Historias Reales - Cap. XXVIII

HISTORIAS REALES - CAPÍTULO XXVIII.

Hace unos días, cenando con Ricardo, un viejo compañero de laburo de quien luego de esta historia recuperé su teléfono, recordábamos esta anécdota.
Era un jueves por la tarde. Estaba en mi oficina cuando me suena el celular. “Número desconocido” decía el identificador. Habitualmente acostumbro no atender estos llamados porque casi siempre son para ofrecerte alguna promoción de un banco, o telefónica, o alguna molesta encuesta. Pero el destino quiso que esa vez atienda.
-- ¿Hola? –respondo de mala gana esperando que una cinta me ofrezca una tarjeta de crédito-.
-- Hola, ¿Juan? –la voz del otro lado me resultaba lejanamente conocida-
-- Si, ¿quién habla?
-- ¡Qué hacés loco! Ricardo…
-- ¡Richard! ¡Qué sorpresa!
-- ¿Qué decís Juancito, tanto tiempo? –calculé que hacía unos tres años que no teníamos noticias uno del otro-
-- Bien loco, muy bien, ahora laburando…
-- Si. Me imagino –me interrumpe-, y no quiero joderte demasiado…
-- Vos no me jodés en absoluto… ¿A qué se debe tu llamado? ¿Algo en particular o solamente te acordaste de este pobre pelotudo?
-- Las dos cosas. Pero antes decime: ¿te casaste, te pusiste de novio, en pareja, o estás Solari?
-- Solari, la más cómoda situación para un hombre maduro…
-- Uh, con esa definición me levantaste mucho la vara…
-- ¿Por qué?
-- Conversando con mi señora de una prima de ella, en tu misma situación y edad, se me ocurrió que se conozcan. Si te interesa, venite mañana a cenar a casa que te contamos.
-- Al menos es una excelente excusa para volver a vernos… Y todavía me acuerdo de la salsa bolognesa de tu mujer, Claudia ¿Te mudaste o seguís en el mismo departamento?
-- En el mismo. A eso de las nueve, sorrentinos con bolognesa, ¿está bien?
-- Perfecto. Llevo vino.
-- ¡Te esperamos!

Al día siguiente, nueve en punto estaba tocando el timbre. Ricardo es extremadamente meticuloso y detallista. Su departamento estaba impecablemente ordenado y la mesa preparada para dos…
-- La mamá de Claudia está internada. Esta noche se iba a quedar con ella mi cuñada pero tuvo no sé qué quilombo con los pibes y la cagó a mi mujer… Vení sentate. ¿Cómo andás, loco, tanto tiempo?
Así, entre copa y copa, nos contamos los últimos años de nuestras vidas. Realmente es un placer conversar con Ricardo; un tipo que sabe escuchar y nunca se va a despachar con una boludez. Luego de un largo rato, voy al tema:
-- Richard, ¿cómo es el asunto de tu prima?
-- Es prima de Claudia. Un muy buena mina, Margarita. Estaba casada con un tipo medio pelotudo pero con muchísima guita, muy enamorada, que hace un par de años se rajó con una pendeja… La pobre quedó hecha mierda, al punto de casi no salir de su casa más que para lo necesario.
-- Pobre mina…
-- Si. Y quedó my sola porque para peor no puede tener hijos. Creemos que por eso el tipo se fue con la pendeja… El otro día estuvo acá con nosotros y le sacamos el tema, si conoció o salió con alguien, pero nada; entonces se me ocurrió decirle que tenía un candidatazo para presentarle, pensando en vos…
-- Dejate de joder, ¿en serio?
-- Si, boludo, es un buen partido.
-- ¿Está buena?
-- Bastante…
-- Bastante, ¿cuánto?
-- Bastante buena…
-- A ver, describímela.
-- Con tacos, de tu estatura, pelo largo medio colorado, cara normal, lindos ojos, cuerpo normal… ¿qué se yo, qué querés que te diga?
-- Lo que no quiero que me digas es que tiene 60 años…
-- Tacuarembó.
-- Ah, bueno… Y decime ¿vos te la cogerías?
-- Fffff… La mataría a pijazos… Además no te olvides que el dorima tenía guita entonces siempre está bien producida… Va al gimnasio, hace pilates, y me parece que se hizo las gomas, nunca lo mencionó, pero me parece que sí.
-- ¿Es tetona?
-- No, no mucho, pero la gravedad no les hizo daño.
-- ¿Y no tenés una foto?
-- Si, con Claudia buscamos alguna para mostrarte pero no vale la pena, la única que encontramos es de hace muchísimo tiempo.
-- Y bueno, dale, si decís que vale la pena…
-- Te voy a dar su teléfono y le voy a avisar que la llamarás, ¿está bien?
-- Okey.
Después de charlar un rato largo más, cenar y tomar unos whiskies, me despedí con el teléfono de Margarita guardado en el celular.

