Mejor que él.

Capítulo I: La madrugada.

El dolor de cabeza hizo que la cena con sus viejos amigos se suspendiera.

Adolorido, como si volviese de la guerra, se recostó en su cama cuando las pastillas comenzaban a hacer efecto. Sin darse cuenta, se encontró durmiendo como un bebé; pero la insistencia en sus riñones le dijo que se despertara.

El sueño se desvaneció. Los ojos se le abrieron de golpe, mientras que la mente se despejaba. Tardó varios segundos para desperezarse, hasta que se frotó los ojos y se puso los anteojos.

Se levantó de la cama y fue con paso rápido al baño.

Mientras descargaba, se fijó en la hora en su reloj-pulsera. Las once de la noche. Su hija ya debía estar en casa. Una sonrisa partió su cara al pensar en su dulce niña, pero no duró mucho.

El baño se encontraba al lado cuarto de su hija. Al ser la pared muy fina, se escuchaba todo, hasta podía oír la respiración de las persona. En ese momento, dos respiraciones muy agitada. Sintió como la bilis se le subía por la garganta y la gran sonrisa de su cara se desvaneció.

Cuando los gemidos cortaron el silencio de la noche, corrió desesperado a la puerta de la habitación de Sofía.

La puerta estaba entreabierta y la imagen lo impactó. Allí estaba su niña, desnuda, acostada boca arriba y con las piernas abiertas. Entre ellas, se encontraba una cabeza con pelo de color negro. Los senos de asomaban tímidamente a través del pelo desparramado por el torso.

La sangre le hervía. Su hija se merecía mucho más que ese desparpajo.

Sofía gemía. Arqueaba su espalda y sus dedos se enterraban en el pelo de su, por poco tiempo, yerno. El pelo castaño de la muchacha se pegaba contra el rostro por el calor.

Ricardo estaba molesto. No por haberla encontrado teniendo relaciones sexuales, sino porque el muchacho apenas movía su cabeza; era como si la tuviera pegada, estancada en una posición. El hombre recordó las decenas de veces que les había practicado el sexo oral a sus amantes. Le gustaba abrir los labios carnosos y pasar la lengua por toda la rajita. Siempre lo llamaban “el negador”, porque se pasaba un buen rato con la cabeza moviéndose a los costados, jugando con ese botoncito de placer…. Todas terminaban satisfechas, sudadas y con una sonrisa de placer.

Un movimiento lo sacó de sus pensamientos, a la par que lo disgustó. Ese lamentable espécimen de hombre se acomodó entre las piernas de su hija, la típica postura del misionero, apuntando su pene en la cavidad central.

Su niña le susurró algo en el oído y cambiaron la postura. Como si hubiera sabido que él estaba allí, espiándolos, se colocó en cuatro patas, apuntando su almejita y culito hacia la puerta.

Al verla de esa manera, no podía negar que su pequeña hijita, se convirtió en una mujer impactante.

Por primera vez, observó detenidamente ese pedacito de cielo. La última vez que él la vio desnuda, no tenía ni el vello.

Lo sorprendió ver que su hija se dejase los pelos un poco largos. Con lo femenina que siempre fue, seguía a la vanguardia con uñas y dientes. Por ello, la última moda era dejarla tan calva que a uno le daba pena acariciar esa extensión de piel tan vulnerable y expuesta. Pero, para Ricardo, el vello le daba una sensación diferente.

Algo que le gustaba mucho a Ricardo, era agarrar y tirar ese vello. Sus amantes acababan con los ojos en blanco cuando él realizaba esa faena.

El bastardo se acomodó encima de su hija y empezó a penetrarla… Si a eso se le podía llamar penetración. Tenía un miembro normal, pero era bastante brusco al tratar de seguir un ritmo. Trataba de hacer dos estocadas y su pene se escapa, cortando la fluidez del sexo.

La experiencia, y años, de Ricardo, le habían enseñado que a las mujeres la fluidez les gustaba, a la par del cambio de ritmos. De ir suave a un rápido, de una penetración lenta y profunda a unas estocadas rápidas y secas, pero el salame ni lenta la cazaba.

Pasaban los minutos y era el mismo tic tac del reloj. Dudaba que Sofía sintiese placer y hasta apostaba su verga, que estaba fingiendo.

La mano de su hija apareció en la cadera masculina. Notó cómo el joven se giraba, apuntando el techo e intuyó que su hija estaba por devolverle ese sexo oral del principio.

