El cogetodo

e llamo Juana y soy ama de casa. Soy una testigo de jehova, tan buena que no se como me ocurrio esto, estaba en mi labor de visitar casa por casa para tratar de salvar algunas personas que van por el mal camino, en esta ocasión nos toco a un grupo de hermanos y hermanas ir a las rancherias de nuevo leon, como las casas estan muy separadas yo me quede en una casita donde estaba un solo jovencito que me habian notificado iba por muy mal camino, estuve toque y toque la puerta como nadie abria pero yo escuchaba ruidos dentro de la casa supuse que el güerco se estaba haciendo el sordo, asi que me asome por unas de las ventanas y no veia nada asi que me fui por la puerta de atrás y lo que vi me dejo helada el infeliz pecaminoso estaba fornicando con una cabra y al verme me dijo no quiere usted probar, yo Sali de alli apresurada y el fornicador me siguió pero se fue por un atajo porque más adelante me esperaba
– ¿Por qué tan solita, mi reina? – me preguntó el vago al yo pasar por el poste en el que recargado reposaba el efecto de un churro que tirado sobre el piso aún desprendía su característico aroma –. ¿No quieres que te acompañe, mi amor? ¿No te da miedo que te vayan a hacer algo?
¡Claro que no quería que me acompañara! ¿Qué se creyó ese estúpido? ¿Que una reina como yo, única cosa que atinó, le iba a hacer caso? Es cierto que mi esposo nada de nada y Luego de hacerme unas proposiciones indecorosas con una sarta de vulgaridades , se siguió detrás de mí, acosándome, haciéndome propuestas indecorosas que la verdad, sí se me antojaba, pero una no puede pretender ser más de lo que es sino actúa como tal. En fin que aceleré el paso tratando de perderlo, pero el muy maldito no se me despegaba. Andaba a mi ritmo y a mis espaldas, intentando convencerme de que le chupara eso que ya se había sacado y que orgulloso, grueso y largo se meneaba con su caminar. Sí, el muy descarado traía la verga de fuera. Cuando giré la cabeza para calcular a cuántos metros de mi se encontraba fue que se la vi, y entonces sí que tuve miedo. El tipo tenía una cosa que… ¡Bueno! Debió de medirle como unos veintisiete y estaba gruesa, gruesa y con una punta moradita y regordeta, tenía un monstruo entre las piernas, en eso legue a una casa y me introduje rapidamente, pero fue mi error ya que era una casa abandonada.
– Ahora sí, chiquita, de aquí no te me escapas – me advirtió el mugrosito al ver que de un lado de la puerta estaba él y del otro cuatro muros, que no tenía más opción que ser ensartada por su cosa, despues el tipejo me escupió una amenaza tras otra y me dijo con lujo de detalles lo que iba a hacer conmigo. Voy a romperte la blusita y la faldita, mami. Voy a estrujarte las tetas y a morderte los pezones hasta que te duelan, maldita zorra. Y luego voy a tumbarte en el suelo y te la voy a clavar de un solo golpe y hasta el fondo. Y te va a entrar como si nada porque de seguro ya estás que chorreas, ¿no es cierto? Admite que mueres por tenerme dentro, ¡perra! Eres tan puta que no me quitas la vista de encima, casi puedo sentir como me la maman tus pupilas, pero no desesperes que pronto la tendrás hasta cansarte, hasta rogarme ya no más. Nada más que antes regálame un par de grititos, ¿no? Para que no se vea tan fácil. Para sazonar el asuntito. Todavía me acuerdo perfecto de sus palabras, porque nada más de escucharlas retumbando en mi cabeza me mojo. La lascivia que derramaban sus frases, la tosquedad y la malicia que escurría su voz y los ríos de lubricante que brotaban de su hinchado glande me tenía pero si bien caliente, no podría negarlo. Aquel impresionante instrumento coqueteando con mis ojos hizo que me dejara de una vez por todas de apariencias y comencé a gritar fingiendo que estaban por violarme, lo cual hasta cierto punto era verdad y por lo tanto hacía que todo aquello fuera aún más excitante.
