Historias Reales - Cap. XXVI

HISTORIAS REALES - CAPÍTULO XXVI.

Hace un par de meses me reencontré con una expareja mía, hacía varios años que estábamos distanciados, e inevitablemente, recordando antiguas calenturas, tras una monumental garchada volvimos a unirnos.
Por entonces constituíamos una pareja bastante “formal”. Nos habíamos presentado mutuamente a nuestras familias y amigos. Entre ellos estaba una prima de ella que en ocasión de su cumpleaños número 40 nos invita a la fiesta. La vete tenía –y tiene aún- un matrimonio muy piola con un tipo súper agradable y dos pibes. Con el tipo, de muy buena posición económica, nos habíamos hecho muy amigos intercambiando experiencias de degustación de buenos vinos, entre otros gustos que compartíamos. Ella, Mariana, una rubia flaca, alta, cabello largo y lacio, de muy buen lomo y tetas perfectas, me gustó desde un primer momento y aunque jamás me atreví a que siquiera sospeche absolutamente nada de mi intención de echarle los galgos, siempre tuve la sensación de que me quería bajar la caña… Esto lo noté en aquel cumpleaños cuando bailamos medio copeteados y las dos o tres veces que volvimos a reunirnos para alguna ocasión.
El hecho es que el fin de semana pasado mi novia me propone invitar a cenar a casa a sus dos primas con sus maridos, entre ellos, Mariana y Claudio.
-- Buena idea! –me pareció y le respondí emocionado-. Hace tanto que nos los veo que tengo muchas ganas!
Era cierto, tenía muchas ganas de volver a ver a Marianita, hoy de casi 50 pirulos, calculé, pero imaginaba que estaría tan buena como antes.
Y efectivamente, el sábado vinieron a cenar. Mariana, créanme, estaba para el crimen, parecía que el tiempo no había pasado para ella: a pesar del frío, debajo del abrigo traía una blusa negra que trasparentaba su corpiño, negro también, ajustado, pequeño; unas calzas grises estampadas tan ajustadas que le destacaban un culo definitivamente perfecto y una carnosa empanada, y finalmente unas botas de cuero negro que le llegaban más arriba de las rodillas, con unos tacos tan altos que me hacían sentir un enano de jardín a su lado y le delineaban unas piernas fabulosas, además de pararle aún más el culo… Perfecta y suavemente maquillada, se destacaban sus carnosos labios carmesí contrastando con la palidez de su tersa piel… Verdaderamente, un espectáculo de mujer.
Apenas entró se quitó el tapado, que tiró descuidadamente sobre un sillón y casi que corrió a darme un abrazo, al que respondí entusiastamente. Mientras esperábamos al otro matrimonio tomamos unas copas hablando de vivencias en estos años que estuvimos distanciados. Finalmente llegó la otra pareja, cenamos, tomamos, conversamos, tomamos más, y anécdota va y viene, copa va y viene, ya bastante entonados todos, llegó la hora del café.
Fue entonces que a Mariana no se le ocurre mejor idea que proponer ir todos juntos el próximo fin de semana largo a algún lugar de la costa. Aceptamos.
-- Yo me ocupo de todo, de las reservas y de todo… -se ofreció generosamente-.
Algunas horas más tarde terminó la velada, intercambiamos números de teléfono, nos despedimos y quedamos en seguir en contacto para ajustar algún detalle.
La cuestión es que desde el lunes Mariana me llama no menos de tres o cuatro veces al día, siempre cuando estoy en la oficina, a sabiendas que no está su prima –mi novia- cerca mio. Me llama con la excusa de consultarme cualquier cosa: Si prefiero Mar del Plata o Pinamar, si conviene alquilar cabaña en el bosque o cerca del mar, si podremos tomarnos algún día de trabajo para estar más tiempo afuera… Hasta aquí, a pesar de la cantidad de consultas sin mucho sentido, todo bien; lo complicado es cuando debo responder a sus preguntas del tipo: “Llevo malla enteriza o bikini, qué preferís?”… “No me importa, pienso hacia mis adentros, por lo que te duraría puesta…”.
