Entregando a mi esposa -Crónica de un consentimiento Prt 20

Me desperté sobresaltado al escuchar el golpe de la puerta de la calle al cerrarse, me lancé escaleras abajo pero al llegar a la entrada escuché el ascensor descendiendo; Miré el reloj, me había dormido tan profundamente que solo el portazo había logrado despertarme.
Luché contra la resaca bajo la ducha, me dolía todo el cuerpo, reflejo del dolor más profundo que me atenazaba.
Cuando llegué al despacho marqué su móvil, tras varios tonos de espera saltó su contestador, era evidente que no quería hablar conmigo y colgué sin dejar ningún mensaje.

María pasó la mayor parte de la noche despierta intentando que su irritación no la cegase, se sentía herida por mi mentira, también estaba sorprendida por la intensidad de su reacción, podía llegar a entender que me hubiera acostado con Elena, imaginó que debió de ser en el jardín, sobre el césped ¡cómo había arriesgado tanto! Nos podían haber visto… La mentira le dolía pero acabó reconociendo que si aquella misma noche le hubiera contado lo sucedido ella no lo habría encajado nada bien.
¿Qué era entonces, lo que le provocaba esa reacción de furia?
De repente lo entendió: Se sentía estúpida, ridículamente estúpida luchando contra las emociones que le provocaba Carlos, se sentía estúpida peleando por frenar a Roberto, luchas que mantenía a pesar de saber que yo no solo no la iba a censurar si cedía con alguno de los dos, sino que iba a convertirlo en un motivo de morbo y sexo. Eso era lo que la enfurecía: Se sentía estúpida luchando contra algo que yo no había tenido ningún escrúpulo en hacer.
Nunca había tenido ninguna intención de acostarse con otros hombres, jamás se le había pasado por la cabeza esa posibilidad salvo en forma de fantasía, había sido yo quien le había ido inoculando la idea, presionándola con la intriga, el morbo por lo prohibido… No pensaba en Roberto como compañero de cama, no tenía intención alguna de acostarse con él, intentaba compaginar su ascenso con una cierta permisividad que duraría lo que durase el periodo de decisión sobre su futuro en la empresa, a ella misma le sonaba frío y calculador pero las cosas habían surgido así y ella intentaba adaptarse a las circunstancias, quizás en otra época de su vida no habría actuado de esta manera y también ahí vio mi influencia. Tan solo un año antes habría reaccionado con su característica dureza a la mas mínima insinuación de Roberto tal y como había hecho desde su llegada al gabinete.
¡Qué idiota era! – Pensó – preocupándose por no ceder a lo que le pedía el cuerpo con respecto a Carlos, recriminándose por dejarse meter mano por Roberto mientras que su esposo sin embargo no había tenido el más mínimo reparo en follar en cuanto tuvo la primera ocasión.
Roberto la reclamó a media mañana, se dirigió a su despacho con cierta impaciencia, no estaba de humor; la recibió en la puerta y, como siempre la besó mientras su mano se apresuraba a palpar su nalga.
"Hoy no, Roberto, no es mi mejor día" – dijo con una firmeza inusual apartando la mano de su culo; Recobraba su fuerza, volvía a ser la de siempre.
"¿Problemas en casa?" – dijo él aceptando la situación.
"No importa. Dime, que querías" – su tono no dejaba espacio para la duda, despacharon los asuntos pendientes durante media hora y luego salió del despacho sin que Roberto intentase nada más.
A la una sonó su móvil y se apresuró a cogerlo cuando vio el nombre de Carlos en la pantalla
"Buenos días niña ¿Qué tal estás hoy?"
¿Qué decirle? ¿Qué había descubierto que su supuesto amante se había acostado con Elena?
"No muy bien, me duele la cabeza, debo estar empezando con una gripe" – mintió
"Cuídate, vete a casa, metete en la cama y tomate una aspirina" – Una sonrisa brotó espontánea en su rostro, por fin el primer momento agradable desde el día anterior.
"No tengo tiempo para eso"
"Luego vendrá la fiebre, los mocos, las toses… ¡te vas a poner horrible!"
"¡Vaya ánimos que me das!" – protestó.
"¿Has pensado en lo nuestro?" – la frase le sorprendió, sonaba a compromiso, a relación estable. Captó en su cuerpo una reacción que inmediatamente quiso negar.
"¿Lo… nuestro?"
"¡Vaya! No pretendía…" – rió divertido – "me refería al regalo, a poder dártelo" – No, no había tenido tiempo de pensarlo.
"Necesito unos días" – buscaba ganar tiempo, evitar una respuesta.
"Los que quieras, esperaré… me imagino que tienes mucho trabajo, no? Y además con las fiestas…"
De pronto, su duda se desvaneció, ¿Por qué no? ¿Quién le iba a recriminar que desease verle? ¿A quién le debía esa renuncia a una cita en la que el placer y el morbo le devolverían la ilusión? En ese mismo instante la decisión surgió espontánea. No pasaría de un encuentro en un lugar público, no había peligro de dejarse llevar otra vez. María respiró profundamente y se lanzó.
