Mis hijas y yo, capitulo 4

Las coincidencias existen, y cuando te topas con una, lo primero en lo que piensas es en “Dios, ¿por qué yo?”.
Después de haberme pasado horas arreglándome para que el amigo de Lorena me metiera una buena cogida, resultaba que la persona de la cual ella tanto me hablaba era Daniel, mi viejo amigo de la preparatoria.
La cara que puse cuando nos vimos merecería estar en cualquier revista de humor, porque casi vomito de la impresión. Daniel era algo así como mi mejor amigo, y me conocía lo bastante bien como para que también le sorprendiera el hecho de que su cita a ciegas era yo.
—Vaya ¿así que ya se conocen? —nos preguntó Cris, el esposo de Lorena.
—Sí… ya nos conocemos —dijo Daniel con una traviesa sonrisa.
A Lorena la noticia pareció agradarle tanto como a su esposo, y tomándonos de la mano a mi amigo y a mí, nos metió a su coche para iniciar la velada.

Convivir con Daniel no fue tan malo como esperaba. De hecho, ni siquiera sabía por qué había estado tan nerviosa. Hablamos sobre los viejos tiempos de la preparatoria, de las locuras que nuestro grupo como cuando un tipo llevó mariguana para vender y casi fuimos todos expulsados, hasta la pelea que una vieja amiga tuvo con una profesora luego de que esta decidiera ponerle un gigantesco cero en su examen final.

No sé cuánto me reí. Lorena y Cris estaban en la misma mesa que nosotros, pero no platicamos tanto con ellos; sin embargo, por lo poco que logré escuchar de sus conversaciones, mi amiga estaba hablando algo sobre llevar a Holy a la playa.
Me bastó ver la mirada curiosa de Cris para saber que estaba pensando en su hija… y por alguna razón (tal vez por las copas que me había tomado) no me importo que ellos metieran a su hija en sus relaciones sexuales.
—Tengo dos hijas —terminé por decirle a Daniel.
—¿De verdad? Qué bueno oírlo. Siempre decías que lo tuyo no eran los niños.
Yo puse los ojos en blanco y traté de ignorarlos.
Miré a Daniel y él me miró. Sus ojos eran bellísimos, de un profundo tono gris, y sus labios eran tan atrayentes que me incitaban a darle un beso. No recordaba que fuera tan guapo en la preparatoria, pero tampoco me importaba.
—Y… ¿cuánto tiempo estarás en la ciudad?
—Me mudaré aquí por cuestiones de trabajo. Estoy buscando un departamento.
—¿Por qué no te quedas en mi casa mientras tanto? —le sugerí o más bien el calor de las copas me incitó a hablar
—¿Estás de acuerdo? Tu esposo…
—Ah, descuida. Estoy divorciada.
—Bueno, si es así, aceptaré. No te preocupes, no será por mucho. Sólo mientras encuentro un buen departamento. He visto algunos pero no me gustaba la vista, ni la decoración.
—Pues ya estás. Sólo que tendrás que pagarme la renta.
—Oye… de acuerdo. Puedo hacer el desayuno.
—No estaría nada mal.

Así pues, había conseguido que un hombre viviera con nosotras al menos durante unos días. Estaba segura de que a Kim le iba a gustar la idea, y tal vez también a Laura, que me había dicho que le gustaría tener un papá para poder presumirle a sus amigas, que siempre la burlaban por no tenerlo.
Fue entonces que me di cuenta de que una parte de mí, la emocionada ante la idea de Daniel, ya estaba pensando en él como esposo. Atribuí esta clase de pensamientos fuera de lugar a las copas que me había tomado, y decidí no volver a tener esa clase de locas ocurrencias.