Hasta que en un llamado la encaré:
-- Mariana, todo bien, no me molesta demasiado que me llames a cada rato, pero si tenés algo para decirme, lárgalo de una y listo…
-- Okey, -comienza a despacharse- en primer lugar escucharte me calienta, mucho, esa voz áspera, whiskera, sensual, casi de locutor y bien masculina me moja. De hecho, en este mismo instante en que estoy hablando con vos me estoy tocando…
-- Dejate de joder, somos grandes.
-- …y no puedo explicarte la ansiedad que siento al pensar que estando esos días juntos voy a tener la oportunidad de que me cojas como lo hacés con mi prima. Y para ser sincera, te juro que desde que nos volvimos a ver te dediqué más de un par de pajas imaginando que me harías lo mismo que a ella… Confesarte esto me liberó y al mismo tiempo me excitó muchísimo… Si supieras cómo está mi cachulina en este momento…
-- Mariana… -me juego, es el momento, pensé-
-- ¿Qué? –susurró-
-- ¿Es necesario esperar hasta ese viaje? –me animé-
-- Nooo, claro que no –me respondió inmediatamente muy excitada-
-- Son las 11 de la mañana… Si paso a buscarte ahora mismo tenemos toda la tarde para nosotros y nadie sospechará nada… ¿Te va la idea?
-- ¡Obvio! –se entusiasmó- En media hora estoy lista; pasá por casa tranquilo que estoy sola, nadie se va a enterar, pero no nos quedemos acá por las dudas.
-- No, claro, en tu casa ni loco… Conozco un muy buen hotel.
-- Dale, venite!
En un par de minutos cerré la oficina y había puesto en marcha el auto. Era una tarde soleada y algo calurosa para esa época del año. Al llegar a su casa de Parque Leloir, sin bajar del auto la llamé a su celular para que saliera. “Ya voy, dame un minuto”, me respondió.
El minuto en realidad fueron casi diez, pero indudablemente la espera valió la pena. Cuando abrió la puerta para salir sentí que esa tarde me iba a morir cogiendo. Nunca la había imaginado tan sensual y provocativa, con las mismas botas de la otra noche, medias negras, minifalda negra muy corta, un ancho cinturón de cuero con una hebilla muy grande, camisa blanca muy suelta y una camperita de jean gastado sobre los hombros; como siempre, divinamente maquillada y el cabello rubio, planchado y largo hasta la cintura. Llevaba también un bolso medianamente grande colgando de su antebrazo.
-- Hola bombón! –dijo subiendo al auto antes de estamparme un ruidoso beso en la cara-.
-- Hola… Estás maravillosa…
-- Gracias! ¿Dónde me vas a llevar?
-- Autopista del Oeste, estamos cerca. ¿Por qué tardaste tanto? Creí que te habías arrepentido, jeje…
-- No, bobo… Estaba preparando algunas cosas…
Durante el corto viaje no cesó de acariciarme los muslos corriéndose hasta la entrepierna mientras ella cruzaba y descruzaba permanentemente sus piernas. Cuando llegamos al hotel, ya al palo, pedí la mejor habitación, gesto que agradeció.
La suite era enorme, se entraba a una especie de living con sillones amplios y mullidos. Desde allí se pasaba por una arcada que daba al dormitorio, que tenía una cama King-size, alfombras peludas, TV, etc. y vista a un gran jacuzzi. Un ventanal daba a un jardín privado con reposeras.
-- Ay, estoy nerviosa… -histeriqueó, mientras yo asombrado veía como acomodaba sobre la mesa de luz una serie de vibradores, consoladores y cremas que sacaba de su bolso-.
-- Y eso? Para qué? –pregunté-
-- Vamos a jugar, de esta tarde no nos vamos a olvidar jamás. Y para asegurarnos de ello vamos a filmar todo… -y me muestra una camarita que extrae del bolso-.
Muy desconfiado, pensé que después se vendría un chantaje…
-- Okey –le dije-, si querés filmamos todo, pero el chip de la memoria me lo llevo yo.
-- Más bien, ¿o querés que lo descubra Claudio y me cague la vida?
Ubicamos la cámara, acondicionamos las luces, buscamos buena música y le pedí que se desvistiera lentamente, dándome un pequeño show erótico. Así fue que conmigo en la cama acariciándome el nabo, ella improvisó un baile sensual mientras poco a poco se iba quitando la ropa, hasta quedar completamente desnuda, acariciando sus partes íntimas.
