Una chica del montón (parte 8)

Penúltimo capítulo. Ya queda menos, aunque el siguente tardaré un poquito en escribirlo porque estaré fuera unos días.





Una chica del montón (parte 8)




Carolina se dispuso a salir de la habitación. Cada vez que veía la imagen de Ana con esos viejos su furia aumentaba más y más. Por lo que se dirigió fuera. Nada más salir se encontró con su hermano.

- Hola hermanito, ¿te has fijado como ha cambiado Evelin? Ya ni parece colombiana - le dijo con sorna.

- Carolina, lo siento mucho, yo...

- ¿Por qué lo sientes? Si me importa una mierda - mintió la pelirroja mientras no dejaba de mirar con odio a su hermano. Sin decirle nada más, se giró y se fue en dirección a su habitación.

- ¿No tienes nada más qué decir? - le preguntó su hermano

- No, si a esa niñata le gusta follar con viejos, no es mi puto problema. ¡Que la jodan!

En ese momento Carlos calló en la cuenta de que la Carolina había dejado abierta la puerta de la habitación de los viejos, y los mirones estaban comenzando a sobrevolar alrededor para ver el espectáculo. Se dispuso a cerrar la puerta, pero en ese momento Carolina decidió meter baza.

- Ni se te ocurra

- ¿Pero qué dices, hermana? No puedo hacer eso. ¿Vas a dejar que a tu amiga la vean follar de esa manera unos desconocidos? Aún peor, si se les ocurre entrar se puede organizar una buena...

- Te lo repito: que se joda. Si tanto le gusta joder con viejos, que asuma las consecuencias. ¡NO-LA-CIERRES! - le gritó con vehemencia y, de un portazo, entró en su habitación.



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Mientras, en el habitáculo de los viejos, Ana era ajena a todo esto. Solo sentía placer. Placer sin límites. Acababa de tener su segundo orgasmo del día, y aun así su cuerpo seguía pidiéndole más. Más placer, más sensaciones. Cabalgaba sin descanso a su amante, el viejo Benito, aunque a los ojos de la morena lo veía más joven. Lo idolatraba debido a su estado de euforia, producto del afrodisiaco. Mientras, Tino taladraba sin compasión su hasta hace un momento virgen ano. Las dos pollas dentro de ella, una doble penetración que no tardó en provocarle un tercer y aún más intenso orgasmo que los anteriores. Se sentía en la gloria.

Lo que no estaba viendo en ese momento era las miradas lujuriosas de los mirones que se encontraban en la puerta, ahora abierta, y que disfrutaban de las vistas. Veían ese cuerpo femenino de Ana, que no tenía punto de comparación al cuerpo de modelo de Carolina que habían visto antes, pero que les estaba provocando sensaciones mayores debido al verla follar desnuda, sudorosa, con la cara y sus gafas de pasta llenas de semen. Como estaba siendo penetrada de esa manera brutal. Alguno ya se estaba tocando la bragueta de la excitación.

Benito se dio cuenta de ello, pero no le importaba. Le llenaba de orgullo, más bien. Que los vieran a ellos, unos viejos ya en las últimas follándose nada menos que a una jovencita hasta entonces virgen, y quedaran embobados de esa manera viendo como la poseían, le llenaba de orgullo. Esas sensaciones hicieron que recuperara fuerzas y agarrando de la cintura a la pequeña comenzó a realizar movimientos de pelvis que hacían que su pene se introdujera aún más profundo en la joven muchacha, la cual los recibió agradecida, y se lo pagó con un apasionado beso.

Pero todo esto era demasiado para Tino, que no podía más, y aumentando aún más la fuerza de sus embestidas (casi a la vez que lo había hecho Benito), se corrió tras introducir por una última vez su polla hasta lo más profundo de su ano y expulso su venida dentro de la chiquilla, llenando hasta el fondo los intestinos de la joven. Ana los recibió gozosa, y el sentir como ese líquido se introducía en sus interior le provocó un nuevo orgasmo. La joven ya no tenía control de su cuerpo y no podía parar de correrse. Y su mente le pedía más.

