Pareja Liberal.

Por un camino inesperado – una invitación a cenar – tuve noche de “une copule fou”, o “una loca cópula” con la esposa, descendiente de franceses, de un colega de trabajo uruguayo.

Sucedió en Montevideo, muchos años atrás. Enviado por la empresa, para implementar un nuevo sistema informático de gestión. Al segundo día, completada la instalación y entrenamiento del personal afectado, Oscar N… el gerente de Control de Gestión, me invitó a cenar a su casa.
Nos recibió, Verónica su esposa, una “charrúa” de rostro bien parecido, fino, de 1,77 metros de estatura sin tacos – me lo precisó ella más tarde -, de cuerpo espigado, atractivo: buen seno, glúteos apetecibles y dos largas y bien torneadas piernas. No es hermosa, sí bonita, agraciada y con arte para la conversación. Difícil imaginar una bienvenida mejor.
La charla previa, regada con aperitivos – martinis – y platitos de picada, resultó muy grata, placentera, no convencional: Verónica intercaló a los temas y chistes, averiguaciones sobre mi vida personal y halagos, disimulados, pero perceptibles.
Durante la cena, propiamente dicha, se mantuvo la ingesta de alcohol – vino - y el clima, espontaneo, desenvuelto, con pocas reservas y muchas alusiones sensuales. La atmósfera circundante a la mesa, poco a poco fue tensándose, sobrevolaba una especie de embriaguez que se delataba en las fugaces miradas, mutuas e inabarcables, frecuentemente sin aparente conexión con los temas de la conversación.
Pero nada, por lo menos a mí, hacía suponer lo que aconteció a la hora de servir el café.
Ella, alegó la necesidad de cambiarse de ropa, por haberse manchado los pantalones con el postre y se retiró del comedor.
Regresó ataviada con una blusa, cuyo escote dejaba “a la intemperie” el 50% de sus tetas, una exigua pollera que, a duras penas, cubría sus nalgas y un corto retazo, superior, de las piernas y un perfume para extasiar.
Lo miré al marido y vi que se esforzaba para poner “cara de póker”.
Ella dejó la bandeja con las tacitas y la cafetera, sobre la mesa, se sentó y sirvió el café, lanzándome breves miradas como para captar el efecto de su irrupción zafada.
Endulzó su infusión, la revolvió parsimoniosamente con una cucharita, bebió un sorbo y fijó sus ojos en los del esposo, soltó:
- Hay alguien que está sobrando en este departamento. Sos vos Oscar. –
Me agarró desprevenido, casi dejo caer mi tacita.
- Entiendo – dijo el aludido, con cara de “se veía venir”.
Vació de un sorbo su pocillo, giró su cabeza hacia mí, apoyó su mano en mi antebrazo:
- Julio, me voy al club, vuelvo a la medianoche. A la hora de irte, Verónica te llama el taxi de la empresa para que te regrese al hotel –
- ¡Pero….?-
- Tranquilo, Está todo bien y vas a estar bien. Eso sí, confío en tu discreción. Descuento que lo de esta noche será algo sólo entre nosotros tres ¿No es así? –
- Si … claro …pero….- alcancé a balbucear, mientras Oscar se encaminaba al dormitorio para, enseguida volver, campera en mano, dirigirse a la puerta de entrada y desaparecer. No podía hacerme la idea de lo que era evidente. Me dejaba, voluntariamente, a solas con su mujer en “zafarrancho de combate cuerpo a cuerpo.”
Quedamos, ambos sentados junto a la mesa.
- Si … como te imaginarás somos una pareja que separamos el sexo del amor…una pareja liberal, no promiscua ni desleal: las contadas ocasiones que tenemos sexo con otro yo o con otra él, no nos lo ocultamos.- rompió ella el silencio, calmada y sonriendo mientras me hablaba.
- Ya veo. Ni por asomo me lo imaginé…fue toda una revelación. – repliqué.
- No es algo planeado, esto. Te soy sincera. Es que a poco de conversar los tres, comencé a sentir mariposas en el estómago primero y en el bajo vientre después, cada vez que nuestros ojos se encontraban o te dirigías a mí. –
