Mi Mujer Resolvió el Problema

Mi Mujer Resolvió el Problema

Estábamos atravesando una situación muy complicada, habíamos sido estafados con un vehículo de nuestra propiedad que queríamos vender para saldar unas deudas que amenazaban con traernos algunos trastornos económicos, la policía nos lo había secuestrado ya que entendieron que el mismo se encontraba adulterado y, esta situación nos había puesto en serios problemas. Luego de haber cumplimentado con un largo trámite burocrático en el cual Mónica, mi esposa, había realizado un gran esfuerzo para recuperar el automóvil, estábamos metidos en un tremendo problema y teníamos que poder véndelo para salir de un apremio financiero.
Cuando llegamos al predio donde se encontraban todos los vehículos secuestrados por la ley nos encontramos con que, el personal policial que custodiaba las 24hs el predio, habitaba una precaria casilla. Golpeamos la puerta y salió un desalineado agente policial de contextura media, barba de varios días, prominente panza y de unos 60 años. De muy mala manera se nos acercó, nos miró despectivamente, primero a mí y luego a Mónica en la cual se detuvo mirándola de forma chabacana, realmente se la estaba comiendo con la mirada importándole poco que yo esté ahí. Y no era para menos, Mónica es muy hermosa, un cuerpo hermoso, excelentes piernas con una cola de infarto y, lo mejor de todo, una carita de “femme fatale” que madre santa. Mi mujer tenía puesta ropa deportiva que le ajustaba al cuerpo marcándole muy bien sus curvas y, en especial, su trasero y, por delante, se le insinuaba notablemente su hermosa almeja.
Lo cierto es que, este asqueroso policía, luego de hartarse mirando a mi esposa se dignó a preguntar que queríamos. Entonces nos presentamos y le dimos la nota donde se expresaba la entrega del vehículo.
-Bueno, tenés que dejar todo acá- Dijo el policía.
Yo, desesperado le dije: -¡Pero... no puede ser, si te dejamos el vehículo no sé lo que vamos a hacer, tiene que haber alguna manera!- Dije yo con claras intenciones de chantajear al asqueroso policía ese.
-Puede haber otra manera- Me dijo este corrupto policía para luego mirar lascivamente a Mónica que estaba detrás mío con los brazos cruzados y mirando fijamente al viejo con cara de odio.
Entonces, dándose la vuelta, se dirigió hacia la puerta de esa inmunda casilla. Nosotros lo seguimos y cuando fuimos a entrar detrás de él, mi esposa se dio la vuelta y poniéndome la mano en el pecho, con claro gesto de detenerme, me dijo: -Quedate acá. Yo soy el titular así que yo tengo que firmar. No tiene sentido que vos entres y hasta, tal vez, interfieras en la resolución de este bodrio.
Yo la miré desconcertado e intente avanzar pero me lo impidió. Entonces me quede allí, parado, mirando como entraban a la oficina.
El tiempo empezó a transcurrir muy lento y tardaban más de lo que yo esperaba. Pasando unos 10 minutos, por fin, salió Mónica de esa casilla haciendo un gesto como de secarse la boca con la mano.
-Listo. Empecemos a desarmar que nos podemos llevar las piezas que precisamos.- Yo la miraba, la veía muy rara.
-¿Qué paso, que te dijo?- Le pregunté insistentemente no obteniendo respuesta alguna de parte de mi mujer que iba mirando el piso de manera muy esquiva. De pronto, cuando levantó su mirada y clavó sus ojos en mí vi que llevaba el saquito deportivo abierto mostrando todo su amplio escote y entre medio de sus hermosas tetas alcance a ver algo extraño.
Al instante ella se percató de que algo había llamado mi atención y, con cara de haber sido pillada, hizo ademan de cubrir la evidencia de su turbamiento.
-¡Pará!- Le dije. -¿Qué tenés ahí?- Y me aproxime a ella para poder observar mejor eso que había captado atención.
-¡Nada… salí!- Me reprocho. -Vamos, ya solucione todo, no me jodas y empecemos a hacer lo que vinimos a hacer que me quiero ir lo antes posible de acá.-
Yo no hice caso a lo que decía y, luego de habernos alejado lo suficiente de la desvencijada casilla del policía y estando fuera del alcance de miradas indiscretas, me paré frente a ella y le dije:
-¡Pará un cachito!
Ella levanto la mirada y yo tomé su campera y la abrí de par en par para exponer su escote y, junto con él, lo que había llamado poderosamente mi atención. Cuando miré fijamente entre sus pechos descubrí que algo viscoso de color blanco le escurría entre las tetas, me acerque un poco y pude apreciar el fuerte olor de lo que ahora si estaba completamente seguro de que era semen.
