Oblitus IV

Nota: Con algo más de acción, vuelve ésta historia que debería haberse quedado en las fronteras de mi imaginación y jamás haber dado éste salto.
Una historia sobre un personaje que descubre la potencia de sus posibilidades y la fuerza para explorarlas es siempre una opción muy interesante, pero si el que la ejecuta lo hace con tanta torpeza no hay ni trama ni originalidad que valga.
Sin embargo, en un ámbito donde la verosimilitud, la rigurosidad, la belleza y la dedicación no son muy bien recibidas uno debe andar con cuidado.


IV

La historia de esta pareja es complicada: estaban juntos desde hacía más de un año y se conocieron porque ella era su paciente en el consultorio de psiquiatría, al que había empezado a concurrir por unos problemas de orientación sexual. Sólo tuvieron algunas sesiones que terminaron inmediatamente cuando descubrieron que se amaban. En poco tiempo formaron una pareja sólida y alegre y ella se volvió muy amiga de Valeria, quien conocía, por confidencias poco profesionales de Juan José, sus posibles tendencias. En más de una ocasión sintió que lo que Milagros le profesaba luchaba por ser algo más profundo que una amistad.
Ahora la chica, que al igual que la pelirroja estaba egresando de la adolescencia, los encontraba amándose desenfrenadamente en la ducha.
— No puedo creerlo — dijo al cabo de larguísimos segundos. Su novio no sabía qué decir, estaba tan asustado y avergonzado que su hombría había enflaquecido y abandonado el ano de Valeria. Milagros se volteó y comenzó a alejarse muy despacio, producto de la sorpresa. Cuando ya estaba en la habitación, a la altura de la cama, la pelirroja le dijo en un susurro a Juan José: “Ahora sí que te voy a recompensar”, acto seguido salió de la ducha y la alcanzó.
— Pará, Mili — dijo, sin preocuparse por cubrir su desnudez — No es lo que pensás, sólo nos estábamos divirtiendo — le dijo, sabiendo que no era la mejor explicación. La chica no respondió nada, sólo la miró con la misma cara de sorpresa y los ojos perdidos — Estaba devolviéndole un favor. Es sólo sexo, no amor. Ustedes dos se aman, y yo los quiero a los dos. Podemos disfrutar de nuestros cuerpos sin problemas.
Valeria la tomó de la cara y le dio un profundo beso. La chica se resistió sólo al final.
— ¿Estás loca? — le gritó, una vez liberada — Primero te volteás a mi novio, y ahora me tomás el pelo. A mí no me gustan las mujeres.
— A mí tampoco — dijo Valeria con una sonrisa sexy, y luego le dio otro beso, esta vez más ardiente y mucho menos rechazado — Dale Mili. No te engañes, yo noto cómo me mirás. Sé que más de una vez te tocaste pensando en mí. Bueno, ahora me tenés toda desnudita para vos. Podés hacer un escándalo por algo sin importancia y no volver a verme, o podés dejarte de joder y aprovechar esta oportunidad única, entregar tu cuerpo a mí y a tu novio.
Mili recorrió con la vista a la diosa que tenía frente a sus ojos: su pelo del color de la sangre estaba todo aplastado y aún escurría agua; los ojos tan negros, tan profundos eran lo más expresivo en ese rostro tierno pero duro al mismo tiempo, salpicado por leves e innumerables pecas; descendió hasta el vientre, chato y sexy, pasando por las hermosas y grandes tetas, por las cuales se deslizaban algunas gotas, y por la cintura, tan angosta y deliciosa; luego las caderas, redondas y suaves; más abajo se vislumbraba, escondida debajo de un pubis aterciopelado, el comienzo de su vagina, que ella intuía apetitosa y rosada; lo último que examinó fueron lo torneados y delgados muslos.
Mili no se resistió, aquella visión le subió sobremanera la temperatura. Valeria lo adivinó y muy delicadamente apartó los breteles del floreado vestido de la chica, el cual se desplomó mostrando dos erguidos senos, pequeños pero hermosos, que enseguida fueron atendidos por la lengua de la pelirroja. La muchacha comenzó a suspirar, paralizada por el placer y los nervios, mientras Valeria disfrutaba de esos tiernos y rozados pezones, humedecidos por ella misma, que se habían puesto erectos, demostrando su excitación. Cuando retiró su boca comenzó a amasarlos, a estrujarlos delicadamente con sus manos, y a besar y lamer su cuello.
