Descubriéndome - Soy tu creación (Episodio 2.5)

Descubriendome - Soy tu creación (Episodio 2.4)

Era una mañana hermosa. Los 24° que indicaba el pronóstico para hoy presagiaban que en el centro de la ciudad se sentirían como 30°. Trabajar en un lugar tan repleto de edificios altos, con poco verde y mucho cemento hacía que el verano se sintiese aún más cálido. Salir en verano al mediodía implicaba derretirse casi literalmente. Por suerte para el verano faltaban al menos un par de meses, pero el clima veraniego ya comenzaba a hacerse notar. Decidí elegir un atuendo acorde y consideré que una pollera ajustada negra, una camisa blanca de algodón con algunos detalles de tachas metálicas en color dorado serían lo ideal si tenía que salir a la calle con esa temperatura. Por las dudas le sumé un saquito de vestir liviano. ¡Listo! Unos zapatos, la cartera y un par de accesorios más y ya podía salir a trabajar tranquila.

La jornada laboral transcurría de lo más tranquila. Ya era casi mediodía cuando me llamó mi jefe. Nos reuniríamos en la sala de Directorio. Tomé mi cuaderno de notas y subí al piso de arriba para llegar antes que él para abrir las ventanas. A él siempre le gustó la vista que tenía al mar desde ese lugar. Cuando llegó mi jefe me pidió que preparara un par de folletos de la empresa porque recibiríamos unos clientes nuevos muy importantes. Eso me llamó la atención porque yo jamás participé de esas reuniones, pero la idea me fascinaba. Eduardo, ese era el nombre de mi Jefe, estaba depositando en mí su confianza y me estaba dando la oportunidad de crecer dentro de la empresa. El estudio de abogados era muy reconocido y todos sus socios eran destacados abogados con una gran trayectoria. Yo hacía un par de años que me había recibido, pero crecer en un ámbito tan machista era un tanto difícil. Al fin la oportunidad había llegado y tenía que demostrar mis habilidades. Abrí un armario para sacar unos ejemplares del material institucional del estudio, pero no sabía cuantas personas vendrían.

-¿Está bien con dos Eduardo?

-Creo que sí. No sé cuentas personas vendrán, pero por las dudas deje a mano algunos más.

Eduardo era una persona mayor. Si los cálculos no me fallaban tendría 76 años. Era muy correcto y sus formas a la hora de tratar con las personas en general (no importa si eran empleados, pares o clientes) era muy formal. Él me contó brevemente que quienes nos visitarían representaban a una corporación industrial que hasta hace no mucho tiempo atrás era cliente de nuestra competencia, pero que por motivos que no venían al caso ahora buscaban cambiar de estudio de abogados. Eso me preocupó bastante pues el desafío era aún mayor del que había imaginado. ¿Por qué habrá confiado en mí siendo esta empresa un potencial cliente tan importante? Estaba nerviosa y entusiasmada. Escuchamos la campanilla del ascensor y nos preparamos para recibir a nuestros futuros clientes. La secretaria del Dr. golpeó la puerta y luego la abrió sin esperar respuesta de Eduardo, pues sabía que los estaba esperando.

-Adelante. -dijo ella.

En ese momento vimos a tres personas traspasar el umbral. Una mujer, vestida con un traje gris con pantalón y unos estiletos negros de charol que hacían juego con una gran cartera de Louis Vuitton; los hombres vestían unos caros trajes que podrían ser Armani o Boss por el corte y el tipo de tela, aunque no soy especialista en trajes. Nuestros visitantes tendrían unos 35 o 38 años. Me sorprendió la juventud, pero por lo que me había adelantado Eduardo debían ser muy inteligentes como para representar a una empresa tan importante. Eduardo nos presentó y nos sentamos los cinco en la mesa de reuniones. La mujer fue quien comenzó el diálogo.

-Dr. González Navia, tal y como conversamos telefónicamente nosotros representamos a la empresa Endevour Internacional. Requerimos de Ustedes los servicios de representación legal y el objetivo de esta reunión es definir las condiciones de vuestros servicios. Mi nombre es Nadia Ambrossi y me acompañan los Dres. Carlos Ríos y Ricardo Méndez.

