Siete por siete (177): Géminis (XII)




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Compendio I


Esperé en silencio, apreciando la belleza de Susana, que se veía muchísimo más hermosa en esos momentos.
Aunque no puedo describirlo detalladamente, me daba la impresión que estuviese enamorada por primera vez. Me recordaba las primeras veces que salía con Marisol (antes que empezara nuestra relación) y que la abrazaba, porque me gustaba protegerla y me daba la impresión que ella misma lo quería, por la manera en que ella devolvía mi abrazo.
Sé que no estoy siendo completamente explicito, pero traten de recordar esos primeros sentimientos al abrazar a la persona que aman y vislumbraran parte de lo que yo parcialmente apreciaba en esos momentos.
Sus ojitos entrecerrados se apreciaban hermosos, como cuando tienes que despertar, pero la cama es tan cálida que ni siquiera te dan ganas de moverte; sus labios regordetes y tentadores, temblorosamente cerrados, como si apenas pudiesen contener los gemidos no expresados al momento del coito, pero a la vez, sonriendo y medio mordiéndose los labios, después de disfrutar la situación; Y por último, su respiración agitada, pero con suaves gemidos de placer entre medio, como si lo que sintiese en esos momentos pareciera ser la dicha más plena.
Tal vez, esté siendo extremadamente analítico al respecto, pero tengan en consideración que me encontraba apresado en su interior (una vez más) y si bien, la calidez de su vientre envolvía mi pene de una manera agradable, el único pensamiento que retumbaba en mi mente era el temor que ninguna de las 2 se hubiese cuidado.
Habrán pasado 2 o 3 minutos así (que como podrán imaginar, se me hicieron eternos), donde no hice esfuerzo por zafarme y la contemplaba con cierto nerviosismo, respetando su placer, hasta que tuve que manifestar mis preocupaciones.
“¡Susana, discúlpame!” supliqué aceleradamente, mientras ella volvía a abrir los ojos. “No me puse condón y si te llego a embarazar…”
Me interrumpió con la más maravillosa de las sonrisas…
“¡Shh! ¡Shhh! ¡Shhh! ¡Callá, querido!” replicó ella, con una mirada coqueta y astuta. “¿Vos creés que íbamos a venir sin cuidarnos?”
Quedé sin palabras y literalmente, fue un “alivio para mi conciencia”…
“Nosotras sabíamos que íbamos a garchar con vos, así que nos cuidamos.” Sonrió alegremente, al notar que mi preocupación se disipaba. “Por eso, antes de venir, nos inyectamos unas hormonas, aquí en el vientre, para que no nos preñaras.”
Me explicó que el medicamento empleado desbalanceaba los niveles hormonales, induciendo niveles de ph más altos a los fluidos de su vientre, tornándolos en una especie de “espermicida natural”.
“Además, vos mejor que nadie sabés de los riesgos de radiación y el embarazo…” señaló con un leve aire de tristeza. “Y no queríamos cagar tu matrimonio con Mari por un nene…”
Simplemente, fue un acto reflejo. No pude evitarlo, porque la paternidad me ha brindado placeres casi tan agradables y memorables que el sexo y tuve que decírselo.
“¡No, un bebé no te caga!” le expuse, reflejando mi satisfacción. “Es una de las experiencias más bonitas de la vida y si bien, hay muchas veces que te sientes cansado, es un cansancio distinto al del trabajo y del estudio. Tienes una sensación que otra vida te necesita y la responsabilidad que eso te da…”
Me detuve al apreciar la manera en que me miraba. Nos comprendíamos a la perfección y estaba completamente seguro que en esos momentos, le habría encantado que yo la hubiese embarazado.
Y si bien, duró unos breves segundos, fue una tremenda revelación para mí…
Cuando se lo expliqué a Marisol, me contempló preocupada, porque afortunadamente, sigue siendo celosa que yo me enamore de alguien más y no fue fácil explicarle lo que descubrí en esos momentos.