"No es eso, necesitaré unos días para elegir tu regalo" – la emoción que sintió al pronunciar esa frase fue como una bocanada de aire fresco, el final de una agonía que le atenazaba el pecho.
"Eres maravillosa" – Carlos parecía emocionado.
"Algo menos, no creas, también tengo mi lado malo"
"Lo buscaré cuidadosamente, milímetro a milímetro, por fuera y por dentro" – su voz sonó deliberadamente sugerente, un disparo de placer la golpeó y esta vez no intentó negarlo.
"Eso será si te dejo" – su tono de voz se contagió del que había empleado Carlos, se dio cuenta de que hablaba más de lo que debía, estaba insinuando algo que no sabía si quería ver convertido en realidad, pero se sentía tan bien…
"Me dejarás, algún día podré explorar cada rincón de tu cuerpo, estoy seguro, hasta entonces sabré esperar" – ni una presión, ni una queja, María se enterneció.
"Tendría que ser la semana antes de Navidad"
Cerraron la fecha y el lugar, Carlos vendría en Ave, se encontrarían en Atocha y de ahí buscarían un lugar para charlar.
Cuando colgó era otra, se sentía de nuevo llena de ilusión, de alegría, pensó en mi pero de otra forma, ya no sentía tanto enfado, si cierta lástima, había perdido algo ante ella, ya no era el hombre perfecto, la pareja que nunca le había fallado, ahora no era ni peor ni mejor que otros hombres, era como todos. Mi traición quedaba reducida, la intensidad de su malestar apagada tras la conversación con Carlos, ese tiempo diario de abandono con cierto sabor a infidelidad que alimentaba su vida.
La volví a llamar a las cinco y esta vez atendió mi llamada
"Dime" – su respuesta me indicó su poca predisposición a hablar
"¿Cómo estás?" – acerté a decir
"Bien"
"Lo siento, no imaginas como lo siento, he sido un imbécil…"
"Tengo consulta en cinco minutos, no es el mejor momento para hablar"
"Como quieras, ¿vamos al gimnasio?" – hubo un silencio que me preparó para lo que no deseaba escuchar.
"Preferiría ir sola hoy, supongo que lo entiendes, pero si quieres vete tú, ya iré yo mañana" – sentí un dolor inmenso.
"No, lo comprendo, vete tú pero luego me gustaría que hablásemos"
"No lo fuerces Carlos, ya surgirá, pero ahora no es mi momento"
"María, estoy destrozado" – silencio, un largo silencio.
"Yo también"
"Si pudiera echar marcha atrás…"
"Te tengo que dejar, empiezo ya la sesión"
Cuando llegó a casa desde el gimnasio yo ya tenía la cena preparada aun cuando era demasiado pronto, al abrir la puerta fui hacia ella para besarla, María me presentó la mejilla y no quise forzar aquel beso. Respeté su deseo de no hablar por el momento y cenamos en silencio, aparentando atender a la televisión. La congoja me estrangulaba y apenas pude tomar unos bocados, ella tampoco cenó demasiado. Nos quedamos en el salón viendo una película que María pronto abandonó tomando el libro que tenía entre manos en ese momento; me sentía ignorado, como si no estuviese allí.
"No podemos seguir así, he sido un imbécil pero es la primera vez en todos estos años que cometo una torpeza de este calibre, me hubiera abofeteado mil veces si sirviera de algo, no me reconozco ocultándote algo, no consigo entender…"
"¿No eres capaz de dejar las cosas en manos de los demás verdad? ¿Hasta en esto tienes que marcar los ritmos? ¿Es que tienes que dirigirlo todo? Te sientes mal y quieres solucionarlo ya, de un plumazo…" – dejó el libró con violencia sobre el sillón – "Pues mira, no, esta vez no. Tu tendrás tus tiempos, pero yo tengo los míos" – Se levantó saliendo hacia el ático.
Una hora más tarde me acosté; De madrugada me desperté al sentirla entrando en la cama, no me tocó como suele hacer, se mantuvo alejada en su lado.
…..
Camino del gabinete al día siguiente, María intentaba afrontar lo que se encontraría aquella mañana, había aceptado una concesión más y sabía que Roberto no se resignaría a perder el terreno ganado, incluso había sido ella misma quien lo planteó casi como un trato; ‘Hasta aquí’ ¿Cómo se le pudo ocurrir semejante frase? El día anterior lo había parado, su estado de nervios le había permitido recobrar la firmeza perdida, se encontraba tan mal que no se había mostrado débil e insegura como otras veces, Roberto se había replegado ante su aplomo, pero sabía que volvería a intentarlo.
Estaba cansada, rota, se sentía traicionada, manipulada, toda la confianza ciega que había depositado en mi estaba hecha añicos y aunque sabía que mas tarde o más temprano la reconciliación llegaría, también sabía que nada volvería a ser igual y eso le daba una pena enorme. Le dolía su reacción del día anterior, había sido demasiado dura y comprendió que los nervios y la tensión por la presión de Roberto le habían hecho estar tan irritable conmigo, en ese momento decidió que debíamos hablar cuanto antes.
