Siete por siete (07): El tercer día…




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Compendio I


Si el dicho dice “cría cuervos y te sacaran los ojos”, en mi caso sería “cría ninfas y te dejaran seco”…
Y ese día lo estaba viviendo.
Las mujeres son difíciles de comprender. Yo crecí, creyendo que buscaban príncipes Disney, nobles, caballerescos y todo ese tipo de cosas (y a consecuencia de eso, perdí la virginidad a los 28 años, aunque con una hermosa chica de 16, que posteriormente se convirtió en mi esposa), cuando en realidad, las mujeres no tienen claro que es lo que buscan.
A veces, pensaba que eran algo masoquistas, por meterse con tipos que no las apreciaban, las engañaban o las trataban mal.
No soy la gran cosa, en lo absoluto. Con suerte, mi mayor gracia es ser algo más astuto, pero por ahí va mi encanto.
Porque si de buenas y primeras, caigo como el “tipo bueno”, incapaz de lastimar una mosca, que escucha lo que ellas hablan y simplemente quiere ser su amigo, pues se da el momento en donde las sorprendes y que no eres tan predecible como ellas esperaban.
Creo que por eso amo a mi Marisol más que a las demás. Ella siempre me vio como el chico bueno y se encargó de “corromperme” de a poquito. Ella necesitaba a alguien como yo, que fuera un poco papá, pero a la vez, tan inmaduro como ella.
Pero también fue dando rienda suelta a mis fantasías y ahora estamos así: casados, con 2 niñas, pero con un harem por detrás y que probablemente, siga creciendo.
Para ellas, creo que es distinto. Saben que lo que hacemos es bien rico, pero tienen bastante claro que no soy de ellas. Principalmente, porque vivo recordándoselos.
Les gusta que las bese, las mime, las acaricie, pero en el fondo, siempre regresaré a la mujer con la que me casé y no quieren que me vaya. Y la única manera que tienen para retener mi atención es, obviamente, en la cama.
Y esa mañana lo estaba viviendo también.
A pesar de tener durante mis días libres a Fiona, Diana o Rachel (y por como van las cosas, seguramente a Megan) a mi disposición, aparte de mi amada Marisol, en el trabajo tengo a Hannah y si bien me las arreglo para satisfacerlas, es distinto con 2 al mismo tiempo.
En mis días libres, me puedo organizar y planear de” tal hora a tal hora estaré con una” y de “tal hora a tal hora, estaré con mi esposa” y “en la semana, visitare a esta otra, porque no la veo hace mucho tiempo”.
Pero con 2 al mismo tiempo, es más difícil. Es “el sueño de todo hombre”, sin lugar a dudas. Pero si no las puedes satisfacer a ambas, ¿De qué sirve?
Si una la pasa mal ¿Será una experiencia de una sola vez y no la volveremos a repetir? Por eso, no me sentía muy confiado.
Ahí estaban, sonrientes y radiantes, esperándome esa mañana. Vestían falditas cortas, delgadas, casi transparentes. Elena una roja, bien delgada, con una camiseta de espalda abierta, con un tentador pliegue delgado que sujetaba su pechera, mientras que Sonia usaba una verde, con una camisa blanca, más tradicional, aunque con un escote llamativo.
En cambio yo estaba medio seco, somnoliento y famélico… y ellas querían más.
Pero lo que más me sorprende es que no se miran con celos ni envidia. Saben que las quiero y no tanto por su físico, pero por lo que veo individualmente en ellas.
Así que entramos en el bloque de la mañana y fue en vano pedirle que se calmaran. Entre las 2 me acariciaban la entrepierna y la apretaban con deseo.
Era como si estuviéramos en un cine, donde la aburrida película seguía hablando sobre las posibilidades de incrementar la vida útil de las retroexcavadoras, mientras Elena me besaba y me obligaba a poner mis manos entre sus piernas, cuando Sonia bajaba por la mesa y me desabrochaba el pantalón.
Suspirábamos muy calientes, besándonos con Elena, mientras mis manos se humedecían y mi mejor amiga se encargaba de chupar su “ración de sopa”, como le llama.