Levanté mi cara asombrada para encontrarme con la dura mirada de Mónica.
-¿Qué… qué querés que haga?- Me dijo recriminándome. –Ya está. No teníamos muchas opciones y, después de todo, arreglamos esto de manera sencilla.- Ahí precipitó una nueva y desagradable sorpresa para mí. Al estar su rostro muy cerca del mío pude apreciar su, normalmente fresco, aliento que, esta vez, olía igual que su escote. Estaba claro, el precio fue una: ¡Buena chupada de pija!
Entonces, presa de mi asombro, le dije:
-¡Sencilla! ¡¿Qué estás diciendo Mónica… sencilla?! ¡Tenés leche éntrelas tetas! ¡QUE HICISTE, MONICA!- Le reproche enfurecido a mi esposa. No lo podía creer, se estaba justificando de haber pagado con, como decirlo: ¿SEXO?
-¡Si… le chupe la pija!- Me dijo en la cara, pero no solo sus palabras me lo afirmaba, su aroma a poya también me lo confirmaban.
Entonces, una extraña sensación recorrió todo mi cuerpo. Celos, odio, ira… pero también una extraña excitación que hacía tiempo no sentía, como esas calenturas que uno se agarró en algún momento cuando el sexo era novedoso, los primeros juegos sexuales, la primera vez, las aventuras de una noche, etc. Pero esta vez era mi esposa la que lo generaba como alguna vez lo supo hacer. Junto con la bronca y los celos se me puso dura la pija. No lo pude evitar, simplemente paso y ella lo iba a notar tarde o temprano.
Quería saber más, entender todo o, tal vez, solo quería alimentar mi morbo y mi calentura. -¿Qué paso?- Le pregunte firmemente a lo que ella mirándome un tanto desconcertada me respondió:
¡Ya te lo dije! ¡¿Qué querés que te lo repita?!
Más calmado y de forma más pausada le pregunte: -Mónica… ¿Qué paso?
Ella, a medida que se daba cuenta, fue cambiando su cara de incertidumbre por asombro y algo de bronca pero, con cierto aire de conformidad.
-Le practique una felatio a cambio de nuestro motor. ¿Estuve mal?- Me dijo mientras se percataba de mi inchada entrepierna. Y mirando mi crecido bulto me lo sobo por arriba del pantalón notando lo dura que estaba.
-¡Qué hijo de puta, te calienta que se la haya chupado a esa mierda!
-Contame todo- Le dije. Y mientras ella aceleraba su sobada yo saque mi pija de su encierro y le dije:
-¡Contame todo!
Ella, ya con cara de burla y placer, me empezó a menear la poya y me empezó a relatar lo sucedido, que ni bien entraron a la casilla el policía se le vino encima y que ella lo paró, lo llevo hasta la catrera, le sobó el pecho y le empujo haciéndolo sentar. Luego, se agacho y le abrió el cierre del pantalón y se los bajó haciendo que el miembro saltara como un resorte.
El viejo la tomó de la cabeza y le indico que se la chupe a lo que Mónica no se hizo esperar y comenzó con su trabajo mientras el viejo le abría la ropa y le sacaba sus hermosas tetas por arriba del escote jugando con ellas.
Yo no podía más con el relato, Mónica me contaba todo esto mientras me pajeaba mi dura pija y me lo contaba con voz de calienta pija bien cerquita de mi cara. En estas condiciones yo podía sentir su aliento a pija y creo que, esta condición, me calentaba más aún.
-En un momento me pidió que pare y que me acueste boca abajo… me quería coger. Pero le dije que no, que se conformara con que le haga un pete. ¿Vos que hubieras hecho en mi lugar, eh?
-Lo mismo, mi amor… lo mismo. Hiciste bien, no te reprocho nada.
Ella, alegrándose de forma exagerada me dio las gracias y me planto un enorme beso haciéndome notar el gusto a pija que tenía. Me sorprendió y no pude atinar a hacer nada más que correrme abundantemente en la mano de Mónica.
-¿Te gusta, guarro? ¡Si, te gusta sentirme el gusto a semen de otro en la boca… CORNUDO!- No pude negárselo, realmente la situación despertó en mi un morbo desconocido, pero más morbo me dio saborear su aliento, ese gusto en su boca. Saber que mi mujer, poco tiempo ante, le había chupado la pija a un tipo y que me traía las huellas frescas de ese encuentro para que yo lo descubra pudo más que los celos y la bronca.
Luego, nos miramos a los ojos y rompimos en carcajada, cómplices de lo ocurrido, como chicos después de hacer una travesura. Nos acomodamos las ropas y nos pusimos manos a la obra con nuestra tarea.
Espero sus comentarios, espero que disfruten este relato como lo disfrutamos nosotros.
Saludos.

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