La Cross sumisa del electricista 5: esclavos de igual pija

Van los links de las partes anteriores. Gracias por puntos y/o comentarios La Cross sumisa del electricista 5: esclavos de igual pija

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Después de un día tan agitado, la siesta para Carla duró hasta la mañana siguiente. Yo me levanté a medianoche, pero solamente para comer algo a la pasada y volver a la cama para seguir durmiendo.

Cuando finalmente me desperté con la luz del sol, Carla estaba desayunando lo más tranquila y casi no me prestó atención. De hecho, no me prestó atención en todo el día, salvo para alguna conversación banal. De algún modo, a pesar de lo que había pasado el día anterior, todo era normal.

Miré un poco de televisión, limpié y ordené la casa y hasta hice unas compras con el mismo culotte que llevaba puesto desde el día anterior. Ya lo tomaba con naturalidad y placer por la comodidad que me daba, y eso que hasta ese momento yo nunca había salido de mi casa con ropa interior femenina. Tenía mucha excitación y ansiedad por la visita de Oscar a cenar, pero recién al anochecer Carla me dio alguna señal de lo que tenían planeado ella y el electricista.

Se me acercó en un momento con un bóxer que se había salvado de ser sacado con la basura y simplemente me dijo:

-Andá a bañarte y ponete esto. Lo encontré entre la ropa que lavamos ayer. Oscar quiere que lo tengas para recibirlo. Viene a las 9.

Con desconcierto, me quedé esperando algo más, pero Carla solamente me sonrió. Así que me bañé, me vestí con un simple jean y una remera y no pregunté nada más. A medida que se acercaba la hora, Carla se fue alterando cada vez más, parecía una leona enjaulada. Iba y venía de un lado al otro, acomodando todo, sin darme bola. Finalmente, cuando faltaban pocos minutos para las 9, me dijo que se iba a bañar ella.

Lo hizo en cinco minutos, y cuando salió no pude menos que abrir la boca por lo que veía. A pesar de que hacía bastante calor y mucha humedad, se había puesto unas botas negras hasta arriba de las rodillas, de un sintético muy brillante y tacón de aguja. Una mini negra de cuero muy cortita y una musculosa blanca. Con un detalle: se la había puesto sin secarse el pecho y no llevaba corpiño. Así que sus dos tetas se levantaban solitas por la excitación, transparentadas con la tela pegoteada y con los pezones endurecidos.

Se había maquillado recargada a más no poder. Parecía realmente una puta, y una muy apetecible. Ya eran las 9.

-Vos tenés que ser muy servicial –me dijo Carla sin mirarme, mientras se retocaba el peinado en el espejo del living- Muy servicial. Si te pedimos A vos tenés que darnos A, B, C y D. ¿Entendés? Y después, nada, cuando sea el momento solamente tenés que ser lo que sos ahora. Te va a salir muy bien…

La última frase la pronunció con una mueca burlona y una sonrisa. A pesar de la excitación que yo sentía, me sonrojé con la humillación.

Se hicieron las 9. Después las 9 y 10. Y las 9 y 20, sin noticias de Oscar. Yo me había quedado petrificado en un rincón, pero Carla estaba muy nerviosa y se miraba al espejo todo el tiempo solamente para comprobar que la remera seguía húmeda y sus tetas se veían con claridad a través de la tela.

A las 9 y media, Oscar llegó. Carla corrió a abrir la puerta y él, nuestro electricista, entró como una tromba, bufando contrariado.

-Llegué tardísimo… un arreglo para una vieja de mierda que me volvió loco. Recién termino y me vine directo, ni los zapatos me pude cambiar- dijo y tiró el bolso que traía a un costado.

-Ayy, no, no, Oscar, qué pena… pero ya estás acá y queremos que la pases lo mejor posible. Vení, vení, sentate- le dijo Carla después de acariciarle la mejilla y acercándole una silla- Yo ahora te hago unos masajes así te relajás.

Oscar se sentó, mi esposa se plantó delante de él para que la pudiera mirar de pies a cabeza y después, muy felina, se paró a sus espaldas y empezó a masajearlo muy suavemente en los hombros.