Cuando iba a acabar en la garganta de Sonia, besaba apasionadamente a Elena para acallar la deliciosa sensación en sus húmedos y sensuales labios, mientras que mis manos recorrían su cuerpo, sin parar de sobar su ya jugosa rajita.
Con casi 3 minutos antes de la ronda de preguntas, nos reacomodamos lo mejor posible. Aunque sus mejillas estaban muy coloradas, dudo que alguien sospechase de lo que habíamos hecho.
Mientras Sonia limpiaba sus labios, para besarme en la próxima exposición, el agarre de Elena no dejaba que mi cabeza bajara, para así poder cambiar de lugar.
Las 2 me querían dentro. Me lo decían sus ojos, sus suspiros, sus besos. No les importaba que fuera en sus labios y que fuera yo el que disfrutara más. En el fondo, sabían que les tocaría a ellas y haciendo eso, lo aceleraban.
Nuevamente, me perdía en los pechos de mi mejor amiga, arrebatándole suspiritos con mis dedos fisgones. Se mordía los labios y miraba el techo, mientras mi lengua humedecía su escote y mis dedos acariciaban su húmeda tanguita.
Elena, infatigable, lo lamía con devoción, chupando con fuerza y con deseo, como si buscara estrujar hasta la última gota de mí ser.
A pesar de todo, era yo el que mantenía la compostura, revisando ocasionalmente las diapositivas. Cuando noté que faltaban pocas para la ronda de preguntas, puse una mano en la cabeza de Elena, para que se detuviera.
En lugar de eso, empezaba a subir y bajar, frenéticamente, llegando a lastimarme un poco. Los labios de Sonia apaciguaban mis gemidos con los suyos, tras el fuerte orgasmo que sentía bajo su falda.
Me corrí en la boca de Elena, sintiendo como mis jugos inundaban la cavidad donde residía su lengua. Aunque algunas gotitas se escaparon entre sus labios, se tragó el resto de golpe, lamió el mástil, saliendo debajo de la mesa, limpiando las gotas rezagadas de sus mejillas.
Por la sonrisa que se dieron, creo que se percataron que ya no podía más. Pero a la tercera exposición, mi sorpresa fue mayúscula, al ver como ambas bajaban para chuparlo.
Dudo que alguien haya visto una exposición del proceso electrolítico para recuperar el cobre, sintiendo lo que yo sentía.
A ratos, se me cerraban los ojos y no podía distinguir quién me estaba chupando. Era una sensación deliciosa. ¿Qué lengua y labios chupaban con más ganas? Difícil saberlo.
Sentía escalofríos en la espalda. Alguien nos iba a ver… pero ellas no paraban.
Trataba de no respirar demasiado fuerte. Sus labios. Sus bocas. Las 2 querían matarme…
Por fortuna, una tenía sus labios sobre la cabeza cuando me corrí. Me estaban masajeando para estimularme y ya no podía más.
Luego sentí los labios de la otra, lamiendo los restos y posteriormente, ambos labios sobre mi glande, tal vez, para compartir los jugos de la victoria.
La limpiaron con sus lenguas con mucho respeto y trataron de guardarla, aunque les fue inútil. Me dolía y más encima, no me bajaba.
Una vez que terminó la última exposición, fuimos a los baños respectivos, a lavarnos. Estaba muerto de hambre y me veía algo pálido en el espejo, sin olvidar mis ojeras.
Ellas, en cambio, parecían haber salido con el sol de la mañana...
Se sonreían en complicidad, mientras me miraban devorar mi comida.
Al rato, apareció el jefe de Kevin, queriendo invitar nuevamente a Sonia a su mesa. Pero ella se rehusó, diciendo que “su novio se había puesto celoso ayer y no quería que lo abandonara de nuevo”.
Y sin decir más, me besó suavemente…
Elena sonrió, al ver cómo se retiraba el tipo bastante confundido y yo miré a Sonia, que me dio una sonrisa picara.