Ya estaba en un estado de excitación total. No necesitaba nada más para mantenerse así, pero Ignacio no era de la misma opinión, y cuando Tino por fin se salió del culito de la joven, se acercó a ella y le dio una tarjeta con unos polvos blancos colocados en línea: era cocaína.

- Vamos, respira esto, pequeña.

En otras circunstancias, Ana quizás podría haber reaccionado de otra manera totalmente distinta, pero en su actual estado, simplemente obedeció como una autómata y aspiró esos polvillos blancos por su naricilla. Una sensación extraña corrió por su cuerpo en ese momento, pero nada más. Por ahora.

Benito, aprovechando que ya quedaba solo él con la chiquilla, se movió hacían el centro de la cama con cuidado para no interrumpir el maravilloso coito con la morena, y se echó en la cama, de manera que Ana quedase encima de ella, como si una jinete de tratara.

- Vamos putita mía, enséñame lo que sabes hacer.

Y Ana obedeció. Sus movimientos eran torpes; se notaba que era una primeriza que no sabía exactamente lo que hacía. Pero su intensidad era tal que poco importaba aquello. El viejo se dio cuenta de que habían desatado un huracán con la joven de gafas. La morena era una gata salvaje subiendo y bajando de su pene. Poco le importaba que pudiera echarle su semilla en ella y embarazarla, no era consciente de eso. No era consciente de casi nada. Solo quería seguir sintiendo placer, correrse de nuevo. Y lo hizo. Y sin perder apenas tiempo continuó cabalgándole en busca del siguiente orgasmo.

Y fue demasiado para Benito. Casi sentía que se le salía el corazón cuando llegó su orgasmo y su semen, a cantidades industriales, salía de su polla como si un sifón fuera, preñando sin piedad a la muchacha, que en cuanto sintió ese semen entrando en su útero tuvo el mayor orgasmo de todos los que había tenido esa noche.

- ¡SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII, POR FIIIIN! - gritó Ana. Era un grito que venía del fondo de ella. Algo que llevaba años deseando. Y por fin había ocurrido. Por fin había terminado el calvario de la virginidad para ella, y por fin podía dormir tranquila.

Solo que no la iban a dejar dormir. Por un lado porque poco a poco los efectos de la droga hacían su aparición, y mezclado con la potente bebida que había tomado antes, le estaban provocando una nueva excitación, aun mayor que antes. Y por el otro lado, estaba Alfredo.

Alfredo hacía un buen rato que ya se había recuperado de su orgasmo. Y quería más. Solo había disfrutado de la boca de Ana, y pretendía hacer muchas más cosas con ella. Y por eso, se acercó con brusquedad hasta la cama donde estaba medio inconsciente la jovencita, y, sin más preámbulos, la penetró sin piedad.

Ana estaba con los ojos cerrados cuando sintió de pronto como algo grande y monstruoso entraba en su coñito. Cuando los abrió, de golpe, solo podía ver la mirada desquiciada de Alfredo mientras la penetraba sin cesar. Ana quería pararlo, quería decirle que necesitaba recuperarse, pero no era capaz. Sentía como su dolorido coño era penetrado sin piedad por esa barra de carne. Pero no hacía nada. Porque a pesar del dolor, el placer que sentía era aún mayor, y crecía exponencialmente a número de penetraciones de su invasor en su encharcado coñito, y su mente le estaba exigiendo que no evitara ese placer.

El gordo, viendo que Ana se dejaba hacer, no perdió el tiempo. Agarro las dos piernas de la jovencita, se las puso encima de sus hombros, y apoyó todo su cuerpo en ella, para poder penetrarla mejor, y comenzó el bombeo. La poca virginidad que podía quedar en su vagina la perdió en ese momento. El viejo fofo no tenía compasión: en esa posición podía penetrarla libremente, con todas sus fuerzas y lo más profundamente que era capáz, y no parecía que se fuera a cansar nunca.