— Dejame — dijo Mili en una exhalación, más por orgullo que por verdadero desagrado — No soy lesbiana… — Su boca se vio acallada por la lengua de Valeria que la invadió por completo, despojándola de todo sentido de razón y la incitó a dejarse llevar, a tomar tímidamente a su amiga por la nuca y corresponder ese beso prohibido. Ese beso que mucho tiempo de terapia lo había mostrado como erróneo, como antinatural. La pelirroja la miró fijo a los ojos y puso su dedo índice sobre la boca de la chica.
— Shhh… — le dijo muy suave — Acá lo único que vamos a hacer es gozar — Luego se arrodilló besando en el trayecto los pechos, el vientre y el pubis de Milagros. Cuando llegó al suelo la volteó suavemente y comenzó a deslizar hacia abajo su tanga. La chica, ahora de espaldas a su amante, no se resistió.
Valeria la empujó un poco, obligándola a apoyar sus brazos en el borde de la cama y le separó las piernas, dejándola totalmente expuesta, con su sexo rozado y húmedo dispuesto a recibir placer. El primer roce de lengua que recibió su vagina la estremeció profundamente y le ocasionó algunos leves temblores; el segundo, aunque más profundo, fue mejor aceptado. Sentía exactamente cada movimiento, cada caricia que aquella lengua prodigiosa realizaba. Por momentos se concentraba en su clítoris, lo que le hacía temblar las piernas, pero luego subía, entraba profundamente en sus entrañas, recorría suavemente sus labios, y alcanzaba el ápice en su ano, donde también hacía presión, donde también provocaba placer. De vez en cuando algunos dedos entraban y salían lentamente por las dos aberturas, ayudando en la tarea.
Pocos minutos transcurrieron antes de que se desplomara hacia delante, sobre la cama, desestabilizada por un violento orgasmo. Valeria se levantó del suelo, con una sonrisa de satisfacción, sabía que la parte difícil había pasado ya, que de ahí en adelante el resto sería un paseo. Tomó la cámara de Juan José y comenzó a filmar, haciendo un primerísimo primer plano del culo y la vagina de Milagros, que estaban tan rosados y tan húmedos. Le abría un poco las nalgas para que la cámara pudiese apreciar la totalidad de sus entrañas. La chica ya no decía nada, tenía los ojos cerrados y la cara apoyada contra la colcha; estaba entregada, dispuesta a hacer cualquier cosa, incluso arqueó un poco la espalada, levantando el culo y facilitando la toma. De pronto sintió como el colchón se hundía a su lado. Abrió los ojos y vio a su novio, que hasta entonces se había mantenido alejado y temeroso, exhibiendo su virilidad, ya restablecida, a centímetros de su cara. Ella lo miró con algo de odio, sin embargo se incorporó un poco y engulló de un solo movimiento ese pene esplendoroso. Comenzó a mamar con maestría y velocidad, moviendo solo su cabeza y sin utilizar sus manos.
Valeria celebró esto con una exclamación y se acercó a los amantes. Luego se colocó detrás de Juan José y apoyó la cámara en el pecho del muchacho, logrando un encuadre perfecto de la mamada. Con su mano libre lo empezó a masturbar, como si fuese de ella ese pene que estaba recibiendo Milagros, que ahora se había detenido y sólo chupaba el glande.
— ¿Te gusta chuparla, putita? — le dijo la pelirroja.
— Me encanta, quiero que me cojan como a una puta — Valeria no lo pensó dos veces. Se acomodaron de forma tal que Mili quedó sobre la cama con sus piernas completamente abiertas, ofreciendo su vagina como en bandeja; la pelirroja, a cuatro patas, hundió su cara en el sexo de su amiga mientras recibía por atrás una dulce penetración.
— Mirá — le decía a la chica — Mirá como me culea tu novio — La malicia era un condimento picantísimo en el encuentro sexual.
— Me fascina como te coge, pero cállate y chupame bien la concha.
La cámara estaba sobre un mueble cercano y captaba a la perfección el trío de antología que se desarrollaba frente a su lente. Las dos chicas tuvieron orgasmos casi al unísono, pero Juan José aún resistía.
— ¡Cómo aguantás, hijo de puta! — le dijo Valeria mientras se levantaba.
— Vamos a tener que esforzarnos — dijo Mili y retomó su mamada. Luego de meterla y sacarla unas pocas veces de su boca dijo:
— Mmm…, me parece que tiene gusto a vos — la pelirroja sintió que acaba de sólo oír esas palabras y sin perder tiempo se acostó y le ofreció toda su vagina.
— Todavía no sabés qué gusto tengo. Vení y probame.