Se disculpó, pero dijo que era cierto. Que por esos días, Marisol le había dado permiso para tomarme como novio.
Sorprendido, le pregunté por qué nos había dejado el día anterior. Me explicó que, aparte de darme un tiempo a solas con Elena, si Sonia deseaba ingresar a la junta, tenía que tomar mayor iniciativa.
La zona sur que ella maneja no es la más considerada en la toma de decisiones, por lo que debía empezar a buscar los rivales más débiles, si quería llegar al lugar que deseaba y entre esos rivales, estaba el jefe de Kevin.
Sonia ya tiene algo de reputación, por reconocimientos de desempeño y eficiencia que nuestra antigua oficina había recibido, con lo que estaba dejando de lado esa imagen de “novata inexperta para el cargo”.
Ahora, la respetaban un poco más y fue por eso que el jefe de Kevin aceptó conocerla. Quería pedirle algunos consejos para mejorar la eficiencia de la sucursal en Adelaide, que está en una fiera batalla por supremacía con la de Sydney, razón por la que decidieron hacer la conferencia en Melbourne, por ser terreno relativamente neutral para ambas.
A cambio, ella deseaba saber sobre el proyecto de “Catálogos digitales” y por qué se había enfocado en ese programa, en particular.
Quería que le explicara los motivos de su elección, las funciones del programa y la interacción con JD Edwards, el software que los administrativos emplean.
Para mi alivio, me dijo que el tipo era un pedante, tal como los jefes que teníamos antes y confesó que ella se manejaba muchísimo mejor en el tema que él.
No me quedaban dudas, porque sé bien de su capacidad de recordar documentos con solo leerlos una vez.
Finalmente, dijo que era algo que tenía que hacer, si quería llegar al lugar que buscaba y que yo ya debía saberlo, porque no todas las cosas que hacemos en el trabajo son agradables.
Por el tono en que lo dijo, parecía más una jefa que mi antigua amiga. Pero tenía razón y ya no le di más vueltas al asunto.
Conversamos de otras cosas, nos reímos un rato y luego dio la hora de volver a la conferencia. Sonia pidió que nos comportásemos, porque el primer expositor era el jefe de Kevin y teníamos que escucharlo.
Estaba muy sonriente, al igual que Elena, porque parecían hablarles en español. Yo seguía la charla, no muy impresionado, porque hablaban de órdenes de adquisición, mejoras de tiempos de entrega y cosas que poco y nada se relacionan con lo mío.
Entonces, en la ronda de preguntas, Sonia se puso de pie, además de alzar su mano. El jefe de Kevin la reconoció y con una tremenda sonrisa, le concedió la primera pregunta.
Sonia preguntó por qué había decidido ese programa con esa licencia, si la empresa francesa-canadiense que lo elaboró fue absorbida por otra mayor.
Él se vio un poco sorprendido por la pregunta, pero respondió que fue por los costos de adquisición.
Pero Sonia, en vez de sentarse, le preguntó por qué no había adoptado el programa que la compañía que había absorbido a la primera lanzó al mercado, tras la adquisición, puesto que era una versión mejorada del programa y que su manejo con JD Edwards era mucho más amigable con el usuario.
Él no supo responder bien esa pregunta tampoco, pero Sonia se veía implacable. Creo que fue la vez que la vi más sensual que nunca.
No quedaban dudas que se manejaba al revés y al derecho en el tema, describiendo las características del programa que el jefe de Kevin quería implementar, en comparación con la versión nueva. Conocía bien el costo de las licencias, por cuanto tiempo se otorgaban y otros aspectos, más enfocados a la perspectiva del personal de planta, que el tipo falló en mencionar.
Finalmente, le preguntó quién iba a programarlo. Contando parte de su experiencia en faena, Sonia sabía que para ingresar los datos de códigos de partes, se necesitaba a una persona que se manejara en esos ámbitos…
“Un ingeniero…” le dijo, regalándome una pequeña sonrisa…
Para supervisarlo. En lugar del programador, Sonia sugirió capacitar a un técnico para que realizara la programación, puesto que para él, los códigos tendrían muchísimo más sentido que un programador, puesto que son piezas que diariamente debe manejar y puesto que el propósito del programa es conectar al operador directamente con el departamento de adquisiciones.
