Relato Real -San Telmo II-

SAN TELMO II.

En uno de los tantos empleos en los que recalé me sentí más cómodo que en los demás. El ambiente era muy distendido y la gente tenía muy buena onda. Esto ayudaba a que levantara algo mi ánimo que verdaderamente estaba por el piso.
Se trataba de una empresa desarrolladora software que empleaba mano de obra barata para exportar sus labores a países muy desarrollados. Entré allí como analista-programador tras haber superado la ridícula suma de siete entrevistas. Si, siete, la última de ellas en un bonito restaurante del microcentro junto a una psicóloga y mi futuro Gerente. Yo no lo sabía, pero después aprendí que muchas empresas hacen esto para evaluar algunas cosas de uno; por ejemplo, si le ponés sal a la comida antes de probarla indica que sos ansioso, si comés rápido que sos desordenado, en cambio, si entre bocado y bocado tomás un sorbo de bebida tenés todos los patitos en fila… Qué se yo, ellos sabrán.
Para el trabajo nos habían dividido en grupos cada uno de los cuales atendían una cuenta o cliente (el mío era un multimedios norteamericano) y estaba supervisado por un coordinador que distribuía tareas, asignaba prioridades, armaba subgrupos, etc. Nuestro coordinador no era tal, era coordinadora: Josefina. Josefina era una joven pendeja hermosa, aunque decir hermosa es poco. Le llevaba cerca de veinte años porque estimaba que tenía no más de treinta. No era muy alta pero sí, deslumbrante. Siempre muy bien maquillada, cabello largo con claritos y peinado ‘sauvage’, anteojitos intelectuales, muy buenas gomas, un ‘irse’ que provocaba que inevitablemente todo el mundo se diera vuelta a mirarla, y las piernas… ¡Qué piernas! Perfectas. Y ella lo sabía, y las mostraba vistiendo siempre unas minifaldas que te llevaban las pulsaciones a 120…
En un lugar así, donde conviven tantos tipos y minas, pasa de todo. Pero Jose (léase acentuado en la ‘o’) era la figurita difícil del álbum, la del zaguero central de Aldosivi, esa que siempre nos faltaba para canjearlo por la ‘Número 5’. Nunca faltaba alguno que comentara sus ganas de encararla. “Apuntá los cañones para otro lado… Con toda la merca que hay acá, ¿para qué te vas a meter en quilombos? Además tiene novio, desde el jardín de infantes pareciera que lo tiene y es siempre el mismo…” era lo que recibía como recomendación de los más antiguos.
La cosa es que pasaban los meses y yo me llevaba cada vez mejor con todos mis compañeros de laburo y particularmente -tal vez porque sin falsa modestia creo que laburaba muy bien y rápido- con ella. Pero si bien laboralmente estaba en una situación de la que no podía quejarme y me pagaban muy bien, sentimentalmente estaba partido al medio. Y parece que se me notaba en la cara porque un día me llamó a su box. Tras unos breves comentarios descolgados referidos al avance con nuestra cuenta y de haberme ofrecido un café, me plantea:
- Juan, ¿qué te pasa?
- Nada, ¿por?
- Porque no te veo bien.
- Pero si no bajé el ritmo…
Ni puta idea tenía del rumbo que estaba tomando la conversación.
- No, no me refiero a eso. Tus scores son cada vez mejores. –me tranquiliza-.
- Y entonces, ¿por qué la queja?
- Si no me estoy quejando, te estoy preguntando.
- Nada. No tiene que ver con el trabajo. Quedate tranquila que estoy muy cómodo acá.
- Sin embargo, me interesa.
Chan! Cayó una ficha…
- No te preocupes. Es personal. Una larga historia -respondí con la vista baja, jugando con el pocillo mientras planeaba la estrategia-.
- Ajá?
- Ajá, qué? –repregunté con mi mejor cara de boludo-.
- Te escucho.
- Uf… Es larguísmo. No tenemos tiempo ni es el lugar.
- ¿Entonces?
- Entonces nada. Si te digo de ir a tomar algo para contarte tranquilo me pegás un boleo en el culo que aparezco en la General Paz…
- Hoy cuando salimos de acá, ¿podés?
Si para esa noche hubiese tenido planeado un evento de la envergadura del Desembarco en Normandía, juro que lo hubiera postergado. Ni una final con Independiente por la Libertadores me detenía.
- Si, claro. –apuré-. Pero cómo hacemos? Vos sabés, te imaginarás los comentarios…
- No, no, no… -pareció ponerse nerviosa-. Por supuesto que esto será nuestro secreto. No podemos salir juntos. Se me ocurre encontrarnos en Woody ¿conocés? Schiafino casi Libertador.
- ¿A las ocho?
- ¡A las ocho!