Como se temía, Roberto no tardó mucho en llamarla; entró en su despacho y se lo encontró ya en la puerta, esperándola.
"Buenos días princesa, ¿has dormido bien?" – la tomo por los hombros y la besó en la mejilla, se mantuvo mirándola de cerca, sin soltarla.
"Buenos días, ¿Qué querías?" – se dio cuenta de que no era capaz de mantenerle la mirada y eso la inquietó porque delataba su falta de seguridad.
"Solo verte, saber si mi chica preferida está contenta hoy" – Roberto bajo una de sus manos hasta su cintura y la desplazó hacia sus riñones atrayéndola hacia él.
"Roberto, tengo mucho que hacer"
"Mucho María, no imaginas cuanto" – vio como su mano izquierda se dirigía a su escote y comenzaba a acariciar su piel con la yema de los dedos.
"Estate quieto, por favor" – su protesta provocó una sonrisa en Roberto que detuvo sus dedos entre sus pechos.
"¿Así, me quedo quieto así? – sentía su mano en sus riñones sujetando firmemente su cuerpo contra el suyo..
"Vale ya, vamos a trabajar" – su voz mostraba el cansancio que esta situación le provocaba.
"Encima de que soy bueno y me mantengo en la frontera que tú misma me marcaste, porque recuerda que me has dado permiso para llegar hasta aquí…" – dobló sus dedos que se hundieron ligeramente entre sus pechos, luego tiraron del escote hacia fuera, separando la blusa y dejando un amplio espacio por el que miró descaradamente; Alarmada por esta maniobra María bajó los ojos, sus pechos aparecían apenas cubiertos por un sujetador blanco de encaje, muy ligero como le gusta usar, se dio cuenta de que desde la posición de Roberto se tenían que transparentar sus pezones; Hizo un intento por separarse de él pero aquella mano en sus riñones la impedía alejarse, al fin cedió cansada, dispuesta a terminar cuanto antes, Roberto la sintió claudicar, la miró a los ojos y de nuevo buceó por sus escote, luego soltó la blusa y comenzó a acariciar su piel hasta el límite que marcaba el escote, jugaba con la curva entre sus senos, subía por su cuello y volvía bajar dibujando el perímetro de la blusa, el roce a veces se convertía en una ligera presión, como si estuviera comprobando la firmeza de sus pechos, en una de esas ocasiones llegó a su cuello y desplazó la mano hacia su nuca, la tenia cogida de una manera que María temió que la fuera a forzar a besarle, sentía su pubis pegado a ella y su muslo intentando ensanchar la brecha por la que se había colado entre los suyos; estaba nerviosa, se sentía vulgar, despreciable, su estado de ánimo comenzó a caer en picado, no podía hundirse, no podía dejarse manejar por Roberto.
De pronto se serenó, ¿qué más podía pasar? Unos torpes manoseos, unas caricias apresuradas… Pensó que lo que realmente le excitaba era verla acorralada e indefensa; le miró directamente a los ojos, recuperando la fuerza de su mirada, esa fuerza que le había mantenido a raya todos aquellos años.
"Ya, se acabo tu tiempo ¿estás satisfecho ya?" – dijo alejándole con suavidad pero con firmeza. Roberto entendió que no debía seguir mas allá
"No del todo, cielo, no del todo" – odiaba que la llamara cielo, Roberto se dirigió hacia la mesa y María se colocó el cabello que había quedado aplastado en la nuca, pensó aliviada que en el fondo Roberto era más manejable de lo que en apariencia parecía, entonces le vio mirándola, con sus ojos clavados en sus pechos que aparecían erguidos y desafiantes a causa de la postura de sus brazos en la nuca, se miraron un instante a los ojos durante el cual María terminó de arreglar su cabello sin ceder al inmediato deseo de bajar los brazos, no podía asustarse ante él, no podía aparecer intentando protegerse de sus ojos.
Conozco bien ese gesto: de pie, con las piernas ligeramente separadas y firmemente asentadas en el suelo, la espalda recta, algo arqueada hacia atrás y sus brazos recogiendo el cabello hacen que sus pechos destaquen erguidos con insolencia. María no pudo ver que su actitud, lejos de parecer una demostración de fuerza y de dignidad era percibida por Roberto como una provocación
Trabajaron sobre la presentación que harían en el Consejo de Enero, de nuevo pareció convertirse en otro, inteligente, preciso, con las ideas claras y en perfecta sincronía con las suyas propias; hacían buen equipo, era indudable, ¿por qué lo estropeaba de esa manera?
Cuando terminaron, avanzó de nuevo hacia ella, María se volvió enfrentándose a él
"Roberto, no seas pesado" – dijo con evidente gesto de hastío, éste se detuvo en su avance, su actitud le había desconcertado, parecía humillado, María se dio cuenta del efecto de sus palabras y mientras se dirigía a la puerta intentó buscar una frase que suavizara la situación, tomo el pomo y antes de abrir se volvió hacia él– "¿Ves como no es tan difícil?" – había intentado rebajar la tensión pero lejos de conseguirlo su frase resultó hiriente, sin pretenderlo acababa de humillar otra vez a Roberto. Algo que no soportaba fácilmente y que, en algún momento, intentaría cobrarse.