Siguiendo el supuesto de las gemelas (que hubiésemos sido vecinos…), no tenía dudas de que Nery me habría besado primero. Pero a la larga, me habría enamorado de Susana.
Y no estoy diciendo que no me guste Nery. Pero con Susana, tenemos ese mismo tipo de conexión que tengo con Marisol, donde somos demasiado tímidos para enfrentar nuestras emociones al instante.
Y lo más seguro es que habría sido un romance muchísimo más largo del que viví con Marisol, puesto que habría sido incapaz de negar los sentimientos de Nery y Susana y yo habríamos guardado nuestros verdaderos sentimientos por bastante tiempo.
“¡Sos re lindo!” fue lo único que dijo, antes de plantar un beso en mis labios. “Vos no tenías idea que queríamos coger contigo, ¿Cierto?”
“Sí, lo supe desde que bajaron del avión.” Respondí.
Me miró maravillada…
“Entonces… ¿Por qué nos invitaste a salir? ¿Por qué no cogiste con nosotras esa misma noche?”
“Porque las 2 me gustan.” Respondí, acariciando su sonriente mejilla. “En realidad, me gustan las 3. Pero a lo que me refiero es que no soy de los que echan polvos con cualquiera. Me gusta salir, seducir y disfrutar.”
Me agarró suavemente de las orejas y me besó, contoneándose ligeramente por encima de mi pene, que volvía a endurecerse levemente.
“¡No sabés las ganas que tenía de coger contigo!” me decía, meneándose cada vez más suave. “¡No he cogido en todo un año!”
Esa revelación, aparte de endurecerme, me sorprendió bastante y tuve que pedirle que me mirara a los ojos.
Ella, sonriendo risueña, me contemplaba bastante melosa, con un leve aire de dominancia y satisfacción en su mirar.
“Pero… ¿Cómo?” le pregunté, completamente perturbado. “¡Eres bellísima y cualquier hombre se pondría a tus pies!”
Ella sonrió halagada y con cierta timidez, posando juguetonamente su mano en mi pecho.
“¡Ya te dije, querido! ¡Yo no me meto con cualquiera!” sentenció ella, de manera muy coqueta.
Y otro pensamiento empezó a colarse en mi mente…
“Entonces… ¿el último con el que estuviste…?”
“¡Aja! ¡Fuiste vos!” respondió, con una mirada gatuna.
Un tremendo escalofrío me estremeció desde la base de mi espalda y se deslizó a través de mi herramienta, haciéndola vibrar y templándola.
“¡No te pongas así, boludo, que no es como vos pensás!” comentó ella, riéndose de mi cara de bobo.
“¡Mirá, lindo! Hasta antes de conocerte, el sexo era un bodrio aburrido para mí.” Comentó, con un tono más triste. “El primer mino que me desvirgó fue uno de mis primitos, que también se había metido con Nery y fue un polvo bastante malo. Después, tuve noviecitos por aquí y por allá, pero no me calentaban para nada.”
Me miró con mayor seriedad a los ojos…
“Vos me dijiste que cuando andabas solo, te decías que “lo hacías por tu propio bien” y te dabas ánimos con eso, ¿Cierto? Pues yo te digo que hacía lo mismo, pero todo lo contrario, porque me metía minos que no me calentaban y lo hacía porque necesitaba cariño… y así fue cómo terminé conociendo a Giacopo…”
Su mirada benevolente se tornó más un poco más triste…
“Yo sabía que ese pelotudo tenía minas por otros lados y que le echaba los galgos también a Nery, pero me hacía la boluda, porque como decís vos, el tipo era un minazo y creía que de todas esas minas, yo era especial… pero el gil era un cerdo y en la cama, todo un fiasco. ¡Dos polvos, Marco, dos y el boludo no podía más! ¡Que le bajaba el sueño y qué sé yo!... y a veces, me dejaba con las ganas…”
Luego, su mirada se centró profundamente en mí.
