¡y por partida doble!
Cierro los ojos por un momento, como preparándome para la sorpresa, y cuando los abro me encuentro de frente con esos pijazos que parecen concentrar en sí mismos toda la energía del Universo.
Agarro uno con cada mano y me estremezco con la dureza que exhiben, ambos firmes y soberbios, dignos emperadores de un Imperio en dónde el sexo es ley.
Empiezo por la de Bruno, la que engendró a mi hijo y le doy tal lamida que lo hago estremecer. Se la beso en la punta y me la voy comiendo de a poco, saboreándola pedazo a pedazo.
Me la quiero comer toda, así que me la acomodo en la garganta de modo que se vaya deslizando hasta el fondo, hasta llenarme la tráquea.
La tengo toda dentro de la boca, abultándome las mejillas, los pelos de su pubis rozándome la nariz, los huevos golpeándome los labios.
-¡Yo también quiero eso!- reclama Fernando.
Así que suelto la de Bruno y me como la suya, me la devoro, haciéndole también una garganta profunda.
-Eso Mary, muy bien, ya sabés lo que nos gusta- me dice Bruno agarrándome de los pelos para volverme a dirigir hacia su verga.
Voy de uno a otro, chupando, lamiendo, besando, comiéndome enteros esos chotazos que parecen moldeados en concreto.
Los dos están al palo, duros, firmes, sólidos, potentes, las venas hinchadas marcadas a fuego sobre la piel.
Les escupo encima y vuelvo a untar la saliva con mi lengua, esparciéndola en ambas superficies, mojando esa carne entumecida con mis babas y su propio jugo seminal.
Entre vivas exclamaciones de placer, Fernando se levanta la pija y me ofrece sus huevos llenos, rebosantes de vigor. Se los chupo con pelos y todo, haciendo lo mismo con Bruno quién me entrega los suyos, enrojecidos ya de tanta calentura.
Tengo los labios entumecidos de tanto chupar, por lo que me tomo un respiro, momento que aprovechan para hacerse una turca con mis tetas.
Hacen conmigo lo que quieren, y eso que recién están empezando.
No se cual de los dos me levanta del suelo, porque estoy con los ojos cerrados, sintiendo como un millar de mariposas me revolotean en el estómago. Cuando los abro están terminando de quitarme la poca ropa que me queda, disfrutando como niños en Día de Reyes el paulatino descubrimiento de mi cuerpo desnudo. Ellos ya están en bolas, fuertes, firmes, enérgicos, uno más hermoso que el otro, dos lobos feroces y hambrientos a punto de devorarse a Caperucita.
Yo soy Caperucita, pero a diferencia de la del cuento, quiero que me devoren, aunque... ¿En verdad son ellos los depredadores?
-No sabés hace cuánto tengo ganas de cogerte..., bueno, de volver a cogerte- me confiesa Fernando metiéndome una mano entre las piernas, tocando esa parte de mi cuerpo que ya arde como el mismo infierno.
-Yo también- coincide Bruno -Y te aviso que te voy a coger tanto que no sé si vas a poder irte caminando- agrega amenazante.
No digo nada, estoy tan excitada que apenas puedo hablar, solo gimo y jadeo, estremeciéndome ante cada una de las caricias que me dispensan. Yo no hago nada, ellos hacen por mí, manejándome a su antojo. Me agarran y me ponen en cuatro sobre el sofá, la cola bien levantada, toda abierta y ofrecida, la humedad empapándolo todo.
De nuevo cierro los ojos, incapaz de canalizar todavía ese aluvión de sensaciones. Pero aunque no lo vea, sé que es Fernando quién me coge primero. Es su pija la que siento deslizándose en mi interior, en carne viva, sin forro, clavándose en lo más profundo, allí donde siempre será bien recibida. La forma, el grosor, hasta lo sinuoso de las venas me indican que es él quién me embiste por detrás, sacudiéndome una y otra vez, rebalsándome de suntuosos placeres.
De pronto, en lo mejor de la cogida, me abandona, se retira y me deja librada a mi suerte, pero solo por un instante, ya que enseguida Bruno toma la posta y es él quién me coge ahora. La diferencia entre ambos es notoria, aunque en realidad no se saquen demasiada diferencia el uno al otro.