…..
La semana transcurrió lenta para mí, poco a poco María iba suavizando su distanciamiento, a veces captaba por el rabillo del ojo una expresión preocupada en su rostro ante mi abatimiento mal disimulado, me sentía perdido sin ella, apenas tenía apetito, no había vuelto por el gimnasio desde que me negó su compañía.
A los pocos días comencé a intuir ciertos gestos en María que presagiaban un acercamiento, su voz era menos dura, procuraba iniciar conversaciones que zanjaba rápidamente, como si se censurase a si misma por rebajar el castigo al que me tenía sometido.
María lo estaba pasando tan mal como yo, le dolía el distanciamiento en el que vivíamos, aun sintiéndose herida por mi mentira había afrontado el hecho de que ella también estaba manteniendo una mentira, su silencio sobre sus concesiones hacia Roberto la mortificaban y le hacían comprender que estaba siendo injustamente dura conmigo.
Aquel viernes nos acostamos tarde, como de costumbre pusimos la radio en una emisora de música ambiental y cogimos los libros que leíamos en aquel momento, apenas me podía concentrar en la lectura pero no quería intentar dormir hasta que no lo hiciera ella, evitaba darle una imagen de tranquila despreocupación.
Una media hora más tarde, María dejó el libro y apagó la luz de su mesita, entonces hizo un gesto que añoraba: se volvió hacia mí, aun sentada en la cama y me besó fugazmente en la boca.
"Hasta mañana" – se tumbó vuelta hacia la pared.
"Hasta mañana"
Aun sorprendido por aquel beso que me faltaba desde hacía días, dejé el libro y apagué mi luz, me despojé de la camiseta que me protegía del frío y me acosté boca arriba, pensaba que se estaba derritiendo el hielo que nos separaba, deseaba poder hablar con ella.
Sentí su pie rozando mi pierna y un buen presagio nació en mi al notar que esta vez no se separaba como si se quemase, me quedé como una estatua, sin mover ni un musculo, sintiendo el roce de su pie; De repente se incorporó de un salto en la cama, se quitó la camiseta y volvió a acostarse aunque no se estuvo quieta, noté sus rápidos movimientos que me revelaban que se estaba despojando de sus bragas; No se había vuelto a acostar desnuda desde el inicio de aquel enfado; No quise moverme, no quería precipitarme, pero mi polla comenzó a reaccionar inmediatamente, unos segundos después María se dio la vuelta y puso su mano sobre mi estómago, la tomé con mi mano y comencé a acariciar sus dedos que pronto se enredaron entre los míos, María se incorporó hacia mí, en la oscuridad noté su respiración cerca de mi rostro.
"Cabrón!" – dejó su mano sobre mi pecho, sentí como la emoción me podía y arrasaba mis ojos.
"Lo siento"
"Eres un cabrón"
"Si"
"Y un mentiroso" – cerré los ojos y las lagrimas se desbordaron, una mezcla de felicidad y pena me vapuleaba.
"Perdóname" – intentaba que mi voz no delatase mi emoción descontrolada; Subió una pierna sobre las mías y sentí el contacto de su coño en mi muslo.
"Te follaste a Elena, tuviste mil ocasiones para contármelo ¿Tan poco me conoces? ¿Qué creías que iba a hacer?"
Era cierto ¿cómo no me di cuenta a tiempo del error que estaba cometiendo?
"No sé que me ha pasado, nunca creí…" –me sorprendió un inesperado bofetón en mi rostro, no intentaba hacerme daño físico, pero descargaba su enfado, me castigaba.
"¡Cabrón!" – suspiré profundamente intentando sofocar la emoción que amenazaba con descontrolarse, de nuevo otra bofetada cruzó mi rostro, María detuvo su mano sobre mi cara, se había mojado y comenzó a palpar mis mejillas, sus dedos se movieron por mis ojos empapados.
De un salto se subió sobre mí y me rodeó con sus brazos, hundió su rostro en mi cuello y me apretó.
"¡No, no, ya pasó!" – aquello pudo con mis defensas y el llanto brotó incontenible.
Cabrón, cerdo, imbécil… todo aquello que me había dicho a mi mismo mil veces durante estos días y que ahora había escuchado en su boca era cierto; Me había comportado como un estúpido, la conocía tan bien, sabía cada una de sus reacciones, podía haber adivinado que le dolería el engaño mucho más que aquel polvo rápido que habría asimilado tarde o temprano.
Sentía su cuerpo pegado al mío, ese cuerpo que me había faltado todos estos días, mi polla estaba aprisionada por su vientre, la notaba hinchada, dura, pero no necesitaba sexo, solo quería sentirla así, unida a mí, besándome, calmando mi mudo sollozo, sus manos intentaban secar mis lágrimas y su boca recorría mi rostro besándome sin cesar.
"Lo siento, lo siento" – no acertaba a decir otra cosa.