Finalmente, agregó que el programa que él sugería no permitía modelar en 3D, compatibles con los programas que el personal de planta si emplea y que realmente necesita, teniendo que usar imágenes y fotografías para ubicar las piezas.
Lo dejó sin palabras y con un tremendo murmullo en la habitación, se volvió a sentar. La memoria fotográfica de Sonia, infalible, la adornaba como una reina…
Por la cara de sorpresa del Jefe de Kevin (que simplemente, no pudo responder más preguntas), se me vino a la memoria una frase que leí sobre la guerra de Troya:
“Cuídate de los griegos. Incluso, de los que traen regalos.”
Y en la otra exposición, nos tuvimos que quedar calmados, porque todos miraban nuestra mesa de vez en cuando.
Cuando terminaron de exponer, Sonia me pidió que fuésemos a su habitación. Sería nuestra última noche juntos (nos embarcábamos al día siguiente, al poco rato de terminar la conferencia) y tanto ella como Elena querían pasarla conmigo.
Les dije que estaba cansado y que quería dormir un rato, pero Elena me suplicó, diciéndome que no me volverían a ver en un buen tiempo.
Sonia, por otra parte, ajustó sus lentes para dar mayor seriedad, dijo que teóricamente, ella era mi jefa, porque estaba mucho más cerca de la junta que un jefe encargado de faena de extracción.
Me defendí, con una sonrisa en la boca, diciendo que ella no era de mi departamento.
Pero ella también me suplicó, al revelarme que la exposición la puso muy, muy caliente y que realmente me deseaba con ganas.
Y ahí estaba, acostado, comiendo la conchita de Elena, mientras que Sonia brincaba sin parar. Luego, cambiaban de posición.
Cuando me notaban medio seco y medio dormido, me la chupaban entre las 2, pidiéndome que continuáramos, porque Marisol no me prestaría por un par de meses más.
Luego, sus traseros. ¿Cuál tomaba primero? ¿El de mi mejor amiga, que se había vuelto una jefa sensual insaciable? ¿O el de Elena, que se había puesto más tierna?
Afortunadamente, la “jefa” decidió por nosotros…
Elena me besaba, para que no me durmiera, mientras bombeaba a Sonia por detrás. Elena quería que le agarrara los pechos, su cintura, su trasero…
Todo lo que pudiera desear.
Me decían que me querían, que me extrañaban mucho, que las ponía calientes y que aguantara un poco más. No fue difícil complacerlas, porque ya no me quedaban fuerzas.
Me dolían los testículos por la fricción con su trasero, pero finalmente acabe, aferrándome a su cintura, para llenarla entera.
Yo quería dormir, pero Elena me pedía su turno.
Elena gimoteaba, diciéndome lo feliz que la hacía. Que le encantaba tenerme adentro, que le abrazara y le apretara los pechos.
No me bajaba, porque mi cabeza sabía bien donde estaba, pero estuvimos un buen rato jugueteando, hasta que me bajara la leche, mientras que Sonia quedaba rendida.
Nos besamos con Elena, mientras apretaba sus pechos, apoyándome en su espalda y terminé acabando en ella.
Les pedí que me dejaran descansar un poco y ellas aceptaron.
Dormí unas 2 horas, cuando ya me la estaban chupando otra vez. Era Sonia, preguntándome si estaba listo. No le respondí y ella se montó.
Elena, en cambio, se puso el cinturón con el consolador doble y lo metió en el trasero de “nuestra jefa”.
Yo no tenía fuerzas para nada y solamente sentía los intensos bombeos de Elena. La cara de Sonia babeaba de placer, besándome y diciéndome que me amaba, que no había dejado de pensar en mi todo ese tiempo y que me extrañaba mucho.
Yo medio me iba, medio me venía por el cansancio. Veía a Sonia disfrutar más por como Elena la taladraba por detrás que por tenerme dentro. Se corrieron varias veces y como no les prestaba mucha atención, se besaron.