“Cuando fuimos a Sunda, ya cada uno andaba por su lado. Me daba igual. No lo quería. Y de repente, Nery llega que conoció un mino guapísimo, pero casado… “Un papá hecho y derecho y que vos tenés que conocerlo, porque te habla re lindo…” (Sonrió con ternura, recordando)… y tenía razón, porque te conocí a vos.”
Nos empezamos a besar y ella, a moverse lentamente. Sus labios me encantaban. Su lengua desbordaba de lujuria.
Podía sentirlo en su sangre. Un “no sé qué”, pero que parecía darle vitalidad. Un sentido y una calma a su existencia.
“¡Llenáme, querido, Llenáme!... ¡Metéla como lo haces vos!” me pedía, mientras que sus movimientos se volvían incesantes.
Estaba ya adentro, pero ella se plegaba en placer, a medida que el ritmo iba creciendo.
A mis ojos, era una diosa perfecta: Sus pechos dilatados subían y bajaban con una respiración entrecortada, ocasionando un efecto cautivador; su rostro y sus labios se torcían de una manera muy sensual, denotando sus deseos de ser amada desesperadamente como corresponde y sus cabellos, perfectos, se sacudían en rápidas y esporádicas ráfagas violentas, exponiendo la magnitud de sus embestidas.
Me afirmé de esas preciosas caderas finas y delgadas, semejantes a un reloj de arena, mientras que en la punta de mi glande podía sentir una mezcla de sensaciones agradables, a medida que se iba corriendo cada vez un poco más.
El vacío que ella me generaba era perfecto y la forma en que ella se doblaba parecía disfrutarlo tanto o más que yo…
Pero todo eso cambió cuando posé mis manos en sus perfectos y sudorosos muslos. Pareció como si le hubiese devuelto del plano etéreo y con la picardía de un ángel, me miró sonriente…
“¿Qué te pasa… a vos… precioso… con mi cola?” preguntaba entre vaivén y vaivén. “¿Tanto… querés… rompérmela?”
Me afirmé de su tronco y la besé acaloradamente, en los labios, en un revoloteo maravilloso que me dejó estar encima de ella una vez más…
“¡No es eso, Susana! ¡Es que me gusta tocar tu cuerpo!”
Me miró con ojos burlones y coquetos…
“A lo mejor… si vos me la pedís bien… te la entrego hoy…” concretó ella, tratando de dominar la situación.
Resumí con un beso fogoso para aplacar la sublevación, deslizándome profunda y suavemente en su interior, para hacerle desvariar, a lo que ella reaccionó envolviéndome con sus piernas.
“¡Me encantaría rompértelo!... ¡De verdad que sí!... ¡Pero como te dije al entrar!... ¡Nada aquí pasará, si tú no lo deseas!”
Y en esos momentos, me dio una mirada gravosa, con su mano rozando titubeante mi pecho…
“Pero no soy trola… y nunca la he dado…” replicó con nerviosismo, mientras que mis embestidas avanzaban en su máximo esplendor.
Devoré su mejilla, con besos salvajes, que se fueron deslizando hasta su lóbulo izquierdo…
“Y tu hermana tampoco… pero ella ya me la ha dado…” susurré despacio, lamiendo ansiosamente su oreja y causándole un maravilloso orgasmo, que la iba ablandando más y más.
Nuestras sacudidas, besos y caricias no dieron espacio para más palabras, porque deseábamos plenamente nuestros cuerpos y alcanzamos el éxtasis tras otra media hora.
Pero ella seguía deseosa por más y podía darme cuenta por la manera en que jugaba con su índice por mi pecho y la mirada gatuna que me daba, sonriendo constantemente al esperar que pudiésemos despegarnos.
“¡No te tentés!” me amenazó sonriente, cuando le pedí que se pusiera en 4 patas.
Sus nalgas preciosas, redondas y rotundas, se alzaban desafiantes a la vista…
“¿Me dejas ponerla un poco encima? ¿Para ver que se siente?” le pregunté, deseoso por engancharla de la manera que lo hago con Marisol.
