Larpal: Entrenamiento y formación de putas 3 y 4

Resumen:

Carolina es una chica de pueblo que viaja a la ciudad, donde trabaja su tío, un megamillonario excéntrico que aún no puede descifrar. Él la ayuda económicamente, a cambio de entrar en un misterioso programa que ella todavía no termina de comprender.

Como parte del programa debe hacer un fuerte entrenamiento físico y consume unas pastillas de las que no puede hablar con nadie. Una noche extraña termina teniendo relaciones con Marcos. Marcos le comenta que ella actuó como poseída esa noche especial y que él no pudo evitar acabar adentro...

Me desperté rara. La camisa me apretaba. Mis pezones me ardían. Algo había pasado. Algo más. Tenía hambre. Fui a la heladera, había una leche abierta. La abrí y me serví un vaso. Cuando quise tomarle sentí algo raro, como si mi garganta estuviera cerrada. Tomé sorbo a sorbo. Tomé una pastilla más de esas que me había dado mi tío.

Fui corriendo a una farmacia cuando recordé lo de las pastillas. No sabía si había una contraindicación con respecto a las pastillas. No podía llamarlo y reconocer lo que había hecho. Me daba mucha vergüenza. Compré pastillas del día después. La tomé y listo. A lo sumo me sentiría muy mal, aunque me preocupaba el tema de los pechos.

Sonó el timbre. Era el personal trainer. Abrí la puerta y sentí un cosquilleo en la entrepierna. Le pedí un segundo para cambiarme. Me puse las calzas que me habían dicho que usara pero las sentí más apretadas que de costumbre. Algo raro había pasado. Mis tetas. Sin duda habían crecido.

Me vi al espejo. Las calzas se habían estirado dada la presión de mis pezones. Era imposible. La raja de mi sexo se dibujaba perfecta. Me dio mucha vergüenza. No sabía qué hacer.

El tipo estaba esperándome. Pensé en su sexo, pensé en si lo calentaría verme así. Seguro, a menos que fuera puto. La mayoría de los personal trainers son putos pensé y salí como estaba.

La clase empezó como de costumbre. Salimos a correr, y no podía dejar de mirar hombres y mujeres, no podía dejar de ver sus cuerpos. Sus formas. El hormigueo era fuerte, alcanzaba hasta mis pezones. Si hubiera podido me hubiera encerrado en un baño para masturbarme. Pero no podía ser. Nada de eso podía estar pasando, debía pensar en otras cosas.

Volvimos al departamento e hicimos los ejercicios de elongación. Estando en cuatro me sentí particularmente observada. Por suerte el tipo era muy correcto hasta que colocó una mano por debajo de mis gluteos.

-Me permitís?- Dijo y presionó con sus dedos. – Pregunta, sentís un hormigueo en la zona?

-Si.

-Se hace más fuerte cuando presiono?

-Si, si… Es normal?- Dije.

-Normal?... No. Escuchame, estás tomando Larpal, no?

Mi tío me había dicho que no le dijera a nadie. No sabía si eso incluía al personal trainer.

-No, qué es eso?

-Es una droga muy fuerte. Está prohibida. Me pareció que estabas algo distinta y por ahí te estabas metiendo eso.

-Qué hace? – Aproveché la oportunidad.

-La usan para algunas modelos… particulares. Hace que los músculos se acostumbren más rápidamente a los ejercicios…

-Puede pasar algo malo? – Acercó la mano a mi boca y sentí un escalofrío. Introdujo un dedo luego otro, introdujo una pastilla.

-Las encontré cuando te cambiaste. Tragá… - Pensé que me íba a costar pero estaba salivando más de lo habitual, la pastilla se disolvió rápidamente. Me sentí poseída.- Sentís eso? Eso que te pasa en la garganta… Es tú garganta estrechándose.

-Qué me está pasando? – Dije algo ansiosa y angustiada. Estaba paralizada. Me recosté, abriendo mis piernas. Él se puso en cuclillas y me acarició el cachete. Estaba sudada. Me mostró mi sudor entre sus dedos, como éstos patinaban. La calza me apretaba a más no poder.

