Mi mulata

Cuando empecé en el negocio familiar mi padre decidió hacerme comenzar desde abajo, cosa que hoy que llevo todo el peso del negocio agradezco, me puso de ayudante del señor Pedro, Don Pedro, le llamaban todos, era el trabajador más antiguo de la empresa. Él me enseñó a poner en práctica parte de mis estudios, y aprendí a no dejarme tomar el pelo por los empleados en cuanto a tiempo y producción.

Los años pasaron, y Don Pedro se retiró, así le llamaban porqué en realidad parecía el dueño, cada día antes de ponerse a trabajar saludaba a cada uno de los compañeros, visitaba cada departamento, todo el mundo le conocía, y los lunes después de algunos partidos de fútbol era el azote de los compañeros que no compartían colores con él, era un tipo excepcional, cuando le llegó la hora de jubilarse, espontáneamente se organizó una cena en su honor, a mi que aunque fuese el hijo del dueño me contaban como uno más de ellos gracias a Don Pedro, me invitaron, y por supuesto fui.

Habíamos quedado un viernes por la noche, así nadie tenía la excusa de tener que madrugar, fuimos a cenar, éramos unos 50, algunos no tenía relación con ellos y no los conocía, entre todo el grupo destacaba una chica mulata, que me llamó la atención, nunca la había visto, se sentó al lado de otra chica de negra, a ella sí la conocía, pero la otra no, le pregunté al tipo que había a mi lado si la conocía, y me respondió que no, empezamos a cenar, y el alcohol iba que volaba de un lado al otro, las risas, la juerga comenzó, los platos iban siendo servidos y devorados, retiraban platos y llegaban los postres, todos lo pasábamos bien, yo de vez en cuando miraba a la mulata, allí seguía, hablaba con las chicas de alrededor y poco más, miraba la mesa, y seguía charlando y riendo, al terminar la cena, uno de los compañeros se puso en pie, e hizo un brindis en honor a Don Pedro, todos lo secundamos, y le entregaron un recuerdo en nombre de todos, entre aplausos Don Pedro se puso de pie y agradeció con reverencias todo lo que habíamos hecho por él, contó algo gracioso, y se sentó, terminamos tomando café, y poco a poco fueron marchando, un compañero se acercó y me comentó que algunos de ellos se iban a una discoteca a seguir la fiesta «¿Te animas Martin?», «Por supuesto, ahora mismo salgo» miré a Don Pedro, «Vienes con nosotros?» «No Martin, si fuese para allá a Marta le iba a dar lo que no está escrito, como otras veces» «¿Marta?, ¿Marta y tu estáis liados?» le dije, «Pero que coño dices chaval, anda no me hagas caso, he bebido demasiado» le di un abrazo y le agradecí todo lo que había hecho por mi durante esos años, habían pasado 3.