Los mirones ya no disimulaban: muchos se habían bajado la cremallera y se masturbaban abiertamente. Benito los miraba con curiosidad, y una idea diabólica pasó por su mente.

- Oye, ¿os gusta el espectáculo?

- ¿Perdona? Oh, por supuesto

- Eso me parecía. Bueno, esto es lo que haremos. Cuando mis amigos terminen con ella, será toda vuestra esta noche

- ¿Bromeas?

_ No. Primero que mis amigos terminen. Luego... será vuestra puta hasta que os canséis.



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Ana estaba echada en la cama. Destrozada físicamente, pero mentalmente en las nubes. Había sido un día de locos. Su primer trio. Y con ESE chico. ¡Nada menos! Estaba encantada, aunque tenía que admitir que no había sido lo mismo que con Carlos. Con el hermano de Carolina había sido más salvaje, pero a la vez más... cariñoso. Lo de hoy había estado bien, pero no era comparable.

Pero aún así, todo esto parecía un sueño. Un sueño del que no quería despertar.

Y Carolina entró de nuevo.

No parecía la misma. Estaba muy seria. Casi podría decir que furiosa.

- ¿Que ha pasado mi amor? - le preguntó con esa vocecilla suya

- Nada - le respondió secamente. Parecía buscar algo - No vuelvas a preguntarme. Pronto lo sabrás.

La voluptuosa pelirroja estaba rara. Muy furiosa. Parecía estar como ida. Seguía buscando como loca hasta que por fin encontró lo que buscaba: su arnés

Ana se estremeció - Carolina, por favor, no puedo más. Ha sido genial lo de esta noche pero...

- ...Pero tu harás lo que te diga. Eres mi esclava y ahora mismo te vas a poner de cuatro patas.

No podía evitarlo. Era oírla en ese tono y algo dentro de ella se movía y le hacía subir la temperatura. Como una gatita en celo se dio la vuelta y obedeció a su ama. Se puso a cuatro patas y comenzó a hacer movimientos sensuales, ante los sorprendidos ojos de su joven acompañante que se había despertado en ese momento y miraba sorprendido la imagen,

Carolina se acercó a la joven lolita. Ana, previendo lo que iba a ocurrir puso su culo en pompa, para recibir el miembro de plástico.

Carolina jugaba con su miembro en su colita, pero de repente lo cambió de objetivo.

Noelia sentía como el ese pene artificial pasaba del agujero en su colita a su otro agujero. A su coñito virginal. "Está jugando, está buscando hacerme mojar para metérmelo mejor en el culito" – pensaba la lolita.

No lo estaba mojando. De repente, sin compasión alguna, se lo introdujo de golpe en su coño. Sin piedad. Seca como estaba todavía.

Noelia gritó. Un gritó aun mayor que el que había dado Ana. Esta al menos estaba mojada cuando perdió la virginidad, pero la pobre lolita no. Solo un dolor agudo y una sensación como de si le hubieran introducido un machete dentro. Y fue peor cuando se giró para ver el rostro de Carolina. Tenía la cara desencajada, era una cara de furia, de odio.

Carolina no tuvo compasión con la pobre Noelia. La penetró sin piedad, pese a las suplicas de la lolita. Se la metía hasta el fondo con todas sus fuerzas mientras su coñito chorreaba sangre a borbotones debido a la violencia de la desvirgación.

El joven artista se asustó completamente, y cogiendo sus ropas se vistió como tuvo y se dirigió fuera de la habitación, dejando a la pobre Ana a solas con su violadora.

Carlos apareció justo cuando el chico salía y vio la imagen. Carolina violentando sin compasión a la joven lolita. La cama llena de sangre, y Noelia... Noelia era un banco de lágrimas.