-Mmmhh…Con esto te vas a sentir mejor. Y por los zapatos no te hagas problema. Gabriel te los limpia- dijo Carla casi poniéndole comillas a mi nombre, con una entonación muy particular.

Yo, que me había quedado parado, muy quieto, me acerqué lentamente y me arrodillé delante de Oscar. Entonces entendí que era lo que los dos esperaban, y la idea vino acompañada con una erección. Ya había entendido todo. Me agaché aún más y acerqué mi cara a uno de los zapatos llenos de polvo del electricista. Saqué la lengua y empecé a lamer el cuero. Sin apuro, limpié una parte con mucho cuidado, luego otra. En un momento me detuve porque necesitaba tomar saliva y noté por el rabillo del ojo como Carla seguía masajeando a Oscar y ya abiertamente le apoyaba las tetas en la nuca y se las frotaba con mucha sensualidad. La imagen me excitó más y retomé las lamidas con más ímpetu.

Un golpecito del pie de Oscar me dio a entender que debía pasar al otro zapato, así que sin decir nada pasé al otro y volví a lamer para sacar todo el polvo.

-Me lo dejó perfecto, se ve que tiene experiencia- le comentó Oscar a Carla con tono socarrón. Y mi esposa no se quedó atrás:

-Es muy bueno lamiendo, ¿viste? Y se ve muy cómodo de rodillas, casi como si fuera su posición natural.

Cuando terminé de limpiar los dos zapatos, me quedé arrodillado a un costado esperando. Carla dejó de masajear a Oscar, al que ya se le notaba una erección importante. Mi esposa, como si nada, dio una palmada, se paró frente a Oscar, que seguía sentado con una sonrisa de oreja a oreja, y dijo:

-Bueno, podemos pedir algo para comer, ¿te parece, Oscar? La verdad que no tenía ganas de cocinar, así que llamamos al delivery. Mientras tanto, vos, Gabriel… ¿Por qué no le enseñás la casa? Oscar siempre vino a hacer arreglos y no la conoce bien. Mostrale lo más lindo de la casa, dale. ¿Qué te gustaría ver primero, Oscar?

-Bueno, sí, hay algo que me gustaría ver, pero no sé…- Oscar lo dijo muy sereno, mientras se pasaba la mano por la barbilla y dejaba la vista fija, absorta, en las tetas de mi esposa, que se veían perfecto a través de la musculosa. Carla se paró más erguida, con las manos a la cintura y y una mirada lasciva. Sacó pecho, como si quisiera mostrárselas mejor a Oscar.

Después de unos segundos de silencio, Carla se me acercó y me dijo al oído, en un susurro:

-Gabriel, me parece que Oscar quiere ver primero mis tetas. No seas maleducado con el invitado y mostráselas, por favor.

Toda la situación ya me había excitado más allá del nivel de vergüenza que también sentía y me acoplé con ganas al juego. Como había pasado las veces anteriores con Oscar, la escena que había armado me calentaba más allá de la cordura. Así que me levanté de un salto, tomé a mi esposa de los hombros y la acerqué a la silla de Oscar.

-Claro, claro, Oscar, no hay problema. Miralas por favor más de cerca, esperá que te las muestro bien- dije y corrí la tira de la musculosa de uno de los hombros de Carla hasta que una de sus tetas quedó al aire- ¿Ves? Son preciosas, unas tetas de hembra preciosas. Esperá que te muestro las dos.

Y tiré de la otra tira y corrí la musculosa húmeda de mi esposa hasta debajo de los pechos, que quedaron bailoteando al aire a escasos centímetros del rostro de Oscar. Carla acompañó el movimiento con un gemido.

-Pero por favor, tenés que tocarlas Oscar, mirá qué firmes están- dije y tomé una mano de Oscar y la llevé con docilidad hasta el pezón izquierdo de Carla, que se estremeció al contacto. Oscar se tomó su tiempo para acariciar un seño, sostenerlo y pellizcar el pezón, y luego hacer lo mismo con el otro. Su mirada estaba puesta en los ojos de Carla, y los de ella parecían derretirse en los suyos.