– ¡No me violes, por favor! – chillaba yo, sacando mis nulos dotes de actriz –. ¡No me la meta, puerco desconocido! ¡Se lo ruego! ¡No me rompa el culo con esa vergota que se carga! ¡No me folle por detrás mientras sus dedos me masturban! ¡No, por favor! ¡Nooooo! – aullé cuando el sujeto me tuvo ya entre brazos y empezó a desgarrarme la ropa a jirones.
Mis suplicas le encendieron los ojos, y presumiéndome su fuerza me arrastró hasta el muro de atras estrellándome de espaldas contra los ladrillos. Su boca de labios resecos y lengua atravesada por un tubo de metal adornado en un extremo con un ridículo y pequeño dado se prendió de mi cuello llenándomelo de mordiscos que me pusieron duras las tetillas y empecé a estirármelas.. Me agarró de los cabellos y me dio media vuelta volviéndome a estrellar contra la dura y astillosa pared. Así que a la perrita le gusta por atrás, ¿eh? ¿Quiere que se la meta ya? ¿Quiere que le rompa el culo? Sus manos se apoderaron de mis nalgas, sus negras uñas se clavaron en mi carne trazando surcos rojos que aumentaron mi impaciencia. La necesitaba dentro de una vez por todas, ¡aquel desconocido lleno de lujuria me calentaba como nadie! Y ya faltaba poco, prometía restregándome su excitación a lo largo de mi raja. Haciéndome sufrir. ¡Pídemela, perra! ¡Pídeme que te la meta, puta de quinta! ¡Pídemelo!, y se lo pedí. Y sin siquiera avisar que me la dejó ir. Enterita y hasta el fondo conduciéndome al orgasmo.
– ¿Qué? – inquirió extrañado al ver que mis esfínteres se volvían una carrera de espasmos por apretarle con más fuerza su dura y palpitante verga. Que mis manos golpeaban el muro como si quisieran derribarlo y de mi boca brotaban maldiciones e incoherencias anunciando que con intensidad y anticipación yo me corría –. ¿A poco ya, mi reina? No, ¡si no aguantas nada! Si esto apenas va empezando – señaló asiéndome de la cintura para comenzar a arremeter contra mi tambaleante anatomía –. Si conmigo hay para rato – prometió empezando a cogerme con tantas ganas que yo me sacudía como lavadora.
El orgasmo me volvió a llegar, y el mugroso aquel ni se inmutaba. Su pene continuaba cepillándome los intestinos con una furia que mi ano ya sangraba escurriéndome las piernas. Fuera, dentro. Fuera, dentro. ¿Te gusta, zorra? ¿Te gusta como es que te follo? ¿Te gusta sentir mi verga dentro? Por supuesto que me gusta, pero ya detente. ¡Por favor, que me haces daño! Si eso era lo que querías, así que ahora ni te quejas. ¡No me la metas por detrás, por favor! ¡No me rompa el culo con esa vergota que se carga! ¡Ahora te aguantas! ¡Y muévete que quiero que me sepa rico este polvito! Y ahí está la idiota meneando las caderas como licuadora haciendo un jugo. Exprimiendo los pepinos y las zanahorias para sacarles un relleno que nada tiene que ver con ellos, uno blanco y espesito que poco a poco iba subiendo por aquel venoso y grueso tronco que no paraba de follarme. El mugrosito bramaba, su falo me embestía hasta adentro y yo agitando las nalguitas para complacerlo. El mugrosito gemía, su verga se hinchaba más y más a punto de estallar, y yo que ya le había vuelto a tomar el gusto y no quería se detuviera. Ya casi me vengo, no quiero que lo hagas. Te voy a llenar el culo de leche, no pares de cogerme.
Por más que le rogué no eyaculara, el desconsiderado me inundó de esperma los adentros dejame el culo abierto, se volvio a recuperar y me la volvio a ensartar una y otra vez hasta que se canso y me dijo antes de irse te la di por el culo para que no le digas a nadie y no le diras verdad putita y le conteste que no le diria a nadie , se marcho yo me vesti y continue mi labor evangelizadora

0 comentarios - El cogetodo