-Sacate la calza.- Me dijo y lo hice. Casi como si fuera una necesidad pero no podía. Se había impregnado a la piel. – No podés? – Negué con la cabeza y empecé a lagrimear de frustración. – No te preocupés… Esa calza se adhiere con el calor. Se pega a tu piel, estilizándolo. Hay un remedio para eso. – Dijo y se paró. Noté que tenía una gran erección. Apoyé mi cara en su entrepierna. Él bajo su pantalón deportivo y el miembro apareció en su esplendor.

-Qué es esto? Qué me está pasando? – Dije y con mis labios envolví la cabeza de su miembro. El sabor me pareció delicioso. Él presionó mi cabeza, eran unos quince centímetros, me resistí, pensando que me íba a dar arcadas pero un cosquilleo invadió mis fauces.

-Lo que estás tomando tonifica tus músculos… y depende de la actividad que tengás. Esa necesidad que tenés es porque algo pasó. Mirame. – Me dijo. Alcé mis ojos y sentí como su miembro íba y venía, abriéndose paso por mi garganta. – No te preocupés. Nada malo va a pasar… - Su pene se hundió en su totalidad y sentí su esperma cayendo directamente hacía mi estómago.

Quise resistirme pero tenía más fuerza que yo. Las calzas me liberaron y él también. Respiré de nuevo. Los hilos de su acaba me ligaban a su miembro.

Con un pañuelo limpió mis lágrimas.

-Tené cuidado con esas cosas. – Me dijo en tono cariñoso.

-Todavía siento… el cosquilleo. – Le dije y me miró extrañado.

-No debería. Hace muy poco.

-Por favor… Metemela. – Lo interrumpí.

-Tomaste algo más?

-Por favor… - Me di vuelta pero él se fue a la cocina, empecé a tocarme con la ilusión de tentarlo.

-Este es el problema. – Volvió con la cajita de la pastilla del día después.

-Necesito… - Alcancé a decirle.

-Carolina… Esto es muy peligroso.

-Por favor… - No daba más, la calza había liberado mi piel, la bajé para mostrarle mi sexo hambriento. Él me levantó y me sentó en una silla. Le besé el cuello, buscando su boca, tenía una pastilla de larpal entre los dientes al besarme la coloqué en su boca. Él se dio cuenta y la tragó.

-Hace mucho que no… No sabés lo que acabás de hacer. – Ni siquiera sé porqué lo hice. Estaba consciente pero mis decisiones se me hacían extrañas. Como si mi cuerpo hiciera todo lo posible para saciarse y mi poder de voluntad hubiera desaparecido hace tiempo. -…Yo tuve… Tengo… un problema.

Su respiración se hizo profunda. Sus venas y sus músculos se marcaron, su cuerpo irradiaba calor, con alegría vi como su miembro abandonaba su letargo.

Su pija refulgía y una gota preseminal reflejo un destello de sol. Él estaba cabizbajo, con mi mano tomé su miembro acercándolo hacia mi sexo. Lo necesitaba.

La silla no pareció contentarlo y en un rápido movimiento me llevó al sofa. Me sentía un juguete en sus brazos. Él jadeaba feroz. Respiraba fuego y yo lo sentía en mi cuello. Empezó a refregar su sexo en el mío. Yo estaba empapada. Casi podía sentir mis labios vaginales abriéndose, invitándolo, pero él estaba interesado en otra cosa.

Empapó su pene en mis flujos y empezó a acomodarlo más abajo. Me tomó y me hizo recostarme, de forma tal que mi entrada trasera quedara dispuesta.

-Miráte… -Dijo y acomodó un almohadón bajo mi cabeza, mi cuerpo entero estaba recogido de forma tal que podía ver como su pija indagaba mi culito.

-No… – Le dije.

-Sostenete las piernas. – Me ordenó y obedecí. No sabía que podía pasar. Yo quería que me penetrara pero nunca lo había hecho para mí y su pene estaba rojo, duro, gigante. La cabeza púrpura parecía estar a punto de explotar. La escupió y lentamente la introdujo, bajándome la cabeza para que mirara. – Mirá bien lo que te está pasando, te estoy emputeciendo. – Me dijo al oído y la idea me perturbó. Parecía no tener retorno.

Vi mi sexo depilado y debajo del sexo esa cosa gruesa introduciéndose en mi. La sentí invadir mi recovecos y fue como si mi propia mente cediera. Era de putas hacer eso. La putas se dejaban “culear”. Y la sensación era agradable. Quizás yo fuera una puta. Quizás lo necesitara. Un orgasmo creció en mi. Él terminó de empujarla en mi interior.

