Seis por ocho (49): Mejores amigas por siempre…




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Compendio I


Aunque originalmente querían hacerlo una vez más, la segunda vez salió por lo excitado que quedé al verlas limpiarse. Sé que ninguna de ellas es lesbiana, pero les encanta el sabor de mis jugos y se empezaron a limpiar, lamiendo los restos que la otra no podía limpiar por sí sola.

Tras la segunda, decidieron quedarse manchadas, para no embarcarnos de nuevo. Sin embargo, se untaban los restos con sus dedos, de una manera no menos sensual

Seis por ocho (49): Mejores amigas por siempre…

“¡Lo siento! ¡En verdad no quise hacerlo!” les dije.

“¡Ya pasó, Marco! ¡Cálmate!” me dijo Pamela, untándose los restos de sus mejillas y chupándolos.

“Me dolió, pero en el fondo sé que no eres así y que lo de Marisol te tiene tenso.”

“¿Qué es lo que pasa con Marisol?” preguntó Sonia, pasando su dedo por la barbilla y metiéndolo en su boca, como si le estuviera dando una mamada.

“No sabemos. Ha estado actuando muy extraña. Apenas nos habla y Marco le ha dado su espacio, porque piensa que es algo que puede resolver sola.”

“¡Qué mal!” dijo Sonia. “Pues, si te sirve de consuelo, aunque me dolió, fue rico verte descontrolado como un animal y que me sometieras de esa manera.”

Pamela enrojeció.

“¿A ti… te gustó?” preguntó.

“Pues sí. Por lo general, cuando me la mete por detrás, está siempre preocupado por mí. Pero esta vez, estaba descontrolado y apenas parecía resistir el impulso. ¿A ti no te pasó lo mismo?”

“¡Claro que no!” respondió la amazona española, aun ruborizada. “¡Es un bruto y no sabe controlarse!...Pero se veía tan triste por lo de Marisol, que me dejé llevar por sus asquerosos deseos.”

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Sonia parecía entender su mirada de “Lo odio, aunque en realidad mi cuerpo lo adora”, pero aparte de sonreír con malicia, no hizo ningún comentario.

“¿No deberían usar mejor toallas?” les dije yo, al verlas lamiéndose como si fueran gatas.

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“¡Claro que no!” dijo Sonia, riéndose. Mis jugos se entremezclaban con la saliva de su boca. “Es la primera vez que te veo botar tanta leche.”

“¡Sí, además!...” dijo Pamela, lamiendo su brazo. “¡No podemos dejar la casa de tu amiga sucia!”

De repente, Sonia se abalanzó sobre los pechos de Pamela y le lamió unos restos que no había limpiado.

“¡Tía!... que a mí me gustan los chicos.” Le dijo, con un poco de vergüenza.

“A mí también. Pero la leche de Marco tiene un sabor exquisito, ¿No crees?”

“¡Yo la odio!” le respondió Pamela, dejándose lamer sin oponer resistencia. “Pero su olor si es bien intenso…”

“Es simpático…” dijo Sonia, lamiendo el vientre de Pamela “¡Me gusta mucho tu acento español!”.

“¿Sonia, podría bañarme?” le pregunté.

Mi glande empezaba a doler. Era como cuando me masturbaba cuando pendejo y quedaba con la erección, a pesar de no tener leche.

“¡Espera! ¿Podrías metérmela un poco? ¡Estoy bien caliente y me haría bien una follada!...claro, si a tu amiga no le es problema” dijo Sonia, mirando a Pamela.

“¡No es ninguno!...después de todo, es tu casa.” Le respondió ella.

Pude apreciar que sus entrepiernas estaban bien húmedas con sus jugos. Probablemente, se deben haber corrido un par de veces con lo que hicimos.

“¡Sonia, no puedo! La tengo parada, pero está muy tensa y me duele…”

“¡Qué lástima!” dijo ella, con algo de decepción, pero luego recordó “¡A menos que…!”

Tomó la mano de Pamela.

“¿Te gustaría ver mi colección?”

Ella no supo qué responder. Sonia fue a su dormitorio y trajo una caja de cartón bien grande, de unos 30X20X15 centímetros. La abrió y pudimos ver la amplia gama de consoladores, vibradores y otros artilugios sexuales.

“Ustedes son los primeros en verlas…” dijo ella, muy orgullosa, mientras nosotros estábamos sin palabras.

