Siete por siete (116): Las 2 mitades




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Compendio I


Una de las razones por las que me ha costado escribir de este viaje se debe a la enorme carga emocional que me tocó enfrentar.
La mayoría de las personas tiene diferentes personalidades y comportamientos, dependiendo del entorno: uno se comporta de una manera ante los jefes, de otra manera ante los compañeros, otra con la familia y así sucesivamente y tampoco soy la excepción.
Pero en mi caso particular, 2 mitades influyen demasiado en mis decisiones y en mi vida.
La primera es la que permitió ganarme el corazón de mi querida esposa: la del pololo romántico y caballeroso; la que lee cuentos a su cuñada más pequeña y a nuestras hijas y la del marido esforzado y responsable que se preocupa por la comodidad de la familia que hemos establecido.
Pero la segunda salió producto de las circunstancias: en ningún momento pensé en ser infiel a mi esposa, porque sigue siendo mi amada y con quien deseo pasar el resto de mi vida.
Mas nunca me di cuenta de los sentimientos que mi suegra, mi cuñada y la prima de mi esposa albergaban hacía mí y que se fueron desencadenando de manera paulatina, hasta el punto que Marisol se enteró, pero en lugar de reprochármelo o suprimirlo, logró entenderlo e inclusive lo facilitó y me lo incentivó.
Por ese motivo, a medida que se acercaba la fecha del viaje, las 2 mitades colisionaban fieramente en mi cabeza y me coartaban físicamente, hasta el punto que paré de hacer el amor con mi mujer por un par de días.
Necesitaba este viaje por nostalgia de mis padres. No les había visto en más de año y medio, considerando que durante el periodo que viví con Marisol, nos concedieron privacidad a pesar de vivir a 5 casas de ellos.
Además, ellos no conocían a sus nuevas nietas y yo deseaba aprender lecciones de mi padre sobre instalaciones eléctricas.
Tal vez, una de las cosas que nos hace tan diferentes de las culturas europeas o británicas es nuestra autonomía para realizar reparaciones caseras y que estas disciplinas se sigan transmitiendo de generación en generación.
A diferencia de ellos, nosotros literalmente “armamos una casa” con recuerdos, puesto que para la gran mayoría de los latinoamericanos es una fuerte posibilidad que sigan viviendo ahí por el resto de sus vidas, mientras que los extranjeros pueden cambiarse de ciudad o domicilio con mayor facilidad.
Ellos saben que Marisol es mi esposa idónea: es cariñosa, humilde y sensible. Una mujer esforzada y de nobleza y honradez, con fuertes instintos maternales, a pesar de ser tan joven comparada conmigo.
Sin embargo, mi madre encuentra que me ha manipulado y se ha aprovechado de mí, por lo sucedido en la casa de mis suegros.
Cree injusto que deje vivir a mi suegra divorciada y a sus hijas en la casa que compré con mis propios ahorros. Pero para mi madre es impensable que su benjamín tenga relaciones incestuosas con la suegra y la cuñada.
Por supuesto que a Marisol le entristeció esa manera tan equivocada de pensar de mi madre, mas tuve que pedirle que la tolerara, porque si se llegaba enterar de la otra mitad de mi vida, me haría colapsar emocionalmente.
Avanzando en la historia, el vuelo probó ser una prueba de paciencia para las pequeñas.
Escogí Bussiness por comodidad y los auxiliares de vuelo pusieron rostro de alerta al ver no uno, sino que 2 niñas de un año, para un vuelo de más de 15 horas.
Sin embargo, nuestras pequeñas saben comportarse y nosotros también sabemos interpretar sus gestos y miradas.
Al principio, les llamó la atención el ruido del motor y Lizzie tomó a mi gordita para que observara por la ventana, mientras que mi flaquita seria se quedó entre Marisol y yo.
Después, empecé a leerles en voz suave, para que durmieran, pero la estrategia funcionó con mi gordita.