Déjenme describirles lo que hasta ese momento jamás había visto de ella. Su pubis: apenas peludito, rubio, dibujaba con sus pelos un triángulo cuyo vértice inferior apuntaba directo a su vagina, depilada, de labios rosados y muy, pero muy carnosos. Su culo era tal cual lo imaginaba, redondo, parado, duro, sin un solo pocito… Y sus pechos, PERFECTOS, del tamaño de medio pomelo, separados a la distancia justa, naturales, con unas areolas de un tamaño sorprendente de color rosa intenso, con unos pezones como garbanzos, bien erectos.
Con ese espectáculo, mi pene había alcanzado sus 19 centímetros en plenitud. Ella se ubicó en la cama haciendo un perrito a mi lado, tomó firmemente mi miembro con su mano y lo llevó a su boca para ofrecerme una bellísima mamada. Yo mientras, acariciaba los labios de su vagina, los pellizcaba, y llevaba su humedad con mis dedos a su ano, introduciendo suavemente una yema en cada orificio, lo que aumentaba su excitación y el ritmo de su fellatio.
-- Empezá con el más chiquito por el culo… -me pidió señalando la colección de porongas plásticas ubicadas sobre la mesita-.
Tomé una de ellas, la introduje en su concha para lubricarla y luego, lentamente, en su ano, muy lentamente, hasta que la tuviera toda adentro. Entonces, mientras con el pulgar presionaba el juguete le introduje dos dedos en la concha para masturbarla mientras no cesaba de mamarme la pija. Allí llegó ella a su primer orgasmo, emanando por su vagina abundante líquido más espeso que lo que hasta hoy conocía. Me acomodé para lamerlo y sentí en mi boca el sabor del sexo; con ella en cuatro patas, quité suavemente el consolador de su culo y recorrí con mi lengua desde el clítoris hasta el ano, lubricándolo más aún con sus jugos.
-- Cogeme, metémela toda adentro y haceme sentir los huevos en el ano.
Pasamos entonces a la posición del misionero e introduje mi miembro entre sus piernas muy abiertas. Comencé a bombear duro mientras con un festival de gritos y gemidos ella invadía la habitación. Gozaba como una fiera, sacudía su cabeza a un lado a otro desparramando su cabellera por la cama, pidiendo más y más. Acompañaba mis movimientos con fuertes sacudidas de su cadera. Cuando yo ya estaba cerca de acabar siento su segundo orgasmo, que vino acompañado de convulsiones, sus ojos se pusieron en blanco, su boca abierta y un grito de placer la volvió a la normalidad…
-- Metémela en el culo… acabame adentro… -pidió-
Sin cambiar de posición, levanté sus piernas acomodando su ano frente a la cabeza de mi chota. Apoyé la punta y con un solo empujón la puse toda adentro. Eran tales sus gritos, desgarradores, que pensé que la estaba lastimando e intenté sacarla…
-- No, no, seguí, seguí, dame más, más!!!
Sinceramente, no fue mucho más. Unos segundos después de bombear en su culo sentí el chorro de leche que venía subiendo desde los huevos y deposité en las profundidades de su recto.
-- Ahhhh!!!... Con razón mi prima tiene siempre esa carita de feliz cumpleaños… -bromeó-. Ahora entiendo por qué… Sos una verdadera fiera… Te juro que nunca había sentido dentro de mí un trozo de carne de ese tamaño. Creo, sin exagerar, que fue la mejor cogida de mi vida…
Mientras me alagaba, jugaba con el semen que brotaba de su ano, lo llevaba con sus dedos a la boca, saboreándolo como un chico un chupetín.
Tras un breve descanso nos higienizamos un poco y nos acomodamos en el sillón. Mi pija dormida era masajeada por sus manos estimulando una nueva erección mientras yo disfrutaba acariciando su cuerpo, sus labios vaginales, jugando con su rubio vello púbico, mordisqueando sus pezones… Nos besamos profundamente, enroscamos nuestras lenguas, lamimos nuestros cuellos, me subí sobre ella y volví a penetrarla vaginalmente.
