La Cross sumisa del electricista 4: amiguita de mi esposa

Los links a la Primera parte
Segunda parte
Tercera parte

Un mensajito de Oscar me avisó que durante algunos días no iba a tener novedad de él, que sólo iba a usar a Carla, mi esposa, y que esperara tranqui que él se iba a comunicar conmigo.

Decir que mi vida transcurrió con normalidad en esos días no sería la verdad. Si bien yo mantuve mis rutinas iguales, lo cierto es que cada vez me masturbaba con más frecuencia, pensando en Oscar, y que cuando Carla se iba de casa y por algún motivo quedaba en soledad, inmediatamente y sin pensarlo me vestía con su ropita y me sentía nuevamente Camila. Ya era casi tanto tiempo Camila como Gabriel. Una puerta adentro, el otro afuera.

Mi esposa Carla estaba revolucionada, aunque se cuidaba en lo que podía de no mostrármelo. Había días en los que parecía que trepaba por las paredes, nerviosa y acelerada. Me di cuenta que estaba así cuando Oscar no se la cogía. Y en otros era una seda, hablaba suave, relajada, y tenía una sonrisa permanente. En esos días, en los que en general salía con la excusa de encontrarse con sus amigas, yo sabía que Oscar le había hecho de todo.

Era como una perra en celo, inquieta sin pija y dócil como un peluche cuando el electricista le había dado su ración de leche.

Conmigo, más allá de los saludos y un poco de conversación intrascendente, era toda indiferencia. Cada uno en su mundo, ambos calientes con la misma persona.

Un sábado a la mañana me llegó al celu un mensaje de Oscar en el que me decía que inventara una excusa para salir de mi casa a las 5 de la tarde y que lo esperara en la estación de servicio de la esquina de mi casa. También que fuera con bombachita puesta.

Le dije alguna tontería a Carla, que casi ni me prestó atención porque andaba a las corridas acomodando cosas de acá para allá en la casa y salí a las 5 para la estación de servicio, con un culotte violeta puesto que le saqué a mi esposa del cajón sin que se diera cuenta.

En la estación de servicio me pedí un café y me senté en un sillón junto a una ventana. Oscar no tardó en llegar, me vio, sonrió y se sentó enfrente mío.

-Hola Camila, ¿cómo estás?

Era la primera vez que me decía así en público, y si bien no lo dijo en voz muy alta, me sobresalté un poco y miré de reojo a la chica que atendía el drugstore. Estaba en la suya y parecía que no había escuchado nada. Me relajé apenas. Oscar siguió en un tono un poco más bajo.

-Qué días agitados, ¿no? Carla está hecha un animal. Me está dejando seco tu esposa. Quiere todo y todo junto, la tengo que frenar porque no tiene límites. Así que te tuve un poco descuidada, pero hoy vamos a arreglar eso- dijo y me guiñó un ojo.

-¿Qué es lo que querés que haga?- pregunté, con sumisión total, como ya había aprendido con él.

-Por ahora, no mucho. Comprame unos forros antes de que me vaya porque ya no tengo más y no quiero dejar preñadita a la puta de tu esposa. Pero primero tengo que contarte algo.
Me quedé quieto, mirando a la mesa, sin poder mirar a Oscar a los ojos, que suspiró y empezó a jugar con una servilleta.

-Mirá, vamos a dar un pasito adelante muy divertido. En estos días me cogí bastante a tu esposa, de todas las formas posibles. Tragó tanta leche que podríamos ordeñarle las tetas, je. Pero además hablamos mucho. Cachondeo…se calienta mucho hablando, y fácil. Y así le fui sacando un par de cosas.

-¿Cómo qué?- murmuré apenas.

-Tu esposa sabe que te gusta ponerte sus bombachas y sus corpiños cuando ella no está. Shh, no digas nada, pará. No me acuerdo bien cómo salió, creo que estábamos hablando de lo pelotudo que fuiste aquella vez que te dio un beso de lengua con la boca llena de mi leche. Para ella vos ni te diste cuenta, obviamente no sabe que te había avisado. Pero bueno, la cuestión es que sabe. Y ahí me dio el pie…

Oscar se frenó porque una pareja pasó al lado nuestro. Después habló en tono más bajo

-Yo le estaba manoseando bien las tetas y empecé a decirle que me gustaría cojérmela enfrente tuyo, que vos vieras cómo le lleno la concha, cómo me la chupa, que es un infierno…Bueno, en un momento ya estaba a mil y le dije una idea mía. Le dije ‘¿Sabés que me gustaría? Tenerlos a los dos juntitos, ponerte en bolas enfrente de él y pasarle cada prenda que te saco para que se la ponga el boludito de tu marido. Y cuando él esté vestido de nena y vos en pelotas, garcharte con todo enfrente de él’. Así le dije, con estas palabras.