Bruno me coge con mucho mas ímpetu, con más fuerza, pero luego es de nuevo Fernando quién retoma su lugar, volviendo a cogerme en esa forma acelerada pero para nada brusca que tanto me gusta. Y tras él otra vez Bruno, el padre de mi hijo.
Se turnan para garcharme, alternándose tras de mí para ofrecerme el mayor de los deleites. Me resulta tan placentero que no puedo dejar de mojarme, dejando escapar entre mis piernas una cascada de flujo cada vez que realizan el intercambio.
Sale uno y... ¡PIIIIISSSSHHHH!..., suelto un chorro. Sale el otro y... ¡PIIIIISSSSHHHH!..., suelto otro. No sé cuánto habrá costado ése sofá, pero después del terrible garche que me están dando de seguro van a tener que cambiarlo.
-Tenés una conchita de lujo Mary, no me canso de cogértela- me dice Bruno sentándose en el sofá e indicándome que me le suba encima.
Todavía impactada por la reciente andanada de metidas y sacadas, me levanto como puedo, sosteniéndome de ellos, y me siento sobre él, bien montadita. La pija me entra como por un tubo cuando me la acomodo adentro moviéndome para un lado y para el otro, iniciando enseguida una cabalgata con la que podría ganar cualquier trofeo ecuestre que me pongan adelante.
Con sus manos Bruno recorre el contorno de mi cuerpo, me amasa y comprime las nalgas, me pellizca los pezones, y me estruja las tetas con tanta fuerza que parece como si quisiera darles una nueva forma.
-¡Ahhhhhhhh...! ¡Siiiiiiiiiii...! ¡Siiiiiiiiiiiii...!- alcanzo a gemir ante cada una de sus caricias.
A todo esto Fernando no se queda indiferente mientras Bruno y yo cogemos, sino que se pone al lado, un pie sobre el sofá y me ofrece su pija para que se la chupe. Y eso es lo que hago, chupársela mientras sigo montada sobre el padre de mi hijo, hundiéndome ambas erecciones hasta lo más profundo, una por la concha y otra por la garganta. Luego sería al revés, se la chuparía a Bruno mientras lo montaba a Fernando. Hasta que en una de esas montadas, ya no buscan mi boca, sino mi culo. Estoy sobre Bruno de nuevo, deslizándome arriba y abajo, disfrutando tan portentosa invasión, cuando siento la lengua de Fernando lamiéndome toda la raya. Sube y baja pero sin enfocarse todavía en mi ano, pero cuando lo hace, metiéndome apenas la puntita de la lengua, me arranca un ahogado suspiro de placer. Ya sé lo que viene y lo espero con ansía, de forma tal que echo la cola un poco más para atrás y escondo la cara entre el cuello y el hombro de Bruno. Él mismo se encarga de abrirme la cola y ofrecerle a su secuaz mi agujerito de repuesto. Ahora sí, Fernando mete toda la lengua y me lame por dentro. Sale, me escupe justo en el centro y vuelve a entrar para seguir lamiéndome. Yo ya no me muevo, me quedo ahí quieta, expectante, sintiendo como la pija de Bruno me late dentro de la concha y la lengua de Fernando describe los mil y un arabescos en torno a mi culito. Hasta que se detiene, ahora solo lo siento a Bruno, no solo su verga, también su aliento excitado que me quema y estimula. Y entonces, ya no es una lengua lo que me avanza por detrás, sino la pija de Fernando que se apoya y presiona, reclamando su merecido lugar en aquel trío inolvidable.
Me habrán culeado cientos de veces, aún así las paredes de mi culito siempre recuperan su estrechez original, es una de las virtudes de mi cuerpo, por eso a mis amantes les gusta hacérmelo, porque no lo tengo flojo y agrandado como cualquier otra culeadora empedernida. Por eso, al no poder entrar de una, Fernando se retira y tras echarme en la zona de conflicto un chorrito de gel lubricante, lo vuelve a intentar. Y ahora sí, le gana la pulseada a mi esfínter y, haciéndome sanguchito, empieza a cogerme el culo con bravura y prepotencia.
Bruno, que hasta entonces se había mantenido a la espera, también comienza a moverse, coincidiendo con su amigo en ritmo y profundidad. Me tienen bien abrochada entre los dos, sometida a un doble bombeo intenso, vertiginoso, lacerante, golpeándome con su pelvis de uno y otro lado. Por suerte ya estoy entrenada en tales acometidas, sino terminaría con la cadera dislocada y alguna que otra vertebra rota.
