Mi historia con un colectivero 2

Había quedado muy excitado con Sebastián; me había gustado mucho y quería seguir estando con él.
En mis casi 32 años, siempre tuve un fetiche, y lo sigo teniendo; me excitan las zapatillas y la ropa deportiva. Me calienta mucho mas, imaginarme la comodidad que siente un flaco calzado en zapas, que la propia que siento yo al tenerlas puestas.
La combinación: Sebastián (el colectivero) sus zapas y lo fibroso de su cuerpo, era explosiva en mi.
Como había quedado muy enganchado con este pibe, lo iba a buscar en su turno de trabajo; coordinaba con él, y subía al colectivo. Me calentaba de sobremanera seguirlo en su tarea, y contemplar todo el movimiento muscular que implicaba manejar esa mole de casi siete toneladas.
Una tarde, como habitualmente hacía, subo al colectivo y lo acompaño. Apenas subo y le veo los pies. Estaba enfundado en sus botitas Reebok blancas, su jean chupín y la camisa de la línea con dos botones abiertos, que dejaban ver la cadena gruesa sin dije, que le recorría el cuello.
Después de andar un rato largo, me comenta que los padres se habían ido de vacaciones, y por ende, estaba solo en su casa. Imagínense, como se me había prendido la moto...a mil por hora.
Terminado su turno (yo de acompañante en el bondi), nos vamos para su casa; era un viernes a la noche, con lo que, tenía dos días para poder disfrutar de estar teniendo buen sexo con él. A mi me estaba por estallar el pecho, de solo verlo e imaginarme estar de nuevo en la cama.
Llegamos a su casa, y lo primero que hace es mostrarme su habitación; el guacho, tenía una cama matrimonial.
Como estábamos sumamente acelerados, lo primero que hicimos fue "entrar en calor" a través de una buena franela, aún vestidos, pero buena franela al fin.
Lo primero que hago, es sacarle la camisa y empiezo a acariciarlo a mas no poder, estaba tan excitado, que no podía dejar de manosearle las axilas y las costillas, sentir el roce de su vello axilar era fantástico. Pese a que el objeto fetichista que mas me gustaba, eran sus botitas, no me quedaba otra que tener que sacárselas para poder quitarle el jean y el boxer.
Una vez que él estaba como Dios lo trajo al mundo, empieza a desnudarme a mi. Cuando me saca el boxer a mi, me dice "-te afeitaste completamente, te la hace mas grande". Efectivamente, como era época de calor, se me ocurrió afeitarme la zona de la verga, para estar mas fresco y cómodo, además, tenía ganas de ver que se sentía de esa forma, cuando te la chupan; algo inexplicable.
Ya, parada y mojada de preseminal como la tenía, Sebastián baja a mi pija y la empieza a chupar muy despacito, primero, empieza a pasar la lengua desde la cabeza a la base, una y otra vez, en tanto que el pre cum se iba esparciendo por toda mi pija y sus labios. Al rato, se la lleva a la boca y la manda hasta llegar a su garganta; el trabajo que hacía era mortal.
Ese día, yo estaba un poco mas morboso y tenía ganas de acabarle en la cara, se lo propongo y él está de acuerdo (ya se la había mandado a la boca, no tenía inconveniente de recibir una facial) con lo que, al momento que siento que me voy a ir, le aviso, la saco, me pajeo y le acabo en la cara. Con su dedo índice, empieza a sacarse el semen de la cara y a chupárselo, encima me hacía calentar mas, porque lo juntaba con la saliva, y hacía espumita.
Como el buen sexo es de a dos, lo estuve peteando pero la diferencia, es que yo no me trago la leche,solo dejé que me la chorree en el pecho.
Desde ahí, hicimos un parate y nos dedicamos a cenar hasta que, después de la comida y una buena botella de tinto, de nuevo nos pintó la gana de tener sexo.
Nos fuimos a su cama, lo puse boca abajo y lo penetré. Estaba tan caliente, que los gemidos eran terribles, cada tanto, mordía la almohada. Cuando siento que estoy por acabar, la saco, me quito el forro, y le termino en la espalda.
En ese momento, y después de unos buenos besos y caricias, me dice que estaba fundido y que quería dormir. Ahí se termina nuestra velada de ese viernes (ya sábado a la madrugada); como él tenía franco compensatorio, ese fin de semana no tenía que tomar servicio; así que, la historia, siguió el sábado y el domingo.

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