Dos mas uno son tres.

Era jueves, creo, no recuerdo muy bien. La mañana en el laburo había sido la más fatigosa de la semana. Mi jefe, un viejo malhumorado y con pelos que le salen por la oreja, me llenó de trabajo extra por lo que tuve que quedarme hasta después de hora. En definitiva terminé saliendo del laburo a las 18:30 de la tarde.
Necesitaba algo para levantar ese día de mierda.
Busqué entre mis contactos a cualquier persona que pudiera estar libre por esas horas de la tarde, un bar y un par de birras son un gran aliciente.
Por suerte Hernán, siempre Hernán.
Salía a las 19 de la facultad y me pasaba a buscar. Como la cita había surgido de improviso, no me había preparado con anticipación. Ese día la bombacha era una común, violeta con lunares rojos.

Nos encontramos en avenida Córdoba y partimos en el coche con rumbo indefinido. Venía con una compañera de la facultad, Pamela (una morocha hermosa con un culo admirable), tras algunas y vueltas y una parada en el chino para proveernos de algunas birras decidimos parar un rato en la costanera.
La luna ya reinaba en Buenos Aires y la oscuridad siempre es un lugar que invita a la lujuria, como si, al apagarse la luz, se encendiera la pasión.

Todo surgió poco a poco, embriagados de cerveza, luz de luna y pasión Hernán me robó un beso. No me queda mas por entregarle, se lo dí todo y sin embargo, cada vez que lo veo, empezamos de cero, como si fuera la primera vez. Primero nos robamos un beso, después alguna mano indiscreta que se entromete donde no debe y.....(se imaginarán que viene después). El caso es que inmediatamente después de besarme le robó un beso a Pamela quien muy entusiasmada se prendió y lo besó con fruición.
Debo admitir que en ese momento no entendí muy bien la situación, hasta ese entonces Pamela era simplemente una compañera de Hernán con quien compartíamos unas cervezas. De pronto, su mirada fija puesta en mis ojos, me sacó abruptamente de mis pensamientos. Así, sin más, sin terminar de entender del todo la situación, estaba siendo avanzada por ella. Se acercaba lentamente a mí, su ojos fijos en los míos, su boca carnosa cada vez más cerca de la mía y sus manos acariciándome suavemente el rostro (para colmo yo, que soy una persona fácil de encender y con una gran debilidad por el cuerpo de mujer). Sin vueltas di fin al espacio que separaba nuestras bocas y la besé con pasión (con la misma pasión con que beso a Hernán), sus labios carnosos y su lengua juguetona me hicieron hervir de pasión hasta el punto de comenzar a mojar la bombacha.
Sin mediar palabra nos metimos los tres en el auto. Hernán me besaba y la besaba a ella. Ella me besaba a mí y a él. Despacito y con buen tino, le bajé los pantalones a Hernán y se la chupé con ganas, toda su pija adentro de mi boca. Mientras tanto Pamela me desnudaba y, siguiendo yo con el pete, sentí su mano corriéndome lentamente la bombacha a lunares para después sentir su dedos largos entrando y saliendo una y otra vez de mi conchita (que a esta altura estaba muy mojada). Sin frenar los instintos salvajes la besé con fuerza, le saqué la remera y lamí y relamí con ganas sus pechos pequeños pero deliciosos.
El auto era chico e incómodo para tres, sin embargo, ya en pleno baile supimos ingeniárnosla bien. Hernán sentado en el asiento de atrás me invitó a sentarme en su pija, su pija que es mi eterna debilidad, al compás de Pamela, que supo demostrar tener una gran habilidad con sus dedos ya que, mientras la pija de él me hacía gozar por la conchita, ella me estimulaba el culo. Se relamía los dedos y me los metía poco a poco. Logró meterme dos dedos enteros y llenos de saliva. El placer y gozo que estaba sintiendo en ese momento fueron gloriosos, no pude evitar soltar algún que otro gemido. Hernán sacó su pija afuera antes de acabarse y nos bañó de leche. Volvimos a besarnos los tres al mismo tiempo, a continuación él nos comía las tetas a las dos.
Tras una breve pausa en la que la birra empezó a girar nuevamente Pamela dijo -Me voy, mi novio me espera a las 22 en la casa de unos amigos- se vistió, nos vestimos todos. La llevamos en el auto hasta la primer entrada de subte que vimos y se fué. Aún no he vuelto a verla.
Esa tarde, desde el comienzo, fue extraña y trajo un plus de placer que me hacía mucha falta para contrarrestar el estrés.
Hernán es una caja de sorpresas, nunca se sabe con que novedad puede salir, por eso me calienta tanto.
Ésa noche la pasamos en su departamento, lo que pasó allí forma parte de otra historia.

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