María se movió con delicadeza hasta situar su coño encima de mi polla, seguía intentando calmarme con sus palabras y sus besos, movió las caderas con precisión hasta que sus labios cedieron a la presión del hinchado tronco aprisionado entre mi vientre y su coño, sentí su calor húmedo y noté como se deslizaba arriba y abajo, haciendo más ancho el surco en el que se acomodaba mi polla.
Los dos estábamos hambrientos, los dos teníamos prisa por sentirnos, por tocarnos, María seguía deslizándose hasta que con un hábil movimiento se adelantó dejando libre mi polla que se irguió situándose cerca de la entrada de su coño, entonces presionó ligeramente, llevó su mano para situarla exactamente en la entrada y se detuvo ahí.
"No me vuelvas a mentir, nunca más"
"Nunca más cariño, jamás"
"No lo hagas nunca"
María secó mis mejillas con su mano, sentí sus labios en los míos y nos fundimos en un beso interminable, un ligero movimiento de sus caderas, una leve presión y mi polla comenzó a hundirse en el cálido interior de María.
Fue un polvo rápido, ambos necesitábamos descargarnos de la tensión acumulada aquellos días, los dos buscábamos follar con urgencia para poder después hacernos el amor pausadamente.
Cuando María se bajó de mi encendió la luz de su mesita; nos miramos a los ojos en silencio dejando que nuestras miradas hablasen. La tenía cerca y busqué sus labios, necesitaba besarla había sido muy duro no poder hacerlo aquellos días.
Tras un silencio de varios minutos María dijo:
"No sé cómo me siento… has follado con otra mujer y aun no se cuales son mis sentimientos" – se mantuvo unos segundos en silencio mirando al techo – "Te recuerdo tocándola en la pista de baile, abrazado a ella, seduciéndola con esa sonrisa tuya tan encantadora, tocándole el culo, vi como la besabas en el cuello, en el oído… te las has tirado y… no se qué siento" – me quedé callado, intuía que aun no había acabado de expresar todo lo que necesitaba decir– "me excitó verte tocándola, me excitó mucho, también sentí… no sé cómo expresarlo, cierto malestar, no eran celos… o si, no lo sé; pero cuando me miraste a los ojos y le diste un beso en el cuello fue… morboso, ahí no tuve celos, me pareció que ese beso era mío, no de ella, te sentía muy cerca de mi…" – sonreí, eso era justamente lo que intenté transmitirle aquella noche con ese gesto.
"Eso es lo que quería que sintieras" – María pareció sorprendida.
"¿Si?" – afirmé con la cabeza
"Quería que me vieras con ella mientras yo veía como Carlos te acariciaba, quería que supieras que aquello que hacía era para ti, para que te diera morbo, que Elena y Carlos eran un juguete para que tu y yo jugásemos juntos" – se quedó pensativa.
"¿Cómo fue?" – supuse lo que quería saber pero preferí asegurarme, puse cara de no entender – "Cuéntame cómo te la follaste" – insistió.
Con precaución, sin estar aun seguro del todo sobre su reacción, le relaté como Elena se había despojado de su ropa interior en el baile, María se mostró sorprendida.
"¿Hizo eso? – asentí con la cabeza.
"¿Estuvo desnuda el resto de la noche?"
"Sí, claro" – sonrió aun dominada por la sorpresa
"Joder, no me extraña que te la follaras" – se había relajado, sus palabras fluían distendidas. Hablaba con su amigo Carlos, con su compañero, no había celos en su frase.
"No lo buscaba, te lo aseguro, no me lo había planteado hasta que salimos a buscaros, te había perdido de vista y estaba tan nervioso que ella se dio cuenta e insistió en salir a buscaros"
"¿Estabas nervioso por mi? ¿Qué creías que podía estar haciendo?"
"No lo sé"
"Te delataste, debiste parecerle un marido inquieto"
"Justamente"
María se quedó pensativa un momento
"¿Te gustaría que yo hiciera eso alguna vez, verdad?"
"¿El qué?"
"Quitarme el sujetador y las bragas en algún sitio público" – no pude evitar que la expresión de mi rostro reflejase lo profundamente excitado que me puso esa idea, alguna vez había salido sin ropa interior por la noche en la playa, pero esto era diferente… - "Te gustaría que fuera tan lanzada como ella, ¿verdad?" – intuí un punto de rivalidad y supe que en algún momento lo utilizaría.
"Me encantaría, pero es algo que tiene que surgir de manera natural, no tendría sentido hacerlo solo porque…" – me detuvo
"Ya, ya lo sé; sigue"
Le conté como habíamos salido a buscarles, como nos sentamos en el césped y como nos dejamos llevar de la carga de sensualidad que había ido acumulándose toda la noche.
María se estaba excitando por momentos mientras yo hablaba, a veces me interrumpía y me pedía más detalles.
"Os podían haber visto" – su voz era casi un gemido.
"Si, fue una locura"
"Solo le subiste el vestido y te la follaste"
"Si, no fui capaz de evitarlo" – observé un movimiento bajo la manta, a la altura de su pubis, se estaba acariciando, llevé mi mano a su pecho y jugué con sus pezones. Le conté entonces como Elena se había limpiado con un kleenex, aquel detalle la excitó especialmente.
