Perversiones de un adolescente - Capítulo 1

Faltaba poco para la medianoche y comenzaba a organizar mi salida. Luego de varios mensajes y algunas llamadas el plan ya estaba diagramado. Sin embargo la inoportuna petición de mi padre lo cambiaría todo.
-Necesito que me acompañes esta noche. Me dijo Ernesto
- Voy con Raquel a ver esta banda, y su hija, Mariana, insiste en ir con nosotros. Agregó.
Nunca supe bien cuál era su verdadero objetivo con esta salida de a cuatro. Y por más que no quisiera la charla no duró más de unos minutos. Como buen hijo, nunca me había negado a hacerle favores a mi padre y no sería esa vez la primera vez.
Mariana, a quien había visto una o dos veces antes de esa noche, era una chica joven, de aproximadamente unos 17 o 18 años de edad, de ojos claros y de cabello casi rubio, cualidades que quedaban un poco atrás frente a su notable sobrepeso, y rasgos poco femeninos con un fuerte y remarcado rímel. Así es, algo poco agradable para aquel que le gusta apreciar la belleza exterior.
Mariana, fue el motivo más fuerte para dudar sobre la salida. Sin embargo dije que sí, y en ese momento Raquel quien se encontraba allí, me daba las gracias. En ese instante noté algo en su mirada. Inusual. Algo que no había visto antes en las ex novias de mi padre. Es cierto, era todo un galán.
Su esbelto cuerpo presumía un llamativo escote. Cuarenta y dos años bien llevados. Además, por su hermosa sonrisa concluí que mariana debía ser el fiel reflejo de su padre. Casi rozando lo literal.
Aún no acababa la noche cuando volvimos del recital a casa de mi padre. Para mi suerte, Mariana decide volver a su casa, sola. Pues Raquel ya había tomado la decisión de quedarse.
Tres habitaciones. Ernesto toma la suya y tras su estado de ebriedad y cansancio cae rendido de inmediato. Sus ronquidos no se hicieron esperar.
Algunos minutos más tarde ya no podía contener las ganas de orinar. El baño había estado ocupado. Entonces me acerqué con la esperanza de que ya nadie estuviera allí. Fue decepcionante en ese momento al ver la puerta cerrada y la luz encendida por dentro. Sin embargo desde adentro Raquel exclamaba que ya salía. Entonces esperé, y por la ansiedad pasé por alto mi vestuario. Solamente llevaba puesto mi ropa interior, un bóxer. Al salir Raquel y sin sorprenderse se ubicó delante de mi. Noté como me miraba, y mis ganas de entrar a ese baño fueron reemplazadas durante ese instante. Inició la charla pidiéndome mi cuarto para dormir. Los ronquidos de Ernesto la molestaban mucho, me comentó. De esa manera yo debía tomar la tercera habitación, aquella que no estaba preparada para visitas pues en mi casa tan sólo vivíamos Ernesto y yo, y sin la costumbre de albergar a huéspedes. Fue inevitable la erección luego de su atenta mirada a todo mi cuerpo. Al darse cuenta sonrío y continuó con su pedido, al cual accedí sin meditarlo.
Después de acomodarnos en nuestras habitaciones, me sentía algo inquieto recordando los ojos de Raquel mirándome de arriba hasta abajo en el pasillo. Tomé la decisión de volver a mi cuarto, sin saber que decir y sin saber para qué. Sólo me dirigí hacia donde estaba la razón de mi actual erección. Interrumpí en la habitación con la excusa de que había olviado algo. Raquel me recibió observándome de nuevo hasta que notó que me había quedado inmóvil viendo su cuerpo. Me ordenó amablemente que llevara eso que había ido a buscar y se acomodó en su cama. Su marcada tanga hacía parecer transparente la sábana que cubría parte de su cuerpo. Después de mirarla un rato más volvi a la tercera habitación. Pero nuevamente decidí retornar a aquel cuarto. Así dos veces más, con la misma excusa de que algo más había olvidado. Y por cada vez que volvía allí, Raquel se encontraba en posiciones diferentes, cada vez un poco más excitante. No pude dejar de fantasear esos segundos en que me quedaba quieto observándola. Imaginé que le gustaba aquello y que lo estaba disfrutando. Así, hubo una cuarta y última vez en la que volví a ese cuarto. Me acerqué hacia Raquel y toqué su brazo.
- Raquel, no estoy cómodo allá. ¿Puedo quedarme aquí? Yo dormiré de este costado.
- Bueno, dale. Pero ponete de espaldas. Me contestó.
La cama era muy grande. Quedé sorprendido después de que aceptara sin problemas aquel indecente pedido. Una vez allí me acosté de espaldas a Raquel, quien también me daba su espalda. Pasaron algunos minutos. Me encontraba impaciente y mi ritmo cardíaco estaba muy acelerado. Casi estaba inmóvil hasta que Raquel con algún movimiento se puso boca arriba. En ese instante decidí darme la vuelta y haciéndome el dormido arrimé una de mis piernas sobre las suyas. Mi erección era muy notoria. Se la hice sentir. Y parecía que nada importaba. Con un movimiento más Raquel se acomodó y ahora mi pene rozaba por debajo de su panza. Pasaron algunos segundos y con un movimiento más pudo escaparse de las sábanas y dirigirse hacia la puerta para luego salir.
Pude haberme quedado pensando en la estupidez que acababa de cometer pero sin embargo todavía sentía la adrenalina. Al cabo de unos minutos y con la luz aún apagada, escuché que alguien entraba a la habitación. Era Raquel, quien volvió a tomar su lugar en la cama. Ahora fue ella quien cruzó una de sus piernas sobre la mía, con más decisión y sin perder el tiempo.
-Como me encantan los pendejos pajeros como vos. Desde que la vi en el pasillo, me quiero comer a esa pija. Me susurró Raquel
Un beso vino después.
-Fui a controlar que todo esté bien. Agregó.
Sentí su mano agarrándome fuerte. Comenzó a masturbarme mientras nos besábamos. No perdí tiempo y desabroché su corpiño tras sacarle la remera. Fue un placer morder los pezones de sus enormes pechos. Sus gemidos y sus pedidos fueron siempre en voz baja. Aumentando la adrenalina del momento. No tardé en saborear su jugosa y rica conchita, ya toda mojada, solo podía escuchar su voz susurrante:
-Mmm que ricura. Sí, sí… ¡Dale pendejo seguí, así, dale!
-Dale pendejo, quiero que me la metás. Métemela. ¡Métemela!
Abrí sus piernas, y al tomarla con las manos acerqué mi pene rozando su mojada y caliente concha.
-¡No! Pará. ¿Qué estamos haciendo? Me dejé llevar, perdón. Es el alcohol. Me dijo asustada.
Y yo sin prestar mucha atención continué con aquello que me tenía tan excitado. Pero no por mucho tiempo. Aunque un poco tarde, Raquel había recapacitado sobre la situación. Lo cual la llevó a salir de inmediato de aquella lujuriosa e indebida situación. Luego de pasar por el baño me saludó con la mano mientras entraba a la ruidosa habitación de Ernesto.
Algo cambió esa noche. Raquel, a quien hasta ese momento había visto pocas veces, y llevaba saliendo un año con Ernesto, comenzó a frecuentar más esa casa. Desde entonces se quedaba a dormir más seguido e incluso los días en que Ernesto debía partir muy temprano por asuntos de trabajo.
La historia de Raquel y de este joven adolescente recién comienza.

Fin.

1 comentario - Perversiones de un adolescente - Capítulo 1

AlejandroMillo14 +1
Arrancaste muy bien...espero la prox parte, y con fotos por favor