Elena.

Desde que mi esposo se accidentó, en realidad para mí, la vida de alguna manera se volvió un, martirio
Había quedado prácticamente lesionado, al caerse desde una escalera, desde muchos metros en su trabajo, quedando paralítico
Y ahí empezó una lucha administrativa en mí con los seguros y la empresa
Ciertamente la empresa que trabajaba (que mantendré en silencio), se portó de maravillas y cumplió legalmente con lo que marca la ley en Argentina, en mí prácticamente el día se convirtió en noche…
Me llamo Elena, vivimos en la provincia de Buenos Aires, y yo doy clases de idiomas y lengua a alumnos en forma particular para compensar en parte la vida, pues no es fácil vivir de un solo sueldo, tengo un hijo de ocho años y mi única diversión, es ver internet
Lo hago ciertamente de noche cuando mi marido duerme y veo páginas de sexo y con ello me masturbo
Algunas noches Alberto, mi marido, trataba de complacerme usando su lengua y sus dedos pero eso solo lograba aumentar mi calentura, tanto que después que él se quedaba dormido me termino de masturbar, tratando de ahogar mis gemidos.
Un día me dijo que entendía mis necesidades como mujer y que estaba muy agradecido conmigo por seguir con él a pesar de nuestra que nuestra sexualidad era nula y que era libre para hacer mi vida con otra persona que si quería.
Inicio de la historia.
Un miércoles de febrero, cuando sonó el timbre de la puerta, fue el inicio de una inesperada historia en mi vida.
Me puse una batana vestido suelto, yo suelo estar en casa en verano, en camisón y sin sujetadores, y salí a abrir.
Era un viejo amigo de mi marido de nombre Gustavo, un tipo de cuerpo grande y acostumbrado a levantar peso, era un apilador de cajas, de unos 48 años, viudo hacia casi dos años así lo comentó en algún momento que les acerqué a ellos, un vaso coca-cola fría y unas masitas redonda con dulce de membrillo que suelen venderse en todos los negocios, y escuché:
....si, ahora suelo vivir con mi hijo de unos siete años, en Liniers, en la casa que me compró la familia en parte, herencia de mi esposa que me la adelantó porque yo no podía alquilar, además pagar el colegio para mi hijo
Pasaron casi dos horas, y cuando él se retiraba me vio haciendo unos arreglos en la máquina de coser, y me dijo
Elena no te ofendas, mi hijo necesita que le pongan unos cierres relámpagos, a dos pantalones y no puedo encontrar a alguien que lo haga, te los podría traer, y así me lo haces
Eso sí, pagaré eso sí, tus servicio
Tenía ganas de inventar alguna excusa que le dije si, como no
Pero eso si márcame el largo que quieres que corte o alargué su ropa.
Y yo compraré los cierres para repararlos y así todas las cosas que necesites…
Gracias Elena lo traeré en la semana, y no sé porque llámame a mi celular, así si no estoy en casa o salgo a comprar, él no se angustia
Y le di mi número
Me beso tomándome por los brazos, y por primera vez sentí algo que ya creía haber olvidado, y boludamente le dije
Chau Gustavo...
Adiós me dijo Elena mirándome…
Las visitas de Gustavo se hicieron períocas los domingos cuando él traía a su hijo y hacia el asado en casa
Al tiempo nos trajo junto a la comisión del trabajo una silla de ruedas, con una batería que hizo que mi marido se desplazará en casa por sí solo, sin la ayuda de los brazos…
Fue así pasando un duro invierno en donde la pasamos mal y cuando no tenía más plata, mi marido me ofrecía unos pesos que nos ayudaban a pasar hasta fin de mes, me sorprendía eso pero jamás pensé que se los daba Gustavo plata, a escondidas cuando venía.
Sin embargo, muy a su pesar en Elena estaba pasado algo y que ella no había.
Preparado lo suficiente para prevenirse de ese invasor, o bien explicado Cupido la había atrapado por su espalda, un amor inexplicable, ilógico y fuera de lugar, pero sin duda, ya había encontrado asidero en su corazón.
La ética que jamás engañaría a su esposo y que tanto pregonaba a sus conocidos y amigas... estaba por el suelo.
Y ella también.
Capítulo II
La primera vez ocurrió sexual después de casi dos años en la vida de Elena, fue, por un descuido de Elena
Él llegó una tarde a ver a mi marido y yo debí decirle que mi marido no estaba en casa porque pasaría dos días en el sanatorio, aun no sé por qué no lo hice, fue una tarde de en un jueves frio de invierno
Yo estaba vestida con una blusa blanca, ya bastante usada y algo gastada, zapatillas y una simple pollera
Pero en si había estado, era una realidad mía, toda esa tarde muy caliente
Y creo que algo él, vio en mi cara
al entrar él yo me corrí casi hacia el interior de mi comedor, pero
ocurrió todo en un instante, un contacto, un roce en los labios que se convirtió en un beso intenso y profundo.
Volvió a sentir la pasión que no sentía hace años y me dejó llevar por ella.
En unos segundos estaba en la pieza de mi esposo nos quitamos la ropa el uno al otro y se acariciándonos, muy sexualmente.
Terminamos, acostados en la cama
Elena boca arriba y él encima sin dejar de besarla de una manera que apenas si, la dejaba respirar.
Besó todo su rostro y luego se dirigió directamente a su sexo.
Hacía meses y tal vez años Elena no disfrutaba las delicias del sexo oral y separando las piernas se limitó a disfrutar las maravillosas caricias que él, le hacía con su lengua. Su lengua parecía más larga de lo normal, se enredaba en sus abundantes pelos, lamía su clítoris para luego hundirse dentro de ella, moviéndose, serpenteando siempre, más y más adentro.