En lugar de eso, mi flaquita prefirió jugar con Lizzie y con Mami y alrededor de la mitad del vuelo, se quedó dormida.
A medida que saltábamos las zonas horarias, la oscuridad empezó a avanzar con mayor rapidez y mi gordita despertó bastante confundida.
Tenía ganas de caminar y le pregunté al auxiliar si había algún espacio donde pudiera llevarla. Gentilmente, el hombre me llevó al compartimiento donde ellos descansaban, donde otros 3 auxiliares (2 mujeres y otro hombre) se sorprendían ante tan inusual visitante.
Mi pequeñita, haciendo uso de su glamour innato heredado de su madre, obsequiaba dulces sonrisas a todos y una rubia de cabello trenzado, ojitos celestes y un labial rosado bastante llamativo, no dudó en halagarme por la belleza de mi hijita, además de preguntar si viajaba solo, si tenía dónde hospedarme o si tenía planeado dónde entretenerme en la ciudad.
Le mostré mi anillo de matrimonio y le expliqué que viajaba acompañado. Aunque comprendió mi situación, no dudó en concederme la dirección de un hotel y el número de una habitación.
“Por si tiene tiempo libre en su estadía...” Añadió, con una sonrisa bastante coqueta y sugerente.
La guardé en mi bolsillo y se la mostré a Marisol apenas despertó.
Dormí cerca de 4 horas y me fue suficiente.
Al aterrizar y mientras nos marchábamos, la misma azafata me dio una sonrisa más cordial de despedida, gesto que no pasó desapercibido por mi esposa, quien me miró con malicia.
Pero al llegar a la capital, se nos reveló un mundo nuevo.
A Marisol le sorprendió que, a pesar de haber visto y vivido tantas cosas en el extranjero, la ciudad permanecía relativamente igual al día que la dejamos.
En cambio Lizzie no se esperó que las casas y construcciones fueran “tan desarrolladas”.
Sé bien que lo dijo sin intención. Incluso Hannah no me lo creyó cuando se lo dije, pero las colonias británicas desconocen la situación de desarrollo de las naciones sudamericanas.
Desgraciadamente, el lado amargo también se hizo presente. Al arrendar un furgón de transporte, el conductor no dudó en cobrarnos más de la cuenta y de no haber sido porque entramos en una fuerte gresca, donde le amenacé contactar a las autoridades para reportar el abuso, definitivamente nos habría estafado.
Encontramos a mi suegra encerando el cobertizo.
Verónica se veía hermosa. A sus 43 años, sigue manteniendo ese aire de madre trabajadora y esforzada.
Vestía una camiseta de algodón de manga corta, levemente gruesa.
Sin embargo, gracias al sudor del trabajo, transparentaba sugerentemente la sombra de sus aureolas, que dejaba en evidencia sus opulentos y blandos pechos en completa libertad bajo la prenda.
Y por si fuera poco, usaba un pantalón de buzo rosado, que destacaba su maravilloso trasero.
Se le notaba más rellenita que en las vacaciones, pero siempre he considerado a mi suegra como una mujer bastante sensual.
Sus labios finos, como los de mi esposa; la nariz menudita, pero con un tabique largo y delgado, que le conceden elegancia a pesar de su humildad y los ojos verdes que corren como herencia en sus hijas y sus nietas llaman demasiado la atención.
Pero sin lugar a dudas, su mayor atractivo es su enorme busto.
Debido a que sus pezones son extremadamente sensibles, mi suegra usa sostén en raras ocasiones, por lo que generalmente sus pechos bambolean mucho y en completa libertad.
Y aunque se encuentran más caídos en comparación con los de sus hijas y su sobrina, no dejan de ser sensuales y deliciosos.
En esos momentos, mi segunda mitad buscaba apoderarse de la primera. Pero está mantenía la esperanza que la relación entre yerno y suegra hubiese vuelto a la normalidad.
