Amorestelos 1

Ella estaba apoyada en el lavamanos, en el baño del telo, mirándose al espejo. Joven, en la mitad de sus veinte, delgada, de pelo castaño claro y un cuerpo que era más estilizado de lo que le hubiera gustado ("este año me hago tetas" pensó) pero se sentía todavía liviana, contenta. El Yoga que estaba haciendo la estaba ayudando, pensó.

Sonriendo a su imagen, se dio vuelta y en lingerie abrió la puerta. El cuarto era amplio; habían elegido la mejor opción. Él ya estaba en la cama tirado, mirando su celular y sonrió al verla recortada en la puerta.

Mayor que ella por casi diez años, él era alto y fornido, con un poco de panza por estar demasiadas horas sentado en su trabajo, pero eso a ella no le importaba tanto como ver sus ojos y sentir sus brazos, sentirse penetrada, sentir su lengua. Descansaba tirado, vestido solamente con un boxer.

Ella sonrió y meneando un poco su cadera, se acercó de a poco. Subió a la cama y como una felina gateó hasta él, que la recibió con un beso lento que luego se hizo más fuerte. Él sintió el sabor a chicle que ella había comido y ella el sabor a cigarrillo. Sus lenguas se encontraron y ella apoyo su cuerpo cálido contra él.

Él se separó de ella brevemente y mordió su cuello; ella se dejó caer contra la cama, boca abajo mientras él la recorría lentamente, mordiéndole la espalda. Sus manos la tenían agarrada, la arañaba, mientras su boca bajaba por la espalda.

De repente, él la tomo por sus caderas y la hizo alzar su cola, quedando en cuatro. La barba de él empezó a picarle cerca de su vagina, por sobre la bombacha de encaje. Su lengua, golosa, recorría la tela. Ella empezó a mojarse, sintiendo la humedad y la calidez de su lengua. Lentamente él bajó su bombacha y penetró con su lengua su vagina, mientras su mano derecha estimulaba su clítoris y la izquierda jugaba con los cachetes de su cola.

Él estaba disfrutando mucho esta sesión; le gustaba ver como el asterisco de su cola latía con cada lamida que le daba y con su nariz comenzó a acariciarlo. Ella dio un respingo y empezó a temblar. Las manos expertas de su amante la hicieron tener un primer orgasmo rápido, que hizo que se mojara.

Él espero a que ella dejara de temblar y tomándola por las caderas, se recostó lentamente. Ella así quedó en la posición del sesenta y nueve, mirando desde arriba su pene que latía erecto por debajo de su boxer.

Sonriendo, lentamente ella bajó su cabeza y con sus dientes corrió el boxer. Sintió que el olor de él la inundaba y cuándo su pene quedó liberado la golpeó levemente en la cara, al pasar el elástico. Soportándose sobre el codo izquierdo, tomo sus testículos con la mano derecha y lentamente recorrió el falo de arriba a abajo, con la lengua como si fuera un helado.

Él hizo un gruñido que hacía cuándo algo le gustaba. Ella lentamente tomó su pene en su boca, saboreándolo y empezó, de a poco a bajar. No siempre conseguía hacerle una garganta profunda, pero hoy estaba inspirada. Ella sintió un poco de arcadas, pero se relajó y llegó hasta sentir que su nariz tocaba sus testículos. Espero a salivar un poco, como a él le gustaba, le hizo una buena chupada con mucha saliva y mucho ruido.

Él se estremecía levemente de placer. Al mirar, desde su postura privilegiada, pudo darse cuenta que ella se estaba mojando lentamente, por lo que subió su cabeza y recorrió con su lengua toda su vagina, lo que la hizo estremecerse. Él sintió que no iba a aguantar mucho más; ya su pene estaba sintiéndose estremecer bajo la lengua de ella, por lo que se lanzó a recorrer su clítoris mientras sus dedos la penetraban y jugaban dentro de ella.

Ella se desconcentró un momento, pero luego, volvió a arremeter contra su pene, mordisqueándolo, intentando llevarlo al clímax. Él respondió a esta nueva arremetida incorporándose un poco más y llevando su lengua cálida a su cola. Ella amaba sentir como la lengua la penetraba y cada tanto, él mordía sus cachetes mientras su índice derecho tocaba sin parar el clítoris.

Ella sintió el calor subiendo y no pudo más; gimiendo y moviendo la cola en pequeños círculos pélvicos, volvió a acabar, mientras la lengua de él penetraba su cola y los dedos su vagina. Él se sentía también en el borde y el orgasmo de ella casi lo termina de llevar; su pene empezó a pulsar. Ella, sintiéndolo en su boca, se alejó un poco, abriendo la boca y sacando la lengua mientras su mano lo masturbaba y dijo "dámela, quiero mi leche".

Fue recompensada casi de inmediato con una gota gruesa que golpeó su mejilla. Ella dejó que salieran dos chorros y luego se abalanzó sobre su pene, chupando y recibiendo ese líquido denso que tanto disfrutaba. Luego, corriéndose de encima de él y mirándolo recogió lo que tenía en la cara y lentamente lo chupó de sus dedos mientras él se estremecía de placer y el calor de sus ojos la inundaba.

Continuará...

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