-Dra. Ambrossi, será para nosotros un honor poder ser vuestros asesores legales. me gustaría contarles sobre nuestro bufete de abogados y sobre los serv... -La Dra. Ambrossi lo interrumpió antes de que terminara la frase.

-No hace falta Dr., conocemos muy bien quienes son Ustedes y lo que hacen. Sabemos que su tiempo es valioso al igual que el nuestro, así que vayamos al grano.

-¡Perfecto! Entonces déjenme presentarles a la Dra...

-Carolina Hernández. -dijo la Dra. Ambrossi antes de que mi jefe pudiera terminar esa frase también.

¿Quién es? ¿Por qué me conoce o de dónde? Cuando dijo mi nombre sentí que su mirada se posaba en mí. Su rostro hasta ese momento había sido inexpresivo, pero al mirarme noté cierta tensión hacia mí. No podía distinguir si esa tensión era buena o mala, pero podía sentir una extraña sensación. Me pasé el resto de la reunión tratando de interpretar esas sensaciones. Luego de aproximadamente una hora nos despedimos y Eduardo les dijo que a partir de ahora yo sería la conexión directa entre Endevour Internacional y nuestro estudio. Les dio a cada uno dos tarjetas personales, una propia y otra mía. Otro detalle que me llamaba mucho la atención, yo ni siquiera sabía que tenía tarjetas personales. La secretaria de Eduardo los esperaba en la puerta de la sala de reuniones y los acompañó gentilmente hasta el ascensor. Eduardo me miró seriamente y dijo:

-Tenemos que hacer las cosas muy bien. Esta empresa es muy importante para el futuro de nuestro estudio y eso se relaciona directamente con tu futuro. Vos vas a llegar a grandes cosas y esta es tu oportunidad de oro. Todavía no se bien por qué pidieron que formes parte de este equipo, pero su pedido simplemente adelantó lo que yo ya tenía planificado para vos dentro del estudio.

Sus palabras me hicieron sentir muy bien y estaba sumamente feliz. Luego de agradecer a Eduardo por esta oportunidad y de manifestarle que no se arrepentiría, salí corriendo de ese lugar para llamar a Claudia y a Juan para contarles. Pero al llegar a mi escritorio escuché sonar mi celular que aún estaba dentro de mi cartera. Dejó de sonar antes de que lograra sacarlo. Miré la pantalla y el ícono del teléfono tenía un número 5. Cinco llamadas perdidas. Cuando presioné el botón me mostró el menú de llamadas perdidas. Eran todas de Tony. Decidí devolverle el llamado, si me había llamado cinco veces seguro sería importante. El teléfono sonó varias veces pero no me atendió por lo que al final le dejé un mensaje diciéndole que le devolvía el llamado. Corté y me entró inmediatamente un mensaje al celular: "No puedo atenderte ahora. Te llamo en cuanto pueda hacerlo". Seguramente era uno de esos mensajes predeterminados que se usan cuando por algún motivo no podés atender. Pensé por un instante que él estaría enojado u ofendido. La última vez que nos vimos todo terminó muy raro y ahora encima no lo atendí. Pero luego de planteármelo descarté esa idea pues me parecía demasiado rebuscado de mi parte. "Probablemente esté en una reunión" me dije. Busqué en los contactos del celular el teléfono de Claudia y la llamé. Le conté superficialmente las novedades y quedamos en reunirnos más tarde a brindar por los acontecimientos. A Juan lo llamé después, pero en el teléfono atendía directamente el contestador. No le dejé mensaje porque lo vería en la noche en casa.

El resto del día transcurrió normalmente. Juan no me llamó, Tony tampoco. Eran ya las seis de la tarde y estaba a punto de irme. Revisé mi celular y tenía un mensaje de Claudia diciéndome que su marido había viajado y que estaría sola en su casa, por lo que me invitaba a celebrar directamente allí. Ya había comprado algunas bebidas y algo de comida mexicana para acompañar. Luego de leer su mensaje le envié otro a juan diciéndole que iba a cenar en casa de Clau y que volvería tarde.