Recibió a su hija con un abrazo muy efusivo.
Pero el que me concedió a mí fue aclarador: aunque para Lizzie y a Marisol le pareciera un abrazo normal para alguien que no ves en meses, la presión de sus pechos aprisionados contra mi cintura, la manera de apoyar su cabeza en mi pecho y la manera de rozar su vientre sobre mi creciente erección, no cedió lugar a dudas.
Y si necesitaba una confirmación que esos sentimientos seguían bastante fieros, fue la breve mirada que me dio a los ojos.
Fue un martirio asumir que la situación seguía igual que en las vacaciones. Pude percibir que Verónica todavía me amaba más como un hombre o un amante, que por ser su yerno e hice un esfuerzo devastador por contener la segunda mitad y no manifestar mi excitación por la cara.
Entonces, Marisol le presentó a Lizzie.
Para sorpresa de todos, Verónica se conmovió al instante, porque nunca vio a su hija hablando en inglés con tanta soltura y le dio la bienvenida al hogar, porque en un drástico cambio de planes, Verónica decidió acoger a Lizzie en la habitación de mi cuñada Amelia, en lugar de cederle mi antiguo dormitorio en casa de mis padres.
Luego de explicar el cambio de planes y dejando a Lizzie establecerse en la habitación de mi cuñada, empezaron las “indirectas” de Verónica.
“¿Cómo has estado, mamá?”
“Bastante bien… ahí, con mi “peor es nada”… en la pastelería.” Respondió, mirándome con un suspiro.
Marisol se rió de mi incomodo rostro.
“¿Así que esa es la niñera?” preguntó con algo de molestia.
“Sí. ¡Es bastante buena, mamá! ¡Las peques la quieren mucho y me ayuda un montón en las cosas de la casa!”
“¡Qué bueno, hijita! Se nota que es una chica… bien paradita.” Exclamó Verónica, destacando su busto.
Yo no podía aguantar más y le pedí permiso a mi ruiseñor si me dejaba ver a mi familia
Cada vez que veo a mi suegra y mi cuñada, pienso que seré lo suficientemente fuerte para no acostarme con ellas y esa idea empezaba a tambalearse con las invitaciones de Verónica.
Además, Marisol y Lizzie seguían afectadas por el “Jet-Lag” (mientras que para mi suegra eran casi las 3 de la tarde, para nosotros eran las 3 de la mañana), por lo que no me sorprendería que a mi esposa “le bajaran unas ganas de dormir una siesta con las pequeñas” y no me quedara más opción que ir al dormitorio de Verónica.
Mi flaquita nunca sabrá el alivio que me dio verla desvelada, por lo que la llevé a conocer a su abuela materna y reforzar mi primera mitad.
Mis padres también se emocionaron y lloraron de alegría al ver a mi chiquitita. Aunque no es tan carismática como su hermanita, mi flaquita es la más inteligente.
Pero no esperaba la útil sorpresa que mi madre me había guardado: Uno de mis primeros juguetes fue un oso de goma amarillo, que al presionarlo, chillaba.
Mi madre no solo lo encontró, sino que lo lavó y lo limpió y me lo entregó para que se lo cediera a mi chiquitita.
Al verlo, le llamó la atención. Pero sus incipientes dientes no tardaron en entender para qué servía el orejudo amigo y me miraba sorprendida cada vez que presionaba su barriga y el ruido escapaba.
Me contaron de mi hermana y de mi hermano, mientras que mi abuelita mimaba a su nueva bisnieta.
Pero todos se sorprendieron al ponerme de pie y tomar a mi pequeñita, cuando empezó a decir “Abubu”.
Mi abuelita creyó por breves segundos que lo decía por ella, pero les agradó enterarse de mis habilidades como padre.
Mi madre trató de ayudarme a mudarla y le di las gracias.