Por primera vez, concordaba con Pamela en que Sonia era una puta… o al menos, una pervertida desquiciada.

Empezamos a revisar entre los más de 15 consoladores. De repente, Pamela tomó uno.

“¿Es mi impresión, o este…?”

Sonia sonrió.

“Sí, yo también pienso que es muy parecido al de Marco, pero no vibra tan bien como el de él. De cualquier manera, tiene las baterías gastadas. Lo he ocupado mucho… desde que volvimos de la faena.” Dijo Sonia, sonriéndome.

Me llamó la atención un par exactamente igual. Eran dobles, pero de los clásicos (sin vibrador): una punta larga y delgada y la otra más pequeña, pero un poco menos grueso que el mío.

“¿Por qué tienes 2 iguales?”

Sonia sonrió.

“Fue por estupidez. Trataba de meterme uno por delante y el otro por detrás, para ver si podía simular un trío, pero no me resultó. Si quieres, puedes quedarte con uno.”

“¿Y para qué voy a quererlo?” pregunté yo.

“¡No lo sé! Igual funcionan como uno normal. Puedes regalárselo a Marisol, cuando se arreglen.”

Curiosamente, sería un regalo bastante útil para una madre despechada en el norte, pero eso es adelantar datos.

“¡Este es el “huevito de estudios” de Marisol!” dijo Pamela, tomando el huevo vaginal.

“¿”Huevito de estudios”?” dijo Sonia, riéndose levemente.

“Es una larga historia. Te la contaré en el trabajo…”

“¡Te tomaré la palabra!” dijo ella, guiñándome el ojo.

“¡Qué envidia! Me gustaría tener uno…” dijo Pamela, con tristeza.

Recordé lo idiota que fui. Le tenía uno de regalo, pero no se lo había entregado todavía. Al menos, sabía que se sentiría contenta con él.

Yo, en cambio, aun desconfiaba del regalo que me habían obsequiado.

“Bueno, parece que Marco ya ha tomado una decisión.” Dijo, al verme mirando el par de artilugios.
“¡Pamela, acompáñame al living! ¡Marco, tráenos los dobles!”

Era una sensación rara tomar esos penes. Tan blandos y endebles…

Ellas iban tomadas de la mano, como si fueran amigas.

“¡Me sorprende que tengas una figura así para solo tener 18!” le decía Sonia.

“¡No es para tanto! Además, tu culo es bien redondito…” Respondió Pamela, con timidez.

“¡Gracias, pero tus pechos!...son sorprendentes…”

Aunque su conversación era interesante, no paraba de pensar en las vergas que tenía en la mano, sintiendo algo de repulsión.

“¡Bien, colócate como yo!” dijo Sonia, arrodillándose sobre el sofá, levantando su culito y abriendo las piernas.

Pamela la imitó, algo avergonzada de exponer su mojada intimidad ante otra mujer.

“¡Esos pechos! ¡Son enormes!” le decía Sonia, al verlos sacudirse” ¿Qué punta quieres?”

“¿Qué punta quiero?”

“Sí. La grande o la pequeña.” Dijo Sonia, mirando los consoladores en mis manos.

“La pequeña…” dijo Pamela.

“Porque te recuerda a Marco, ¿Cierto?” le dijo Sonia, sonriendo con picardía.

“¡No!” respondió Pamela, avergonzada. “La quiero… es decir… me gustaría… porque no me dolería tanto.”

“¡Te entiendo! A mí, me gusta porque es parecida a la de Marco. ¡Bien, Marco! ¡Te toca trabajar!”

“¿Qué? ¿Yo?” pregunté confundido.

“¡Obvio! ¡Míranos! ¿Crees que podemos hacerla nosotras mismas?”

“Pero…” decía yo, mirando la verga larga y delgada.

“¡Pero nada! ¡Nosotras ya te divertimos! ¡Ahora tienes que encargarte de nosotras! ¿Cierto, Pamela?”

“Sí…” respondió ella, con algunas dudas.

No iba a convencerlas y con algo de asco, les metí las puntas en sus rajitas. Ellas dieron algunos gemidos.

“¡Bien, ahora tienes que sacudirlas!” me ordenó Sonia.

“¡No bromees!” le dije yo.

“¿Es siempre así?” le preguntó Sonia a Pamela.

“En la mañana, intentó meterme la verga en la boca mientras dormía…” le dijo, sin remordimientos.