-Está toda adentro.-Dijo él como si hiciera falta aclararlo.

-Seguí, seguí.- Pedí yo.

-Vas a quedar bien putita después de esto.

-Abrime el culo.

-Este culo no se cierra más.

-Ayyy… Soy re puta… - Dije y acabé. Él se quedó mirándome. Tenía una sonrisa en el rostro.

Algo de mi primitiva conciencia volvió a mí. Me sentí extraña. Abrazada a él. Mientras algo palpitaba adentro mío. Era un calor líquido invadiendo mis entrañas.

El semen era abundante. Excesivo. Sacó su miembro y estaba blanco, sentí como el esperma caía en el sofá mientras él lo acercaba a mi boca. Me pareció demasiado sucio. Puse cara de asco. Podía oler su lefa.

-Limpiame. – Eran órdenes. No sé por qué. Mi lengua parecía moverse sola, recolectando néctar de su prepucio. Era la sensación. Eso era. La guasca cosquilleaba en mi paladar y, al tragarla, erotizaba mi garganta. Sentía escalofríos. Casi podía acabar tragando semen.

Fui al baño con la ilusión de limpiarme todo lo que había pasado por mí. Abrí la ducha. Las gotas repiqueteaban en mi piel y eran como cuchillas. Yo sólo sentía ciertas partes de mi cuerpo. Mis piernas, mis tetas, fulguraban. Los cachetes de mi cola, los enjuague una y otra vez y la sensación crecía en mí. Parecía no poder detenerse por nada del mundo. Abrí la boca dejando que la lluvia entre en mi cuerpo, en mi ser, tragué anhelando que tuviera una contextura distinta. Pensamientos extraños recorrían mi piel.

Respiré profundamente. El sol de la tarde parecía no tener fin. Cuánto había pasado? Vi el reloj. Dos horas nada más. Parecían años. Atrás quedaba mi novio pueblerino, aquella ilusión de inocencia. Me vi al espejo sabiéndome distinta.

Creo que en todo aquello que me estaba pasando no había nada peor que saber, entender profundamente que no era algo que yo pudiera cambiar. Era, sólo, algo que sucedía como tenía que pasar, como si hubiera estado desde siempre ahí dormido y se despertara y se apoderara de mí. Una fuerza extraña, quizás de otro mundo. Un mundo definitivamente distinto al que me había críado.

Traté de pensar en otras cosas. Los días pasaban rápido y las jornadas en el gimnasio eran agotadoras. También me veía con gente que me enseñaba a desfilar y hacía sesiones de foto cada tanto. Fotos de catálogo para irme probando, nada demasiado especial. Cobraba un poco gracias a eso y otro poco gracias a lo que me dejaba mi tío en la oficina. Ahora que Mabel no se ocupaba más de mis gastos me las tenía que ver con mi tío personalmente. Directamente. Él dejaba plata para mí en la oficina y yo pasaba a buscarla. Nada más sencillo.

Así, un día cualquiera, recibí un llamado de Mabel.

-Escuchame bien. Vos pensas que tu tío quiere ayudarte que yo sólo quería cagarte la vida. – Sonaba alterada, evidentemente recién se enteraba de las nuevas condiciones con mi tío. O algo más había pasado.

-Nunca dije nada de eso Mabel

-No terminé… Escuchame bien. ¿Vos crees que tu tío te ve como su sobrinita del alma?

-Es mi tío. No necesito creer nada más.

Hubo un silencio.

-Tenes mucho que aprender. – Dijo y me cortó.

-Supongo que sí. – Le dije a mi reflejo. Me veía bien. Ese producto que me habían dado realmente me estaba ayudando. Por la tarde tendría una sesión de fotos. Una un poco más larga. Tenía que hacer una producción en el extranjero en un mercado un tanto más accesible. Recién ahí empece a sentir que mi carrera empezaba a tomar forma. Tenía el pasaje y sabía a donde tenía que ir. Lo que me asustaba un poco era irme del país y que mi tío no estuviera ahí, conmigo.

