Carpa, camping y secretos morbosos (parte 3)

Los hechos aquí descriptos sucedieron en la realidad, los nombres de los protagonistas han sido cambiados. http://www.poringa.net/posts/relatos/2853661/Carpa-camping-y-secretos-morbosos-Parte-2-cont.html link al relato anterior.


Ni por culpabilidad, tampoco por “caradures”, sino porqué esa fue la razón del viaje, de esas vacaciones en pareja, que tomé la iniciativa de revivir el fuego, la pasión y la perversión en Brenda. Pasé todo el día jugando con ella, pero no a esos tontos divertimentos de pelota, cartas o adivinanzas, sino al sutil manoseo bajo la mesa, al apretón descarado, a frotar mi bulto en su trasero a la vista de todos. Daniela y Sergio se aplicaron a sus propios juegos, correteos y malabares para aumentar la libido, pero el pudor de Sergio, su persistente problema estomacal, sumado al apetito sexual de Daniela, hicieron que la llama de la lujuria se encendiera rápido, alcanzara su punto álgido a mitad del día y se apagara por completo a la siesta.

Luego de un rápido y evidente polvo que amenazó con tirar abajo la carpa en la que dormían, Daniela emergió con una media sonrisa, el cabello revuelto y mirada picara. Recorrí su cuerpo con la vista, saboree el morbo de conocer sus orgasmos, de la secreta complicidad de quienes se han disfrutado con descaro, la reconfortante calidez de saber que era capaz de excitarla al punto de pasar por alto sus consideraciones morales. Exploré su gesto, busqué marcas, la imaginé mordiéndose el labio inferior mientras ahogaba sus gemidos. Nada. Cero marcas, más allá de su pelo desordenado, nada en su cuerpo mostraba los resultados de la faena. Me sentí frustrado, mi perversión hubiera agradecido ver alguna mancha o señal de un buen polvo en el cuerpo de aquella voluptuosa jovencita, más teniendo en cuenta las historias sobre la virilidad de Sergio.

- ¿Me convidas un mate? – La voz melosa de Daniela me devolvió a la realidad

- ¿Te sentís mejor? – La contemplé desenredar su cabello con los dedos mientras bebía

- Un poco mejor – Lanzó un guiño – pero no me pude relajar del todo, estoy muy, pero muy estresada – Se relamió despacio, con la vista fija en mi mano

Brenda cortó justo a tiempo otro desliz entre concuñados. Regresó de los baños con aire de alivio y entre ademanes alegres recuperó el mando de la mateada. El clima estaba causando estragos en su organismo, no tan severos como en su hermano, pero lo suficiente como para resultar molestos, y totalmente anti eróticos, no solo por lo inoportuno, sino por su insistencia en demostrar que media hora en el baño era sinónimo de felicidad.

Llevé a mis labios el dedo con el que masturbe a Daniela el día anterior en el rio, hice el gesto de silencio y luego lo chupe con la excusa de que tenía un poco de mermelada en él. El idioma corporal de Daniela traducía a la perfección sus pensamientos al ver mi provocación. Baste decir que estuve inmóvil unos minutos, divagando sobre el clima, en un intento de que bajara mi erección. Brenda, por otro lado, evitaba como podían mis caricias, me lanzaba miradas de reproche y llevaba la conversación hacia cualquier trivialidad. Encendió un cigarrillo, puso la mesa como frontera entre nosotros y se enfrascó con su cuñada en una típica charla de chicas. Era su manera de decir “si estas caliente, espera a la noche”. Por alguna extraña, incompresible y desesperanzadora razón, Brenda había pasado a formar parte de la legión de mujeres que creen que el sistema encargado de generar la libido en los hombres posee un interruptor, que ante su voluntad, o una palabra clave, quizás con cierta fase lunar, hace “click” y el masculino sale desbocado a complacerlas.

Busqué con la mirada el nubarrón más oscuro que pude divisar y le rogué que descargara abundante lluvia. Desde temprano el cielo se había cubierto con una densa capa de nubes que ponían en duda la idea de bajar al rio. Es de saber popular que los cursos de agua serranos pueden ser una trampa mortal cuando se viene una crecida repentina. En ese momento me importaba un bledo si algún turista disfrutaba del rio, solo quería una excusa para no esperar la noche. Lo dioses se apiadaron, o quizás se burlaron de mí. Gotas grandes comenzaron a caer, el camping se sacudió la pereza de la siesta, todos corrían a refugiarse ante el inminente chaparrón. Brenda solo se movió a guardar un par de cosas en la carpa, regresó a su silla y prosiguió la charla con su cuñada, que me miraba extrañada y sorprendida, con cierta lastima en los ojos.

La lluvia fue solo un amago, la tarde avanzó lenta y bochornosa, con algún goteo ocasional. Oscureció, cenamos y se armó el típico juego de cartas de la sobremesa. Daniela intentó durante toda la noche animarme, incluso aprovechó algunos descuidos de los otros dos para frotar su cálido cuerpo con el mío, pero mi tedio solo empeoraba. La tensión sexual entre Daniela y yo crecía, hacia ebullición, sus miradas furtivas, sonrisas cargadas de picardía, la estudiada posición de su cuerpo, la mano en mi rodilla por debajo de la mesa, me ponían a punto, despertaban todos mis sentidos. Brenda, en cambio, me adormecía; cero contacto visual, apenas un beso y desde luego, ningún roce. Nervioso, frustrado, excitado, pasaba de un estado de ánimo a otro en segundos. Agradecí cuando Sergio acusó cansancio y se retiró a la carpa. Daniela lo siguió, y a pesar de que deseaba llevarla a un rincón oscuro y saciarme en ella, tomé su actitud como complicidad, hice mi parte para dejar todo ordenado y fui a mi carpa. Brenda entró a los pocos minutos, se acomodó a mi lado, y me observó sonriente unos minutos.