Aunque confío en mi progenitora, quiero que mi pequeñita sepa que solamente papi, mami y Lizzie pueden mudarla.
Luego de casi una hora, a mi flaquita también le bajó el sueño y tuve que volver a la casa de mi suegra.
Para entonces, mis cuñadas habían vuelto de la escuela.
Violetita me recibió saltando de alegría, al reconocer a la otra de sus sobrinas. La encontré más alta y delgadita.
Pero la imagen que me dejó con la boca abierta fue ver a Amelia en uniforme escolar.
Por mucho que lo intente disimular, Amelia ya tiene el cuerpo de una mujer y sus 20 años apenas pueden ser escondidos.
Su Jumper escolar le quedaba bastante cortito, en particular a la altura de sus carnosos y sensuales muslos, sin olvidar que sus masivos pechos alcanzaban el volumen de los de mi esposa solamente por estar restringidos por una camisa, un sostén y la pechera del jumper.
Al igual que mi esposa, su piel es blanca como la leche. Pero a diferencia de ella, es más rellenita de carne.
Marisol es esbelta y su mirada posee mayor convicción y seguridad. Sin embargo, mi cuñada tiene una mirada más tímida y huidiza, que amplifica su aura de inocencia.
Y su rostro evoca la ternura del primer amor: las esmeraldas de sus ojos, mejillas sonrosadas y una pequeña nariz respingada, con un par de labios carnosos, que heredó de su padre.
Pero su cuerpo incita la lujuria: mi cuñada ha trotado por 4 o 5 años, razón por la que sus nalgas se desarrollaron bien paradas y firmes.
Y sus pechos son más grandes que los de mi suegra, los que muestra con mayor libertad fuera de la escuela.
Me dolió enterarme que conoció a un chico y que estaba pololeando, lo que a ella también avergonzó.
La primera parte de mí intentaba sentirse contento, porque Amelia necesita alguien que la quiera. Pero mi segunda mitad se rehusaba a aceptarlo de buena manera.
Fui yo quien se encargó de tomar las virginidades de su cuerpo y que aprendiera a disfrutar como una mujer. ¿Cómo podía aceptar que otro sujeto la tuviera?
Pero el trabajo se me está empezando a apilar.
Los primeros días, recorrimos la ciudad con mi esposa y con Lizzie (incluso, fuimos al lugar donde le propuse matrimonio), antes que el 11 de septiembre nos alcanzara.
Posteriormente, vi a la prima de mi esposa, Pamela, que también es una mujer exuberante.
Resumiendo de forma atropellada, porque ya me está pillando la máquina, durante el viaje me lo pasé así: mientras iba a casa de mis padres, la primera mitad era predominante. Cuando volvía a la de mi suegra, la segunda tomaba control.
Y no me metí con las familiares de mi mujer hasta el mismo 11, que intentaré contar mañana.


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2 comentarios - Siete por siete (116): Las 2 mitades

profezonasur
Un gran relato lleno de humanidades si se me permite la expresión.
metalchono
¡Le agradezco su opinión! Como le he dicho, disfruto de leer sus historias por el valor intelectual con el que las presenta.
pepeluchelopez
Sigue contando! Estaba clavado leyendo anticipando la gracia de tu gordita al conocer a su abuela la reacción o emociones de tu madre al verlas juntas. Sobre la casa tu mama debe solamente saber que tienes razones fuertes jeje. Y los deliciosos encuentros con la suegra prima y cuñada
metalchono
No sé si te decepcionará o qué, pero el día que le presenté mi gordita a mamá, estaba más interesada en uno de los perros que tienen de mascota. Pero ya estoy entrando en tierra derecha y a contar cómo nos organizamos con los días.
pepeluchelopez
@metalchono jeje la verdad esperaba otra cosa pero así son las madres. La mia casi no llega a casa a ver a sus nietos. A diferencia de los hijos de mi hermana adoptiva. Así de lindas son las abuelas