Mili regresó a la realidad de golpe, era cierto que estaba haciendo un trío con su novio y su mejor amiga, pero los límites parecían extenderse. Hasta ese momento de la diversión, lo único diferente habían sido los mimos especiales que Valeria le había propinado, pero ahora la situación era distinta. Ahora estaba a punto de lamerle la concha a una mujer, en cuanto lo hiciera sería (al menos en su cabeza) oficialmente homosexual ¿Podía traspasar esa barrera? ¿Podía hacer frente a su vida, a sus padres, a sus demás parientes como una mujer gay? El único que la apoyaría en cualquier decisión que tomara era su novio, pero ¿y los demás qué? ¿Podía tirar por la borda tantos años de terapia, tantos años de negarse, de decirse que era imposible sentirse igual de atraída por hombres y mujeres? La visión de los rosados y brillantes labios vaginales de Valeria le contestó que sí, que nada importaba en ese momento, que iba a hacer todo lo que ella le dijera.
Rápidamente se zambulló entre las piernas de su amiga, lamió, beso y sobó desesperadamente, sintiendo placer de sólo hacerlo. Valeria se moría de gusto y en pocos minutos formaron un 69 glorioso, con la pelirroja debajo, más como pasiva.
Juan José, sin perder detalle con la cámara, se acercó sigiloso y penetró por detrás a su novia, que gritó de gusto y luego continuó enterrándose en aquella entrepierna. Pronto tomaron ritmo, y las embestidas se volvieron más violentas y profundas. De tanto en tanto él retiraba su pene para que Valeria se lo lamiera, gustosa, con una indecisa preferencia entre el falo y la vagina. Con sus labios envolvía completamente el glande, que chorreaba un extraño cóctel de líquidos lujuriosos, y, por momentos, con su lengua masajeaba el clítoris de su amiga, y la oía gemir, suspirar, deshacerse sobre su cuerpo. Sentía en su vagina las inexpertas pero placenteras lamidas de la chica, como sus duros pezones se le clavaban en el vientre, como sus muslo le oprimían ligeramente la cara cuando volvía a ser penetrada.
Pasados unos minutos Mili acabó ruidosamente, desarmando la postura y arrojándose como desesperada hacia la boca de su amiga/amante. Se besaron nuevamente con pasión desmedida, intercambiando saliva y fluidos vaginales. Luego se arrodillaron sobre la cama y compartieron una mamada excepcional, recorriendo todos los rincones con sus lenguas, sin utilizar las manos, besándose de vez en cuando, y mirando siempre fijamente a la cámara, haciendo una escena tipo pov. Besaron, lamieron, engulleron, lubricaron, sobaron y masturbaron ese pene, que aún no daba muestras de acabar. Valeria decidió utilizar otra vez la artillería pesada.
— Metemela otra vez en el culito, por ahí no vas a aguantar mucho — le dijo con una sonrisa tan sexy que podía revivir a un muerto.
— ¿Te la cojiste por el culo? — gritó Mili, escandalizada — Esto es el colmo — Valeria se asustó, creyó que habían llegado al límite, que el escándalo que habían evitado al principio aparecería ahora.
— No lo puedo creer — continuó la chica — ¿Cómo fuiste capaz de metérsela por el culo a ella y no a mí? — la pelirroja suspiró aliviada, falsa alarma, la fiesta continuaba.
La chica se puso de costado sobre la cama y abrió las piernas.
— Clavámela en el orto — dijo con lujuria. Juan José se acercó y comenzó a lamerle el ano, a lubricarlo y prepararlo para lo que vendría, y Valeria se dedicó a besar su vagina, a beber de ella la impresionante cantidad de líquidos que emanaba. Por momentos sus lenguas se encontraban en el perineo y se trenzaban en besos y lamidas. Milagros, atacada por los dos frentes, no pudo resistir demasiado y tuvo un orgasmo ya incalculable, que la satisfizo sólo por unos segundos.
Juan José, cuando lo creyó conveniente, abandonó el sexo oral y se situó detrás de su novia, en posición cucharita, y con la cabeza del pene comenzó a presionar en el ano. Mili sentía algo de dolor mientras aquella verga se abría paso a través de sus entrañas, no era la primera vez que practicaba el sexo anal, pero no era ninguna experta. Recibió con un dejo de temor aquella penetración que a cada segundo se hacía más profunda. Su novio le susurraba al oído, calmándola.
— Tranquila, mi amor — le decía. La besaba con ternura y agregaba: “Relajate y avisame si te duele mucho”.
Para su sorpresa el dolor se fue esfumando progresivamente, cediendo terreno a oleadas de placer que venían a invadirla.
