“Y a mi no me dejás ir a bailar…”

Lorena tiene 34 años, mide 1,67, es rubia natural de rostro bonito y sabroso cuerpo. Desde que la conozco (ocho años), tras dos parejas estables, cada dos meses lleva tipos a su casa. Es vecina, tiene una hija de 16 años y vive frente a mi casa.

Además de linda, mantiene su atractiva en el gimnasio. Sus hombros firmes dan lugar a tetas redondas, cintura sin rollos, duro culo y delgadas y fuertes piernas. Empero, el mayor atractivo de Lorena es la sensualidad, el erotismo, el aroma a hembra en celo que desprende.
El mayor acercamiento que tuve con ella fue una tarde, cuando me invitó a su casa a tomar cerveza. Quería desahogarse contando sus penas de amor, tras separarse de su último novio. Me recibió con un vestido corto, suelto, sin corpiño.

Nos sentamos juntos en un sillón. Entristecida, me contó sus pesares, diciendo que no sabía estar sola. A la media hora, llorando, me abrazó. La besé y nos franeleamos. Había tres botellas vacías y ella tomó más que yo. Estaba borrachita. Sin dificultad saqué sus tetas y las chupé, mientras bajé mi mano izquierda buscando sacarle la bombacha… ¡No la tenía! Toqué su concha, con suaves vellos, húmeda y caliente…
- Voy al baño… Vos andá a mi dormitorio y esperame en la cama… - me indicó, tras lo cual caminó levantándose el vestido para mostrarme su precioso culo.

En su dormitorio

Entré al cuarto con la pija al palo. En el medio del dormitorio de Lorena había una cama de dos plazas y dos mesas de luz; frente a esta, un soporte metálico adosado en la mampostería sujetaba un televisor de 40 pulgadas y un DVD; tres cuadros en las paredes y un placar empotrado. Desnudo, me acosté sobre la cubrecama.
- ¡Ay!, ¡qué hermoso pedazo tenés!; eso me hará olvidarme de mi ex… - exclamó Lorena.

Estaba en el dintel de la puerta, mirando mi pija de 18 x 4,3 cm. Quedé con la boca abierta por la sorpresa. Había supuesto que llegaría desnuda, pero afortunadamente me equivoqué: arriba de sandalias de taco aguja, llevaba colocado medias negras de encaje, con liguero. Sin bombacha ni corpiño. ¡Espectacular! ¡Parecía una modelo puta!
Lentamente fue hasta la cercana mesa de luz, tomó el control remoto y en el televisor apareció un video en el cual se veía a una rubia chupando dos vergas. A continuación caminó alrededor de la cama, ondulante, sexi…

Dispuesta a todo

- ¿Te gusta lo que ves al natural o preferís la puta de la película? – preguntó insinuante.
- ¡Vos sos mucho más hermosa!
- Entonces mostrame como te pajeas mirándome… ¡Me encanta ver a un hombre pajeándose, por mi… ¡ - dijo.

Obedecí gustoso. Sin prisa ni ansiedad. Tanto cogiendo como masturbándome, he logrado retardar la eyaculación. Sabía que no iba a acabar sin tocarla.

- Lore, pero no pienses que me voy a conformar con pajearme… - advertí.
- No te preocupés… esa pija grandota la quiero en todos mis agujeros… - aseguró.

A continuación detuvo su andar a los pies de la cama, delante de mis piernas abiertas. En cuatro patas, como gatita, con cara lujuriosa, avanzó hasta alcanzar mi poronga.

Era una experta. La tomó con sus dos suaves manos, probó el glande mojado, lamió el tronco y las bolas, volvió a tragarla, pero esta vez más profunda en su boca, mientras movió la lengua por todo el contorno… Me hizo gemir, acaricié su pelo… Durante diez minutos disfruté el placer que me daba, pero deseaba chuparla…

Sorprendidos

- Lore, preciosa, dejame comer tu concha… - le pedí.
- ¡Si papi! ¡Me encanta eso! Mi ex nunca me chupaba… - respondió y se acostó boca arriba.
- Eso si, te adelanto que me mojo mucho… Acabo enseguida –agregó.

A mi me fascina chupar concha, culo, tetas, piernas, todo la piel de una mujer. Bajé con mis labios a sus muslos y lentamente los lamí, acercándome hasta centímetros de la vulva, para reiniciar las lamidas y besos. Mis manos, en tanto, acariciaban el vientre, senos, nalgas…
- ¡Sos un hijo de puta! ¡Me vas a hacer acabar!

Lorena estaba fuera de sí, gemía, gritaba, se agitaba, hasta que sentí su primer orgasmo. Entonces fui a su clítoris, enrojecido, del tamaño de la mitad de mi pulgar, y suavemente lo rodeé con mi lengua… Ella se retorció gozando orgasmo tras orgasmo.

- ¡Ahh, claro!; ¡vos cogés como perra, y a mi no me dejás ir a bailar!

Era Anita, la hija adolescente de Lorena.

Yo reaccioné en el acto, separé mi boca de la concha de mi vecina y me senté al borde de la cama.

Lorena demoró algunos segundos. Las oleadas de gozo la tenían aturdida.

Rápidamente me vestí y salí de la casa. Hasta el momento, no he vuelto a estar con Lorena.

(Continúa)

6 comentarios - “Y a mi no me dejás ir a bailar…”

amigolo +1
Muy buen relato. Mañana van puntos, te invitamos a pasar por nuestros posts para saber tu opinión. Besitos.
mixmar
Buena historia buena imaginacion
Adrito
Muy buen material... Van puntos