La cena terminó y me sentí un poco decepcionada porque quería seguir bebiendo. Necesitaba algo de consuelo ahora que mi cita a ciegas resultaba ser con mi viejo amigo de la preparatoria, y no estaba en mis planes de esa noche irme a la cama con él.
En el baño, Lorena insistía en que no tenía nada de malo acostarme con él.
—Se quedará a vivir en tu casa unos días, Lorena. ¿Por qué desaprovechas esta oportunidad?
—Olvídalo —le dije, mirándome al espejo y tratando de quitar mi expresión más o menos ebria.
Lorena sacó su móvil y llamó a Holy.
—Ya casi vamos, cariño. Sí. Sí, papá está bien. No… no, cielo. Esta noche no. Bueno, adiós.
—¿Todo bien? —pregunté.
—Sí. Holy quería que su papá se acostara con ella.
Me ruboricé pero decidí callarme.

Lorena nos hizo el favor de llevarnos a casa. Pasaba de la media noche y entramos con cuidado para no despertar a las chicas. Todo estaba oscuro y fui prendiendo las luces a medida que avanzaba a tropezones por la sala y subía las escaleras.
—Tienes una bonita casa —dijo Daniel.
—Gracias. Esas son las habitaciones de mis hijas, y ésta es la nuestra.
—¿Nuestra?
—Sí. Yo… olvidé que sólo tenía tres cuartos. Aunque también puedes dormir en la sala.
Daniel me sonrió y me puso una mano en la cadera.
—Creo que prefiero dormir a tu lado.
—¿Disculpa?
—No todas las noches me la paso tan bien.
Me reí como una tonta, pero hice silencio cuando vi que la boca de Daniel se acercaba para besarme. Cerré los ojos por mero instinto y nuestros labios se tocaron. Lo que en un principio fue un beso corto, se volvió en uno muy intenso.
Avanzamos hacia la habitación y entramos dando tropiezos mientras nuestras bocas seguían pegadas. Después caímos a la cama. Yo me levanté para encender la luz y cuando me giré, verlo sentado en el colchón y listo para la acción hizo que mi cara se encendiera de rubor.

Me lancé sobre él, llevada por el alcohol que tenía en la sangre. Daniel me recibió con un beso profundo en los labios y forcejeamos entre caricias y mordidas. Sus manos me recorrían las piernas, alzándome el vestido hasta que sus dedos se divirtieron con mis pompas.
Yo estaba como poseída. Le besé el cuello y literalmente le arranqué los botones de la camisa. Su torso era tan… definido, atlético, y rápidamente lo recorrí con mi boca. Él me jaló del cabello para volverme a acercar a sus labios y besarme de una manera poco más que apasionada. Mis dedos se metieron dentro de su pantalón hasta tocar esa verga caliente, volviéndose más grande a medida que el tiempo pasaba. Tanteé sus bajos y sentí su peso en mi mano. No soportaba más, quería metermelo a la boca y mamarlo hasta que toda su leche me recorriera los labios. Quería hacerlo de la misma manera en la que Kim lo había hecho con Axel.
Aquello no era hacer el amor. Era sexo duro y salvaje. O eso creía, hasta que de repente me quité de encima y vomité a un lado de la cama.
Obviamente mi noche se fue a la mierda.