Él se había alejado un poco de mi carrera porque consideraba que yo debía formarme de una manera más independiente. Yo entendía eso pero al estar lejos de mi familia, y al no haber hecho ninguna amiga me sentía un poco sola. Había una mina en el gimnasio con quien me juntaba cada tanto a tomar algo pero era una de esas mujeres que viven en esa edad límite con la soltería absoluta… a los treinta años. Hablaba mucho y de alguna forma ese sonido permanente me hacía sentir mejor.

Antes del viaje la llamé y le comenté que íba a estar afuera un tiempo, ella se alegró por mí y yo también me sentí mejor.

Al pasar por el aeropuerto, algo raro me empezó pasar, una felicidad exagerada y poderosa en el medio de mi pecho, como una luz tremenda que debía compartir. Ahí empecé a ver imágenes de mi pueblo, mi exnovio, con quien había cortado toda comunicación para que no me doliera tanto la ciudad, mis padres, mis amigas, toda esa comodidad, esa otra vida.

El lugar a donde íba era una isla centroamericana, donde la cultura norteamericana había pegado bastante pero la gente prefería independizarse desde la intención, es decir manteniendo ciertas costumbres autoctonas. El calor le daba un tono alegre a las calles, pero la pobreza se veía, incluso en el taxi que me había tomado para ir al hotel. Sería injusto no decir otra cosa fuerte de esa ciudad, la sensación de que había magía. Siempre creí que la costumbre de creer en magía y brujerias era cosa de pobres e ignorantes, pero acá era diferente, era imposible no sentir en la piel algo especial. Quizás tenía algo que ver con los olores, no había olores desagradables sino más bien especiados. El tipo de olores que uno espera encontrar en oriente, por las calles de la india quizás, pero con ese acento latino y esa sensualidad en el aire. El calor hacía que la gente usara poca ropa y tanto mujeres como hombres mostraban sus físicos trabajados. Otra cosa que me parecía sumamente interesante eran los ídolos y figuras, eran muy lindas de por sí. El taxista tenía una de esas imágenes colgando del espejo retrovisor.

-¿Viene de visita? – Me dijo el taxista.

-Por trabajo. Soy modelo.

-Oh, modelo. Lindo trabajo.

-Si. Se disfruta. Disculpe qué es la figura esa que tiene ahí? – Le señalé la figura que me había llamado la atención, una especie de pequeño círculo con figuras como entrelazadas.

-Oh, El Señor de Putas.

-¿Cómo?

-El Señor de putas… Es un amuleto, señor de las relaciones sexuales, libres, fuertes, lo que hace linda la vida, ¿no? – Dijo el hombre, me miró y sonrió. Yo no supe que contestar y decidi perder mi mirada por la ventanilla.

El hotel no era un lugar demasiado lujoso, era un edificio desgastado, como de departamentos que parecía no estar diseñado para funcionar como un hotel, pero los cuartos estaban limpios y la gente era educada.

A la mañana recibí un llamado de la recepción. Había alguien esperándome.

-Hola, mi nombre es Marcela. – Me dijo la chica, pequeña de cuerpo pero con una mirada experimentada y una figura que se resaltaba gracias a la ropa ajustada que usaba. Ropa fina por cierto y un gran sombrero, como una pequeña diva de la moda. – Yo te voy a llevar al lugar donde vamos a estar parando mientras hacemos la producción. Tenes las valijas hechas?

-Si, tengo que acomodar algunas cosas pero las preparo.

-Hacelo, yo te espero.

-¿No queda cerca? – Dije yo especulando con quedarme en el hotel que me había resultado cómodo.

-No, no, porque tenemos que viajar a una pequeña isla al norte, un lugar hermoso, te va a encantar.

Mientras acomodaba las valijas algo pasó, sentí un pequeño golpe en la puerta. Era uno de los jóvenes que se ocupaban de la limpieza del hotel.

-Señorita, ¿Puedo hablarle?

-Si, si, pasá. – Le dije mientras seguía acomodando mi ropa.

-Señorita escuché que va a las islas del norte. No vaya, allá no hay leyes, es peligroso.

El chico parecía realmente asustado.

-¿Por qué decís eso?

-Allá llevan a las mujeres… hay cosas.

-¿Ya estás?- Dijo Marcela golpeando la puerta y asomándose.

-Si, si, ya estamos. – Dije y miré al chico quien salió por la ventana.