Se mueven con tanto ímpetu, con tanta fuerza que no pueden mantener por mucho tiempo el mismo ritmo, parando de a ratos para recuperar energía, moviéndose primero uno, luego el otro, hasta que siento una oleada caliente rebalsándome el culo.
Fernando es el primero en acabar, con tanta intensidad que cuando me la saca, me suelta unos cuantos lechazos más en la espalda.
Bruno lo sigue poco después, acabándome también adentro, llenándome de calor, de delicia, de vida. La esencia íntima de esos dos hombres se derrama en mi interior, lenta y pesadamente, cada cual siguiendo su propio caudal, inyectándome por ambos lados esa energía y emoción que convulsiona cada uno mis sentidos.
Me levanto casi tambaleando, la leche de ambos chorreándome por los muslos, los agujeros pulsándome de dolor y placer, aunque pidiendo más, mucho más de ambas sensaciones.
Bruno se levanta, me toma de la mano y me lleva al cuarto, allí dónde Fernando tiene una habitación especialmente condicionada para el placer. No será el cuarto de juegos de Christian Grey, pero como aquella todo está dispuesto para el goce de los sentidos.
Entramos y nos recostamos en esa cama circular rodeada de espejos y sensualidad que debe haber sido testigo de un millar de polvos.
Vuelvo a chuparlos con avidez y entusiasmo, acunándolos una vez más entre mis tetas. Cuando ya están de nuevo al palo, es Fernando quién entra a cogerme en cuatro, remeciéndome discos, huesos y vértebras con cada golpe de su pelvis.
Bruno me coge en la misma posición, agarrándome de los pelos y embistiéndome con todo, dándome también por el culo, quebrándome la cintura con cada una de sus acometidas.
Se turnan para disfrutar de mi cuerpo, primero así, en cuatro, luego de costado. Uno me la mete por la concha o por el culo, mientras el otro me la mete en la boca. Sea como sea, en todo momento tengo esas dos vergas a mi disposición, duras, enérgicas, pulsantes.
En cierto momento quedan los dos acostados de espalda, uno junto al otro, las pijas enhiestas, imponentes.
-¡Montanos!- me dicen, más como una orden que como un pedido.
Por supuesto elijo montar primero a Bruno, pero cuando estoy a punto de subirme encima suyo, me frena y me dice que lo monte de espalda.
Así lo hago, me doy la vuelta y me le subo encima, dándole la espalda, clavándome toda su verga bien adentro. Me quedo un momento ahí, meciéndome plácidamente, disfrutando esa dureza extrema que me quita el aliento.
Entonces empiezo a moverme, arriba y abajo, deslizándome en torno al objeto de mi deseo, la Suprema Herramienta de la Creación. No dejo ningún pedazo afuera, me lo meto todo, hasta los pelos, restregándome contra esos huevos llenos y duros que me golpean con fuerza y premura.
Salgo y me monto sobre Fernando, también de espalda, llenándome hasta lo más profundo con su carne, moviéndome también arriba y abajo, haciendo que mis tetas se sacudan fuerte y ostentosamente a causa de tan acelerados movimientos.
-Vení, ahora montame con el culo- me dice Bruno palmeándome la cola.
Me salgo de la pija de Fernando, y me vuelvo a subir sobre el padre de mi hijo, de nuevo de espalda, aunque esta vez enterrándomela por el culo, sintiendo como me abre y desgaja con cada rebote. En eso me agarra de los muslos y me los separa, haciendo que me recueste sobre él, mi espalda contra su pecho. Entonces Fernando se levanta, con la poronga todavía en posición de firmes, y acomodándose entre mis piernas, me vuelve a hacer sanguchito, ahora él por delante y Bruno por detrás.
¡Dios! ¡Que bien se siente! Me están demoliendo, pero me gusta, y quiero más, mucho más. Quiero que me usen y abusen, que me rompan y desarmen, que me aniquilen. Lo cual están consiguiendo.
Los espejos de las paredes y del techo nos devuelven unas imágenes por demás sensuales y excitantes. Una amalgama de cuerpos convulsionándose el uno sobre el otro.
Entre los dos me amasijan, enterrándome sus vergas hasta lo más profundo, como si quisieran encontrarse adentro y librar un duelo de espadas.