A la mañana siguiente me desperté con un fuerte dolor de cabeza y muchísima sed. Daniel no estaba a mi lado, pero sí su chaqueta y el resto de su ropa.
Atontada por la resaca me fui a la ducha por un baño de agua tibia y después bajé a la sala.
Kim y Laura estaban en la cocina, sentadas alrededor de la mesa mientras Daniel preparaba el desayuno.
—Buenos días.
—Mamá… te ves del carajo —observó Kim.
—Me siento así. Daniel ¿preparas la comida?
—Sí. Me desperté y me encontré con Kim. Me costó explicarle que no era un ladrón.
—Lo siento —se rió Kim —. Es que nadie nos avisó de que un hombre estaría viviendo con nosotras.
—Ah, es cierto. Kim, Laura, él es Daniel, mi mejor amigo de la preparatoria. Daniel, son mis chicas.
El desayuno había estado muy bueno, o eso es lo que Kim me dijo, porque yo no le sentía sabor a nada. Me juré que no volvería a beber y extrañé aquellos locos tiempos donde podía tomarme una botella de vodka yo solita.
Después de desayunar Kim se levantó de la mesa, y vi que no tenía sus shorts, sino que sólo llevaba sus pequeñísimos boxers que le dejaban casi media pompa a la vista. No la culpaba debido a la calurosa mañana, pero por alguna razón encontré divertida la mirada que Daniel se pegó al ver el culo de mi hija.
—Se te van a caer los ojos —le dije en broma y su cara enrojeció por completo.
—Perdón. No vi nada.
Kim rió y se dio una nalgada fuerte en el trasero.
—¡Kim! —la regañé y ella riendo subió las escaleras.
Cuando Laura se fue, rodeé la mesa y abracé a Daniel por la espalda.
—Lamento lo de anoche. De verdad quería hacerlo.
—Descuida. Casi no me cayó vómito.
—Joder, lo siento. Podemos ¿intentarlo de nuevo?
Daniel giró el cuello y me besó.
—Claro que si.

Decidí llamar a mi jefe para decirle que faltaría al trabajo. Laura y Kim tampoco tenían escuela, así que nos quedamos en casa, en la sala, mirando la televisión.
Hacia una calurosa mañana y el aire acondicionado estaba descompuesto. Esto hacia que Kim se hubiera vestido de una manera provocativa, con unos pequeños shorts y una blusa escotada que mantenía sus grandes pechos libres de cualquier contención. Laura vestida de una forma parecida, y yo sólo tenía un albornoz cubriéndome el cuerpo.
Daniel había salido para ver unos asuntos de su trabajo, y también dijo que volvería con ingredientes para preparar el almuerzo.
—Es un buen sujeto —les dije —. Era el mejor de la clase.
—¿Será mi nuevo papá? —preguntó Laura y la verdad no supe qué responderle.
—Si mamá no lo arruina —masculló Kim y yo le eché una miradita asesina, aunque realmente tenía razón.
—No será papá de nadie. Daniel es un hombre con empleo y expectativas. No creo que quiera casarse conmigo. Y tampoco está en mis planes que lo haga.
Me fui de allí porque no quería seguir hablando de eso. Entré a mi habitación sólo para tener un momento de privacidad y pensar en Daniel, cuyo regreso me estaba causando una feliz sensación. Necesitaba amigos, a demás de Lorena. Ademas… tener a un hombre por las noches no iba a hacerme ningún mal ¿verdad? Pensar en que Daniel y yo podríamos tener algo de acción bastaba como para encenderme y con esas fantasías me dormí, no sé por cuánto tiempo, hasta que Kim me despertó. Junto a ella estaba Daniel, sonriendo.
—Hace mucho calor. Cris me acaba de hablar para invitarnos. Ella y Lorena harán una fiesta de piscina.

—¡Vamos! —dijo Kim, y lo primero que pensé fue en que íbamos a ir a la casa de una peculiar pareja de esposos que sostenían relaciones sexuales con su hija… y mi Laura estaría allí.
Pero el calor estaba a morir, y no podía decirle a Daniel porque no quería ir, pero terminé aceptando.
Lo primero en lo que pensé fue en decirle a Laura que no llevara su bikini, cosa que le molestó. Por Kim no me importaba demasiado porque ni siquiera el Presidente podría hacer algo para detenerla. Yo, por mi parte, opté por ropa ligera y una toalla para secarme.
En ocasiones anteriores ya había estado en la piscina de Lorena y sabía que a mis chicas les encantaba el trampolín y nadar en bikini. Claro que a mi me daba igual, e incluso en un par de ocasiones había dejado que Laura nadara desnuda.
—¿Por qué no dejas que Laura lleve su bikini? —me preguntó Kim momentos antes de salir de la casa. Daniel y Laura nos estaban esperando en el coche.
—Bueno… —no se me ocurría nada bueno que decirle porque no deseaba delatar a Lorena.
—Es que…. Daniel. Daniel está aquí y no quiero que vea a Laura con ojos pervertidos.
—¿Por qué no?
—Bueno… este… vamos, se nos hace tarde.
De repente Kim me dio una nalgada y yo se la devolví. Luego ambas nos reímos.