“B-b-bueno… si vos querés…” replicó ella, titubeante.
Y empecé a deslizarla suavemente por encima de su surco, subiendo y bajando con delicadeza y lentitud.
No podía creer que la noche anterior, todas las incitaciones de Nery eran para que le diera nuevamente por la cola y en esos momentos, tenía a Susana, en cuatro patas, literal y físicamente entre la espada y la pared, considerando la idea…
“D-d-decíme… por qué… ahhh… los minos…. leees… gusta tanto… m-m-meterla… por atrás…” consultó, al sentir mi enhiesta herramienta hinchándose más y más entre sus cachetes.
“¡Tú sabes!” le expuse, sonriendo al mirar su agujerito levemente dilatado, como si casi suplicara que lo desfloraran. “Se trata de un esfínter y aprietan mucho más que una vagina.”
“P-p-pero minos como vos… ahh… la tienen muy gorda…” replicó vagamente, cuando sintió mi glande puntear discretamente su agujero.
“No obstante, es muy elástico y se alcanza a abrir y cerrar bien.”
“¿Yyyy… no duele?” preguntó ella, con un leve tono de temor.
Retiré entonces mi herramienta con mi mano y ella se volteó a mirarme, con un rostro entristecido…
Sabía que quería que se lo metiera. Que quería experimentar ese tipo de placer…
Pero ella misma había dicho que no me la daría ese día y yo le había dicho que nada pasaría sin que ella me lo pidiera, por lo que seguía acatando las circunstancias.
“Depende.” Respondí, deslizándome entre sus labios vaginales, que le llenó de encanto. “Si se hace con violencia y de golpe, es doloroso y puede no gustarte o lastimarte. Yo prefiero hacerlo despacio e ir disfrutando del ensanche que le doy a la mujer.”
No tardó mucho en volver a correrse…
“Nery siempre habla… que cuando se la hiciste vos… le encantó… que vos le hiciste sentir… deseos por tener verga por atrás… y me costaba creerle…”
Por la manera en que me miraba, intuía que todo eso había cambiado en el transcurso de las últimas horas.
Y proseguimos así por un buen rato. Deslicé mis dedos por su columna y jugueteaba con mi meñique en la entrada de su colita, haciéndole retorcer levemente de placer.
Posteriormente, cambiamos de posiciones e hicimos un maravilloso 69, con ella succionando maravillosamente mi falo, con la misma ansiedad que mostraba en la playa.
Dormimos otro poco y por la mañana, ya estaba agarrándome la herramienta, pellizcándome traviesamente los testículos, por lo que tuve que relegarla a las labores que Marisol hace cada mañana, lo cual hizo con bastante entusiasmo y mientras nos duchábamos, la ubiqué encima de mí, para penetrarla apoyada a la pared y descargarme una vez más.
Entregamos la habitación, con ella reluciente de dicha y yo, con un claro estado de agotamiento físico, por lo que volví a casa y dormí un par de horas, recuperando fuerzas para la noche final… sin poder imaginar la decepción que me esperaría.


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3 comentarios - Siete por siete (177): Géminis (XII)

Gran_OSO
Uhh!! Hay que seguir esperando, esta historia tiene más capítulos. Muy bueno. Muchas gracias!!!
metalchono
Trataré de terminarlo entre esta y la próxima semana. Lo he tratado de resumir, pero cada vez, me acuerdo de más detalles. Muchas gracias por comentar.
DariaMarlen
uff para morirse
metalchono
¡Gracias por comentar!
pepeluchelopez
Decepción al final? Ahora si me toma por sorpresa, espero el siguiente relato, saludos
metalchono
En realidad, es subjetivo. Marisol quedó muy satisfecha con todo, y aunque lo disfruté también, quedé con un "gustito amargo" de agregado, pero como te mencioné, todo esto ocurrió en febrero y ya lo hemos asumido cada vez más. Saludos y que estés muy bien.