Salímos en una camioneta hacía al aeropuerto donde nos tomaríamos una avioneta a la otra isla. Las palabras del chico sonaban en mí, todavía, con miedo, sabía que esa zona era peligrosa, lejos de continente no hay leyes, es tierra de narcos y forajidos, miré a Marcela y ella parecía confiada.

-Un chico del hotel me dijo que no viniera porque es peligroso.

-Eso es porque son muy supersticiosos, es tierrra de brujos dicen.

-¿Y narcos?

-Los narcos no están en estas islas, hay policía, es un destino turístico muy importante, de primer nivel. Las estrellas vienen acá porque está muy desolado, imaginate la seguridad que hay.

-Es un lugar con una energía muy sexual también. – Dijo una voz masculina del asiento de adelante. El hombre se dio vuelta.

-Él es Richter, el fotógrafo. – Me lo presentó Marcela.- Le gusta hacer de espia.

-Veo. – Dije yo, sonreí y le alcancé la mano para que la besara como un caballero.

-Ellos creen en El Señor de Las putas, una figura mitológica que enciende el deseo sexual de hombres y mujeres.

-El taxista me mencionó algo.

-Y en estas islas hay muchos sacerdotes, la creencia es muy fuerte. – Completó Marcela. Todo aquello me empezaba a interesar, empezaba a hacer de este viaje algo único, como una aventura, me empecé a sentir como una joven Indiana Jones.

-Mañana vamos a hacer la sesión de fotos y después va a ver dos días de filmación para la publicidad, vamos a hacer todo de un tirón. – Dijo Richter.

-¿Filmación? No sabía que había filmación. – Dije yo.

-Si, sabes algo de lo que vas hacer? – Me dijo Marcela medio provocadora y a mí me causó gracia mi inexperencia, o mi idiotez como quiera llamarlo.

-Está bien, estabas en otra.- Salió Richter para salvarme. – Es una campaña para una canal adulto por eso necesitamos tanta sensualidad.

Yo me sentí un poco avergonzada.

-Pero qué voy a tener que mostrar algo?

-No, no, es una insinuación bastante fuerte, acá hay que ser bastante fuerte para llegar pero nada demasiado zarpado. Son sólo pequeñas escenas, gags cómicos, en lo que respecta a la filmación, y después la sesión de fotos es para sustentar esa idea. Vos sos como una mina normal pero tremendamente insinuante, como una pornstar del día a día. Hay dos flacos en un bar y vos te acercas y les decís “¿quieren algo?” como cualquier mesera pero con una mini que no deja nada a la imaginación, cosas simples.

-Pero no te preocupes que mucho la cara no se te va a ver y vas a estar bastante retocada.

-Lo que si te vamos a pedir que tomes algunos afrodisiacos, vas a tener que desbordar sensualidad.

Tomando esos productos y viendo mis fotos notaba como esos productos cambiaban mi mirada. Pero las chicas que trabajaban conmigo. Esas chicas tenían miradas espectaculares, hablaban como gimiendo, y cada movimiento que hacían parecía una insinuación. Yo no tenía nada que hacer ante ellas y lo notaba. Y también, de alguna manera, me lo hacían notar.

Era una toma en las piedras, yo tenía que inclinarme, mojada por el agua del mar, con una fina mallita y mostrar mi cola, mirando con una sonrisa cómplice a un flaco. Era una situación simple pero no estaba saliendo.

-Necesito que te acaricies la cola y la saques un poco más, y si podes hacerlo en un solo movimiento mejor. – Me decía Richter. – Y los ojos, trata de dirigirle bien la mirada, es una mirada cómplice, de “vos y yo sabemos lo que está pasando acá” o “¿Cuánto más queres que te caliente?” entendes?

-Si, si. – Le decía yo, apurada por complacer y ensayaba el movimiento. – Así?

-Algo así, saca más la cola y todavía tenes un gesto muy… como explicarlo, comprensivo. A ver, me permitis ser vulgar?

-Si. Claro.

-Tu mirada tiene que decir “No queres romperme el culito?”- Yo me quedé un poco impactada con la palabra “culito”, no sé porque, todos se hablaban con tanto respeto y se entendían en términos menos vulgares, dado que se trataba de la publicidad de productos eróticos, estaba claro que lo erótico tendría que aparecer de una forma u otra, pero con ninguna de las otras chicas había hecho falta decir algo así. Sólo conmigo- Una mirada así de fuerte quiero.