Ya embalado, cuando Oscar dejó de acariciar las tetas de Carla, la agarré de los hombros y la di vuelta bruscamente. Con un empujoncito la hice inclinarse y le levanté la pollera. Dejé a la vista sus braguita negra y alenté a Oscar:

-Te muestro todo, Oscar, así ves bien. Mirá qué linda colita tiene mi esposa. Tocá, tocá, por favor. Mirá qué paradita, hermosa, y ojo, que la ves así chiquita, redondita y no sabés cómo traga pija… Por favor, tocá, tocá…- Yo ya estaba sacado y entendía perfecto lo que Carla me había advertido antes de que llegara Oscar que esperaban de mí.

-¿Suena bien?- preguntó Oscar mientras pellizcaba una de las nalgas de mi esposa.

-Sí, claro, suena muy bien, probá por favor- contesté.

Oscar le dio a mi mujer una nalgada suave y puso cara de decepción.

-No, no, dale más fuerte. Por favor, dale más fuerte y vas a ver- dije.

Entonces Oscar le dio una palmada muy fuerte a Carla, que casi trastabilla y la recibió con otro gemido, esta vez más pronunciado.

-¿Viste?- le dije a Oscar mientras tomaba a Carla nuevamente por los hombros para volver a ponerla de frente a él. Vi en los ojos de mi esposa pura putez, y yo ya no daba más de la calentura, así que empecé a bajarle la bombacha con una mano mientras con la otra le sostenía la mini en alto- Y falta lo mejor, Oscar, tenés que ver la conchita de mi esposa, por favor. A ver, carlita, abrí un poquito las piernas. Eso. Mirá Oscar, tocá también sin problemas, sentite como en tu casa.

De nuevo guié la mano de Oscar, esta vez hasta la concha de Carla, que me trasladó su electricidad cuando Oscar empezó a meterle mano mientras yo sostenía la mini.

-Esta mojada, Gabriel, mirá, está empapada- dijo lentamente Oscar, saboreando las palabras.

-Es que debe estar con muchas ganas de que te la cojas, Oscar. ¿Es así Carlita? ¿Querés que Oscar te la ponga?

- Es lo que más quiero en el mundo…Pedíselo, Gabriel, por favor… Pedile que me garche que estoy hecha una perra, una….uhm…una perra en celo- atinó a decir Carla.

-Por favor, Oscar, ya ves cómo está… ¿Te la podría coger, por favor?

-Bueno..- Oscar sacó la mano de la concha de Carla y se la llevó a la nuca mientras se aflojaba en la silla- La verdad es que quedé un poco nervioso del trabajo que vengo de hacer, no sé si voy a poder hacerles el favor sin un empujoncito.

- Yo me ocupo, Oscar, quedate tranquilo, Realmente necesitaríamos que se la pongas a Carla, así que dejame darte una mano. Por favor, seguí tocándola a Carla así se mantiene mojada- dije y me arrodillé junto a Oscar. Le bajé la bragueta del pantalón y metí la mano para sacar su pija, que estaba erecta pero sabía (por mi propia experiencia) que podía estar más dura.

Empecé a masturbar a Oscar con la mano, a acariciarle la pija mientras Carla estaba parada a su lado, con las piernas abiertas y tocándose las tetas mientras gemía. Oscar jugueteaba con los dedos en su concha, que brillaba de lo húmeda que estaba.

-Me parece que necesitamos un empujoncito más- me dijo Oscar después de un rato de estar pajeándolo.

Entendí perfecto, y además me moría de ganas, así que asentí, la miré a mi esposa, que estaba en éxtasis, y empecé a lamer la pija de Oscar. Primero despacito y luego con largos lengüetazos, casi desesperado. Y después empecé a tragar, cada vez más profundo, toda esa carne que sentía que se ponía más dura. Carla empezó a respirar más agitada, era la primera vez que me veía comerme la verga de Oscar y la situación la puso a mil.

-Dale, Gaby, dale, chupala bien, dejala bien dura que la necesito en la concha…dejala bien dura que la quiero tener adentro, no aguanto más… Chupala bien… chupala como una puta- decía Carla mientras yo me atragantaba con la pija de Oscar hasta la garganta.