***

Cuando llegué a la casa de Clau ella me recibió abriendo la puerta antes de que me bajara del auto. Siempre me encantó su casa y el barrio donde vivía junto a Eric, su marido. la casa era grande. Ahora, ya con sus hijos casados, la casa les quedaba enorme y siempre me contaba sus ganas de venderla y vivir en una casa más pequeña o en un departamento, pero Eric y Yo siempre la convencíamos de lo contrario. Clau estaba radiante, antes de bajar del auto la pude observar detenidamente. Estaba de pie en la puerta de su casa esperándome. Tenía una copa de vino en su mano y no dejaba de sonreírme. Su cabello ondulado y oscuro caía por sobre sus hombros y se perdía en su espalda. Tenía un vestido muy sencillo con un escote muy prominente y sin espalda. De su cuello bajaban dos franjas de tela que eran en realidad una sola, esta caía por ambos lados de su cuello y tapaban sus pechos. El tamaño de sus tetas era importante y eso hacía que ese escote se volviera muy sensual. La tela caía desde su cuello hasta su cintura y allí se fundía con un pantalón tipo palazo con dos tajos a ambos lados de las piernas que llegaban casi hasta la cintura. La pose adoptada por Claudia hacia que una de sus piernas quedase completamente al descubierto dejando ver su hermosa piel bronceada. Bajé del auto y me acerqué a ella dando saltitos. Estaba muy feliz y era la primer persona con la que quería compartir mi alegría. Al llegar a ella me abrazó con fuerza y me besó en la mejilla con suma ternura. Sin dejar de abrazarnos alejé mi torso un poco y la miré a los ojos.

-¡Tengo tanto que contarte!

-¡Sí! Vení y contámelo todo. Quiero saber cada detalle.

Las luz del sol se estaba aplacando mientras la noche se hacía presente. Nos sentamos en el deck del patio exterior sobre unos almohadones. Siempre amé ese patio. Era enorme y repleto de verde. En el centro se encontraba la piscina y a su alrededor un parque de exquisito diseño Seguro que el paisajista que lo diseñó debió cobrar fortunas. A mi me encantaba caminar descalza sobre el pasto y cada vez que podía me quitaba los zapatos y lo hacía y ese día no fue la exepción. luego me quedé descalza y me relajé sobre los almohadones mientras Clau traía una bandeja con otra copa, una botella de vino y unas cuantas "botanas" para comer.

-Perdón Clau. Creo que me relajé un poco y no te estoy ayudando en nada.

-Vos tranquila Carito. Relajate todo lo que quieras que me encanta verte disfrutar. Me tenés que contar todo, pero todo, todo, todo. Aunque antes deberías ponerte más cómoda. Te veo con esa pollera y hasta yo me siento incómoda.

-¿Me vas a prestar un pantalón de jogging?

-Ni en pedo. Ese cuerpito en un pantalón de jogging pierde sensualidad. Yo prefiero verte desnuda. -dijo mientras sonreía.