Lo intenté. Me lo imaginé desnudo. Pensé en mi personal trainer. Dirigí una mano hacía uno de mis muslos y subí, subí hasta llegar al borde de la minúscula malla. Lo tanteé.

-Mostrame tu sexo.- Me dijo Richter.

Pasé un dedo por debajo y corrí mi bikini hacía un costado. Me sentí húmeda, era eso lo que él quería ver y se lo mostré. Los labios excitados, hambrientos.

Una tarde volví a la posada en que estabamos parando sola. La sesión continuaba pero a mí me habían dejado volver. Quizás fuera porque yo no era muy compatible con las otras chicas. Las otras chicas eran realmente hermosas, tenían tetas enormes y culitos bien parados, era imposible que esas minas no sirvieran para calentar a los tipos más que yo. Richter me dijo algo de la inocencia que yo transmitía. Supuse que así se empezaba y que debía bancarme estar en un segundo plano.

Cuando llegué al hotel llevaba puesta una malla de dos piezas y un pareo. Me senté en una reposera que había en la entrada y me puse a mirar el mar, que estaba ahí nomás. El lugar era un paraiso y no había nadie allí. La producción había revolucionado esa parte de la isla. Una parte más alejada de donde estaban los restaurantes y los comercios. Una zona casi autóctona. Allí se habían instalado y funcionaba bien.

Un hombre de color que estaba sentado en otra reposera comenzó a hablarme. Yo ni lo había visto.

-La está pasando bien? – Dijo con voz gruesa. Era un hombre robusto, alto, de brazos grandes y corpulento. Estaba con una remera clarita y una malla pero aún así podía notar su musculatura.

-Si. Tranquila.

-Y sus compañeros?

-Van a seguir toda la tarde.

-Y a usted la dejaron irse?

-Si. – No sabía qué más decirle, me sentía algo incomodada por el hecho de estar sola con ese hombre en la posada.

-Quiere que le prepare un trago? Invitación de la casa.

Sacándome los anteojos le dije

-Un trago estaría bien. – Con una mirada que quise que fuera seductora.

Me pare y fui a la barra. Él ya estaba detrás, preparando el trago.

-Le voy a preparar una especialidad de la región, un trago que no debe haber probado nunca en su vida.

-Que no sea muy fuerte, lo único te voy a pedir.

-No te gustan las cosas fuertes? – Así el tipo me coqueteó, medio rápido pero bien. Yo le había dado esa mirada mía, era entendible que el tipo se entusiasmara aunque yo no sabía si seguir entusiasmándolo por el hecho de que estabamos sólos, pero alguien más debía haber.

-Algunas cosas fuertes si me gustan… Como… bueno. – Dije, baje los ojos y sonreí. Él también sonrió.

-Acá vienen mucho a filmar publicidades y todo eso, siempre hay modelos dando vueltas, pero usted es diferente sabe?

-Si, por eso me mandaron de vuelta. – Dije, tratando de reirme de mi desgracia. El tipo acercó una mano suavemente a mi cara y me hizo mirarlo a los ojos, algo que yo sin querer estaba evitando.

-Usted es una linda persona. Se le ve en la cara, en los gestos. Por ahí todavía no puede demostrarlo pero yo puedo ver toda su belleza rapidamente.

Me dio escalofríos. Lo mire a los ojos hipnotizada, quería besarlo, él acercó sus labios y metió su lengua en mi boca y yo en la suya.

Los dos sonreimos.

-Ya está – Dijo y me sirvió el trago. Una especie de líquido verde fluorscente lleno de hielo. – Quizás esté un poco fuerte pero podemos compartirlo.

Lo probé y era realmente fuerte.

La sesión de fotos había sido larga y agotadora. Como una superproducción. Me habían probado todos los vestidos, todos los peinados, la gente íba y venía y me trataban como a una reina. El alojamiento al lado del lago era soñado. Todo era genial. No podía creerlo, parecía que mi sueño se estaba volviendo realidad.

Richter estaba reunido con el equipo de producción. Estaban viendo las fotos. La verdad es que habían chicas con un físico realmente privilegiado, yo parecía acomodada ahí.