-Ahora, dale – Exclamó mientras se quitaba el pantalón corto

Actué mi parte lo mejor que pude, dándole a entender que sus palabras habían funcionado como un hechizo, que el interruptor hizo “click”. Veinte minutos después, lo único que deseaba era una ducha fría, helada, con hielo si era posible. Aproveche que a esa hora no habría gente en los baños y dejé que el agua lavara toda mi frustración, que se llevara esa horrible sensación de no saber si quien dormía en mi carpa era una persona o una muñeca inflable.

No sé cuánto tiempo estuve bajo el agua, quizás media hora, durante la cual, algunos trasnochados entraron y salieron de las duchas, relajaron esfínteres y comentaron sus aventuras mientras se lavaban las manos. Relajado, distraído, con la mente en blanco, salí de la ducha con la toalla en la cintura, tenía la mirada perdida en las baldosas del suelo, la monotonía blanca reflejaba el estado de mi cerebro. Di un par de pasos, apenas consiente del ir y venir de tipos semidesnudos, los comentarios eran murmullos lejanos, hasta que en el suelo se dibujaron dos siluetas que me shockearon. Tumbado boca arriba, un tipo desnudo, piernas abiertas, erecto, se masturbaba y gemía, mientras otro, de rodillas, lo penetraba. El movimiento acompasado y rítmico me hipnotizó, aquellos dos se satisfacían en el cuerpo del otro con tal perversión que era imposible apartar la vista. Intenté recuperar mi mente, despertar, los murmullos pasaron a ser una mescla de gemidos y palabras sucias, exclamaciones de asombro y admiración. Una decena de tipos observaban el espectáculo, todos desnudos, algunos se masturbaban, otros acariciaban al que tenían al lado. Entre ellos reconocí a algunos de los que cada noche deambulaban por el camping buscando un rincón oscuro donde saciarse entre los muslos de alguna chica complaciente, uno de ellos acampaba cerca de mi carpa junto a su mujer y su hija. Lejos de surreal, la escena se me antojó divertida, excitante, una bocanada de aire fresco para una mente embotada, por lo que decidí dejar de ocultar mi evidente erección bajo la toalla. Algunos se giraron y clavaron la vista en mi verga, uno de ellos se aproximó, sonriente y con gesto amistoso, palmeo mi hombro y comenzó a masturbarme. Sentía su mano cálida, el movimiento era delicado pero firme, aceleraba y frenaba, dejaba al descubierto el glande, como si lo mostrara al resto y volvía a pajearme. El ritmo de los que estaban en el suelo aumentaba de a ratos, nadie pronunciaba más que monosílabos o exclamaciones de placer, la calentura se palpaba, costaba respirar en aquella ronda de vergas duras. El tipo que me tocaba recibía las atenciones de un tercero, que a su vez había puesto la verga entre sus nalgas y movía las caderas cada vez más rápido. Las manos también aumentaron el ritmo, algunos se la sacudían con intensidad, nadie quería quedarse atrás de lo que prometía ser un coro de orgasmos. El tipo que estaba en el suelo fue el primero en acabar, el otro lo siguió llenándole el culo, los que observábamos nos corrimos en efecto dominó, lanzándoles potentes chorros de semen caliente. Mi verga se contrajo, y en medio de aquellos aullidos guturales, eyaculé con tanta fuerza que el pecho del tipo que estaba en el suelo quedó cubierto con mi semen. El que me tocaba se vino luego, y el que lo atendía a él se corrió entre sus nalgas.

Algunos volvieron a las duchas, otros se quedaron charlando, yo agradecí a quien se preocupó por darme placer y abandoné el baño con la toalla en la cintura y una sonrisa en la cara. El espectáculo de una docena de tipos calientes, masturbándose despreocupados, en honor a los dos que cogían libremente en el suelo, reavivó mi buen humor, mis deseos de aventuras y desde luego era una anécdota que atesorar. Quizás fuera mi estado de total tranquilidad, pero encontrar a Daniela en el puente de madera que llevaba hacia el sector de carpas, me sacudió. Era evidente, aun en la penumbra, que no llevaba sostén bajo la musculosa, y que su calentura podía más que cualquier precaución ya que, apenas verme, llevó una mano a su pecho y comenzó a acariciar el pezón por sobre la ropa. Sonrió, levantó una ceja y se relamió.

- Yo también quiero divertirme – susurró mientras hacía desaparecer mi toalla.

2 comentarios - Carpa, camping y secretos morbosos (parte 3)

kramalo +1
mmm...muy bueno...muy bien relatado, te hace la idea de estar ahi....encima, la cuñada quiere guerra...jaja!! lo cortaste en lo mejor...qhdp..!! jaja..!! sigue...?
GaryelMiron
Sigue y viene de un par de relatos donde la muchacha se divierte
ColoraditaXXX +1
Hacía rato no leía un relato que me gustara.
GaryelMiron
me alegro que te gustara