Soberbia culeada.

La soberbia está enraizada en la oligarquía argentina.
Los oligarcas son campeones de la soberbia, la ejercen con suma convicción, desaire y desdén, y frecuentemente, violentan a su interlocutor, en particular, si éste no pertenece a una de las cien familias, esto es, a la minoría dominante.
Constanza (Cony) –descendiente de antigua familia del Virreynato– además de soberbia, ostentosa, altanera es hueca de sensibilidad. Eso sí, también es una mujer preciosa, de apenas algo más de 40 años.
Casada con un hombre con poder y autoridad con cuya intervención pudo escalar posiciones en la gran empresa, EXXXA, en la que trabaja.
Si bien su destrato conmigo – profesional de una pequeña firma que con frecuencia presta servicios para EXXXA – no era de lo más extremo era suficiente para que, yo, acumulase tal dosis de resentimiento que, a duras penas, lograba reprimir el impulso de replicarle de mal modo. Deseaba desquitarme como sea.
La casualidad me puso en el momento justo en el lugar justo. A punto de bajar de mi auto, recién estacionado, la vi caminando, de manos dadas con un hombre – no lo conozco – Entraron en un hotel transitorio a escasos metro de mi posición– MIX, cercano a la facultad de ciencias económicas, sin playa de estacionamiento interna -. Esperé, algo más de una hora y los retraté – con mi celular – a la salida.
Al día siguiente edité e imprimí, las fotos y la más explícita la guardé en la carpeta, que llevaba conmigo a las reuniones con ella.
Un par de días después la llamé por teléfono (insistí con su secretaria que me pasara la comunicación) y le solicité una reunión a solas los dos. Me negué a anticiparte el motivo, me mantuve firme en definirlo de mutuo e importante interés. Negativas, berrinche y pataleo de por medio, accedió reunirse el día siguiente, sólo unos minutos.
Cuando entré en la oficina su modo de mirar, la expresión de sus ojos, pretendían transmitirme fastidio, despego y menosprecio:
-No tengo tiempo que perder. Más le vale que lo suyo no sea una paparruchada.-
-Cony ¿Tu marido, Augusto, es tolerante o ignora? –
Mi réplica la dejó inmóvil de sorpresa– la tuteaba y nunca lo había hecho.-
Ni hablar cuando, me senté y le puse enfrente, la carpeta abierta con la foto.
La confusión y duda se volvió asombro, enseguida en ira. Sus ojos despedían rayos y centellas.
-¿Qué pretende usted con esta extorsión?-
-Venderte mi silencio, Cony. –
-¡No me tutee ni me llame por mi sobrenombre! ¿Cuánto? –
-Tranquila: con dos o tres horas en el mismo hotel me convertís en tumba.-
Puso expresión de espanto, incredulidad y gran irritación:
-¿Yo con …vossss?-
Siguió una catarata de insultos, desaires y desdén. Cuando percibió la firmeza de mi propósito, privó el miedo a que el marido se enterase de su deslealtad, se rindió y arreglamos un encuentro para la tarde del día siguiente.
Mi plan, de desquite, era poco menos que vejarla – ducharme con ella, cogerla y, al fin, encularla – el todo sazonado con crueldad e impiedad de palabras y hechos.
Pero, el hombre propone y natura dispone. En la habitación la abracé y besé, suavemente al principio. Cuando la vi en ropa interior, mi miembro erecto, asumió el mando y los besos y caricias cobraron vehemencia. Ya bajo la ducha, señoreó la lascivia.
En la cama comienzo por sus pechos húmedos – mal secados- y me agacho para chupar y lamer sus pezones, endurecidos y ligeramente salados. Simultáneamente dejo que mi mano acaricie y luego explore su concha, disfrutando como sus músculos se contraen alrededor de mis dedos. Antes de colocarme encima de ella, mi palma recorre su culo. Se retuerce y gime, echa su cabeza hacia atrás, la beso en el cuello. Subo, mi verga se abre camino en su raja, deliciosamente milímetro a milímetro. Su boca va entreabriéndose, a medida que voy entrando. Cuando nuestros pubis se juntan, sus piernas se flexionan y empuja hacia arriba con sus talones , como pretendiendo introducirme aún más profundamente en ella.
Con pistoneos ahora lentos, ahora pronunciados o descomedidos , disfruto a más no poder el placer de cogerla. Yo le lleno el sexo con mi verga, ella mi mente de sus gemidos y suspiros entrecortados, y con sus manos que acarician mi espalda o presionan en mis glúteos, procurando que la penetración sea lo más profunda posible.
Un descontrol de suspiros, gemidos y gritos y un torbellino de sensaciones coronan mi orgasmo, exploto y escucho jadeos y disfruto movimientos y contracciones que exprimen cada gota de mi semen.
Descansamos, transpirados, cabeza a cabeza en la almohada, nos higienizamos, yo primero. Cuando ella volvió de la ducha, se acostó a mi lado:
-Te agradezco: no echaste mano a vulgaridades ni excesos.- murmuró.
Conversamos, sin profundizar, sobre nosotros, individuos, ya que, con excepción de su incursión tramposa previa en ese mismo hotel, sólo teníamos en común intereses laborales.
Fue suficiente, para reactivar mi libido que, sin decir una palabra, se ponga boca abajo. Fue un invitarme a penetrarla y su culo era mi asignatura pendiente.
Le meto dedo en su vagina y con su humedad, le lubrico el orificio anal. Me encimo en su espalda, presento mi glande y empujo poco a poco. Me comporto con prudencia ante las circunstancia de sentirla estrecha y no querer dañarla. Para mi sorpresa, el comportarme comedidamente, no era lo que ella espera, gira su cabeza para alcanzarme con un intenso beso lascivo:
-¡Basta de cautela ….. culeame como se debe! -
La embisto sin contemplaciones y acerco mi boca a su cuello, con ambas manos le manoseo las tetas y escucho su respiración agitada, su ronroneo, sus gemidos, sus gritos de placer. Sus manos están crispadas y estrujan la sábana con una intensidad que evidencia la proximidad del orgasmo.
Esta vez la sinfonía final de suspiros, gemidos, jadeos y gritos la ejecuta ella. Yo vuelvo a explotar con un spray de semen en su trasero.
Cerramos la porfía sexual con un segundo misionero, nos recompusimos y retiramos.

Respeté mi compromiso de silencio. Seguimos con la relación, estrictamente laboral, pero con un trato amable y correcto de su parte para conmigo y viceversa.

Cuando me retrotraigo a mi inquina hacia ella, previa a esa tarde en el hotel MIX, me rio de mi mismo: en lugar de vejarla con crueldad refinada, para hacerle pagar su destrato, como lo había imaginado, disfruté una enormidad y ella, en lugar de castigo, obtuvo goce.
En síntesis, en lugar de una culeada punitiva de la oligarca Soberbia, resultó un soberbia culeada para los dos.
Si se repite, les cuento.

6 comentarios - Soberbia culeada.

KaluraCD
Soberbia culeada.

Excelente!!
Me encantó la historia y la relataste de una manera magistral.

Gracias por compartir 👍
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...
FaradayD
no aguanto mas la calentura
amigolo
Muy bueb relato. Te invitamos a pasar por nuestros posts para saber tu opinión. Besitos.
shad_t
bueeeenisimooo!!! Yo opino que el castigo lo hubiese disfrutado +10