Ninguno de los que estén leyendo esto podrán imaginarse cómo me sentía… Había armado un encuentro con Jose… Me da bola… Uy, uy, uy…
Sin tiempo para pasar por casa, fui directo al sitio de encuentro. Llegué con tiempo, así que esperándola fumando en la puerta pude pispear el lugar, que verdaderamente estaba muy bueno. Cuando finalmente llegó –con las mismas ropas con las que había estado en la oficina- la invito a pasar y apenas cruzamos la puerta me señala una escalera que iba hacia abajo y la encara; conocía el terreno. El sótano era más cálido aún que la planta superior, tenía muy pocos sillones dispuestos como en un vagón de tren, con una pequeña mesita, optima luz y muy buena música suave.
Nos acomodamos nerviosamente, muy tensos los dos hicimos el pedido, pero con el trascurrir de la charla –muy amena por cierto- nos fuimos aflojando. Al principio y a pedido de ella parecía un monólogo mío: no tenía nada que esconder así que le conté casi toda mi vida con lujo de detalles desde un par de años atrás. Me escuchaba muy interesada, preocupada a veces y sonriente otras. Todo lo que escuchaba era para ella una novedad, no sabía absolutamente nada de mí. Menos aún yo de ella, de su noviazgo con Mario –muy aburrido parecía-, de la relación con sus padres –muy lejos de ser la mejor- con quienes vivía, de sus poquísimas amistades –su novio las alejaba-, y más.
Entre charla, cafés, tragos y whiskies habían pasado varias horas. Tanto tiempo sentados en esos minúsculos sillones nos entumecía los músculos así que a cada rato cambiábamos de posición: cruzados de piernas, recostados sobre un lado, sobre el otro, la pollera que se le subía y que con mucha pericia la acomodaba nuevamente, pero siempre evitando el contacto físico que cuando se producía, por milésimas de segundo, aunque más no fuere un roce de piernas, le provocaba una sonrisa.
- Te voy a hacer una pregunta –se permite en lo más distendido de la conversación- ¿Creés en la amistad entre el hombre y la mujer?
Pensé: “Cagamos, estas pelotudeces no las escucho desde que iba a bailar a Zodíaco”.
- No. –negué-
- Sin embargo creo que hoy nació una buena amistad.
- ¿Vos creés? –le pregunté mirándola muy de cerca a los ojos-. Y le tomé la cara con fuerza con las dos manos para darle un buen beso en los labios.
Cerró los ojos un instante, nada, y se separó de mi boca. Otra nada pasó y fue ella quien entonces ahora me besó con pasión, con lengua, recorriendo mi boca, hasta que no pudo seguir conteniendo la respiración.
- Me gustó, Jose. Me gustás.
- Por favor, no pienses que soy una loca. Fue solamente un arrebato, pero de veras que a mí también me gustó.
- Que se repitan los arrebatos entonces.
No hay mucho más para contar de esa noche, que aunque me sentía un winner absoluto no había pasado nada más que ese beso.
Aquello fue la noche de un martes –o miércoles, no recuerdo-. Ese viernes recibo un mail de ella que solamente decía: “Mario no está. Hoy a las 9 en Woody”. “Ok” respondí escuetamente.
Allí estábamos esa noche, en el mismo lugar, el mismo sótano, los mismos sillones.
- No quería quedarme en casa con los viejos y como el otro día la pasamos tan bien quería seguirla. –me confiesa en algún momento-.
- Jose, no quiero que le demos más vueltas a esto. Te dije la otra noche que me gustás y eso es inocultable. Necesito ¿entendés? Ne-ce-si-to –resalto acentuando cada sílaba- hacerte el amor…
- No, Juan, por favor. Me encantaría decirte que si pero no puedo.
- Es fácil: ‘si’, ‘ese’ ‘i’, a ver, repetí conmigo…
- No Juan, no es tan fácil: Mario, la relación laboral…
- ¡A la mierda con todo! –interrumpí-. ¿Por qué no podemos darnos el ‘lujo’ de ser felices por un rato? Dale, vamos al mejor hotel del Acceso Oeste.
- Me da vergüenza.
- Es solamente para estar solos, a la vista de nadie, para no ventilar nuestro secreto, y avanzamos hasta donde vos decidas.
- Solamente en ropa interior. Más no.
- Okey.

