Regalo de Navidad.

Camila, era la responsable de la sección ingeniería comercial de la empresa de tecnología en la que, trabajábamos en Buenos Aires. De ascendencia sirio libanesa, algo menor de 30 años, además de atractiva, realmente bonita diría, es una profesional capaz y un ser humano muy sociable y simpático. Un día 21 de diciembre del pasado, los dos concurrimos, sin las respectivas parejas, a la tradicional reunión que organiza la empresa todos los fines de año. El esposo de Camila había viajado a Perú y mi esposa regresaba el día siguiente, de Mendoza donde se encontraba por un imprevisto en su trabajo. Por decisión de los organizadores tuvimos asignada la misma mesa, en la que sobraban las dos sillas de nuestros cónyuges ausentes y compartíamos con dos matrimonios cuyas mitades masculinas eran compañeros de trabajo, aunque no de tareas. Los seis éramos de conversación fácil e ingeniosa de modo que el tiempo transcurrió ameno durante la cena. Luego deambulamos, por separado, un poco por otras mesas para charlar con otros compañeros, nos divertimos con un cómico contratado por Recursos Humanos y volví a la mesa cuando comenzó el baile. Observé Camila bailando con dos o tres compañeros. Minutos después vino a invitarme a bailar con ella: “vení Juan, sacudite un poquitín, favorece la digestión, dicen los que saben”. Bailamos música movida un corto tiempo, hasta que el disk jockey, cambió a los boleros “enganchados”. Juntamos los cuerpos “que bien que encajamos” pensé. Ella era apenas más baja que yo y, con los tacos, casi igualaba mis 1,84 metros de estatura. No necesité mucho tiempo para excitarme y tener una erección que no podía pasar desapercibida para Camila que, lejos de separarse del “bulto” friccionaba su pelvis en el. “Hoy puede ser un gran día para alguien” le susurré al oído. “¿Ah si? ¿para quien?” inquirió. “para la tercera persona del plural” respondí intencionadamente. “¿Nosotros?....¿No me digas?....la verdad que la reunión está buena...divertida....y la estamos pasando bien...” murmuró fingiendo no darse por enterada de mi alusión. Seguimos apretados hasta que, finalizada la música lenta volvimos a la mesa a apagar la sed (y bajar un poco la calentura). Luego del discurso del gerente general y el brindis, nos quedamos en la mesa parloteando con los cuatro acompañantes hasta que Camila dijo que pediría un remise para irse. “yo te llevo, si apenas me tengo que desviar para dejarte en tu casa, ¿Si?” “No, no tenes porque molestarte por mi” “Tonterías”. Intercambiamos, con los más allegados, los augurios para la Navidad y salimos.
A poco de andar detuve el auto en una calle arbolada en semipenumbra con la luz de las luminarias amortiguada por las hojas de los árboles. “¿Que pasa?¿Tiene problemas el auto?” preguntó fijando sus ojos en los míos “Pasa que quiero un regalo tuyo para la Navidad” “¿Ah síii?...los regalos se les piden a Papá Noel, si no me equivoco, con una cartita” “...mañana le escribo, ahora quiero un beso tuyo..¡venga!!” le pasé la mano derecha detrás de la cabeza para atraerla; “¡No!...¡no debemos¡...¡n..!” protestó sin presentar mucha resistencia, a que nuestras bocas se unieran. Hizo ademán de separarse, la retuve entonces entreabrió los labios y se abandonó a un primer beso apasionado, profundo. Hubo un breve intervalo en el cual Camila musitó algo que quiso ser una queja pero no rehusó reanudar el boca a boca. Ese segundo beso fue más prolongado y mi mano izquierda bajó al pecho para un breve masaje, siguió el descenso, progresó por la parte interna de las piernas entreabiertas y, sin oposición, alcanzó la concha. Camila respondió a la caricia en su sexo, introduciendo toda su lengua en mi boca, como señal de lo complacida que estaba. Pasó un auto con las luces encendidas e, instintivamente, nos separamos. Ahí apareció la maldita inseguridad en parte real pero mayoritariamente pregonada por la prensa oral, visual y escrita de Buenos Aires, para desviar la atención de la gente de lo que realmente está haciendo el Poder Real y, entre otras cosas, favorecer el negocio de la venta de seguridad: “Vamos Juan, es peligroso quedarse parados aquí” dijo angustiada Camila. Puse el auto en movimiento y le propuse: “¿Vamos a tu casa y me invitas con una copa?” “No, no puedo. Está mi mamá con la nena” “Lástima. Bueno vamos a Los Pinos y pedimos champagne en la habitación, está a 5 o 6 minutos de aquí” “No debemos Juan.....nos vamos a complicar...” “Nada de eso,....no será más que un regalo mutuo de Navidad....seguro que glorioso....para eso también nacimos....para disfrutar de los momentos de la vida en su máxima expresión....” “...si pero tenemos familia.....principios heredados....ética....no podemos pisotear alegremente los compromisos que tenemos... “ “hace instantes, nos entregamos a los sentidos lo percibí en tus labios, en tus suspiros por las caricias que te hacía...seguro que vos captaste mi abandono a vos....¿te parece justo pisotear nuestros deseos?” Seguimos el contrapunto hasta que llegados al hotel, detuve el auto frente el portón del garage, que comenzó a abrirse.”¿entramos o elegimos traicionar la naturaleza y nos disfrazamos de fieles?...fieles ya no somos con los besos que intercambiamos...a lo sumo seremos unos reprimidos más..” Comencé a avanzar hacia el interior. Camila no se opuso. Una vez estacionado, bajé y abrí la puerta derecha. Titubeó, con la vista clavada en un punto indefinido, algunos segundos antes de tomar la mano que le tendía y descender.