Recuerdo la imagen: ella sentada recostada sobre el respaldo sujetando desde abajo con sus manos los muslos para lograr la máxima apertura de piernas, yo arrodillado frente a ella con mis manos en su cintura ayudando el movimiento y ambos disfrutando de nuestros cuerpos, mientras entre quejidos de placer la penetraba una y otra vez sintiendo los golpes que mis huevos le daban a su ano en cada envión…
-- Ahhhh, ya estoy!!! –gritó al tiempo que me apartaba convulsionando y un torrente de jugos vaginales empapaba el almohadón-. Me ubiqué a su lado para masturbarme con la intención de acabar en sus tetas, pero me lo impidió porque comenzó a mamarla pidiéndome que le acabe en la boca. Cuando estaba a punto de llegar la separé de sus labios, abrió la boca muy grande, sacó la lengua y sobre ella descargué tres o cuatro cremosos chorros de semen tibio. Lo degustó placenteramente, lo tragó y volvió a abrir la boca para mostrarme que lo había bebido todo…
-- Esto es maravilloso; deberíamos repetirlo seguido… -sugirió-
-- Sin dudas, pero aún tenemos mucho tiempo…
-- Si! Qué suerte!
La cámara indicaba que se había agotado la memoria cuando yo estaba pidiendo algunas bebidas a la conserjería. Mientras ella estaba en el baño, le quité el SIM, lo guardé en un bolsillo de mi pantalón y volví la cámara al bolso.
Tomamos una copa de vino blanco fresco y le propuse:
-- Descansemos un rato y después lo hacemos en la ducha, ¿querés?
-- Claro! Pero no perdamos mucho tiempo porque no quiero llegar a casa con el pelo húmedo…
-- Entonces vamos!
La ducha era una enorme flor suspendida sobre el centro del jacuzzi. Busqué una temperatura de agua apropiada y me puse bajo la lluvia a esperar que viniera. Una vez juntos nos enjabonamos mutuamente recorriendo con nuestras manos espumosas el cuerpo del otro, despertando un eroticismo inigualable. Hasta que me dio la espada y arqueó su cintura noventa grados para apoyar sus palmas en los cerámicos de la pared; yo atrás, contemplando la belleza de su cuerpo, dejé deslizar un chorro de espuma por el surco de sus nalgas, froté una contra otra, apreté firmemente la base de mi miembro para darle mayor rigidez y con un solo movimiento de cadera había penetrado medio cuerpo viril en su dilatado ano…
-- Matame a pijazos! Ahh, qué placer! –gritaba-
-- Sos la puta más divina que pude imaginar…
-- TU puta, la más puta de todas, sólo para vos!
Un largo rato estuvimos cogiendo en esa posición, afortunadamente mi tercer orgasmo se demoraba pero el suyo no y sus piernas comenzaron a flaquear. Fue entonces que se sentó sobre el borde de la pileta, las manos a los lados de sus caderas y sus piernas abiertas ofreciéndome su concha empapada. Por sus gestos parecía agotada, pero pedía más. La penetré nuevamente y al rato acabó sin que yo la sacara. Sentí el calor de sus jugos inundando la caverna vaginal, un ruido a chapoteo de mi pija en su concha, su suspiro y mi venida, esta vez sobre su vientre.
-- ¡Qué feliz soy! –confesó tímidamente-
La tarde no daba para más. Ambos exhaustos y con poco tiempo para volver a nuestras casas y no despertar sospechas, emprendimos el regreso. Llegamos a la puerta de su casa…
-- ¿Cómo voy a hacer para volver a la rutina que me espera acá adentro? –me pregunta resignada esperando una respuesta que no tenía-.
-- Nada. La vida sigue…
-- Sin esto de hoy, ¿cómo?
-- ¿Por qué? ¿No habrá más?
-- Qué se yo… Siento culpa…
-- No te preocupes, demos vuelta la página y sigamos adelante…
-- Si…
-- Pero por favor, inventá cualquier cosa para que el viaje a la costa no se haga.
-- Si, me parece lo mejor.
-- Y llamame cuando quieras…
-- …¿repetirlo? –me interrumpe-.
-- Repetirlo.
-- ¿Mañana?
Nos despedimos en medio de una carcajada.

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