Con Claudia nos conocemos del secundario y hasta llegamos a estudiar juntas abogacía, aunque en segundo año ella conoció a Eric, se casó y se dedicó a él y a sus hijos dejando el estudio. Pero esos dos años de universidad fueron para nosotras muy especiales. Durante esos años vivimos juntas y compartimos salidas, amigos y también algo más. Tuvimos un novio en común al mismo tiempo y de forma consentida. Solíamos hacer el amor los tres durante los fines de semana como si fuese una maratón. Siempre fue una relación de tres heterosexual. Recuerdo que él estaba confesamente enamorado de Claudia. Yo lo quería mucho a él igual que él a mí, pero lo nuestro no era amor, era simplemente sexo y muy bueno. Pero él estaba perdidamente enamorado de Claudia, aunque ella siempre lo reprobaba cuando él se lo hacía saber. En fin, el hecho es que con Claudia compartimos novio durante unos cuantos meses hasta que él, preso de la calentura y algo de morbo, nos desafió a jugar un juego. El juego se llamaba "verdad o consecuencia" y era sumamente simple. Nos sentábamos en ronda desnudos y en el centro disponíamos una botella acostada que la hacíamos girar. Cuando esta se detenía la persona a quien apuntaba debía responder una pregunta muy íntima, si la respuesta no era considerada verdad o no era respondida, esa persona debía enfrentar las consecuencias. Estas siempre eran algún tipo de prenda. Ese día en medio del juego, al no querer responder una pregunta que ahora ni recuerdo, me desafió a besar a Claudia. Recuerdo que la miré, me sonrió, me acerqué y la besé fugazmente en los labios. Claudia abrió los ojos grandes como si estuviese sorprendida y no dijo nada. Pensé que se había molestado, pero no fue hasta que me volvió a tocar la prenda que entendí su reacción. Ella era ahora quien me tenía que dictar la prenda y su pedido fue esclarecedor: "Ahora tenés que besarme a mi como lo besas a él". Eso significaba un beso más intenso, un beso francés. El pedido me sorprendió un poco, pero me encantó. Nos besamos y allí terminó el juego. no porque las cosas hubieran salido mal, sino todo lo contrario. Nos pasamos toda la noche haciendo el amor prodigándonos placer entre nosotras a tal punto que él se terminó ofendiendo y se marchó en la mitad de la noche enojado porque lo único que había podido hacer es masturbarse. Obviamente que luego nos volvimos a arreglar con el, pero desde esa noche y por el resto de las noches hasta que Clau se casó experimentamos nuestra bisexualidad. Por eso que Clau me dijera que prefería verme desnuda no me sorprendía demasiado. Aunque no me desnudé, sí me quité la pollera y me quedé con la tanga, el corpiño y la camisa blanca.

-¿Qué pasó hoy en tu trabajo?

-¡Me ascendieron! O algo así, no sé. Pero lo cierto es que ahora estoy a cargo de una cuenta importante, creo que la más importante que tiene ahora el estudio.

-¿Cómo que no sabés si te ascendieron?

-Es que no fue claro Eduardo con eso y la verdad es que con todo lo que sucedió Yo tampoco atiné a preguntarle en que condiciones trabajaría de ahora en más. Pero bueno, lo importante es que han confiado en mí para que me encargue de la cuenta nueva.

-¡Felicidades entonces! Brindemos por eso.

Nuestras copas chocaron y bebimos lo que teníamos en las copas. Claudia volvió a servir vino.

-¿Y cómo fue que lograron esa cuenta?

-La verdad no lo sé. Sé que se comunicaron con Eduardo por teléfono. Lo que me sorprendió es que pidieron específicamente por mí para que formara parte del equipo.

-¡¿En serio?! ¿Y de dónde te conocen?

-No lo sé. Lo tendré que averiguar en otro momento, hoy no daba. Pero lo que más me inquietó fue que la abogada, una mujer joven de unos treinta y tantos años, me miraba intensamente. No sé explicarte si era bueno o malo, pero eso me dejó extrañada.

-¿Te querrá dar?

-¡Dejate de joder! No me refiero a eso.

-Mmmm... no lo sé. ¡Mirate! Hermosa por donde se te mire.

-Gracias. Pero ella me vio vestida, vos me querías desnudar hace unos minutos.

-Yo sigo queriéndote ver desnuda.

Luego de ese comentario simplemente sonreí. No pude agregar nada más. Clau me pidió que le contara de mi encuentro con Tony y me insistía con los detalles al punto de querer conocer cada una de mis reacciones y hasta que le describiera con lujo de detalles las imágenes que yo misma creaba en mi cabeza estando privada de la vista. Esa reconstrucción me llevó a revivir esos momentos con intensidad y pude notar como comenzaba a mojarse mi entrepierna mientras detallaba cada instante vivido. Mientras conversábamos nos tomamos la botella de vino completa y tuve que hacer una pausa mientras Clau traía una nueva botella. La descorchó y me sirvió, pero entre risas y carcajadas derramó vino sobre mi camisa manchándola. Rápidamente y sin pensarlo me la quité y la arrojé sobre uno de los arbustos del parque. Ella miró mis pechos y me indicó que mi corpiño blanco también se había manchado con vino tinto.