-¡Siiiiiiii..., ahhhhh..., siiiiiiii..., ahhhhhh...!- alcanzo a gemir entre temblores y arrebatos de placer.
Me vuelven a acabar adentro, pero esta vez no se salen sino hasta vaciarse por completo dentro de mí, ahogándome con esa efervescencia que mi cuerpo conoce tan bien.
Me disuelvo entre esos cuatro brazos y piernas, explotando con ellos, mezclando mi esencia con la de ellos, sumiéndome en la misma arrobadora agonía. Somos tres pero por ese instante, tan breve como intenso, quedamos unidos de una forma sólida, íntima, inseparable.
Los dos me besan con pasión, sin salirse todavía, palpitantes aún dentro de mí.
-¡Que suerte la de M...!- señala Bruno refiriéndose a mi marido - No te cansás nunca de garchar-
-Que suerte también la de sus esposas, ustedes tampoco se cansan- le replico.
Mientras Bruno y yo nos quedamos acostados, reponiéndonos, Fernando se levanta y trae unos tragos para los tres. Chocamos las copas y brindamos.
-¡Por el mejor polvo de a tres!- clama Bruno.
-¡Por las mejores tetas de.....!- lo secunda Fernando, mencionando la empresa en la que trabajan con mi marido.
-¡Y por qué sigamos teniendo charlas como ésta, tan intensas y reparadoras!- completo yo con un suspiro, levantando mi copa y chocándola con las de ellos, provocando una carcajada general.
Por suerte me dan mi espacio para que pueda ducharme sola y con comodidad. Por lo general me gusta ducharme con mis amantes luego de echarme un polvo, pero los tres en ese baño seríamos una pequeña multitud, así que agradecí el gesto.
Cuando salí Bruno ya se había ido. Así que me vestí y Fernando me alcanzó hasta mi casa, bueno, en realidad me dejó a un par de cuadras, para evitar cualquier indiscreción.
Nos despedimos con un beso en la boca, oficializando así nuestra condición de amantes, prometiéndonos un nuevo encuentro, con Bruno incluido. La habíamos pasado demasiado bien los tres como para que fuera solo algo ocasional. Me había gustado ser el jamón del sándwich, el relleno de la empanada, la parte del medio y fundamental de esa sociedad a partes iguales que acabábamos de fundar.
Una sociedad con fines de lucro..., el lucro de gozar lo más que nos fuera posible.

16 comentarios - Una charla de a tres...

el_bolita
excelente mary! excelente 🤤
Desert-Foxxx
Lo más lindo es que todos te cojen gratis, una Escort como vos estaría cobrando arriba de una luca la hora, Re puta.
kellcito
Siempre dejandome la pija a mil Mary... lo que daria por probarte...
mdqpablo
woww que relato y que fiestita , nos encantó van pts
MiguelSilva_
Lo más excitante ha sido la buena ortografía. Saludos.
borracho_tuerto
"cuando siento la lengua de Fernando lamiéndome toda la raya. Sube y baja pero sin enfocarse todavía en mi ano, pero cuando lo hace, metiéndome apenas la puntita de la lengua, me arranca un ahogado suspiro de placer."
"Fernando mete toda la lengua y me lame por dentro. Sale, me escupe justo en el centro y vuelve a entrar para seguir lamiéndome."
Uuuuffff, com me encanta hacer esto

"Entre los dos me amasijan, enterrándome sus vergas hasta lo más profundo, como si quisieran encontrarse adentro y librar un duelo de espadas."
Me imagino ese delicioso duelo de espadas, y como lo disfrutaste!!]/b]

"uno más hermoso que el otro"
🙂
Bueno cuéntame Mary, cual de los dos es más hermoso?
Muy buen relato como nos tienes acostumbrados querida, y con esos diálogos sabrosos que a mi tanto me encantan y que te hacen la mejor de todas sin duda.
FELICITACIONES amiga por este tremendo relato!! 👏 👏 +10
Besos 💋
LEO


Una charla de a tres...
belumita
excelente como siempre!!!!!!!!!!
Pervberto
Sin defraudarnos: tan intensa y excitante como siempre.
alex_carrasco22
cómo se llama la que sale en la foto del perfil?
alex-mak
Que relato tan caliente, ufffff debes de ser buena en chat. +5
ld_beck
Muy buen relato..!!
Gynoid26
M encanto literalmente, que sutilesa y realismo, es lo mas excitante...