¿Delante de ti?"
"Si" – suspiró profundamente, aquella imagen la impactaba.
"¿La viste hacerlo?"
"Si, mientras me colocaba la ropa"
"Con las piernas abiertas, limpiándose delante de ti, ¿fue así?" – su voz tenía un leve temblor.
"Si, agachada, creo que con una rodilla aun en el suelo"
"¿Y tú, no te limpiaste delante de ella?" – su voz apenas era audible estaba entrando en un grado de excitación que anunciaba un orgasmo inminente.
"Creo que sí, no lo recuerdo"
"Y luego… ¿os besasteis? ¿qué os dijisteis?" – no tuve tiempo de contestar, María se rompió en un orgasmo brutal, intenso, su cuerpo comenzó a botar en la cama, de su garganta salía un estertor ahogado, estiró la piernas, tensó todo el cuerpo arqueando la espalda y cayó abatida.
"Ven" – dijo, me quería dentro de ella, me subí y comencé a besarla pero necesitaba culminar su orgasmo, tomó mi polla apresuradamente y la llevo a sus labios, la frotó con impaciencia contra su coño para abrirse camino, cogió mis caderas y empujó con fuerza, me hundí en su interior aun lleno de mi propio semen, por un instante imagine que no era mío sino de Carlos y aquel pensamiento terminó de excitarme, bombeé al ritmo que marcaba su cintura, con fuerza, nuestros sexos al chocar, producían un chapoteo que me excitaba aun mas,
"Cabrón, con quién estas follando ahora, ¡eh? Dímelo" – sabía lo que quería oír
"Con ella, con Elena" – un gemido de su garganta aprobó mi fantasía
"¿Y tú? ¿a quién tienes encima?" – María calló – "Dime, ¿quién te esta follando, quién te gustaría tener dentro ahora?"
Abrió los ojos, toda la lujuria que expresaban me impactó de lleno, sonrió con indecencia.
"Sabes que lo puedo tener en cuanto yo quiera"
"Lo sé" – me miraba fijamente, como si estuviese elaborando la frase que me debía decir, como si estuviese viendo algo en su mente.
"Hemos quedado la semana que viene" – mantuvo su mirada clavada en mi, esperando mi reacción. No sabía que decir, me había quedado sin habla, no suponía que ya, tan pronto…
"¿Te parece mal?"
"No, en absoluto"
"¿Y si me ocurre como a ti? ¿y si no puedo detenerme?" – sonreía provocadoramente, imaginé la situación y supe que era posible, ¿Qué decirle? Deseaba estar presente cuando sucediera pero…
"Me muero por verte follar con otro, me gustaría estar ahí, contigo, la primera vez, pero si sucede no te estropees el momento, disfrútalo y luego me lo cuentas" – rodeó mi cuello con sus brazos y me atrajo a su boca, me besó intensamente sin dejar de empujar con fuerza su caderas contra las mías, elevó sus piernas y rodeó misa caderas con ellas apretándome.
"¡Bobo! ¿Me crees capaz?"
No pude aguantar más, de nuevo me desbordé en ella.
Tumbado a su lado, intentando recuperar mi respiración, la miré a los ojos, aparté la manta y la sábana, quería ver su cuerpo
"¡Tengo frio!" – protestó.
"Necesito verte" – sus pezones reaccionaron a la temperatura ante mis ojos, la areola se encogió mostrando unos diminutos puntitos en toda su extensión mientras el pezón despuntaba agudamente creciendo en volumen; Estaba hermosa, me apoyé en un brazo y recorrí su cuerpo con mis dedos, la hice apartar una pierna, de su coño manaba un reguero de semen.
"Dame una toallita, por favor"
"Déjalo, quiero verlo salir"
"Voy a poner todo perdido"
"¿Mas aun? – una enorme mancha de humedad que nacía bajo su culo delataba su pérdida de orina al alcanzar el orgasmo – "déjame imaginar que ese semen no es mío" – sonrió fingiendo sorprenderse.
"¿Eso te gustaría, verdad?"
"Si, tumbarme a tu lado mientras Carlos nos deja solos, quizás se ducha; Ver como brota su semen de tu coño mientras me cuentas cómo lo has sentido, cómo lo has disfrutado, qué cosas te ha hecho y qué le has hecho tu a él" – se quedó callada, quizás pensando en esa imagen; No quise romper con mas palabras innecesarias esos momentos de reflexión que estaba viviendo, a ratos me miraba de reojo y me veía mirándola pero seguía callada y se dejaba mirar.
"Solo hemos quedado para tomar un café, me trae un regalo de Navidad"
"¿Y tú, le vas a regalar algo?"
"Debería"
"Si, es lo lógico"
"No sé qué regalarle" – Estaba hablando con ella sobre el regalo de Navidad que le quería hacer al hombre que podría ser su amante, aquella escena me volvía loco de emoción. Quería ser algo más que su marido en esa relación, deseaba ser su cómplice.