-Ni en pedo. No me saco el corpiño, vos te querés aprovechar de mí. -le dije mientras reía. El alcohol ya me había hecho efecto. -Además yo quedo casi en bolas y vos seguís con el vestido puesto.

Sin decir una sola palabra se puso de pie y llevó sus manos para desprender la traba que tenía el vestido en el cuello. Al desprenderlo lo soltó y ambas partes cayeron quedando colgadas de la cintura del vestido y dejando al descubierto esos hermosos pechos totalmente bronceados. "Hija de puta" pensé. "Estamos en pleno invierno y tiene un color de piel divino." Tomó el vestido por la cintura y lo bajó completamente hasta sacárselo. En ese momento descubrí que no llevaba ropa interior. había quedado completamente desnuda.

-Ahora no tenés excusas. -dijo mientras se ubicaba detrás de mí y comenzaba a desprender mi corpiño. Al desprenderlo aprovechó para acariciar con la yema de sus dedos mis pechos. Acto que logró endurecer ambos pezones y mojarme aún más.

-¡Qué hija de puta!

Sin decir nada besó mi cuello varias veces. Yo simplemente incliné mi cabeza hacia un lado entregándome a sus labios. Clau recordaba claramente qué cosas me gustaban y no perdió ni un segundo. Fue besándome hasta llegar al lóbulo de mi oreja.

-Pará Clau, pará...

Ni siquiera se si se alcanzaron a escuchar mis palabras. Una parte de mí quería que continuara... la otra parte no sabía. Antes de que mi lado racional actuara decidí responder. Me puse de rodillas frente a ella y la besé en los labios. Nuestras bocas se amalgamaron en un beso. El sabor de su boca, la calidez de su aliento, todo eso me recordó nuestra juventud. Extrañaba tanta dulzura en la piel de una mujer que siempre me volvió loca. Envolví con mis brazos su cuello y nuestros pechos se presionaron entre sí. Podía sentir sus duros pezones presionar contra mis pechos. Eso me calentaba mucho. Ella tenía una de sus manos en mi espalda y la otra la iba deslizando hacia mi cintura. Esa sensación me estaba calentando bastante. Cuando su mano llegó a mi ropa interior se filtró por debajo del elástico haciendo que se deslizara un poco hacia abajo. Tomó con toda la palma uno de mis glúteos y lo aferró con ganas. Separó sus labios de los míos y dijo:

-¡Te extrañé... y mucho!

-Yo no lo sabía hasta ahora. También te extrañé- le dije entre suspiros.

Con sutileza fue llevando mi cuerpo hacia atrás hasta que quedamos recostadas sobre los almohadones. Ese movimiento le permitió ubicar su boca a la altura de mis pechos y no perdió ni un segundo. Pude sentir la calidez de su aliento invadir la cúspide de mi pezón izquierdo mientras con su mano izquierda apretaba con firmeza mi teta derecha. Mientras tanto yo empleaba mis manos para sostener su cabeza tomándola de sus cabellos. Sus labios eran sumamente suaves y carnosos. Sentir esa textura en mis zonas erógenas me hacía sentir escalofríos. Me estaba enloqueciendo y ya no podía razonar. Quería jugar el juego que me estaba proponiendo. Miré a mi alrededor y vi sobre la bandeja unas pequeñas cazuelas con salsas. Una roja, una verde, otra multicolor y la última tenía un color bordó casi marrón. Recordé que la comida mexicana suele ser picante y descarté inmediatamente la salsa roja y la verde. Introduje apenas la punta mi dedo índice en la salsa y la probé. Era dulce. Tomé la cazuela y volqué una pequeña cantidad sobre mi pezón derecho. En ese momento comencé a sentir un leve ardor en mi lengua. Claudia al ver la salsa sobre mi pecho se abalanzó y comenzó a chuparla con frenesí. Mientras ella chupaba y lamía, mi lengua comenzaba a enviar señales de alerta a mi cerebro. Era la salsa más picante que jamás probé. Como era de esperar Claudia se alejó de un salto de mi pecho y me miró con estupor. No alcancé a pedirle perdón. Ella salió corriendo hacia la cocina. Cuando me incorporé la seguí. Al llegar la encontré arrodillada con la puerta de la heladera abierta y tomando leche directamente de una caja. Me vio llegar y estiró su mano para que pudiese calmar el ardor con la lecha. Yo no lo sabía, pero la leche es lo único que calma el ardor provocado por alimentos picantes como el chile. Mientras tomaba leche con desesperación podía ver su cuerpo desnudo bañado en leche y una mirada desafiante que me penetraba.