Estuvo a punto de presenciarlo, pero la posición que habían elegido lo ponía en riesgo. Podrían verlo.

Al notar que estaba deseoso de ver a su hija mamando y con su verga dura como piedra, sintió náuseas.

Con fuerza sobre humana, volvió a su habitación para tratar de dormir.

Capítulo II: La mañana.



Ricardo se encontraba de mal humor. Irse a la cama con esas imágenes y no haber descargado, hacía meollo en su actitud. Le molestaba aún más saber que le echaba la culpa a su hija, pero ella era la que había traído a un muchacho a casa.

—No sé qué le ves a ese boludo, porque no me lo niegues, es un boludo. La cara lo delata —dijo enojado, mientras veía cómo su hija se retocaba el maquillaje. Seguramente, se iba a ir a ver con ese imberbe.

—Papá, Andrés es mi novio hace muchos meses como para que te lo vuelva a explicar. Estoy feliz y somos felices ¿no es eso lo que le interesa a un padre? —no iba a negárselo, pero los celos eran más fuerte que él.

—Deberías conseguirte uno mejor. Como dicen todos: “uno igual a papá”. Una persona como yo sabría cómo cuidarte... y satisfacerte —no pudo contra su ingenio y Ricardo casi se delata. Notó como la cara de su hija se tornaba de un color rojizo.

—Papá, me estás trayendo ideas a la cabeza que, en lo posible, me gustaría evitarlas —no supo de qué estaba hablando cuando su mente se nubló con las escenas sexuales que durante la noche, trató de ignorar.

Aún tenía fresca en su memoria la imagen del boludo del novio comiendo de la almejita que ÉL creó, y el inconsciente lo traicionó por completo, imaginó a Sofía acostada con las piernas completamente abiertas, entregada al placer, y a él, de rodillas, lamiendo una y otra vez ese pedacito de cielo rosado.

—Bueno, yo creo que en eso también le ganaría bastante. Nunca tuve quejas –al escuchar la deducción de su padre, Sofía tan sólo le levantó una ceja.

—Claro. Me lo vas a demostrar y todo ¿no? Deja de hablar boludeces de mi novio —Le estaba por decir que si, pero la moral, por primera vez, entró en juego ¿podría pasar ese límite? ¿Realmente le demostraría que era mejor que él, por unos celos irracionales que hacían que su sangre hirviese?

Sofía lo miraba atónita, como si no entendiese que sucedía en ese momento. Bajó su mirada hacia la entrepierna y pudo observar qué la había disgustado.

Su verga, independientemente, se había levantando. La bermuda de tela delgada para combatir el calor de enero, no ayudaba y marcaba exageradamente el paquete.

Levantó su vista y observó como a su hija se le entrecortaba la respiración. Su miembro dio un respingo al ver a la joven mordiéndose el labio, pero le preocupó la lágrima que resbaló por su mejilla.

Antes de que pudiese reaccionar, la joven salió corriendo por la puerta, dejándolo solo, con el aire caldeado y confundido como nunca..



Capítulo III: La tarde.




El murmullo del mar solía calmarla, pero ese día la ponía nerviosa.

Sola, alejada de todo ruido de la ciudad, Sofia reflexionaba sobre lo sucedido en ese día, tratando de limpiar su maquillaje corrido.

Había reaccionado muy mal a la actitud de su padre, pero no todo era culpa de él.

Lo había visto muchas veces desnudo como para sorprenderse de su miembro. Lo que la preocupaba era la manera en que lo vio y deseó, como lo veía y deseaba a Andrés.

Recordaba el día en que escuchó por accidente a la mamá de una de sus mejores amigas y todo en su vida perfecta, dio un giro de trescientos sesenta grados.

“Es una máquina Ricardo. No para de cogerte hasta verte media desvanecida. Y ni hablemos de cómo me comió la conchita. Me acuerdo y me pongo caliente… Si, debería cuidar la lengua porque se quedó a dormir la hija acá y mirá si me escucha… “.

Nunca había pensado en su padre como hombre, pero desde ese accidente, la obsesión con su padre empezó a germinar. Se imaginaba una y otra vez cómo lo haría ¿Qué se sentiría acostarse con un hombre como su padre? ¿La dejaría satisfecha y desvanecida? Alimentaba las fantasías con lo que había descripto la mujer.