"¿Aun no conoces los gustos de tu amante?" – le lancé aquella palabra y se removió en la cama.
"No es mi amante" – protestó.
"Aun"
"Aun" – repitió y provocó un beso apasionado por mi parte; de nuevo un largo silencio mientras se dejaba llevar por sus pensamientos.
"Me da miedo" – me incorporé en la cama.
"¿Miedo? ¿de qué?" – me miró, su expresión se había vuelto más seria.
"Carlos, ¿estamos haciendo lo correcto? Me da miedo equivocarme"
"¿Me quieres?"
"¡Claro!"
"¿Estás enamorada de mí?"
"¡Siii!"
"Yo también. He follado con Elena y eso no ha cambiado nada en absoluto lo que siento por ti, me gustó hacerlo, si, pero hubiera preferido hacerlo en una cama, contigo a mi lado, mirándote a los ojos y dedicándote aquel polvo mientras veía tu primer orgasmo con Carlos"
"¿Y si nos arrepentimos después? ¿Qué pasará?" – noté ilusionado que María barajaba la posibilidad como nunca había hecho hasta entonces, quizás la cercanía de su cita le hacía afrontar algo que hasta entonces era una mera fantasía difícilmente realizable.
"Si no nos sentimos bien, no volverá a suceder, simplemente"
"¿Y si solo es uno de los dos quien no se siente bien?"
"Cariño, si no estamos bien los dos, no lo estaremos ninguno" – me besó agradecida por mis palabras.
El relato de lo sucedido con Elena se convirtió en un convidado frecuente en nuestras noches de sexo, María me pedía detalles, me forzaba a imaginar que era Elena y no ella quien me hacía el amor. Yo le devolvía el juego y le hacía imaginar que follaba con Carlos.
"Cierra los ojos, imagina su rostro sobre ti," – le decía, entonces María me obedecía, cerraba sus hermosos ojos y me palpaba con sus dedos imaginando a Carlos sobre ella, dentro de ella. Su rostro se volvía sensual, las escenas que su mente imaginaban se expresaban en su rostro que unas veces la hacía sonreír, otras le obligaba a apretar sus ojos con intensidad, a veces su boca se abría, hambrienta de otra boca que no estaba allí, luego suspiraba como rindiéndose a lo inevitable, a lo que estaba por llegar y ante lo que no tenía defensas. Se dejaba follar por mí con los ojos cerrados, pensando en él, deseándole a él.
"Llámale, di su nombre" – le pedía mientras desfallecía bajo mi cuerpo, dominada por el placer de imaginarse con él
"Carlos… Carlos" – me volvía como loco escuchándola"
"Pídele que te folle, pídeselo"
"¡Fóllame, Carlos, fóllame!"
Entonces, solía dejarse llevar de la excitación y ya no tenía que dirigir sus pensamientos ni sus palabras que fluían libres, dejando al desnudo sus deseos más profundos"
"Fóllame, métemela, quiero sentirla dentro de mi… dámela, quiero tenerla en mi boca, saber cómo huele, como sabe…" – yo la escuchaba aturdido, emocionado, brutalmente excitado y… muerto de miedo.
Luego, cuando se recuperaba, abría los ojos y me sonreía como una niña traviesa buscando mi aprobación.
Y yo… yo me sentía arrollado por un placer agridulce al ver a mi esposa usar mi cuerpo para follar con otro hombre, inspeccionaba cada expresión de su rostro y me prometía volver a ver esas emociones cuando estuviera a su lado, acariciándola mientras Carlos bombeara en su coño.
"¿Te gustaría volver a estar con ella?" – me pregunto una noche al terminar de follar
"Si estas tu, si"
Recordé su insinuación sobre mis motivos para volver a llamar a Elena.
"María, si me planteé volver a llamarla solo fue por hostigarte, estábamos en medio de aquella prueba y solo pretendía ver como reaccionabas, no tenía ninguna otra intención oculta" – me miró, calibraba mi argumento, analizaba si creerme o no, por fin respondió
"Lo sé" – pero yo no estaba satisfecho, negué con la cabeza.
"No María, en serio, no me esperaba tu respuesta, cuando me planteaste que llamara a Carlos se me vino a la cabeza que quizás me pediría tu teléfono, solo intenté hacértelo ver, nada más"
"¿Te arrepientes ahora de habérselo dado?" – me ponía a prueba.
"En absoluto, lo volvería a hacer" – no apartó sus ojos de los míos.
"¿Seguro?"
"Completamente"
"Si alguna vez te arrepientes, dímelo" – la besé con ternura.
"Si alguna vez me arrepiento, lo notarás" – sonrió – "Nunca quise manipularte con lo de llamar a Elena" – insistí.
"Vale, ya está"
"Puedo haber sido un mentiroso, pero no un manipulador" – me miró sonriendo.
"¿No? ¿Y qué eres entonces cuando me hablas una y otra vez de acostarme con Carlos?" – ambos reímos.
"Bueno, un poquito, pero sin malas intenciones" – volvimos a reír, llevé mis dedos a su sexo y los empapé, de nuevo la imagen de estar recogiendo el semen de otro hombre dentro de mi esposa me encendió.