Carlos se acercó a Carolina - Hermana ¡déjala de una vez! ¿No te das cuenta de lo que le estás haciendo? ¡Le vas a destrozar la vagina! La intento agarrar para quitarla de allí, pero su hermana, con el puño cerrado, le dio un manotazo con todas sus fuerzas que le fue a dar justo en la tráquea. Carlos se dejó caer al suelo, sin poder respirar, agarrándose el cuello del dolor que sentía, intentando, inútilmente, respirar.

Cuando Noelia vio como caía Carlos, sintió que algo dentro de ella se rompía. La única persona que la podía ayudar se encontraba en el suelo, muriéndose. Miraba a Carolina, pidiéndole compasión con los ojos, pero a ella le daba igual. Solo se dedicaba a penetrar aún más duro a Noelia, que no paraba de llorar, desesperada. Lo único que alivio a la lolita fue el momento fugaz en el que vio que Carlos comenzó a toser, dando señales de que había conseguido respirar de nuevo.

La pelirroja siguió un buen rato hasta que por fin se desahogó, y su furia fue desapareciendo. Se salió de la lolita y la dejo tirada en la cama, llorando. Luego oteo el panorama: Noelia en la cama, rodeada de sangre sin poder dejar de llorar. Su hermano Carlos en el suelo, consciente, pero apenas respirando mientras se recuperaba del golpe. Y varios curiosos fuera, mirando toda la situación, pero sin atreverse a hacer nada. Por fin se estaba dando cuenta de lo que había hecho. Pero ya le daba igual todo.

Carlos se levantó como pudo, furioso - Carolina... ¡Estas loca! Sal de aquí. ¿Me has oído? Ni se te ocurra pisar este sitio nunca. ¡Ni se te ocurra volver a casa! Y por dios, si te queda algo de decencia llévate a tu otra amiga de la habitación de Benito.

- Me importa una mierda no volver a aquí. – le espetó - Y me temo que no me puedes echar de mi propia casa, te recuerdo que está a MI nombre. ¡Ja! - y escupió en el suelo, por rabia. - Y mi amiga... mi amiga está muy bien aquí ¿no lo viste? lo bien que disfrutaba la muy puta

- ¿Eres ciega además de estúpida? ¿Tan enamorada estas de ella que no te has dado cuenta de lo que pasa allí?

- Si, que la han seducido y se ha dejado llevar porque es una zorra caliente

- No, ¡la han emborrachado y la han drogado! - las palabras de su hermano la apuñalaron como una daga venenosa. Ni se le había pasado por la cabeza esa posibilidad - Vamos, se le veía en la cara y en como actuaba que no era totalmente ella. Y en eso soy culpable, porque tendría que haberme imaginado que Benito haría eso, y lo acepto. Pero lo tuyo... ¿Así te despachas cuando algo no sale como tú quieres? Eres una puta rencorosa hermanita. Y será mejor que hagas algo decente hoy y te lleves a tu amiga fuera del local, antes de que las cosas vayan a peor.

- Tú no me das órdenes. Ni tú ni nadie. ¿Dices que tú tienes la culpa de todo? pues arréglalo tú mismo.

- Tengo parte de culpa pero se supone que a ti te interesaba esa chica ¿por qué no te la llevaste a su casa? Te diré porque: pensaste en disfrutar tú por encima de cualquier otra cosa. En pasarlo bien con Noelia y ese otro niñato. Solo pensaste en tu disfrute, como siempre. Egoísta de pequeña, y egoísta ahora de mayor.

- No tengo porque escuchar tus mamonadas. Me piro de aquí.