Eso no era lo peor: cada vez que tenía sexo con Andrés, pensaba en su padre. No iba a reprocharle nada a su actual novio, pero al ser joven como ella, quedaba al descubierto lo inexperto que era.

La cabeza se le nubló de imágenes incestuosas que trató de reprimir, al igual que sus lágrimas. Se estaba volviendo loca y sabía que podía peligrar la relación con su padre y aún más afectarlo a él.

Debía solucionar las cosas de alguna manera.

Capítulo IV: La noche.




El reloj marcó la una de la madrugada. En cada minuto que pasaba, Ricardo acumulaba más furia y odio. Estaba casi seguro que se pasó toda la tarde en la casa del desparpajo, cogiendo lo que era suyo. Y todo por culpa de su lengua y su verga. Los celos lo consumieron esa misma tarde y no pudo hacer otra cosa que retroalimentarlos. Deseaba poder apagar su mente.

Al escuchar la puerta de la entrada abrirse , saltó del sillón para inmediatamente recriminar a la joven por su irresponsable desaparición.

–¿Dónde estabas? –preguntó sin dar muchas vueltas. La joven no respondió mientras se dirigía hacia su cuarto–. Sé que estas enojada, pero tampoco es excusa para irte de esa manera. Me preocupé mucho. Traté de llamarte pero dejaste tu celular acá –por lo que husmeó, Andrés tampoco sabía dónde de había metido–. Te hice estoy hablando, carajo. Por lo menos, respondeme –odiaba tratarla así, pero el silencio tajante como respuesta lo enfurecía más.

Apenas ingresó a la habitación, Ricardo agarró con fuerza a Sofía del brazo y la obligó a mirarlo a los ojos. La tristeza en ellos hizo añicos su fuerte muro de enojo para hacerle sentir la culpa más grande.

Sofía no pudo soportarlo más. Abrazó a su padre y se entregó al llanto que tanto le había costado ocultar.

No supo cómo, pero de estar en la puerta de su cuarto, pasaron a estar acostados en su cama. Apoyaba la cabeza en el pecho de su padre y éste acariciaba su cabello. Las lágrimas habían parado hace tiempo, pero no deseaba arruinar el momento junto a su padre.

–Es...estuve en la costa –respondió–, pensando en lo de esta mañana –despegó la cabeza del pecho y lo miró a los ojos–. Perdón papá, pero no pude controlar mis emociones esta mañana y… Y… Te quiero, mucho papá.

–Yo también te quiero mi princesa –le respondió mientras acariciaba su mentón. A Sofía le gustaban mucho los mimos de su padre, y como una gatita, se apoyó sobre su mano–. Hija, yo ya pasé tu edad. Estás saliendo de la adolescencia y es duro el mundo de los adultos –Sofía asintió. Notó que su padre se reía y se lo preguntó con la mirada–. Me parece que seguís con las hormonas alteradas y te pone de mal humor que no te cojan bien –Ricardo no pudo con su ingenio y el tiro le salió por la culata. Temía la reacción de su hija al chiste, pero lo sorprendió con su respuesta.

–Puede ser.

Padre e hija se miraron a los ojos y ambos notaron cómo el ambiente, por segunda vez, se caldeaba. Las respiraciones empezaron a agitarse, pero ninguno supo cómo reaccionar.

Sofía se volvió a acomodar en el pecho paterno. El propietario, como de costumbre, la acariciaba como cuando era chica y no podía dormir.

Las caricias que en un principio tuvieron como objetivo el cabello castaño, empezaron a descender hacia la espalda y llegaron a la fina cadera femenina.

La joven inclinó la cabeza para poder observar a su padre. Éste la miraba con una pequeña sonrisa mientras acercabas su rostro.

Sofía cerró los ojos. Desde que era chica, su padre siempre fue muy mimoso con ella. Le solía besar la frente, los cachetes, el cuello. Eso no era nuevo pero en ese instante, con la charla tan fresca y los sentimientos desbordados, no pudo evitar excitarse y tomar esos besos como algo pasional, en vez de lo fraternal.

Ricardo notó, con miedo, como la joven se movía ¿Se iba a apartar? ¿Había malinterpretado sus besos?

Para su alivio, se corrió de la forma que la cabeza quedaba apoyada en su hombre.

La distracción de sus pensamientos dio paso a una nueva situación: su mano, que se había posado sobre su pelvis, estaba en toda la extensión de la colita de su hija.

