Historias Reales - Cap. VI

HISTORIAS REALES - CAPÍTULO VI.
(Los nombres han sido cambiados)

Promediaba la velada; hacía un rato que estábamos en la cama y esta gordita caliente me dice:
- Juan, te confieso que sos apenas el segundo hombre con quien tuve sexo. El primero fue un tipo que me engañaba con cuanta flaca de mierda se le cruzaba. La relación fue hace varios años, duró muy poco y desde entonces estuve con mucho miedo de volver a enamorarme…
No quise interrumpir y la dejé continuar.
- …pero esto que me está pasando con vos es muy diferente.
- A mi me pasa algo parecido. –meché-
Ignorando mi comentario prosiguió:
- Y si me acompañás pretendo que sea mucho más, algo que jamás olvide, o mejor aún, no olvidemos.
- Me gusta tu propuesta… Andemos…
- Voy un minuto a la cocina y vuelvo. Tengo sed.
La vi salir del dormitorio a media luz, sus rollitos en la cintura y su culo, ancho pero tieso, me calentaban muchísimo. Mientras esperaba que regrese escuchaba algunos ruidos en la heladera y pensaba en el próximo polvo que le echaría. Buscaba en mis archivos mentales alguna pose practicada con alguna antes que me haya reventado el mate cuando regresó sorprendiéndome con la mano en el ganso. “Vamos a hacer un pesto” me dije cuando entró con el machacador de mármol del mortero y la salvadora aceitera en sus manos. Aún sorprendido, dejó su “equipaje” sobre la mesa de luz y se recostó a mi lado pajeándome suavemente.
- Me gustaría que vuelvas a dármela por el culo mientras me masturbo con el mármol. Quiero una doble, sentir las dos adentro…
Interrumpió su pedido cruzando sus piernas por sobre mis hombros y llevándose mi pene a la boca sugiriendo un “69”. Su vagina parecía seca aunque al introducirle la lengua pude notar sus jugos. Me chupaba la pija de un modo que verdaderamente nunca había experimentado antes; se la ponía integra en la boca haciéndome sentir el fondo de la suya en la cabeza de mi choto y las paredes internas de sus labios formando una ventosa contra el cuerpo en máxima erección de mi pene. Con mi boca sentía los latidos en su vagina y cómo ésta estaba cada vez más húmeda. Tal era su excitación que a diferencia de la primera, esta vez pude insertarle un dedo en al ano sin otro lubricante que la saliva que había dejado al recorrer su esfínter con la lengua. Jugué un poco con un dedo e intenté con un segundo. Con un apagado grito de dolor intentó sin deseos alejarlos pero me dejó seguir. Un poco más de juego mientras ella continuaba con su excelente labor e intenté con un tercer dedo, esto me daría la dilatación apropiada para una buena penetración peneana. Muy lenta y suavemente, casi sin que lo notara, tenía tres dedos en su culo. Un minuto más tarde me pidió susurrando:
- No los saques…
Se acostó de espadas estirando el brazo hasta alcanzar el machacador. Lo llevó a su boca para darle temperatura y luego se lo introdujo en la concha, ya muy húmeda y jugosa. Lo hacía entrar bien profundo y lo sacaba a madias con un ritmo constante. Con su otra mano se acariciaba las tetas lamiéndose los pezones y exclamando “Ahhh, qué placerrrr!”.
Sus líquidos vaginales ya los sentía en mi palma, que apenas asomaba de su culo. Fue entonces cuando quité los dedos, separé sus muslos alzándole el orto y con la mano que antes franeleaba sus tetas me tomó con firmeza el pene dirigiéndolo a su ano. De un empellón se lo enterré firmemente.
- Ahhh! Así! Si! No pares… Cojeme con fuerza…
Cuando la penetraba sentía en mi glande el rigor del mármol dentro de su vagina. Con los movimientos sus tetas se desplazaban de un lado a otro. Tras algunos minutos de buena cogida, imprevistamente, quitó repentinamente el machacador que vino con un torrente de jugos y en medio de un grito tuvo su orgasmo. Esa vertiente cálida y oleosa me excitó al máximo…
- No pares… seguí… -me rogaba-
- No, no puedo más… Voy a acabar…
- Dámela –me pidió abriendo y señalando su boca-
La quité apretando fuerte la pija para no acabar en el camino del culo a la boca y acomodado de rodillas a su lado vertí un potente chorro de semen en su lengua. Lo saboreó como un enólogo cata un malbec, lo tragó y llevó mi pija aún erecta a su boca para limpiar todos los restos.
- Sos lo más… -pude apenas escucharla decirme, estaba concentrado acariciando su empapada concha rosada, mientras ella sentía en sus manos como mi miembro perdía tamaño-.

1 comentario - Historias Reales - Cap. VI

Pervberto
Mármol, ¿eh? Agradecemos la idea.