Oscar me levantó con un golpecito en la frente. Una decepción, porque estaba tan fuera de mí que lo único que quería era seguir chupando hasta sentir su leche en la pancita, pero lo que venía era ver a mi esposa ser cogida por esa verga.

-Me parece que ya está. Muy bien, Gabriel, ahora la tengo lista para enterrársela a tu esposa. Vení bebé, tu marido me dejó la pija a punto para darte el gusto de tenerla adentro- dijo Oscar y de un movimiento levantó a Carla de la cintura y la sentó encima suyo, pero sin penetrarla. Antes de eso, me miró a mí y me dijo, mientras Carla aprovechaba para morderle y lamerle la oreja:

-Haceme un favor, Gabriel, si hay algo que me gusta antes de cojerme a trolas como tu esposa es que sientan bien la previa al momento de enterrarles la verga. Agarrámela y pasale la puntita por los labios de la concha, pero sin meterla, eh…

Dócil y obediente, le agarré la pija, levanté un poquito por la cola a Carla y empecé a deslizar el glande por entre los labios de la vagina de mi esposa, empapada como nunca la había visto. En un momento, Carla no aguantó más y quiso metérsela, pero Oscar la frenó con una cachetada liviana.

-Así no, puta de mierda.. Entra cuando yo diga, en ningún otro momento.

- Sí, papito, sí, cuando vos digas, pero por favor cojéme, te lo suplico- contestó Carla con voz entrecortada.

Un momento más estuvimos así y de pronto Oscar agarró del pelo muy bruscamente a Carla, que estaba entregadísima. La miró con gesto despectivo, me miró a mí y con una sonrisa me dijo:

-Viste, yo te lo dije una vez: son todas putas. Metésela de una vez y mirá cómo cabalga tu mujercita.

Creo que Carla tuvo su primer orgasmo ni bien metí la pija de Oscar a fondo. Después, mientras saltaba enloquecida sobre su verga, tuvo por los menos dos más. “Soy tuya, soy tuya, soy tu puta, hacéme lo que quieras”, no paraba de decirle.

Yo me quedé arrodillado a un costado viendo todo, caliente como nunca había estado. Finalmente, Oscar acabó adentro de la concha de mi esposa y ella tuvo su último orgasmo. Bañada en sudor, se desplomó sobre él y empezó a besarlo en el cuello.

Con una palmada en las nalgas, Oscar le indicó a Carla que saliera. Y casi sin fuerzas mi esposa se desplomó a un costado. Oscar me miró a mí:

-Bueno, fue tu última oportunidad como Gabriel. Yo tenía algunas dudas de lo que iba a hacer, pero ella estaba segura. Tenía razón, sos una putita sumisa, arrastrada y viciosa como tu esposa. Así quecon Carlita y conmigo, Gabriel quedó enterrado. ¿Estás de acuerdo?

-Sí, sí- respondí yo excitadísimo.

-¿Cómo te llamás, entonces?

-Camila, me llamo Camila. Y soy tu puta, como mi esposa. Las dos somos tus putas- respondí yo.

-Muy bien, entonces ahora te vas a ir a poner ropa adecuada y vamos a seguir nuestra noche como corresponde. Carlita te va a ayudar y yo traje algunas cositas que van a servir. Qué lindo tener dos trolitas tan serviciales como ustedes.

Entonces se puso de pie, con la pija todavía erecta, bañada en restos de su leche y el flujo de mi esposa. Y dijo:

-Entre ustedes dos, mis putitas, no van a hacer nada que yo no les diga. ¿Está claro? Por empezar, no quiero ningún beso más entre ustedes, a menos que esté mi pija en el medio. Vamos, dense un besito.

Me acerqué de un lado a la pija de Oscar y mi esposa se acercó por el otro. Nos miramos a los ojos y acercamos las bocas para besarnos. Entre medio de nuestras lenguas, obviamente, quedó la pija de Oscar.

5 comentarios - La Cross sumisa del electricista 5: esclavos de igual pija

paulacasada +1
muy linda bebe segui sobre todo los dialogos bechitos
sexy_cola +1
El que sigue, el que sigue, van puntos bienn merecidos
kramalo
jaaa..!! esta bueno, parece imposible, pero, nunca digas nunca..