Carolina se fue del local. Pese a que odiaba lo que su hermano había dicho, tenía parte de razón. Lo mejor para Ana era intentar sacarla de allí. Pero las punzadas de celos y rencor aparecieron de nuevo y ya no volvió a pensar en ello: simplemente se fue a casa. A fin de cuentas Carlos tenía razón: Carolina era solo una niña mimada egoísta. Poco le importaba que Ana no fuera consciente realmente de lo que pasaba. Había follado con otro que no era ella. Por lo que a ella respecta su pensamiento era "Que se joda, una lección que aprender". Ya la vería en unos días y la consolaría... y le daría una buena lección por haberse hecho follar de aquella manera... Eran pensamientos de alguien que no medía las consecuencias, que no se estaba dando cuenta de la gravedad de lo que estaba ocurriendo.



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Carlos seguía en la habitación. Inmóvil, sin saber qué hacer. Poco a poco se iba recuperando, así que se acercó hasta donde estaba Noelia. La pequeña se había colocado en postura fetal, temblando. Cuando sintió que alguien se acercaba se asustó, pero cuando vio quien era se tranquilizó, y sin parar de sollozar salto a los brazos del chico, y se acurrucó en él.

- Vamos pequeña, cálmate, ya pasó todo - le dijo Carlos mientras la acariciaba dulcemente el pelo. Pasado un rato intento soltarse de la lolita para intentar arreglar lo que estaba pasando con Ana, pero Noelia no se despegaba de él. Después de pensarlo detenidamente, tomó una decisión. Entre las dos chicas, prefería ocuparse de Noelia. A fin de cuentas, él no tenía relación ninguna con la otra chica, y si con Noelia, y le debía cuidarla después de lo que le hizo su hermana. La otra muchacha tendría que cuidarse de sí misma.



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Ana había perdido la cuenta de las veces que se había tenido un orgasmo durante la violenta penetración de Alfredo. El frenético bombeo del viejo gordo la tenía loca, y cuando este acerco su boca a la suya, no dudó en aceptarla y besarse como una desquiciada con él. Como en el resto de cosas, Alfredo era un bestia hasta besando, y casi parecía que se quería comer su boca, metiéndole la lengua hasta el fondo de su garganta, haciendo que la joven probara los litros de saliva que expulsaba de su boca. A diferencia de la vez anterior, esta vez Alfredo tardo mucho más rato en correrse. Y de nuevo expulso una buena cantidad de esperma que fue a parar al interior del útero de la morena.

- Toda vuestra - dijo burlón el gordo a sus amigos. Tino e Ignacio le miraron asqueados.

- Ni hablar, esta puta ya está toda llena de esperma, por mi parte ya he tenido bastante

- Y por la mía también. Yo al menos me hice con su culito, jejeje

Nada más oír esas palabras, los mirones, recordando lo que Benito les había prometido, vieron su momento, y se abalanzaron como hienas sobre la joven.

- Pero qué coño... - dijo un cabreado Alfredo

- Les he dado permiso yo - zanjo la cuestión Benito. Al fin y al cabo ya habéis terminado ¿no? Mejor que esta gente se divierta con la putilla. Además, es su cumpleaños, y mejor que lo celebré por todo lo alto - el viejo mafioso se giró hasta los sádicos que estaban toqueteando ya a la pobre muchacha - Cuidado, de uno en uno, o como mucho de tres en tres, que solo tiene 3 agujeros, jajajajaja - se rió burlonamente.

Ana no decía nada. No era capaz. El último orgasmo había sido brutal y ahora estaba en un estado de semiinconsciencia. Apenas se daba cuenta que otro pene se introducía en su vagina, mientras otros esperaban su turno, algunos de uno en uno, y otros en grupo. Ella solo tenía una sonrisa bobalicona en su cara. No sentía nada, pero se dejaba hacer porque su cuerpo le pedía más. Y más. Y más.

Mientras, en la puerta, uno de los que esperaba su turno hablaba por teléfono

- Oye macho, llama al resto de la cuadrilla. Hoy tenemos puta gratis. Y si quieren llamar a algún amigo que aprovechen. Esta noche vamos a dejar seca a una putilla.



Finalizará...

2 comentarios - Una chica del montón (parte 8)

CyberJoker14
muy bueno a la verdad pero un poco triste