Estaba nerviosa y me costaba ocultarlo. Cuando llegamos a casa de Lorena, quien nos abrió fue Holy. Vestía un lindo traje de baño de dos piezas y tenía el cuerpo totalmente empapado.
—Ah, hola. Pasen. Mamá estaba esperándolos —dijo con entusiasmo la joven mujer.

Todos entraron primero. Holy y yo nos quedamos frente a frente, con pose desafiante en el rostro. Me sorprendía lo fría que podía ser la mirada de ella.
—Ese es un… lindo traje —dije sin saber qué más añadir.
—Gracias. Pasa.
Para mi sorpresa nosotros no éramos la única familia a la que Lorena había invitado, aunque tampoco me extrañaba. Su piscina era bastante grande al igual que su jardín. Había otras chicas que eran amigas de Holy.
—¡Karen! ¡Ven con nosotros!
—Hola a todos.
Lorena me presentó a los demás y mientras me incluían en la conversación, intenté estar pendiente de mis hijas, pero era casi imposible verlas desde el lugar donde me había sentado.
—Tranquila, Karen —me dijo Lorena y noté un brillo especial en sus ojos.
Advertí a Laura que nadaba con Holy. Ambas chicas se llevaban bien, lo cual activó mi alerta de madre. Le hice un gesto a Lorena porque necesitaba hablar con ella y dejar algunas cosas en claro.
— ¿Qué sucede? —me preguntó cuando estuvimos separadas de los demás, a un costado de la casa.
—Hay… demasiadas chicas en la casa. Lorena, sé lo que está pasando.
—¿Qué pasa? —mi amiga se ruborizó pero con una sonrisa, como una cría a la que se le había atrapado —¿tienes algún problema con las amigas de mi hija? O es que te pone celosa saber que ellas apenas son mayores de edad y tú ya eres una milf.
—No es eso. Lo que intento…
—Míralas —dijo Lorena y me obligó a mirarlas. Se puso detrás de mí y sostuvo mis mejillas —. ¿Me vas a negar el hecho de que no te gustan? Nosotras ya no estamos como ellas, amiga mía, pero podemos seguir disfrutando de la vista. Ahhh… ojalá volviera a mis años de universidad.
—Nop. No soy como tú.
—La delicada piel de sus piernas, sus pechos completamente desarrollados.
—No. No me vas a arrastrar a tu mundo lésbico…
Me detuve cuando sentí que una mano me acariciaba seductoramente la espalda.
—¿Lorena?
—Entonces… tal vez te gusto yo.
—Te estás sobrepasando.

Y no dije nada más cuando Lorena me dio el primer beso de carácter lésbico de mi vida. Fue un beso fuerte que me presionó los labios. Rápidamente me separé de ella. En cualquier otra situación le habría dado una cachetada, pero estaba tan sorprendida por lo ocurrido que me quedé congelada.
—Me… besaste.
—¿No te gustó?
Volvió a acercarse y me puso las manos en las caderas, justo por debajo de la blusa. El tacto de sus dedos ahora se sentía raro.
—No me vas a alejar, Karen. Me quieres demasiado.
—Yo… no me retes.
Juntó su nariz con la mía y luego me dio un beso, esta vez muy tierno, en los labios. Su boca tenía un sabor dulce, a uvas. Y de repente, mientras pensaba en el sabor, me di cuenta de que yo también le estaba correspondiendo al beso.
En ese momento, mientras mi mejor amiga y yo dábamos un paso más en nuestra relación, alguien me tocó la espalda.
—¿Mamá?
Enrojecí.
—¿Laura?
—¿Qué haces?
—Em…
¿Qué demonios le puede decir una madre después de que ésta la ha visto besarse con otra mujer?
—Mamá estaba mostrándome su amistad —dijo Lorena con una encantadora sonrisa —. Es natural que la gente que se quiere se de besos.
—Sí, eso mismo, hija. Emm ¿qué quieres?
—Ya nada. Pensé que te fuiste. Y no soy estúpida… señoras…
—No. Aquí estoy.
Laura le lanzó una mirada a Lorena y después se dio media vuelta para regresar a la piscina. Yo suspiré, aliviada.
—Lorena, no vuelvas a…
Me cayó con un beso y ésta vez me pegó la espalda al costado de la casa. Desde allí nadie podía vernos. Sus labios de uva volvieron a la tierna tarea de humedecer los míos, y movió sus manos en círculos por la piel de mis caderas. El instinto me hizo abrazar a mi amiga.
—No… Lorena. Espera.