Al salir el compañero me presentó a algunos del grupo que no conocía por nombre, la chica negra se presentó «Soy Marta, esta es mi hermana Raquel, ella no trabaja, pero la he traído conmigo» por eso la mulata no me sonaba, no trabajaba con nosotros, Raquel, ahora sabía su nombre, en total éramos unos 15, 11 chicas y 4 tipos, nos dividimos en los coches que habían, conmigo se vinieron Marta, su hermana, y José, un tipo algo callado, en el coche quien llevaba la voz cantante era Marta, se pasó todo el viaje sin parar de hablar, se había sentado detrás con su hermana, yo de vez en cuando miraba por el espejo, aunque en realidad miraba a su hermana no a ella. Llegamos a la discoteca, y entramos, empezamos a bailar y a pasarlo bien, las horas iban cayendo una tras otra, Marta y Raquel estaban allí moviendo su cuerpo como solo saben hacerlo las negras, me acerqué a ellas, y me puse a bailar con las 2, al cabo de un rato Marta se sentó y dejó a Raquel conmigo, me acerqué más a ella, mi mano tocó su cintura, ella me miró y sonrió, acercó su cuerpo hacia mí, y sin parar de bailar puso sus manos en mis hombros, así estuvimos bailando un rato, poco a poco me acerqué más a ella, con la música tan alta apenas podía oír lo que me decía pero veía sus labios moverse, unos labios carnosos, su nariz era fina, su cuerpo con una cintura estrecha que daba paso a unas caderas perfectas en las cuales posé mis manos, sus pechos eran generosos, una 100 tal vez, su pelo liso de media melena se movía de un lado al otro al ritmo de la música, me acerqué a su oreja y le dije que la invitaba a tomar algo al terminar esa canción, asintió con la cabeza y con un sonoro «Vale, tengo sed», la canción terminó y nos acercamos a la barra, allí le pedí lo que ella quiso, y una coca-cola para mi, estuvimos charlando y riendo un buen rato, mi mano abrazó su cintura y ella no dijo nada, se acercó más a mi, la miré y le dije: «Vamos a un lugar más tranquilo» «Espera, avisaré a mi hermana» dio media vuelta, la localizó en el medio de la pista y se fue hacia ella, estuvieron hablando y por un momento pensé que Marta también vendría, cosa que no aparecía en mis planes, volvió Raquel sola, me alargó la mano: «Vamos?» salté del taburete y nos fuimos, salimos de esa locura, los oídos me pitaban, no oía nada en los primeros minutos, habíamos ido a una discoteca cerca de la playa, estuve calibrando las posibilidades, a mi casa no podía llevarla, estaba mi padre, en su casa, por la poca atención que le había prestado a su hermana en el coche, creí entender que estaba su madre, así que nos dirigimos hasta el coche, entramos en él, miré el reloj, eran las 4 de la mañana, miré al norte, y se me ocurrió preguntarle si alguna vez había visto amanecer «No», «Si salimos ahora aun llegaremos a tiempo» le dije, puse el coche en marcha, y empezamos el camino, fuimos charlando durante todo el tiempo, hasta llegar a un camino de tierra de la costa, había una cadena que impedía el paso de vehículos, así que tuvimos que dejar el coche allí, antes de empezar a caminar, saqué del maletero una manta, me miró, se rió y dijo: «Tienes de todo en el coche?», «Solo lo más necesario» le dije riéndome, «Así podemos estar más cómodos» aseguré y al pasar por su lado instintivamente la tomé de la mano, anduvimos unos 500 m., dejamos a nuestra derecha, y avanzamos hasta cerca del acantilado, debajo de unos pinos extendí la manta, faltaba poco para ver salir el sol, ella se sentó, y yo a su lado, a su derecha, para que pudiera contemplar la maravilla de ver salir el sol, «¿Cómo conoces este lugar?» me preguntó, «¿Ves esa casa de allí atrás? Es de mi tío, pero tranquila no hay nadie» estuvimos uno al lado del otro, ella se tumbó boca abajo y apoyo su mentón en sus brazos, pude contemplar su tremendo culo respingón, sus delicadas piernas, y su espalda, sus brazos, su cabello dejaba al descubierto su nuca, preciosa, me miró y me pilló mirándola, «¿No te gusta ver el amanecer?» «Prefiero verte a ti, el sol lo tengo muy visto» le contesté, se dio la vuelta apoyo sus codos en la manta y se levantó, yo me acerqué a ella, y bese esos preciosos labios, puse mi mano en su mejilla, acaricié su lóbulo mientras seguía besándola, y ella puso su mano en mi cuello, se apartó de mi, y me dijo: «Mi hermana me ha dicho que vaya con cuidado, que no haga locuras» «Y tu que quieres hacer?» le pregunté, por respuesta volvió a besarme, esta vez más apasionadamente su lengua empezó a jugar con la mía dentro de mi boca, puso su mano en mi nuca y se dejó caer hacia atrás, yo la acompañé, quedando encima de ella, mi mano buscó por debajo de su ropa para tocar su piel, acaricié su vientre, ella puso su mano por debajo de mi camisa y acarició mi espalda, me desabrochó la camisa, y empezó a besar mis pezones, despacio, volvía a mi boca, y empezaba de nuevo, era pausada, tranquila, y eso me volvía loco, mis manos acariciaban sus piernas, su vientre, subían hasta sus pechos, que seguían bajo los sujetadores, empecé a besar su vientre, su ombligo, lo lamí, subí hasta sus pechos, y sin sacarle el sujetador los besé, me incorporé, y me saqué la camisa, la ayudé a