“¡Pero tú no estabas dormida!” le reclamé.

“¡Coño! ¡Sólo hazlo!” me ordenó.

Tuve que cerrar los ojos. No podía evitar sentir que estaba masturbando a 2 tipos y ni siquiera sus gemidos me hacían sentir mejor.

“¡Por favor!... ¡Muévela más rápido!... “me decía Sonia.

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“¡Y no seas tan bestia…conmigo!” me gritaba la amazona.

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Me tuvieron de rehén (por decirlo de alguna manera) durante 15 minutos. Finalmente, alcanzaron sus orgasmos, de forma simultánea. Supongo que las excitaba escuchar a otra mujer también follando.

Cayeron agotadas sobre el sofá. Les despegué los aparatos con cuidado y una gran cantidad de jugos se derramó en la alfombra.

“¡Supongo que ahora puedo bañarme!” les dije. Tomé mis ropas, cogí una toalla y me duché.

Cuando salí, me impresione: estaban lamiendo sus cuerpos desnudos nuevamente.

“Aun hueles a él…” decía Pamela, lamiendo su hombro.

“Tú también…” le decía Sonia, mientras besaba el cuello y acariciaba suavemente los pechos de Pamela.

Limpié mi garganta, para pedirles compostura y ellas reaccionaron avergonzadas…

“¡Ya desocupé el baño!” les dije.

“¡Ya era hora!” dijo la amazona española, bien enfadada, pero bastante roja “¡Le decía a tu amiga que empezábamos a apestar!”

Miré la hora. Eran cerca de las 4 de la tarde.

“Sonia, ¿Te molestaría si me fuera ahora? La casa está sola y me gustaría que alguien recibiera a Marisol.”

“No tengo problemas, aunque quería invitar a Pamela para que nos bañáramos juntas… ¿No te gustaría quedarte, para hacernos compañía?”

Sonreí.

“No, no puedo. Realmente, me gustaría estar ahí para recibirla. Pamela, ¿Necesitas dinero para el taxi?”

“No te preocupes. Yo le pago el viaje. Después de todo, seremos administrativos…” me dijo Sonia riéndose.

Pamela me sonrió.

“¡Eres un tío muy especial! Supongo que si fueras otro, no dudarías en acompañarnos…” dijo, besándome la mejilla.

“¿Estás seguro?” me preguntó Sonia, una última vez. Asentí con la cabeza. Ella me besó en la mejilla.

“¿Te das cuenta que ni siquiera nos mira desnudas?” le dijo riendo, mientras caminaban al baño.

“Sí, a veces se comporta como un caballero… pero generalmente, es un cabrón, especialmente con mi culo.”
“¿También lo ha hecho contigo con condón?”

“Sí. Ni siquiera la pobre Marisol lo ha tenido para ella sola…”

Fue lo último que escuché, antes que cerraran la puerta del baño. Parecían las mejores amigas…

Tomé un taxi y llegué cerca de las 5 y media. Alrededor de las 6, apareció Marisol, mientras veía la televisión.

“¡Hola!” le saludé amistosamente.

“¡Hola!” me respondió, con la frialdad habitual. “¿Y Pamela?”

“Está en casa de Sonia. Nos invitó a almorzar…”

Su mirada se puso levemente más amarga…

“¿Y no… te quedaste allá?”

“¡No quise!” le respondí. “No era mi casa…”

Pude ver un ligero resplandor en su mirada. Empezaba a volver hacia mí.

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“¿Te molestaría… si veo televisión contigo?... estoy agotada de la universidad… y me haría bien despejarme.”

“Por supuesto que no.” Le respondí “También es tu casa.”

Se sentó a mi lado, pero estaba tensa. Sabía que quería que la abrazara y la acurruqué bajo mi hombro.

“¿No estás… enfadado conmigo, verdad?” me preguntó, dulcemente.

La besé despacio en sus labios.

“¡Contigo, imposible!” le dije, mientras veíamos la televisión.

A eso de las 9, regresó Pamela. Por su cara, habían hecho muchísimo más que bañarse juntas, pero no iba a preguntarle detalles.

Nos saludó y nos dijo que se iba a acostar, porque estaba exhausta. A mí no me importaba, porque por fin compartía un rato con la que tanto tiempo había extrañado.


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1 comentario - Seis por ocho (49): Mejores amigas por siempre…

DGE1976
Genial...quiero fotos...tapale las caras...