En unos segundos, se incomodó. ¿Y ahora qué pasaría?¿Creería que era un degenerado? Pero Sofía ya tenía trazado su plan. Moviendo la cadera, empezó a frotarse con su mano.

Ricardo se sentía confundido ¿Su nena trataba de seducirlo? ¿De excitarlo?

Pasaban los segundos y Sofía estaba a la expectativa ¿Su padre ña tocaría? ¿Traspasaría los límites?

Cuando se estaba convenciendo, con dolor, de que su padre no la quería como ella a él, sintió como la mano paterna tomaba vida, acariciando y amasando , suave pero firmemente, sus nalgas por encima de la falda que se había puesto ese día.

No pudo evitarlo y un gemido erupcionó de su boca.

Buscando mayor contacto, Sofía se acomodó ubicando las piernas a cada lado del torso de su padre. Se recostó encima y tiró de su cadera hacia atrás, dejando la falda arrugada entre la entrepierna paterna y la suya.

Ricardo amasaba el culito femenino con ambas manos. Le fascinaba la suavidad y dureza de esa extensión de carne.

Sin querer su mano se desvió, manoseando la entrepierna, arrancando un alarido de placer. El calor y la humedad habían traspasado la bombachita de su hija.

Buscando más rozamientos, Sofía comenzó un vaivén rápido, chocando su pubis con el masculino. No supo si fue la excitación del momento, la acumulación de emociones o saber que el hombre debajo suyo era su padre, que la llevó a un orgasmo tan fuerte que no tuvo fuerzas ni siquiera para sostenerser.

En un segundo, se encontraba acostada sobre su padre, tratando de respirar y sintiendo los últimos espasmos de placer.

Cuando se recompuso, Sofía se estiró y acomodó apoyando todo su cuerpo en sus manos, a cada lado de la cabeza del hombre que más amaba en su vida. Se moría por besarlo, pero la expresión en su rostro la alarmó.

–Papá ¿Qué te pasa? –le preguntó mientras trataba de adivinar ese sentimiento. El que más se acercaba, era la culpa.

–Esto está mal, hija –se esperaba esa respuesta.

–No pienses en eso. Yo te quiero y vos me queres a mí. Lo sé. No le des tantas vueltas –con una profunda tristeza, Sofía volvió a recargar su cabeza en el pecho masculino mientras se devanaba los sesos pensando en cómo podía convencer a su padre de lo contrario.

La respiración se volvió pausada. Desvió su mirada y pudo apreciar el miembro hinchado de su padre. Ella había acabado y él estaba ahí, tan tenso… “Al carajo” pensó.

El techo era su única visión. No se atrevía a mirar la escena. Podía sentir el cuerpo femenino caliente y lo mojada que había quedado su bermuda de la corrida de su hija ¡Su propia hija!

Tenía tantas cosas cruzándole por la cabeza que casi se asustó cuando sintió la caricia en su verga.

–Sofía –le susurró procurando que parase el hipnotizante vaivén–. Por favor, hija. Esto est…

–¡Sh! –lo calló–, por lo menos dejame devolverte el placer que me hiciste sentir, papá. Después si querés… Terminamos… Todo –la última frase lo conmovió. Podía escuchar cómo las lágrimas se deslizaban por las mejillas y el leve calor que desprendían al caer en su estómago. Odiaba tanto hacerle mal.

Sofía no dejó pasar la oportunidad. Apenas presintió la aceptación de su padre, desprendió el abrojo de la prenda y corrió la tela del calzón que la separaba de la herramienta de tal envergadura.

Sofía se maravilló. Como si el falo paterno la saludase, se irguió apuntando hacia ella.

Con la mano temblando, pasó las yemas de abajo hacia arriba. Su padre inspiró con fuerza y eso la motivó a seguir.

Había masturbado muchas veces a Andrés, pero los nervios la traicionaban haciéndola quedar como una inexperta.

Al tratar de rodear el miembro, no logró ni siquiera rozar las puntas de sus dedos.

Una mano masculina, con vellos canosos, apareció en su campo visual, agarrando su manita y cerrándola con fuerza contra el miembro. Mientras se cuestionaba entre si le dolía o no, el movimiento ascendente y descendente tomó impulso.

–Así –gimoteó la voz gruesa. Le soltó la mano y ella nuevamente tuvo el control.