Luego Sonia se puso el consolador, mientras que Elena pescaba mi vara y la encajaba en su trasero.
Fue sensual ver como se acariciaban las caras y se besaban suavemente. Tengo mis dudas si alguna de las 2 es lesbiana, pero si saben reconocer la belleza dentro de su propio sexo.
Eran más tiernas entre ellas. Se acariciaban sus caras y se besaban con dulzura. A ratos, lamian sus pechos y era algo mágico y delicioso.
Creo que yo estaba de más, porque su respiración se intensificaba cuando se miraban a los ojos.
Sentía las manos de Sonia, acariciando las caderas de Elena, mientras que ella se aferraba a su trasero, para que la metiera más adentro.
El orgasmo de ellas fue simultáneo y me corrí yo, solamente por verlas intentar mantener el momento: se besaban, como si no se hubiesen visto en semanas. Sus manos acariciaban sus pechos y recorrían sus cuerpos, con suspiros tiernos y cortos.
Susurraban, bien bajito, que se amaban y que estarían siempre juntas, compartiendo todo…
Se acomodaron, una a cada lado mío y se durmieron, un poco antes que yo.
A eso de las 2, desperté, más refrescado y algo hambriento. Ellas estaban agotadas, pero tenían razón. No las vería por un tiempo más.
Susurré a Sonia, pero estaba muy cansada. No quiso escucharme.
Acaricie sus cabellos. La quería.
En su sueño, empecé a besarla. Aun durmiendo, me fue abrazando, envolviendo.
Le susurré que quería tomarla una vez más. Ella dio un pequeño gemido cuando se la enterré.
Le susurraba que la amaba, que era mi mejor amiga. Ella sonreía, mientras la bombeaba. Sus labios eran dulces y su saliva también.
Le pedí disculpas por haberla dejada sola, pero era algo que tenía que hacer.
Creo que fingía estar dormida. Solamente notaba su carita sonriente de placer…
Acabé corriéndome en ella, besándola profundamente. Acariciaba su carita y le daba las gracias por las veces que me había ayudado. Parecía una princesa durmiendo y yo, felizmente atrapado dentro de ella.
Luego de despegarnos, la acomodé y la dejé dormir, para susurrarle a Elena.
Fue como si le dieran cosquillas, porque se contrajo como si fuera una bebita.
Le susurré a Elena que siempre la había encontrado guapa, que siempre me había gustado. Que sentía una tremenda envidia de Nicolás, porque podía tocarla cuando quisiera y como quisiera.
Le confesé que siempre quise agarrar sus senos, aunque fuera una vez, pero sabía que no podía hacerlo, pero ahora, que habíamos hecho de todo, me atrevía a hacerlo mientras dormía.
Le pedí disculpas por ser tan cruel y haberla visto tanto tiempo como una puta. Aunque le tenía lastima, jamás creí que fuera a sentir algo serio por mí y la besé en la mejilla.
Le pedí permiso para penetrarla. No sé si me escuchó, pero interprete ese ligero movimiento de cabeza como una aprobación.
Ella suspiraba agitada, sintiéndome dentro, pero le susurraba que se calmara, que nada malo le pasaría.
Que solamente quería estar dentro de su belleza, siempre que ella me dejara.
Le confesé lo impresionado que me tenía, por esa actitud tan tierna que había mostrado. La felicité por sus logros y le pedí que se esforzara un poco más, porque sabía bien que ella era capaz.
Cuando su respiración se entrecortaba con la mía, le pedí disculpas, porque quería correrme y no aguantaba más y acabé dentro de ella también.
Le susurré que por favor, cuidase de mi amiga y que no la dejara sola. Quiero creer que me escuchó, porque su mirada se veía muy contenta.
La acomodé, para que siguiera durmiendo y retrocedí, para que ninguna supiera lo que había pasado esa noche…
A las 7 de la mañana, mis 2 ninfas me miraban, con mi pene en sus labios, esperando que despertara y les diera desayuno…


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