-¡Perdón! No pensé que era picante y cuando me di cuanta no pude siquiera avisarte. Ya era tarde. -dije mientras le devolvía la caja de lecha ya casi vacía.

-¡Sos una pelotuda! Pero me gustás igual. Pero esto tiene revancha. -me dijo mientras tiró la caja al piso, empujó la puerta de la heladera para que se cerrara y se abalanzaba sobre mí para volver a besarme. -¡Ahora te las vas a tener que bancar!

Me tomó de la mano y me pidió que la acompañara a la habitación. Sin dudarlo la acompañé. Subimos las escaleras de madera e ingresamos al baño. Abrió el grifo de la ducha y mientras controlaba la temperatura del agua me miraba y se sonreía. Estaba segura que podía leer sus pensamientos: "¡Qué boluda que sos!" pensaría.

-Ya está. -dijo mientras me besaba en los labios y se arrodillaba delante de mí para ayudarme a quitarme la tanga. -Yo la conocí lampiña.

Su comentario no hizo más que hacerme reír a carcajadas y mi risa la contagió. Ambas entramos de la mano y riendo en la bañera y ella me hizo colocar bajo la ducha. Mientras el agua tibia caía sobre mi cuerpo ella quiso incursionar en mi sexo. Flexioné mis rodillas y separé levemente mi piernas. Mientras besaba mi vientre sus dedos recorrían mis labios mayores jugueteando con mi vello púbico. En tanto dos de sus dedos "despeinaban" mi entrepierna un tercer dedo se colaba en mi sexo para encontrarse con mi botoncito de placer. Cuando al fin encontró mi clítoris comenzó a acariciarlo en forma circular hasta hacerlo crecer en tamaño. Con la mano libre tomó mi muslo por detrás de mi rodilla y lo elevó hasta colocarlo sobre su hombro. Tuve que agarrarme del caño de la flor de la ducha para no resbalarme. Fue en ese momento que sumergió su boca en mi vagina y comencé a sentir su lengua juguetear con mi sexo. Mientras lo hacía sus dedos se habrían paso dentro mío una y otra vez y en cada embestida podía sentir la yema de sus dedos acariciando mi punto G. Con la mano que me quedaba libre me apretaba las tetas y pellizcaba sutilmente mis pezones. Estaba tan caliente que ya nada me importaba. Hacía años que no experimentaba con Clau sensaciones de este tipo y parecía que el tiempo sólo había hecho que sus habilidades mejorasen. Mis gemidos fueron aumentando su intensidad hasta el punto de convertirse en gritos de extremo placer. Me sentía como un volcán a punto de estallar... y estallé. Fue tan profundo el placer que me generó que a pasar de que ella ya me había vuelto a besar en la boca yo no podía detener mis movimientos espasmódicos producidos por el orgasmo. Cuando al fin reaccioné me sorprendió una silueta que vi a reflejada en el espejo empañado del baño. Mi ubicación en la tina de baño me impedía ver quién era en forma directa, dado que la cortina se interponía.

-¡Boluda! ¡Hay alguien!