—¿Qué?
—Esto… esto no es corre… ¡Ay! —solté un rápido gemido cuando su lengua se deslizó por mi cuello.
—Bueno, bueno. Me calmo —dijo después de separarse de mí. Yo, casi, casi deseé que no lo hiciera.
—¿Por qué lo hiciste?
—Porque… me gustas.
—¿Es esto una declaración de amor?
—No, tonta. Me gustas. Eres guapa, y yo soy bisexual, así que no me da nada de asco besar a una mujer.
—Pues yo no lo soy así que no lo intentes de nuevo.
—Eso no es lo que tu boca me dijo. Anda, vamos.
Su sonrisa era cautivadora, aunque siempre lo había sido. Una parte de mí, una muy grande, me dijo que tuviera más cuidado con Lorena de ahora en adelante.

—Kim—

No sabía si creerle o no a Laura, porque la verdad estaba disfrutando de la visión de las otras chicas en la piscina.
—¿Mamá y Lorena?
—Sí. Las vi besándose a un lado de la casa, y mamá parecía estar disfrutándolo.
—No jodas. No puede ser.
—Lo juro. Lorena dijo que lo hacía porque mamá y ella se quieren mucho. Creo que en vez de otro papá, vamos a tener una nueva mamá.
—Bueno, la verdad es que son mejores amigas —. Pensé en que podría hablar con mamá sobre eso, pero lo haría por la noche, cuando tuviera la guardia baja.
Miré a Laura que estaba dentro de la piscina, con la cabeza y las manos apoyada en la orilla hablando conmigo.
—Oye, Laura. Lo que pasó con el plátano…
—¿Qué tiene?
—No se lo vayas a contar a nadie ¿de acuerdo?
Laura asintió.
—¿Quieres… que lo intentemos otro día?
Fue tan hermoso ver como sus pequeñas mejillas se ruborizaron cuando se lo pregunté, pero Laura no me contestó y por el contrario se fue a nadar con las demás.
El transcurso de la tarde fue de lo más normal. Me metí al agua y cuando salimos para comer, noté como las chicas se me quedaban mirando las tetas que mi bikini apenas podía mantener en su sitio. Aunque teníamos la misma edad casi, yo tenía mas curvas que ellas. Aquello me daba morbo y muchas ganas de desnudarme frente a todas ellas. Me contuve, y luego, sonrojada por esa clase de pensamiento, me fui a cambiar de ropa.
Entré al baño de Lorena y lo primero que se me dio fue investigar qué tanto tendría en el botiquín detrás de su espejo. Era algo que hacía siempre que entraba en el baño de una casa. ¿La razón? Ni yo la sé.