Íba a cenar con Richter, no sabía muy bien de que se trataba pero esperaba que no fuera una cita. Richter era un tipo agradable, hasta interesante quizás, pero había algo en su mirada que no me agradaba mucho.

Hablamos de las chicas, de mi carrera y sobre el final de cosas más importantes.

-¿Cómo te sentiste?

-Bien. Cómoda. También me sentí un poco menos preparada que mis compañeras.

-En qué sentido?

-No sé, seguramente son chicas con más experiencia, además me pareció que tenían unos físicos impactantes.

-Y vos qué pensas?

-Que quizás… yendo al gimnasio y eso.

-A eso quería llegar. Yo tengo una propuesta para hacerte. Es muy probable que no usemos tus fotos porque todavía no estás a ese nivel, te falta un poco de ruedo, pero hablando con un par de productores te vimos chapa para otra cosa. La cosa va a ser si estás dispuesta.

-Dispuesta a qué?

-Te voy a decir la verdad, vos tenes un muy lindo cuerpo pero todavía no tenes físico de modelo, de ningún tipo. Tendrías que tener más tetas si quisieras ser más erótica, más personalidad también y sino, si quisieras ser modelo de pasarela tendrías que ser más flaca y más alta. Lo cierto es eso. También lo cierto es que todavía no tenes nada de eso. Ahora es una decisión tuya que forma queres darle a tu carrera.

-A mi mucho el modelaje de pasarela no me interesa. A mí me gusta la cosa de seducción, ¿Se entiende?

-Si, claro, pero para eso tenes que ser más seductora. Por ahora se te inocente, que eso caliente pero no muy… Como decirlo, expuesta. Es como si no te entregaras. Eso es algo que pude ver en las fotos claramente, y eso que los afrodisiacos ayudaron bastante.

-Y usted como cree que se consigue tener esa actitud, personalidad.

-Con práctica y con una idea del sexo distinta a la que tenes ahora. Acá en la isla estamos desarrollando un método bastante particular que quizás te pueda interesar.

-Qué consiste en?

-La verdad no te puedo decir nada porque es ultra secreto y sólo si comprometes con el proyecto puedo revelarte detalles.

-La verdad no te entiendo. -Reí. Me pareció absurdo el planteo.

-Ahora el resultado que buscamos… entiendo que ya estás bajo un tratamiento. La idea es que transmitas sexualidad…

-No entiendo porque no me podes decir nada.

-El problema es que quizás no sea del todo legal, quizás te asustes, quizás, quizás… y eso forma parte de la confidencialidad corporativa… y hay ciertos puntos que pueden verse como explotación, entonces la corporación no quiere que esta información este al alcance de todo el mundo.

-Entonces sólo si… me comprometo voy a saber bien de que se trata?

-Si y no tanto. Vas a saber que estás de acuerdo, te voy a hacer firmar algunos papeles, te vas a tener que hacer un tatuaje y ahí recién vas a acceder al programa.

-Un tatuaje?

-Es parte de algo cultural, muy de acá, es necesario porque es parte de la religión…

-Perdoname pero me suena todo muy raro.

-Es así. Tomalo o dejalo.

-Y si digo que no.

-No pasa nada. Lo único, puede que no encuentres nunca esa cosa que hace a una mujer sensual y sexual, los fuertes de una modelo de lencería y de carácter más erótico. Que dicho sea de paso quizás no es lo que te interesa realmente, digo, vos sos una chica de pueblo al fin y al cabo, por ahí es demasiado.

-Entiendo. Me podes dar unos minutos que tengo que hacer un llamado?

Le pedí un momento para llamar a mi tío.

-Es tu decisión. Sabes que lo que hacen ellos no tiene nada que ver con mi empresa, vos decidiste ir por tu cuenta ahí. Es tu carrera.

Volví a la mesa donde estaba Richter pagando la cuenta.

-Queres hablarlo en mi oficina? No debe haber nadie a esta hora. Por ahí te puedo contar algo más. Te parece?

Asentí. Estaba nerviosa, no sabía que pensar. Había muchas parejas caminando por la playa y a pesar de ser las once de la noche el horizonte estaba azul. Un lugar muy romántico. Pensé en Marcos y pensé en mi novio del pueblo. En la última noche en que estuvimos juntos. En lo que le negué y en hasta donde estaría dispuesta a llegar.