sacarse la camiseta que llevaba, y quedó ante mi con su piel canela solamente cubierta por sus sujetadores blancos, se puso de pie ante mi, yo me puse de rodillas, le besé el vientre, desabroché su pantalón, y se lo bajé, besé su sexo por encima de su bragueta a juego con el sujetador, ella acariciaba mi cabeza, mis manos acariciaban su cintura, su culo, su espalda, le bajé las braguetas, y le pasé la lengua, ella respiraba agitadamente, se apartó de mi repentinamente «Espera», «Que pasa?» le pregunté, «Donde están mis pantalones?» «Por qué?» le volví a preguntar, en ese momento pensé que se quería ir, así que me puse de pie, no pensaba obligarla a nada que no quisiera, se acercó a los pantalones, buscó en sus bolsillos, y sacó tres condones, los soltó en la manta, «Me los ha dado Marta cuando me he despedido, y como si fuese mi madre me ha recordado que los usase si íbamos ha hacer algo», «Que previsora es tu hermana» Nos reímos y volvimos a besarnos, nos desnudamos, habíamos olvidado por completo el sol, de hecho ya había salido por el horizonte, le bese sus pechos, suaves, tiernos, mientras apretaba sus nalgas, ella se arrodilló y me brindó un francés de primera con esos labios tan carnosos, siguió lamiendo hasta que estallé de placer, se apartó y me masturbó hasta que descargué, hice que se tumbase y le comí su rosado coñito que hacía contraste con su piel canela, le hice alcanzar el orgasmo, mientras lo hacía mis dedos jugaban en su culo, eso me gustaba, se levantó, se puso a4, y la penetré mientras mis manos acariciaban sus pechos, que se movían al ritmo de cada embestida, la besaba, su lengua salía de su boca para alcanzar mis labios, jadeaba, cerraba los ojos, contraía su coño, hasta que alcanzó el orgasmo, la agarré por la cintura y seguí penetrandola hasta que me corrí, ella cayo en la manta, yo a su lado, la besé en sus labios, besé nuevamente sus pechos, yo quería más, quería estar todo el día con ella, no me habría cansado de tener sexo con ella «Alguna vez lo has hecho por el culo?» me preguntó, «Sí, y tu?» le contesté, «Sí y me gusta, quieres hacerlo?» Menuda pregunta me acababa de hacer, por supuesto que quería hacerla todo el tiempo que la tuve a4 contemplé ese hermoso culo, mi dedo entraba y salía sin problema de él, pero no había dicho nada de penetrarla para evitar que me dijera que no, me encantaba, se puso boca abajo, y levanto ligeramente su culo, lo justo para que mi lengua y mis dedos jugaran con él, su culo dilató rápido, me puse el condón, y la penetré, ella gimió al principio, me quedé quieto para que su culo se acostumbrara, y fue ella la que inició el movimiento, a partir de ahí, la agarré por la cintura y empece a darnos placer, mientras ella, se acariciaba el clítoris, yo pasaba de su cintura a sus tetas enormes que colgaban, sus gritos se iban incrementando, también su ritmo, giró la cabeza, y la besé con pasión, la saqué, me tumbé, se sentó encima de mi, cara a mi, y empezó a cabalgar con mi polla en su culo, le acariciaba el clítoris, ella estaba en éxtasis, estaba muy mojada, estaba teniendo múltiples orgasmos, mientras yo le besaba las tetas, se las acariciaba, nos besábamos, hasta que no pude más y me corrí. Nos quedamos un rato allí tumbados, uno al lado del otro, abrazados, como si no hubiese mundo. «Mi hermana cree que no se mucho de sexo, por eso siempre me da consejos, pero yo la he oído cuando ha estado follando con su novio en casa» me sorprendió diciendo eso, y siguió diciendo, «Nunca dirías quien es su novio» «Quien?» Le pregunté, se incorporó, y poniendo un dedo en mis labios me dijo: «Has de prometerme que no dirás nada a nadie» «Lo prometo» «Es Pedro» «Venga ya, Pedro, pero si es un viejo, y tu hermana que tiene 30?» «Y? yo tengo 19 y tu unos cuantos más que yo» «Tengo 26, no es lo mismo» «Sabía que no debía decirtelo» me dijo, «No es eso, además que más me da, por cierto has dicho que tienes 19?» Asintió con la cabeza, yo pensaba que tenía más, pero bueno, así que Pedro la noche anterior no era el alcohol el que hablaba sino que fue sincero, «Tranquila Raquel no diré nada a nadie, ni a tu hermana, además que cada cual haga lo que quiera» Nos besamos, «Raquel, me ha gustado venir aquí contigo, y querría que esto no fuese el final, podemos seguir viéndonos?» «Sí, me gustaría» me respondió ella.

Nos vestimos, recogimos, y volvimos al coche al cabo de unas horas la dejé en la puerta de su casa, nos despedimos con un beso, eso fue el principio de una relación que duró cerca de un año, en el que hubo momentos gloriosos, vacaciones juntos, de todo un poco.

El lunes siguiente su hermana apareció por mi puesto de trabajo, y mirándome seriamente me dijo: «Como le hagas daño o te aproveches de ella te acordarás de mi, ¿lo has entendido?» Le aseguré que no era esa mi intención, y así fue, nuestra relación se acabó como tantas porqué el amor desapareció, pero sin dolor por parte de ninguno de los dos.

6 comentarios - Mi mulata

gust7387 +1
Muy buen relato. Gracias por compartir
Declan1971 +1
Gracias a vosotros.
Lomorocha +1
Otra gran historia! Te debo puntos para mal mañana 😉
Declan1971 +1
Gracias preciosa. Un besazo