Elegí la habitación más cara disponible, con colchón de agua, jacuzzi, sala y encargué una botella de champagne en un balde de hielo. Advertí al conserje que no nos llame, que nos iríamos cuando deseáramos y pagaría lo que correspondiera. “Tengo crédito en la Master” recordé para tranquilidad mía.
Tras un largo -muy largo para mi gusto- preámbulo, algo de franela leve, descalzos y ya con la botella de champagne dada vuelta en el balde, comencé a desnudarla muy despacio… Quité su blusa, mi camisa, mi pantalón…
- Acordamos que en ropa interior. –le recordé-.
Se puso de pie para sacarse la mini… Entre prenda y prenda que nos quitábamos acariciábamos uno al otro las partes de nuestros cuerpos que quedaban desnudos. No sólo yo, ambos estábamos muy excitados, jadeaba cada vez que mi mano acariciaba sus muslos cerca de su pubis. Su piel era suave, joven, tersa…
Cuando quise quitarle el corpiño dudó, pero inmediatamente me ayudó… Sus tetas eran perfectas, duras, paradas, con dos hermosos pezones rosados abultados. Se los besaba incansablemente mientras ella acariciaba mi muslo. Le tomé la mano y se la llevé hacia mi miembro. Lo tocó tímidamente al principio y lo apretó con fuerza luego, para finalmente llevarlo a su boca y acariciar con su lengua todas sus partes.
Pude por detrás introducir dos dedos en su entrepierna por debajo de la bombacha. Sentí los labios de su vagina suaves, húmedos, calientes. Apenas un poco de vello entornaban un clítoris de dimensiones apreciables. Sin dejar de lamerme la pija se bajó la bombacha en actitud de entrega total. Introduje suavemente mi dedos índice y mayor en su vagina mientras con el pulgar le acariciaba el ano. Quería lamer sus jugos. La alcé para depositarla de espaldas sobre el sillón con las piernas bien abiertas hacia mí, me arrodillé en la alfombra y comencé a pasar suavemente mi lengua por su clítoris al tiempo que ella separaba suavemente los labios con sus manos. Pequeños espasmos me demostraban que estaba en el clímax y sin dejar pasar el momento introduje dos dedos en su vagina buscando su punto G. Lo encontré fácilmente provocando su primer orgasmo acompañado de leves contorsiones pélvicas.
- Ohhh, Juan… Ahhh!!!! No lo puedo creer…
- …
- Nunca había experimentado esta sensación… No la conocía… Creo que es el primer orgasmo de mi vida… y quiero más.
No mentía. Nunca había tenido relaciones con nadie más que con Mario. Tibias relaciones, poco frecuentes y ortodoxas.
- Cogeme con furia… Haceme sentir una hembra… Cogeme! Quiero más!!!
Sin más la acomodé en el borde del sillón y le introduje firmemente el miembro por completo, sentí el choque de los huevos contra su culo. Ahí me persuadí que no llevaba puesto forro. No me importó, seguí. Se la ponía y la sacaba íntegra manteniendo un ritmo frenético. Ella abría cada vez más sus piernas ayudándose con los brazos, tomando posiciones casi contorsionistas.
Un nuevo orgasmo que mojó la alfombra comprimió mi pene dentro de su vagina empujándolo a salir, sentí con la presión la alta temperatura. No la saqué, la dejé adentro continuando ahora con suaves movimientos, como queriendo acariciar con el glande su húmeda caverna, hasta que llegó mi turno. La saqué haciendo un anillo con el índice y el pulgar sobre la base del pene comprimiendo fuertemente para contener el torrente que sentía que se venía y que derramé en un par de abundantes chorros sobre su pubis… Con unos pocos movimientos masturbatorios culminé con todo mi semen. Me relajé reposando mi miembro, aún erecto, sobre su concha. Ella bajó las piernas apoyando los pies sobre el almohadón para jugar con sus dedos mezclando el semen con su vello, pero evitando que me retire haciéndome sentir sus latidos en la base de mi glande.
- Sos lo más, Juan… No creo en la felicidad, sí en los momentos felices, y te juro que este fue el más feliz de todos…
Se incorporó para sentarse y se quitó los anteojos para secarse una lágrima que se le escurría por la mejilla.

CONTINUARÁ…

7 comentarios - Relato Real -San Telmo II-

romanrikelme
Relato Real -San Telmo II-

Me dejaste mudo master, no sólo por la fantástica historia sino por el impecable relato.
Merecés 10 pero 3 es todo lo que cargo.
Gracias por compartir, te sigo para no perderme la continuación.
👍
colt45
Vamos x mas!!!!!!
sirio23
Grande master!! Como se debe de manual lo suyo
vaan28
Uufff alta experiencia. Muy caliente y con el esmero q nos caracteriza a los maduros q buscamos el placer de la mujer. Una ovación de pie x este relato muy friend.!!!!!!