Cada vez que su mano bajaba, se descubría la pequeña ciruela que coronaba el miembro venoso.

La tentó de tal modo que, sin darse cuenta, apoyó la mejilla contra el vientre masculino, buscando aproximarse a esa hipnotizante barra.

Sofía sintió los labios secos. Al sacar su lengua para humedecerlos, rozó con esa punta. El sabor dulce la inundó y, deseando más, la lamió como si de una paleta tratase.

Cuanto más saboreaba, más quería. “¿Por qué razón se sentía tan diferente en contraposición a las experiencias que tenía?” se preguntó.

En un abrir y cerrar de ojos, se encontró luchando con la verga, intentando introducirla por completo en su boca.

Hacía minutos que Ricardo ya no podía controlar la situación. Tuvo que detenerla desde el principio, pero su cuerpo lo traicionaba, quedándose laxo y disfrutando de la boca de su nenita.

La joven no lo esperaba. El líquido viscoso hizo contacto con su lengua.

Sin dudarlo, empezó a tragar ese río caudaloso, degustando el sabor salado y embriagante.

Dándole las últimas lamidas, Sofía dejó limpio el miembro.

Volteó su cara y observó a su padre, temerosa. Lo encontró con los ojos cerrados y una expresión desencajada por el placer.

Ricardo estaba exhausto. Ni siquiera tenía fuerza para abrir los ojos. La muchachita había exprimido todo de él.

Cuando procuraba poder respirar normalmente, sintió como unos labios lo besaban.

Abrió su boca y la lengua lo penetró, profundizando el beso y dejando desbordar la pasión, por sobre los límites de la moralidad.

Sintió una gran emoción cuando su padre le respondió el beso. Con sus manos acarició las mejillas con un poco de barba, que le hacía cosquillas en las palmas. Las subió y llevó los dedos hacia el cabello rizado, tirando suavemente de él.

Llevó las manos hacia el torso. Mientras sus dedos callosos acariciaban la suave piel, la remera rosada de su hija empezaba a desaparecer, mostrando la panza blanquecina aterciopelada.

Lo desconcertaron dos cosas, la primera, el aro en el ombligo del cual nunca se enteró. Más tarde, le pediría explicaciones sobre tal acto de rebeldía.

La segunda fue la llamativa prenda interior. Por sobre la cinturilla de la falda que llevaba, se extendía el elástico de la bombacha. En ésta ponía “La nena de papá”.

Buscando su mirada, le levantó una ceja. Observó cómo se ruborizaba y acarició el abdomen apenas rozando sus dedos. Notó el escalofrío que recorrió a su cuerpo.

Terminó de quitar la tela y ante él aparecieron los pequeños pero apetecibles senos.

El color rojo del sostén realzaba lo blanquecino de su piel. Le pareció maravilloso, pero sabía que iba a ser mejor sin él.

Como un experto en la materia, desprendió el broche y bajó los breteles.

Al quitarlo, observó los pezones, en los cuales el escalofrío tuvo sus consecuencias. Estaban erguidos y pedían a gritos atención.

Sofía se sentía muy sensual. La mirada de deseo de su padre y la lengua mojando los labios gruesos la excitaban más de lo que estaba.

Juntando el dedo índice y pulgar, formando una pinza, Ricardo inició una lenta tortura. Los retorcía, tiraba de ellos, los apretaba… Los gemidos agudos giraban en torno de él, logrando una segunda erección en medio de esa noche de verano.

El contacto de sus pezones con las manos paternas la quemó. La joven se arqueó, tirando sus tetitas hacia adelante para sentir aún más el toqueteo.

Acercó su boca a las protuberancias rosadas, mamando como si esperase leche.

Sofía no podía quedarse quieta. La boca traviesa estaba matándola de placer.

Mordiendo y tirando del pezón izquierdo, Ricardo bajó sus manos a la cadera de su hija para quitarle la corta falda plisada negra.

Arrancando la boca de su pezón, Sofía tiró de la cabeza de su padre hacia atrás y le besó profundamente.

–Quiero más, papi –le suplicó.

–¿Segura? –la miró a los ojos y se emocionó al ver la seguridad en ellos. La joven asintió.

Sofía observó como su padre terminaba de desnudarse. Se bajó las bermudas y las pateó, terminando en el suelo con su remera y corpiño.