Sábado a la tarde, la llamo:
-- Hola –una voz afónica responde mi llamado-
-- ¿Margarita?
-- ¿Quién habla?
-- Juan… Ricardo me dio tu número…
-- Ah, si, Juan… ¿Cómo te va?
Así comenzó un breve diálogo que terminó en acordar que esa misma noche pasaría a buscarla para ir a cenar. Parecía una mina bastante piola, culta, interesante…
Fui puntualmente a la dirección que me indicó, toqué su portero eléctrico y me dijo que bajaba enseguida. Efectivamente, un minuto después estaba abriéndome la puerta. Debo reconoce que era mucho más linda de lo que me imaginaba y estaba muchísimo más buena de lo que esperaba encontrar. Ricardo no me había mentido. Sin embargo no parecía estar vestida como para una salida, más bien tenía un look bastante informal.
-- Hola Juan –me recibe con un beso en la mejilla-
-- Hola. ¿Vamos?
-- ¿Sabés qué? Si no te enojás prefiero que nos quedemos en casa… Pedimos algo de comer y charlamos un rato… ¿Puede ser?
-- SI, claro, como vos prefieras…
Entramos a su departamento y nos acomodamos en el living mientras pedía sushi por teléfono. Inmediatamente abrió una botella de vino blanco y comenzamos a conversar, tomando. Cenamos y seguimos tomando. Me sorprendió la cantidad de vino que esta mina era capaz de beber… Entre copa y copa me contó casi toda su vida, de su ex, de cómo de no probar el alcohol ahora le resultaba imposible irse dormir sin antes tomar al menos media botella de vino…
Pero lo cierto es que esa noche había pasado ampliamente la media botella, yo le calculé tres, con lo cual estaba bastante borracha y empezaba a hablar tonterías. La situación no me gustó en absoluto así que busqué un instante en que se produjera un silencio para comenzar a despedirme…
-- ¿Te vas? ¿Me vas a dejar así?
-- ¿Así cómo?
-- Así, con estas ganas de cogerte que tengo… -me sorprendió-
Obviamente no me fui. No voy a entrar en detalles pero les aseguro que fue una noche de sexo intenso. Margarita parecía destapada, entregada a todo y deseosa de todo. Hubo sexo anal, vaginal, bucal, derrame de leche… Lo hicimos en el sofá, en la cama, en la cocina… Se sentía una mujer plena.
Ya entrada la madrugada, me despedí en serio. Volví a subir al auto y a las pocas cuadras me suena el celular…
-- Hola Juan… ¿No querés volver? Es temprano aún… Te espero con el jacuzzi lleno de agua calentita y espuma…
Me palpé la chota y me di cuenta que aún quedaba resto para un poco más. Y me pegué la vuelta.

Todos los días de la semana siguiente no volví a casa más que para buscar algo de ropa. Salía de la oficina y me iba a su casa, donde me esperaba con la cena, buen vino y su mejor lencería. Hacíamos el amor todos los días, varias veces.
Iba todo de maravillas, hasta que una noche, post sexo, me propone comenzar algo “formal”…
-- ¿A qué te referís con “algo formal”?
-- Formal: novios, pareja, matrimonio… -pretende aclarar-
-- No creo; no estoy preparado para reincidir…
Lo discutimos un poco pero fue tal su ira ante mi inamovible negativa, que esa noche me echó de la casa, me hizo juntar mis cosas y me ordenó no volver a tener con ella el más mínimo contacto…

Luego de recordar esto con Ricardo, me cuenta:
-- Si, me acuerdo, y finalmente se casó… bah, se juntó… hace un par de años…
-- ¿Si?
-- Si, y parece que va en serio la cosa… con un tipo que la debe tener del tamaño de mi brazo, porque el vago no labura, es petiso, no tiene dónde caerse muerto y encima tiene una cara de boludo que no te podés imaginar…
-- Me imagino sus ojeras, de tanto coger…
-- Y bueno, ¿viste como son algunas minas, no?

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