— Parece que te está gustando, pedazo de puta — le decía Valeria mientras la sujetaba fuertemente la cara y la besaba casi con violencia, sin dejar de mirarla a los ojos. Luego descendió y comenzó a chuparle la concha, que ahora estaba libre. La penetración se volvió cada vez más rápida, y los gritos de Mili cada vez más ruidosos, era demasiado lo que estaba recibiendo, por detrás su novio se la enterraba por el culo, y por delante su amiga la masturbaba incansablemente. Fue cosa de unos minutos volver a tener un orgasmo, pero esta vez nadie se detuvo, el trío continuó funcionando impasiblemente, respondiendo no ya a los deseos de cada uno de ellos, sino a un extraño e inefable deseo colectivo.
De pronto Valeria se levantó y salió de la habitación, regresó al cabo de unos dos minutos con un enorme pepino en la mano. También traía un preservativo que había extraído de su cartera y que le comenzó a colocar. Al terminar se dedicó a mamar aquella poronga vegetal, con tanto deseo como si fuese verdadera. Luego retornó donde sus amantes y continuó dándole sexo oral a su amiga, que aún recibía gustosa la penetración anal.
La cámara estaba otra vez sobre el mueble, captando todos los detalles de aquella escena épica, pero la pelirroja la tomó para realizar un primerísimo primer plano de la penetración. Por la pantallita se veían las piernas abiertas de la muchacha, la invasión que aquella verga realizaba en su ano, su vagina rosada, húmeda, besada y lamida ocasionalmente por Valeria, quien comenzó a introducir el pepino por aquella deliciosa abertura. Lentamente la verdura desaparecía en el interior de la muchacha, que parecía al borde del éxtasis sexual y comenzó a decir que era demasiado grande, que le hacía mucha presión, que era terrible, que quería más, que la partieran en veinte mil pedazos, que nada le importaba. La pelirroja comenzó a mover la poronga artificial, penetrándola cada vez con más velocidad, con más pasión. El pepino era un poco curvo y en un momento lo soltó, dejándolo ensartado, y le causó mucha gracia la imagen: Mili parecía tener un enorme pene verde, completamente erecto y listo para la acción. Comenzó a reírse por lo bajo, pero de pronto todo se puso oscuro.
En un rincón alejado, vio una especie de diván o sofá enorme y de color rojo, a un lado, de pie, una hermosa muchacha casi desnuda la llamaba con el dedo. Era el único sector iluminado en una negrura que le pareció infinita. Se acercó despacio, cuando llegó se percató de que sobre el lecho había otra mujer, igual de hermosa, igual de atrevida. Ambas llevaban una cortísima pollera tableada y una musculosa escotadísima, ambas era increíblemente voluptuosas, ambas se le abalanzaron en cuanto la tuvieron a su alcance. Al verlas bajo aquella luz notó que no eran más que unas adolescentes. La que estaba de pie, que tenía rasgos afroamericanos, se le prendió del cuello y comenzó a besarla apasionadamente. La otra niña, rubia y de piel blanca, sin bajarse del sofá comenzó a lamerle desde atrás las piernas y a acariciarle los muslos y las nalgas (Valeria llevaba la misma indumentaria que las misteriosas amantes) Mientras recibía, con bastante placer, aquellos besos, sintió como algo duro comenzaba a clavársele a la altura de su estómago. Se despegó un poco de la negra, que dijo llamarse α, y contempló con estupefacción como la parte delantera de su falda se había levantado y debajo se hallaba un pene erecto. La pelirroja se sentó del susto. La rubia, que era β, también ostentaba un enorme falo bajo sus delicadas y femeninas prendas. Ambas se le acercaron amenazantes, esgrimiendo sus desubicados genitales frente a sus ojos. Le pareció oír su propia voz preguntando qué significaba todo aquello, qué cosa eran ellas. Las desconocidas rieron y se despojaron de su ropa interior, ocultas hasta ese momento por las faldas. Acto seguido pusieron cada una un pie sobre el sofá, su entrepierna quedó a la vista y Valeria contempló aún más asombrada que, en la base misma de aquellos penes, unas labios vaginales denotaban la presencia de genitales femeninos. Ante la cara de estupidez de la pelirroja las hermafroditas volvieron a reír.
Con una dulce violencia la obligaron a mamar aquellas vergas descomunales y a lamer esas extrañas vaginas. La pelirroja obedeció y cuando creía que la descarga de semen era inminente regresó con sus amigos.