Clau casi ni reaccionó. Ella ya lo había visto. Era Eric que estaba de pie en el umbral de la puerta. Al darme cuenta corrí la cortina para taparme entera, pero la posición del cuerpo de Claudia sobre el mío me lo impidió. Era una situación horrible. Me quería morir. No sabía hace cuanto que estaba ahí. No sabía cuanto había oído o visto. De todas maneras era evidente que encontrado a su mujer y a la amiga teniendo relaciones en la ducha. Y no sabía cuan ingrata había sido la sorpresa. Pero un instante después descubrí que la sorprendida terminaría siendo yo.

-¡Hola Amor! -le dijo Claudia mientras le indicaba flexionando su dedo índice que se acercara.

-¡Hola hermosa! -Respondió el y luego la besó intensamente.

Yo tironeaba de la cortina y me hacía cada vez más pequeña. Ahora estaban besándose como si nada de esto hubiese pasado. La lluvia seguía cayendo sobre mí mientras yo me deslicé hasta quedar sentada en la bañera. ¿Qué pasó? ¿Cómo fue que este tipo volvió si estaba de viaje? ¿Cómo me dejé llevar? ¡Soy una boluda! Mientras me cuestionaba y reprochaba, Clau y Eric continuaban besándose y tocándose. Ese no era un espectáculo que quisiera presenciar, pero no tenía muchas opciones. Yo comencé a replantearme las cosas que había hecho en las últimas semanas. ¿Acaso estaba desquiciada? Había tenido una relación rarísima y extrema con un tipo al que casi no conocía y ahora reincidía en mi bisexualidad con una amiga del alma. Podía tirar todo a la mierda si Eric se le ocurría abrir la boca. Si Juan se entera me pide el divorcio y si se entera mi Jefe a la mierda el ascenso. ¡Qué boluda! Volví a mi triste realidad en esa ducha cuando ruido me llamó la atención. Era el sonido de tela mojada golpeando contra la bañadera al caer. Me dí cuenta que Eric estaba dentro de la bañera con parte de su ropa mojada. Clau se la estaba quitando y la tiraba al piso de la bañera. Cuando Eric se dio cuenta me pidió disculpas. Yo simplemente lo miré y no pude ni siquiera hacer una mueca. Clau estaba concentrada en otra cosa, ella ahora le quitaba las zapatillas y las medias. Eric estaba con el torso desnudo y sólo tenía el jean y su ropa interior. Mientras Clau seguía en lo suyo Eric no paró de mirarme ni un instante. Yo me sentía incómoda, muy incómoda. La última zapatilla terminó junto con una media en el piso del baño. Ahora Claudia besaba con locura el vientre de Eric. Pocas veces lo había visto en traje de baño, la última había sido el verano anterior, pero no recordaba que tuviese los abdominales tan marcados. ¿Qué había estado haciendo Eric los últimos 9 meses? Yo observaba como Clau desprendía hábilmente los botones del jean de Eric, cuando liberó el último bajó de un solo tirón el pantalón y la ropa interior de Eric, dejando al descubierto un enorme pene. Debo haber sido delatada por mi expresión al verlo, porque pude escuchar a Eric soltar una sutil risa. Levanté la vista y él continuaba mirándome fijamente. Yo le devolví la mirada como tratando de transmitirle con mis gestos que no contara conmigo para lo que sea que estuviese pensando. Pero su rostro cambió de expresión cuando Claudia engulló por completo ese falo gigante. Primero lo vi a él cerrar los ojos y fruncir el seño, no por enojo, sino por placer. Al ver su expresión bajé la mirada para ver cómo los labios de Claudia llegaban a tocar la base del pene. Retrocedió luego lentamente hasta que sus labios coronaron el glande. Podía ver como además jugaba con su lengua recorriendo todo el contorno de esa cabeza. Eric estaba entregado. Permanecía con los ojos cerrados y disfrutaba mucho del placer que esa boca le estaba haciendo sentir. Claudia estaba haciendo un trabajo estupendo y Eric lo aprobaba con sus gestos. En un momento Claudia se sacó esa verga de la boca, me miró y me indicó que me acercada con un dedo. Yo me negué con la cabeza. Entonces fue Eric quien hablo:

-Dale, como en los viejos tiempos.