- Confieso que a mí también me trastornaste el orden y concierto, en varios pasajes. Con tu hermosura, gracia, simpatía y talento, pero con tu marido presente, no pasaron de “alucinaciones” fugaces. –
- Entonces no te puse en una situación violenta, cuando le pedí a Oscar que nos dejara solos ¿Verdad?-
- ¡No, me dejaste pasmado! …. ¡Ahora estoy encantado! ….¡Loco de la vida!!-
Quedó a la expectativa de cuál sería mi próximo paso. No se lo esperaba:
- Con mi esposa Romina, tampoco nos aferramos a las reglas socialmente correctas ni andamos con tapujos. Si damos con alguien que realmente nos gusta (que ese gusto sea puramente sexual o más bien combinado con lo intelectual, es secundario), no lo desaprovechamos. Si pasamos a la acción de modo furtivo, la blanqueamos, sin demoras. –
Me miró, como quien quiere descubrir en los ojos del interlocutor, cómo viene la cosa. Pareció satisfecha y lo expresó con una amplia sonrisa.
- Somos del mismo palo, entonces …. Que bién -
A ese punto sobraron las palabras. Me puse de pié, con mis ojos clavados en los ojos, la invité a que hiciese otro tanto. Los pechos se agitaron, se mezclaron los alientos, los labios se fundieron en el primer beso. Le siguieron muchos otros, mientras mis manos recorrieron su cuerpo. Dentro de la blusa, desabrocharon el corpiño - le besé los pezones tersos - después levanté su breve pollera y su almeja ardiente recibió las primeras caricias luego su culo un manoseo desaforado.
Se las arregló para zafar de mi apriete, me tomó de la mano y me “arrastro” con ímpetu al dormitorio.
La introducción fue la mínima y necesaria: despojarnos mutuamente de toda las prendas, dejarse caer ella de espaldas, sobre la cama, algunos besos en la boca, en el cuello y en la tetas y de caricias mías en la cachucha humedecida. Verónica, de su parte, agarró con la mano mí “Julito” sublevado y bromeó:
- ¡Justo lo que me recetó el doctor ¡Qué buena verga se come Romina!! –
- Me parece que hoy te voy a administrar una sobredosis. – le seguí el juego.
- ¡Mmmm! Está por verse .. tengo una docena, de estos, en el cajoncito. - retrucó mientras me alcanzaba el preservativo-
Me lo puse y me acomodé entre sus piernas abiertas a más no poder. Le entré sin dificultad alguna. Cogimos sin mezquinar caricias, besos, gemidos, suspiros, frases entrecortadas ni monosílabos. El goce fue extraordinario, enorme, superlativo
Alcanzado, cada cual su clímax, espectacular el suyo a juzgar por lo aparatoso, sublime, eminente, extraordinario el mío, permanecimos superpuestos y abrazados, mi vara perdiendo temple dentro de ella. Intercambiando halagos y besos.
Recuperado el ritmo habitual de latidos que produce la sangre en las arterias, nos duchamos por separado y volvimos a la cama. Acostados lado a lado, alternando caricias, besos, alabanzas a las excelencias amatorias, no demoraron mucho en reavivarse las brasas que había dejado la primera cogida.
El segundo polvo fue con apertura oral. Ella se entretuvo con mi pija, usando manos, boca y lengua, yo le metí dedos y lengua en la concha. La cogida, propiamente dicha, tuvo variedad de posiciones (con la promesa de no intentar penetrarla por el ano, logré disfrutarla en “cuatro patas” para deleitarme con la vista de sus glúteos de otra galaxia). En lo que se refiere al placer no tuvo que envidiarle al primero..
No quedó margen para un tercero. Luego de higienizamos y vestimos, ella telefoneó a la agencia de taxis, contratada por la empresa. Nos despedimos, tiernamente, en hall del edificio agradeciéndonos, recíprocamente, la, improvisada e intensa noche de “sexo loco”.
La única. Regresé un par de veces a Montevideo, sin incidencias ulteriores.

1 comentario - Pareja Liberal.

dantraloco
Ya esta no daba el culito, estrechajajajajajaja
No van puntos porque me quedé sin puntos, otro día te los doy