Yo me quedé en silencio y mirando hacia abajo. De vuelta empezaba a sentir que el mundo giraba alrededor mío. Las palabras de Oscar habían hecho efecto en mí. Una tremenda erección me estiraba el culotte debajo de los pantalones.

-Lo que pasó después fue demasiado, y eso que el nivel de putez de tu esposa es altísimo todo el tiempo. Se enloqueció, la concha se le hizo agua, parecía que se babeaba, estaba toda roja, y casi que me violó. Te juro que nunca vi a alguien tan caliente. Fue increíble. Tenía los pezones como dos piedras y acabó como cinco veces seguidas, una atrás de la otra. Nunca vi algo así. Nunca- terminó Oscar dando una palmada a la mesa, con una sonrisa satisfecha.

Me quedé en tensión, recaliente y con los músculos rígidos. Por primera vez levanté la vista y encontré los ojos de Oscar. Lo miré como preguntando “Y ahora qué?.

-Así que le voy a contar Camila. Es una decisión tomada y va a ser muy divertido, por lo menos para tu esposa y para mí. Es así. Ahora voy a ir a tu casa, me voy a coger a Carla y le voy a contar cómo te hice Camila. Después, nos vamos a seguir divirtiendo. Pero primero andá a comprarme forros, dale.

Me levanté tratando de que no se notara la erección y le pedí a la chica que atendía un paquete de Prime. Volví a la mesa y se lo entregué a Oscar con gesto sumiso. Ahí sí noté que la chica del drugstore nos había prestado atención. Levantó una ceja y siguió en lo suyo.

-Supongo que esto iba a pasar en algún momento. ¿No hay nada que pueda hacer para evitarlo?- dije yo.

-No, Camila, no. Pero además levantá el ánimo. Ahora te preocupa todo, pero seguramente estás caliente como una perrita en celo, ¿no es así?

-Un poco, sí. Sí, la verdad que sí- terminé contestando.

-Bueno, confiá en mí. Hasta ahora no podés decir que la pasaste mal, al contrario. Yo ahora me voy a tu casa, y quiero que vos te quedes acá hasta que vuelva. Portate bien y esperame acá. Voy a tardar un buen rato.

Cuando Oscar se fue hacia mi casa para cogerse a Carla, me quedé en mismo sillón, apuré el café y me pedí otro. Y después otro más. Me entretuve mirando un partido en la TV del 24 horas, después cambiaron por unos videos musicales y miré algunos. Agarré un diario y lo hojeé mirando sin mirar. Al final, me quedé con la mirada perdida en la ventana, imaginando qué cosas le estaría haciendo en ese momento el electricista a mi esposa.

Habían pasado ya dos horas y media cuando Oscar volvió a la estación de servicio. Se desplomó en el sillón enfrente mío y de un tirón se tomó el vaso de agua que me habían dejado con el último café. Después dijo:

-Ya está. Por hoy, conmigo, ya tuvo suficiente. Ahora quiero que vuelvas rapidito a tu casa con tu mujercita, j aja – tomó aire y continuó- Lo único que te voy a decir es que a Carlta la vas a encontrar muy puta tirada en la cama. La dejé toda sucia, pero mucho no le importó. No te voy a decir más nada, que sea todo sorpresa. Andá, andá rápido, vamos.

Sin mirar a Oscar ni dirigirle la palabra, como un robot, me levanté y salí casi corriendo de la estación de servicio, con el corazón en la garganta. Pero cuando llegué a la puerta de mi casa, me detuve en seco. Estuve dos o tres minutos clavado como una estatua, sin saber si entrar o salir corriendo a ninguna parte. Finalmente, me animé, puse la llave y entré.

Al abrir la puerta, descubrí que la casa estaba en penumbras salvo por una tenue luz que venía de la habitación. Era el velador de la mesita de luz de Carla, con tono beige. Una bolsa de basura del lado de adentro me impidió abrir la puerta del todo, así que la corrí con un pie y cerré. Entonces escuché la voz de Carla.

-Estoy en la pieza. Vení.

Me acerqué despacio, lentamente. “Vení”, dijo de nuevo Carla, más imperativa. Y me asomé a la habitación con las mejillas completamente ruborizadas.

-Hola…hola Camila- me dijo mi esposa cuando me vio asomarme, separando en sílabas mi nuevo nombre.

Estaba recostada, casi sentada, con la espalda apoyada en nuestros dos almohadones. Tenía el pelo desordenado. Y la sombra de los ojos y el labial, corridos y borroneados. No llevaba ropa, salvo el corpiño que le colgaba de un brazo. Con la mano izquierda se acariciaba la concha, y la derecha estaba aferrada a la sábana.

-Carla, escuchame…-intenté decir yo, pero me cortó la frase.