Juan José, sin cambiar de posición, ahora penetraba a su novia por la vulva y anunciaba entre jadeos que su eyaculación estaba próxima. A Valeria le costó un poco acomodar su cerebro a esa nueva realidad, pero cuando lo hizo se ocupó inmediatamente de estimular con su lengua el clítoris de Mili, quien acabó sin mucho esfuerzo. La penetración se hizo más lenta y profunda, el muchacho ya alcanzaba su orgasmo, que vertió íntegro dentro de las entrañas de su chica. Ambos cayeron rendidos, jadeando y suspirando envueltos en sudor y Valeria se acercó sigilosa. Retiró el pene que ya comenzaba a menguar en su dureza y con toda su boca se dispuso a succionar el semen de la matriz de Milagros. La chica comenzó quejarse de placer.
— ¿Qué estás haciendo? — gritó como pudo. Lo único que recibió como respuesta fue una exploración más profunda en su entrepierna. Enseguida la pelirroja se incorporó y comenzó a acercarse, le alcanzó la cámara a Juan José y estrechó sus labios con los de la muchacha. Se besaron profundamente y compartieron aquella descarga masculina, mientras la saboreaban y se relamían. Luego miraron con picardía a la cámara y le lanzaron un beso.
Los tres se tendieron en la cama, exhaustos.
— No lo puedo creer — dijo Mili al cabo de mucho rato — Me parece que tengo que retomar la terapia — A todos se les escapó una fortísima carcajada, y luego ella continuó — Lo tenemos que repetir.
— Por supuesto, cuando quieran — dijo Valeria.
— Tengo muchas cosas para pensar después de esto — agregó Juan José.
La pareja fue a bañarse y Valeria, luego de vestirse salió de la habitación rumbo al comedor. Estaba realmente muy confundida por esas imágenes que había visto en plena fornicación y necesitaba despejarse un poco, además aún le faltaban muchas cosas por averiguar. Sobre un mueble vio su encendedor Zippo, lo había dejado olvidado la última vez que estuvo allí. Enseguida lo tomó, revisó algunos cajones y encontró los cigarrillos de Juan José, los suyos se habían terminado en algún momento del pasado olvidado. Luego se sentó en el sofá y comenzó a fumar lentamente, tratando una vez más de ordenar sus ideas. Ya sabía por qué no recordaba las cosas, eso era un gran paso; también sabía que recuperando las filmaciones que había hecho durante la noche podría recobrar sus memoria.
Se sintió bastante liberada con lo que acababa de hacer, eso de seducir a una mujer, de tener sexo con ella y su novio, de recibir y de dar tanto placer, y de maneras tan pervertidas. Se sonrojó al pensar en las penetraciones anales, en las mamadas que le hicieron e hizo, en ese felching, que fue delicioso de puro transgresor. Luego tomó su cartera y volvió a mirar el enigmático contrato y el cheque que traía adosado. Eso y los doce mil quinientos pesos en efectivo eran el misterio más oscuro y más aterrador, su revelación podría traer consigo verdades que Valeria no querría saber.
Estaba terminando su segundo cigarrillo cuando entre risas aparecieron Juan José y Milagros, aún un poco húmedos luego de la ducha. Ella, que sólo se había puesto una musculosa y una pequeña tanga, se sentó a su lado y la abrazó por el cuello. Luego la besó en la mejilla y le agradeció por tanta diversión. La pelirroja intentó responder la sonrisa pero sólo le salió una extraña mueca deforme.
— ¿Todavía estás preocupada? — le dijo Juan José que advirtió su extraño comportamiento.
— ¡Claro que estoy preocupada, pelotudo! Lo peor es que ahora la única culpable de todo soy yo, antes por lo menos te tenía a vos para recriminarte.
— ¿De qué hablan? ¿Por qué estás preocupada? — preguntó Mili.
Valeria suspiró con aire de cansancio y le contó de forma más o menos general cuál era su problema.
— Ya sé unas cuantas cosas más que hoy al mediodía, pero todavía no sé de dónde salió toda esa guita. Lo del cheque y el contrato también es raro, pero Samanta me dijo que creía haber escuchado sobre una agencia de modelos con el nombre que figura acá.
— ¿Cuál es el nombre? — preguntó Mili.
— Eh… — Valeria buscó entre los papeles, buscando el nombre — “Butt producciones”.
Juan José palideció de pronto al oír eso.
— Vale, — dijo con la cara lívida — yo conozco ese nombre. No es de una agencia de modelos, es de una productora porno.

Continuara...

1 comentario - Oblitus IV

KaluraCD
Oblitus IV

Wow! Qué buena historia y tan bien relatada, casi impecable.

Me encantaron esas futanari que aparecieron en las sombras, genial !!!

Gracias por compartir
Yo comenté tu post, la mejor manera de agradecer es comentando alguno de los míos...