La habitación parecía darle a Elena, vueltas.
Gustavo de rodillas entre sus piernas no tenía ninguna pretensión de terminar su obra, pero a la vez, lo apuraban todos
Los afanes del mundo juntos, por poseer a Elena, por hacerla sentir viva, por sentirla suya, eran controlados mágicamente por él.
Separó sus labios con ambas manos, apartó sus vellos uno a uno y continuó lamiendo, su concha se convirtió en su vicio, nunca nadie la volvería a besar así, y Elena lo gozaba llevándose por sus propios deseos que la, sofocaban...
Elena orgasmó en su boca, aun tiempo emitiendo un profundo y apasionado grito de placer
La lengua de Gustavo sintió desde el inicio los jadeos de la pasión de ella, la lengua y la concha fueron uno solo movimiento sexual, se fundieron como agua del mismo río.
Sintiéndola aún temblorosa Gustavo tomó uno de sus pies en una mano.
Observó detenidamente sus dedos largos, sus pies finos, sus uñas cuidadas, sus suaves tobillos.
Gustavo era un experto con la lengua y los labios, le gustaba sin duda llevarse todo a la boca y probarlo, y con los dedos de Elena no fue menos, se los llevó uno a uno, los lamió y acarició. Todo esto era nuevo para ella, comenzaba a sentir sensaciones inimaginables que la llevaban al séptimo cielo, la hacían gozar como nunca, sentir maripositas en el estómago igual que cuando era adolescente.

Para Gustavo lo más importante era el placer de Elena, el de él era secundario, deseaba verla gozar y en eso consistiría su propio goce.

Le dio la vuelta aún en la cama y besó sus hombros pecosos, cada una de sus vértebras bajando y bajando.
Elena se sacudía, se estremecía, parecía a punto de llorar, gemía, cada uno de sus poros latía, la lengua de Gustavo era como una extensión de sí misma que la transportaba a un nivel superior.
Besó sus nalgas, sus caderas, la hizo sentir más allá de la piel, como un volcán en erupción. Besó sus muslos y el interior entre ellos, recorrió cada milímetro de su cuerpo, lo lavó por completo con su saliva.
Lamió su ano, lo penetró con su lengua una y otra vez hasta que Elena orgasmo de nuevo.
Gustavo le hacía cosas que nunca su marido le había hecho en tantos años de matrimonio.

Aún no cesaba este segundo orgasmo cuando Elena le pidió a Gustavo que por piedad la penetrara, que quería sentir su calor muy dentro de ella, que anhelaba más que nada en el mundo que el también disfrutara, que gozara su cuerpo.
Ella pensó en chuparle la verga pero se cohibió un poco, no, no podía en esta ocasión, él, lo entendería.
Una Elena temblorosa tomó la verga de Gustavo y la colocó en la entrada de su concha.
Por suerte estaba húmeda, cosa que no le pasaba hace tiempo y Gustavo pudo penetrarla con facilidad.
Empujaba y empujaba, ella lo rodeó con sus piernas y levantó sus caderas, sintiéndose joven de nuevo, deseada, tersa a pesar de ese par de rollos en la cintura y de las pequeñas arrugas alrededor de sus ojos negros.
Acompañó el compás de las caderas de Gustavo con el suyo propio, bailaron el mismo vals durante muchos deliciosos minutos. Elena había llegado a la menopausia hacía unos años, no había problema si Gustavo se derramaba en su interior, y así fue.
Elena sudó, jadeó, mordió, besó y gritó como nunca lo había hecho. Había tocado el rostro de una pasión que sobrepasaba todo dogma
Mas así, tocó el cielo con las manos y se condenó al fuego del infierno en los brazos de ese hombre.
Ahora su, amante.

Así comenzó el idilio y ahí permanecería, atrapada en la madeja del deseo, fiel a su amante e infiel a su esposo.

Posdata
Aun esta historia que me fuese contada hace más de cinco años, continua, ellos no piensan en vivir junto, las razones son simples Elena, cuida al padre de su hijo.
Pero si lo desean...

3 comentarios - Elena.

VoyeaurXVII
muy bien contado!
(tanto que de algun modo, en alguna parte, parece real)
van puntos, te sigo y espero mas!