Al abrir el botiquín lo primero que me llamó la atención fue una botellita de lubricante anal que estaba a la mitad. Pensé en que Lorena y su esposo tenían constante acción por detrás. Tal vez eso le faltaba a mamá, que alguien se acostara con ella, pero ¿besos con Lorena? Pienso que la ausencia de sexo había cambiado a mi madre de bando.
Dejé el lubricante donde estaba y me quité la parte superior del bikini. Mis pechos al fin se vieron libres de su confinamiento y al verlos en el espejo hice una mueca, pues alrededor de mis pezones estaba bronceado, pero como no hacía topless, las marcas del bikini marcaban mi piel. Eso se podía corregir fácilmente, pero lo haría en casa.
En eso abrieron la puerta del baño. Yo me cubrí los pechos rápidamente, pero por fortuna sólo se trataba de Holy, así que los volví a mostrar.
—Me asustaste, tonta. Pensé que le había dejado…
—¿Qué?
—¿Son tetas reales?
—Emm. Pues sí.
Vi el rubor en su rostro y luego una sonrisa brillante. Yo me sentí acalorada.
—¿Puedo cambiarme?
—Claro, es tu baño.
Holy me dio la espalda.
—¿Me ayudas a quitarme el sostén? No llego al nudo.
—Ah, sí.

Mis manos estaban algo nerviosas. Eso hizo que mi pecho latiera deprisa y rememoré a Laura y nuestro salvaje encuentro.
Deshice el nudo y el sostén del bikini de Holy cayó. Traté de no darle más importancia y hurgué en mi bolsa por un cambio de ropa. Cuando me erguí, noté que Holy me seguía mirando las nenas.
—Tienes suerte. A mí ya no me crecerán más.
Las vi. Tenia que hacerlo. Apartó el brazo y vi sus pequeños pechos. . Lorena tenía un amplio busto y en el mejor de los casos le transmitiría ese atributo a su hija. ¿Por qué la adolescencia no la había bendecido también? Los pezones de Holy eran rosaditos, pequeños y tiernos. Mis tetas, por el contrario, eran más grandes, pero por suerte firmes y no dos bolsas de agua como la de las ancianitas.
—Te podrías poner implantes —le dije y ella, poniendo una mirada seductora e inocente, dio un paso hacia mí.
—¿De verdad? ¿Puedo… tocar las tuyas?
Sonreí para mis adentros.
—Claro.
Bajé la tapa del retrete y me senté en él. Holy, con toda la curiosidad de una pequeña lesbiana, puso ambas manos sobre mis pechos. El contacto de su piel humedecida me hizo estremecer. Cerré mis ojos y pronto me di cuenta de que no sólo los estaba tanteando, sino que los acariciaba con una nota claramente sexual. Pellizcó mis pezones y tirando de ellos, hizo que mis senos rebotaran.

—Son sorprendentes. Como las de mi mamá.
—Gracias.
La chica me guiñó un ojo y con sus deditos se tocó sus apenas abultados pechos. Empecé a sentir un calor entre mis piernas y tuve la necesidad y el impulso de mover mis brazos y tomarla de la cintura. Con ese leve tacto, algo se habrá activado en la mente de Holy y se lanzó hacia mí por un beso.
No podía creer que fuera la segunda chica a la que besaba. Su boca era tan diferente a la de los hombres. Poseía labios suaves, tiernos y un hechizante sabor. Nuestras lenguas jugaron un momento, sobándose y empapándose de la saliva de la otra. Sabía besar muy bien. Demasiado. Mordía mi boca y al mismo tiempo sus manos jugaban con mis tetas.
Entonces mis dedos acariciaron su espalda y se fueron directamente a sus nalgas. Metí la mano por debajo de su traje y busqué con desesperación su pequeño agujerito anal. Al sentirlo, Holy abrió las piernas y soltó un dulce gemido a mi oído.
—Aquí hay lubricante. ¿quieres que te meta los dedos?

—Hazlo —me dijo y estábamos por hacerlo cuando la voz de mi madre me llamó desde el otro lado de la puerta.
Holy interrumpió todo y se metió a la tina. Corrió la cortina para que nadie la viera. Yo me apresuré a vestirme y antes de salir, la chica me guiñó un ojo e hizo el gesto de “llámame”. Claro que la iba a llamar.

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