Ya en la habitación, ni bien cerrada la puerta y antes de que pudiera decir algo, le besé la boca, se quedó un instante estática, pero enseguida su lengua se introdujo en mi. Sin dejar de besarnos, por debajo de la blusa comencé a acariciarle los senos, se los pellizqué, le levanté la pollera y le metí mano a las nalgas y enseguida a la concha. Le corrí el cierre de la falda “¿sale por arriba o abajo?” le susurré al oído “..por arriba” se la saqué. Volví a las caricias unos instantes para enseguida acometer con la blusa. A ese punto Camila propuso que la deje tomar una ducha “estoy todo transpirada, por el baile, me siento incómoda..” “¿Nos bañamos juntos?” arriesgué. “No me lo pidas, me dá mucha vergüenza..”. Me duché primero y me tendí en la cama a esperarla con el pecho a 1000 rpm. Salió del baño envuelta en el blanco toallón de praxis en los hoteles. Me incorporé, con mi toalla a la cintura, le dí un beso, le desprendí la cobertura que cayó al piso y me quedé admirando su desnudez como hipnotizado. Camila, ruborizada a más no poder, esperó mi próximo movimiento. Me quité la toalla, la abracé introduciendo mi sexo erecto entre las piernas mientras ella pegó su boca encendida a la mía. Hechos un amasijo ardiente, anhelante nos dejamos caer en la cama. Besándole cada centímetro de su piel fui bajando, hice una pausa prolongada en sus tetas prendido a los pezones tensos, al llegar a monte de Venus le abrí las piernas, sin oposición, y comencé a jugar con la lengua en sus labios vaginales, el clítoris, se la introduje en la concha. Camila era un concierto de suspiros, gemidos y temblores de placer del cuerpo. Al cabo de un buen rato en esa faena, me acosté a su lado con la cabeza en la almohada. La que comenzó a descender besando fue Camila, al llegar a la verga, recorrió el tronco con besitos, lamió la cabeza y sin titubear se abocó a una mamada deliciosa. En sexo oral quedamos igualados. El sexo-sexo fue Disneylandia, un viaje al País de la Maravillas. Camila toma anticonceptivos no hubo, entonces, necesidad de recurrir a preservativos, cuando volvió de la excursión a mi garrote templado; un par de besos mediante y estuve encima y la penetré suavemente. Ella acompañó mi entra y sale de modo alucinante, gimió, suspiró, aprobó: “¡...siiiii...asíiii!..”, averiguó si me complacía: “...¿así te gusta..?” movía la pelvis, contraía fugazmente la vagina aprentando mi miembro erecto, me besó y mordió y me llevó a niveles de placer impensados. Cuando se aproximaba al orgasmo quiso prolongar el deleite: “...no vayas a terminar....Juan..” “cogeme máaas....por Díos....” “¡asiii...me encanta..!”. Llegamos al clímax casi al unísono, al sentirse inundada por la explosión de mi semen en su interior, clavó sus uñas en mi espalda y suspiró largamente. Permanecí dentro de ella, con la verga desinflada y besándola suavemente: “...sos un ángel...y una dablita....no recuerdo haber disfrutado tanto....” le susurré al oído entre beso y caricias. “...¡y voss?...me enloqueciste...me hiciste gozar....me hiciste sentir agradecida de ser mujer....” devolvió el halago. Se le humedecieron los ojos y una lágrima se escurrió por la mejilla, “...¿y eso?...¿que es eso de llorar?..” pregunté, sospechando el motivo “...no me hagas caso...soy una tonta...” suspiró y con voz apenas audible reveló su angustia: “....es la primera vez.....no puedo dejar de sentir culpa de hacerlo con otro hombre....disculpame”. Discurrimos largo rato sobre deseo, convenciones sociales, derecho de no sofocar los llamados de la carne y demás consideraciones. No llegamos a conciliar nuestros pareceres, eso si coincidimos, al recobrar el aliento, que todavía sentíamos atracción el uno por el otro. Nos devoramos mutuamente, por segunda vez esa noche, en una nueva cogida tan gloriosa como la primera. Al separarnos en la puerta de su casa nos besamos “Viste Camilita, que hoy fue un gran día para los dos....gracias por el regalo de Navidad.” “...callate,...no me avergüences más....” y desapareció en el edificio.
El miércoles 26 participamos de una reunión de trabajo, yo entré a la sala con un saludo abarcativo para todos los presentes. Al encontrar mis ojos, Camila, se ruborizó intensamente y para ocultarlo se cubrió las mejillas con ambas manos, en un gesto que quiso aparecer como casual.

6 comentarios - Regalo de Navidad.

querube_fugaz
Excelente relato.. de verdad.. me hizo recordar una historia parecida.. gracias.. !!!
robby13
Un lujo en una breve historia! Gracias!!
MariaYute
¡Que bueno y bien relatado!!! Me recalentó porque yo tengo un evento (cogida) despues de una reunión de fin de año. Tal vez la publique
zurdo73
Muy bueno.... Mis felitaciones...
mdqpablo
muy buen relato , lindisima experiencia , van pts y reco