El Piso 20

Sonia era una mujer de 40 años, alta, delgada, de cabello rubio y ojos claros, su rostro demostraba que en su juventud debía ser muy hermosa, y no es que no lo fuera, ya que gracias a sus buenas y saludables costumbres, supo mantener su belleza a través del tiempo.

Se encontraba bastante deprimida, su esposo la había engañado con una mujer mucho mas joven y estaba en proceso de divorcio. Cada día era igual al anterior, monótono, sin gracia. Cada mañana se levantaba de su cama a la misma hora, muy temprano para ir a trabajar, almorzaba las mismas latas de atún, seguía trabajando para en la tarde volver a su casa, la cual era demasiado grande para una sola persona. En esta ya las plantas habían muerto y se encontraban solo los tallos ya sin hojas en el balcón, se veía mas opaca, sentía que hasta la luz escapaba de su vida. Un día, cansada de su vida y victima del dolor que rompía su corazón se asomó por el balcón. Viendo la calle desde el 4 piso en el que vivía vino a su cabeza la peor de las ideas... pensó en que un 4 piso era muy bajo y no la mataría, así que subió al ultimo piso de la torre en la que vivía, salio del ascensor y subió unas escaleras que dirigían al piso 20, el cual era una terraza. desde allí las personas se veían bastante pequeñas, el viento agitaba con fuerza su vestido de seda y su cabello, unas lagrimas resbalaban lentamente por sus mejillas, llegando hasta su boca y ella las saboreaba, la sal opacaba el sabor a metal que da cuando se teme. Se tomo de una barandilla y se paro sobre el borde del muro que la separaba de una larga caída y allí sintió como le abrazaban con fuerza por la espalda y un segundo después, estaba cayendo de espaldas y sobre alguien.

Se tumbó hacia un lado y miró hacia quien le había abrazado. Era un joven de ojos negros y cabello crespo, de piel morena y sonrisa blanca. Tenía una cara de asombro pero al ver a Sonia a los ojos sonrió y le dijo: -Seria un pena que una mujer tan hermosa muriera de una forma tan desagradable- ella no dijo nada y simplemente se levantó, el la abrigo con el abrigo que llevaba y mientras secaba las lagrimas de la mujer le dijo: -Vengo a qui para meditar mientras veo la hermosura de la luna, sin embargo veo que esta noche bajo del cielo hasta la terraza y no contenta con esto intento arrojarse aún mas abajo-. En contra de su voluntad, Sonia dejó escapar una sonrisa, -te llevo a tu departamento- dijo el joven y abrazándola, la siguió hasta su morada.

Estando allí el no pudo evitar cuestionar la razón de su decisión. -bueno, pues si el te ha dejado por alguien mas joven, has tu lo mismo. Subí hoy al ultimo piso esperando ver una hermosa luna pero me he encontrado algo aún mas hermoso- Sonia miro a los ojos al muchacho y se abalanzó sobre él, se fundieron en un apasionado beso. El la sostenía por la cola mientras ella rodeaba con sus brazos su cuello y con sus piernas su cintura, se dirigió con ella alzada hasta la recamara principal, la arrojó con fuerza de espaldas sobre la cama, juntos se miraban a los ojos como desafiándose, como bestias salvajes. Ella rápidamente se quito su vestido y lo arrojo lo mas lejos que puso mientras el se desnudaba con violencia para después abalanzarse sobre ella, tomándola por las muñecas y poniéndolas en la cabecera de la cama, sujetándola con fuerza impidiendo cualquier movimiento de ella mientras la penetraba por su rasurada vagina con toda su fuerza. Ella gritaba con mucha energía, pedía cada vez mas y el no paraba, la cama se movia con violencia al igual que ellos, de quienes ya emanaba sudor.

La tomó de un brazo y la puso en cuatro. Tomó su largo cabello como si fuesen las riendas de una yegua sin domar, y así parecia ella ya que aunque el la penetraba con fuerza, ella acompañaba con sus hermosas y prominentes caderas los movimientos violentos mientras agarraba con todas sus fuerzas la almohada.

La tomo de ambos brazos y la trajo hacia él, paso una de sus manos por su plano y tonificado abdomen mientras con la otra apretujaba con fuerza sus senos, y después bajo una de estas hacia su clítoris con el que empezó a jugar, frotándolo con gran habilidad, haciendo que ella con su mano arañara sus brazos, gimiendo, gritando, sudando...

Después de esta salvaje faena, ambos cayeron dormidos, desnudos sobre la cama para así finalizar con esta historia.



Hola amigos de poringa, aquí va el segundo relato, espero les guste y por favor dejar comentario con sus observaciones para tenerlas en cuenta.

Gracias a todos.

0 comentarios - El Piso 20