Lo cierto es que los afrodisiacos y el estar con tantas chicas tan atractivas había despertado una necesidad en mí. Además el aire, había algo en el aire de ese lugar que era como respirar sexo.

El se sentó en su escritorio y yo me senté frente a él. Estaba dispuesta a negociar.

-La mayoría de las modelos de tu categoría sirven sobre todo para trabajos menores. No dan la talla para desfilar pero por ahí sirven para algunas publicaciones, alguna que otra foto para un catalogo. La sesión que te hicimos hoy fue una sesión completa que terminó en un desnudo completo. Estas sesiones sirven para publicitar otro tipo de modelos… Ahora tengo entendido que ya sabías esto, digo estabas preparada.

-No entiendo a donde vas con todo esto.

-Me encantaría hablarlo con tu representante pero vos no tenes uno, sólo tenes a una gran corporación que de alguna forma patrocina alguna de las cosas que haces.

-Deberías haberlo hablado con ellos entonces.

-Entiendo… -Él se quedó dubitativo, supuse que había ganado pero nada más lejos. – Si queres irte, adelante.

Me levanté y cuando estaba a punto de cruzar la puerta él soltó unas palabras.

-Lo único… No te vamos a pagar la otra mitad debido a que no terminaste el trabajo.

-Hijo de puta.

-Son negocios.

Dejé el lugar y fui a mi hotel. Para qué, me habían hecho el chek out. No tenía nada. Sólo mi teléfono celular. Intenté llamar y estaba desconectado.

Busqué una cabina y llamé por cobrar al hijo de puta del fotógrafo.

-Qué mierda significa lo del teléfono?

-Estaba en el contrato. No podemos seguir pagándote la línea acá, nosotros nos hacíamos cargo de todo y vos sólo tenías que entregarte. – Me dijo el fotógrafo. El hijo de mil puta. - ¿Por qué no venís y hablamos?, por ahí es menos grave de lo que pensas.

Entré a la oficina sin opciones.

-Estas viviendo esto como una tragedia. Por ahí otro punto de vista te ayuda. Queres algo para tomar?

-Si, por favor. – Me trajeron una bebida espesa y transparente. - ¿Qué es esto?

-Eso te va a levantar el ánimo. Para qué veas que no es nada. – Él agarró mi copa y tomó unos sorbos. -…Tranquila. Tenes que pensar más en tu perfil, lo que queremos todos es ayudarte, y para tu perfil va a ser necesario que entiendas algunas cosas. Sobre todo si queres poder ganarte la vida de esto.

-De esto qué? De ser una puta?

-De ser una mina del sexo, de la industria del sexo.

Tomé algunos tragos de esa bebida que encontré sumamente agradable, a pesar de su densidad.

-Vas a tener que aprender a vivir de tu cuerpo y a usarlo.

-Y a que me lo usen. – Dije y empecé a reirme. No sé por qué, no podía parar, reía y reía y lloraba de la risa. Estaba un poco mareada. -¿Qué me diste?

-Un producto de la isla. Sirve para aliviar tensiones y mejorar algunas cosas. – Y me mostró como en su pantalón se dibujaba su pija. – Como esas pastillas que tomás. Esto está concentrado y mezclado con otras cosas.

Se bajó el pantalón y la acomodó entre mis labios, le pasé la lengua. Tenía algo de líquido preseminal. Abrí la boca y el líquido confundido con mi saliva cayó sobre mis tetas. Sentí el sabor de su pija, él la llevaba hacía la parte interna de mis cachetes. Él me dio unas cachetaditas y me acarició con la intención de acariciarse la pija, usando mi piel como intermediario.

-Te queda muy bien la pija en la boca. – Me dijo.

-Gracias. – Me la saqué de la boca para contestar, los hilos de baba me unían a él. Sonreí. Estaba feliz. No sé por qué. Con las manos lo masturbé y se me hizo fácil. Su miembro estaba hermosamente lubricado. Relucía.

Se recostó en el sofá. Había un tripode y una cámara frente al sofá.

No sabía que decirle, no daba más de la angustia y al mismo tiempo me sentía extrañamente excitada.

-Ensartate esta pija en el culo, con la piernas abiertas cosa que se te vea la concha bien depilada que tenés.- Dijo y cambié la expresión...

… Continuará.

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