"¿Viejos tiempos?" Yo jamás compartí la cama con Clau y con él. ¿Acaso Claudia le habló de nuestra juventud? La miré fijamente a Claudia transmitiéndole mi enojo. Si ella le había contado nuestra historia me había defraudado, aunque en realidad era su marido y contarle sobre su pasado no era tan ilógico. Aun a pesar de ello yo estaba muy enojada. me puse de pie y salí de la ducha y del baño. Nunca supe si ellos se dieron cuenta o no, pues siguieron en lo suyo. Yo aproveché, me sequé con una toalla que tomé del baño antes de salir y luego me vestí. Bajé las escaleras con prisa y me marché de esa casa agobiada por mi conciencia que comenzaba a darme sermones. Me senté en el auto y no fui capaz de encenderlo siquiera. Me puse a llorar apoyando mi cabeza sobre el volante. ¿Qué estaba haciendo de mi vida? ¿Cómo pude llegar a esto? Estaba poniendo en riesgo tantas cosas. Me estaba divirtiendo eso sí, pues mi vida no era tan sexualmente activa como quisiera, pero a qué costo lo estaba haciendo. Tardé unos minutos hasta que logré recobrar energías para irme de ese lugar. Encendí el auto y me puse en movimiento sin rumbo fijo.

Debo haber estado dando vueltas por cualquier lugar por al menos una hora. En un momento encontré un local de comidas rápidas con servicio para automovilistas. Me puse en la fila, ordené mi compra y en un par de minutos estaba nuevamente en la calle con mi hamburguesa, mis papas y mi gaseosa. Pasé por un Centro Comercial y decidí estacionar allí para comer y pensar. Devoré la hamburguesa casi sin darme cuenta. Comer comida chatarra con mil cosas en la cabeza no es una buena idea, pues la devoré sin disfrutar y me cayó muy mal. Aunque debo confesar que me sentía peor anímicamente que estomacalmente. Mi cabeza seguía aún dando vueltas y vueltas sin ser capaz de aclarar las ideas. Mi cabeza iba y venía. Sabía que estaba poniendo muchas cosas en juego, pero por alguna razón necesitaba vivir esas nuevas experiencias. No encontraba un razonamiento lógico que justificara mi accionar. Y es que la lógica no tenía cartas en esta mano. En ese momento algo que escuché en la radio me hizo tomar la decisión: "Ahora es nunca" de Gustavo Cerati.

Apagar las estrellas y extinguir el sol
es el capricho del ocaso
al caer la noche, tomaré el avión
si la duda es el pasado.
Ahora es nunca, todo es nada
si no descanso en tu mirada.
Algunas cosas me dejaste ver
algunas cosas, descubrí yo
lo suficiente para comprender
el poder de los deseos.


Estrofas como estas me sirvieron como argumento para dar el siguiente paso. Sabía que lo que estaba haciendo no era algo moralmente correcto. ¿Pero moral ante los ojos de quién? Vivimos en una sociedad hipócrita que nos fuerza a esconder sentimientos, que nos limita las experiencias de la vida por no corresponder con esa estricta moralidad. Yo solamente me estaba divirtiendo, estaba experimentando cosas nuevas y eso me estaba gustando. Inclusive quizás las nuevas experiencias me sean de utilidad para mejorar mi relación de pareja y el poco sexo que tenemos. Mis miedos hoy me habían jugado una mala pasada, pero quizás era el momento de enfrentarlos, de crecer a pesar de ellos o bien crecer gracias a ellos.

Me quedé en ese estacionamiento del centro comercial hasta que ya casi no quedaban autos. Cuando me fui de allí me di cuenta que los pocos que quedaban seguramente eran de los empleados ya que el lugar ya estaba todo apagado. Cuando llegué a casa encontré a Juan dormido. Me desvestí y me acosté a su lado. Tenía todo un desafío por delante y debía contar con energías para afrontarlo.

Descubriendome - Soy tu creación (Episodio 2.6)

2 comentarios - Descubriéndome - Soy tu creación (Episodio 2.5)

exiliado39
ufffffffffffffffffffff nena terribleeeeeeeee +1