-No digas nada. No digas nada…Camila- de nuevo dijo el nombre separando las sílabas, como saboreándolo- Vení, acercate.

Me paré al lado de la cama y noté algo más que no había notado al entrar a la habitación. Más que hablar, Carla ronroneaba.

-Mirá…mirá cómo me dejó Oscar. Toda sucia. Mirá como me dejó la concha, la tengo súperabierta, no da más- me dijo y se abrió los labios de la vagina, para que los viera húmedos y enrojecidos- Y mirá acá, mirá cómo me dejó.

Tenía las dos tetas todavía bien duras y encima de cada seno gruesos gotones de semen. Algunos como manchones, otros en forma de hilos que habían caído hasta la pancita de mi esposa. Tenía las dos tetas llenas de leche. Carla dejó de manosearse la concha y se levantó los senos con las dos manos para que pudiera mirar mejor. Después, Carla dijo:

-Quedate en bombacha, Camila.

Me saqué toda la ropa que tenía salvo el culotte y con las manos cruzadas adelante, mirando el piso. Ahí Carla volvió a meterse mano, esta vez más fuerte. Y su voz sonó con una orden.

-Vení, mirá cómo me dejó Oscar. Vení, limpiame.

Eso sólo podía significar una cosa. Así que me incliné y empecé a limpiar con la lengua los manchones de leche que Oscar había dejado sobre las tetas de mi esposa. Los hilos de leche derramada los iba lamiendo de abajo hacia arriba. Había algunos gotones que no tuve más remedio que sorber. Carla me iba indicando dónde había semen que yo no había visto. Mientras lo hacía, por el rabillo del ojo vi que Carla se había metido tres dedos en la concha y los metía y sacaba con ganas.

-Así, muy bien, dejá todo limpito…eso, mmmhh, cómo te gusta…¿Lo estás disfrutando, no, Cami? ¿Viste qué rica es la leche de Oscar? Me prometió que nos va a dar mucha a las dos, así que vamos a compartirla…mmmhh…así, así, no dejes nada, todo limpito quiero.

Terminé de limpiarle la leche de las tetas justo cuando Carla acabó en un gemido agotado, casi con media mano metida adentro de su concha. Yo estaba al palo, pero no me atrevía hacer nada que ella no me dijera. Finalmente, abrió un cajón de su mesita de luz y sacó una toallita femenina.

-Ponétela- me ordenó- Te puedo prestar por hoy, pero te vas a tener que comprar tus propias toallitas y tampones. Y vení a acostarte, estoy muerta, vamos a dormir una siestita.
Me puse la toallita bajo su mirada atenta y llena de morbo y me acosté al lado, con una erección increíble. Estaba tan caliente que amagué con abrazarla, pero me frenó y me puso distancia.

-No, Camila, no. Vos a mí no me tocás nunca más. Vamos a ser amiguitas, ¿sí? Si necesitás tocarte ahora podés hacerlo en el suelo, pero limpiás todo.

Me bajé de la cama, me puse de rodillas al lado y apenas me toqué que dejé caer gruesos chorros sobre el piso. Me incliné y empecé a limpiarlo, también con la lengua. Mientras tanto, Carla me decía:

-¿Viste la bolsa que está en la puerta? Es toda la ropa interior de varón que tenías…no sé para qué la iba a necesitar, así que la voy a tirar. En la semana te acompaño a comprar bombachitas, como una buena amiguita. Algunas comunes para todos los días y algunas sexy para cuando venga Oscar, ¿te parece? Mientras tanto yo te puedo prestar…

Volví a la cama y me acosté junto a mi esposa, pero sin tocarla. Ella desnuda y yo todavía con el culotte puesto. Me sentía extrañamente relajado y dócil, y estaba a punto de dormirme cuando Carla, también entre sueños, me dijo.

-Me olvidaba, mañana tenemos un invitado, Cami. Va a venir Oscar a cenar.

12 comentarios - La Cross sumisa del electricista 4: amiguita de mi esposa

josegroso +1
ufff el broche de oro...terrible...
oscarvivi33 +1
excelente.van puntos y ahora cuando quieran nos juntamos los 5.............
paulacasada +1
hermoso dulce por favor seguilo bechitos
LUYPA11 +1
MASSS... QUEREMOS MAS.... ESPERAMOS EL PROXIMO RELATO.... MUY BUENO!!
fuko99 +1
genial la historia...
fernando8002 +1
Excelente historia!!
Saludos desde san Juan- Van Puntos +10
rayo23910 +1
hla esperamos en trio dale
Leo1331 +1
Muy buen post, me gusto mucho
Nadia_Morocha +1
jaja es genial el relato!! esperemos que haya una continuacion!!! ya tengo ideas para mi marido jajaja