Llevó sus manos a las caderas femeninas. Sabía que a cada paso, se encontraba más cerca de cometer el pecado, pero actuaba casi por inercia. Se movía sin razonar esos movimientos.

Intentó desabrochar el botón, pero los nervios volvieron inútiles sus manos.

Con paciencia, Sofía llevó sus manos hacia atrás y lo logró. Bajó el cierre y con un movimiento, digno de cualquier espectáculo de gimnasia artística, se quitó la falda.

Cuando amagó de quitarse la bombacha, su padre la frenó.

–Dejátela –le ordenó.

Volviendo a besarla, recorrió el cuerpo casi desnudo de su hija. La suavidad de sus mejillas, lo largo de su cuello, los pequeños senos marcados con sus dientes hasta que llegó a su vientre.

“La nena de papá” leía una y otra vez, “La frase correcta para ese momento” pensó mientras se incorporaba, ubicando a la muchacha boca arriba.

No supo qué esperar, hasta que sintió como la boca paterna descendenció, desparramando besos, con una pequeña tibieza que apostaba que era el asomo de su lengua, en toda la extensión de su torno.

Ricardo se acomodó entre las piernas blanquecinas, soplando el vientre, observando cómo se retorcía el pequeño cuerpo.

Abrió la boca y la posó sobre el monte de Venus. Mordió fuerte y estiró la tela negra.

Escuchó cómo retumbaba un grito contra las paredes, pero no se percató que era de ella. El calor se acumuló en su conchita, empapándose por completo. Trató de abrir aún más las piernas mientras mentalmente le rogaba a su padre que siguiera. No se hizo esperar, pero antes de satisfacerla, su padre la sorprendió.

–Ayer no fui a comer con mis amigos –comenzó–. La cabeza me dolía y decidí quedarme. Me dormí y hasta la medianoche no me desperté–frunció el seño mientrtas trataba de averiguar a dónde quería ir su padre–. Fui al baño y escuché unos sonidos extraños provenientes de tu pieza. Me asomé por la puerta y te vi con el pelot…, con tu novio –Sofía estaba atónita ¿Su padre los espió?–. No sabes el odio e impotencia que sentí, pero no me jodió que estén en pleno coito sexual. Me molestó ver que no le ponía ganas. Quiero verte con un tipo que te haga gozar, no con ese salame que no sabe qué hacer con esto –acarició su pubis–. Ahora vas a ver que puedo ser mejor que él.

Finalizada su confesión, apreció cómo el hombre corrió hacia un costado la prenda y le daba un lenguetazo por toda su rajita.

Posó la boca sobre el final del monte de Venus y la lengua juguetona, se movía hacia todos lados.

No sólo eso, sino que toda la cara se movía, causando un leve cosquilleo en todas las zonas que su barba raspaba.

Su cuerpo se empezó a contorsionar, como queriendo escapar.

Ricardo notó la tensión en su cuerpo. Tenía muchas ganas de provocarle un orgasmo, prácticamente desde que la vio con Andrés, para demostrarle lo que se perdía saliendo con ese imbécil. Con un poco de rabia, aumentó el ritmo y dio su golpe de gracia: jaló un poco del vello púbico.

Sofía luchaba por poder respirar. El sudor empapó su cuerpo y la garganta se le cerraba, bloqueando el oxígeno que ella necesitaba para vivir.

Estuvo en una posición laxa durante cinco minutos, tratando de poder moverse o reaccionar frente a su padre, que le acariciaba el rostro sin parar.

Abrió los ojos y lo observó. Una sonrisa cómplice apareció entre ellos, que terminó en un abrazo fuerte, como si jamás se quisieran separar.

Ricardo sujetó con fuerza el pequeño cuerpo y lo posicionó sobre él. Quería ver a su hijita montándolo y gimiendo como una posesa, mientras se clavaba su miembro.

Agarrando su víbora, la acomodó buscando la cavidad rosada. Ayudándola, guió su cadera para penetrarla suave y lentamente, odiaría lastimarla.

Sofía se empezó a sentir muy llena. Las paredes vaginales se estiraron y la postura hacía que la punta de la hiniesta barra tocase en lo profundo de su agujerito. Deseó demasiado ese momento y quería disfrutarlo lo máximo posible. Y a su padre, exprimirlo.

–Cabalgame como cuando eras chica –la voz gruesa le ordenó. Sofía recordaba cuando jugaba al caballito y se montaba sobre las rodillas. Con pausa, la joven ascendía y descendía, penetrándose profundamente–. Más, hija –gimió. Ubicó las manos en su pecho, a la par que él las ubicaba en las nalgas juveniles.

Las lentas y pausadas penetraciones se volvieron rápidas y seguidas, pero seguían sintiéndose profundas. Adoraba la manera en que el glande abría paso al tronco.

Ricardo, en cambio, adoraba la manera en que la conchita succionaba su barra. Lo maravillaba y lo acercaba lentamente al orgasmo final.

Cuando la joven bajaba, el hombre levantaba la cadera, buscando un contacto aún más profundo. Ricardo observó cómo las tetas se desparramaban por todo el espacio junto al pelo largo. Llevó sus manos hacia ellas y las masajeó, tratando que no se muevan tanto.

Los muslos femeninos chocaban contra las piernas de padre, recreando un sonido como si fuese una nalgada.

Deseaba acabar, pero no sin regalarle a esa puerquita un último orgasmo.

Soltando una tetita, llevó la mano hacia la entrepierna y refregó el botoncito.

Gritando como si el diablo la hubiese poseído y su padre fuese el exorcista, Sofía aumentó el ritmo de la cabalgada. Sintió como el hombre tiró de su vello púbico por segunda, y la llevó hacia el más prohibido y pecaminoso orgasmo. Ni sabía cuál era ya.

Ricardo se mordió los labios para no gritar de placer mientras llenaba de semen la panochita y se retorcía de placer.



No supieron cuánto durmieron. Tan sólo se despertaron cuando el sol les daba los buenos días, alumbrando por la ventana, la habitación femenina.

Ricardo se despertó y observó las paredes rosas con detalles blancos.

Miró entre sus brazos y se lleno de amor al notar a Sofía durmiendo como un bebé. Le dio un beso en la frente, y sin quererlo, la despertó.

–Buenos días –lo saludó. Buscó su boca y le correspondió. Sintió cómo el calor se apoderaba de su cuerpo y deseó mucho más. La joven lo notó y lo miró sonriente– . Papá, no quiero buscar a un chico como vos –se incómodo pensando que era una manera de acabar con esa relación incestuosa, pero la joven lo sorprendió–, ¿Para qué voy a buscarlo si puedo tenerte a vos, que sos el mejor? -preguntó guiñeándole.

5 comentarios - Mejor que él.

Conspie +1
Muy bueno..., para ti, tus +10 princesa
EternxLunx
Muchas gracias 😃
Me alegro que te haya gustado.
Un beso. 🙂
darioinx +1
Excelente.....calentura a full....muy bueno.....esperamos por más...
EternxLunx
¡Muchas gracias! 😃
Yo también espero darles más. Tengo que armarme de paciencia y constancia.
¡Besos!
kramalo +1
esta bueno...!! pero....si sos argenta..? por que ponés: Jaló, panochita....etc...no es copiado..?
kramalo +1
@EternxLunx Pero a los argentos, no nos gusta ésos vocablos, parece mejicano, no tengo nada contra eso, pero... Además podes poner la concha, directamente, o la cachucha, que se usa vulgarmente... también, la argoya, asi sin elle. Saludos.
EternxLunx
@kramalo Perdón si sueno brusca. Acepto y respeto tu opinión, y espero recibir lo mismo. El relato es mío y a mi me gustó cómo quedó así. Sé que a algunos no les va a agradar, alguno encontrará defectos porque los tiene. Soy consciente y tampoco me considero la gran escritora ni lo hago para agradar.Lo hago por diversión y porque me calienta. Te juro que te lo digo con la mejor, si no te gusta algo, hay muchos autorew acá, en TR... Te invito a que busques. Besos. 🙂
kramalo
@EternxLunx No hay drama... soy muy buen lector. Algo de escritor, tengo, pero en otro lado. Solamente era un punto de vista, y como otro argento; además, era gratis, el consejo... Pero.....entre nosotros, no te gustó que te diera el consejo, (a pesar de tener mis canas, era para ayudarte), ya que de lo contrario, estarías agradecida, y no me estarias mandando un poco a la mierda....jeje!! Fuistes....
jmarceloc2321 +1
Muy buen relato, bien caliente, van puntos y esperamos mas relatos.
EternxLunx
¡Muchas gracias! Espero darles más y mejorar.
Un besito. 🙂