"Por ejemplo, que yo me imagine que este semen no es mío… ¿es manipulación?" – sonrió y abrió las piernas mientras mis dedos seguían hurgando dentro de ella.
"Me lo manipulas muy bien eso es verdad" – dijo en broma; Seguí jugando con su coño, extendiendo el semen por sus labios y sus muslos – "¡me estas poniendo perdida!" – protestó. Tras un silencio volvió a insistir- "¿Quieres volver a acostarte con ella?"
"No me importaría" – intentaba tantear su reacción.
"Si o no"
"Si"
"¿Si... qué?
"Si, me gustaría volver a follar con Elena, pero…" – Sus ojos me instaron a continuar. – "…no antes de que tú te acuestes con Carlos" – sonrió, poco a poco su sonrisa se convirtió en una risa fresca, alegre
"¿Tanto? Elena será una anciana para entonces" – bromeaba, jugaba conmigo.
"En un mes, o menos, nadie se convierte en anciano de pronto"
"Muy seguro estás"
"¿Y tú? ¿Quieres verme haciendo el amor con ella?" – cogió mi cara con sus dos manos y me miró con fingida solemnidad
"Eso solo me lo haces a mí, ¿entendido?, a Elena te la follas si quieres"
Mis dedos seguían bañándose en el lago en que se había convertido su coño, bajé hacia abajo, arrastrando la mezcla de nuestros fluidos, mi dedo medio llegó a su esfínter y comencé a embadurnarlo.
"Vale, pero no me has contestado, ¿quieres verme follando con ella?"
"Sí, creo que si"
"Te miraré a los ojos"
"¿Sabes? Quizás me cueste más verte besándola en la boca"
"¿Por qué?" – hizo un precioso gesto con los hombros para expresar su ignorancia.
Seguí trasladando el semen a su culo con mi dedo que se deslizaba con ligereza desde su coño a su ano presionando en el periné cada vez que pasaba por allí y provocando con ello unas leves contracciones.
"Después de que folles con Carlos, extenderé su semen en tu culo, para lubricarlo bien…" – presioné con la yema del dedo en su ano, María adelanto las caderas para dejar más expuesto el culo y separó las piernas del todo, mi dedo comenzó a forzar el estrecho musculo que se resistía a ser invadido.
"Cuidado" – dijo, pero no me evitó, noté como intentaba relajar su esfínter y como éste respondía encogiéndose automáticamente cada vez que mi dedo se movía. Yo regresaba a su coño a tomar más semen y lo llevaba a su esfínter que se iba habituando a la invasión, el reflejo de contracción se fue debilitando y cada vez oponía menor resistencia.
"Así, bien lubricado, te podré dar por culo delante de Carlos"
"¿Y si me lo quiere hacer él? – dijo mimosa.
"Primero yo" – mi dedo entraba ya sin oposición, su músculo recibía al intruso sin contraerse, lo llevaba hasta el fondo, lo doblaba acariciando su paredes interiores. Comencé a moverlo rítmicamente mientras nos besábamos, junté otro dedo y presioné, María ayudó relajando el esfínter y tras unos intentos comenzaron a entrar los dos dedos; Sus ojos me miraban con una expresión de indecencia, de lujuria… parecía otra mujer cuando se dejaba llevar de estas pequeñas perversiones. Cuando intente meter un tercer dedo María se quejó y desistí aunque seguí follándola con dos.
"Va a ser difícil que puedas meterme esta cosa tan grande" – dijo agarrando mi polla con su mano.
"Vaya, gracias por el cumplido"
"No, en serio, me duele cuando intentas más de dos dedos, me gustaría poder hacerlo pero no creo que…"
"No importa, si no puede ser no pasa nada" – abandoné su culo, se abrazó a mi
"¿De verdad?"
"No seas tonta, si no te hace sentir bien no me interesa"
"No es que no me guste, no se trata de eso…"
"ya lo sé, quizás poco a poco, acuérdate que las primeras veces te molestaba que metiera tan solo la yema de un dedo"
Era sincero, deseaba poder follarla por el culo pero no a costa de hacerle pasar un mal rato, besé sus pechos, bajé a su estómago y pronto me encontré frente a su coño, mi primer beso fue a parar a sus labios, presioné y se abrieron engullendo los míos, luego baje y besé su ano, mi lengua jugó con su esfínter un momento, la miré, me observaba con una dulce expresión de amor en su rostro
"Sigue, por favor" – dijo, abriendo mas sus piernas, llenó sus dedos en su coño y los llevó a mi boca, yo los lamí golosamente, luego dándose dos breves golpecitos en su ano con dos dedos me indicó dónde quería sentirme.
…..
Superar el engaño sobre mi relación con Elena significó mucho, en pocos días avanzamos hacia una situación en la que su relación con Carlos se veía cada vez menos como una fantasía y más como una realidad posible, alcanzable, próxima, un proyecto compartido por ambos que nos unía mas.
Pero María mantenía una difícil lucha en su interior, cada vez le resultaba más duro continuar con su silencio sobre sus concesiones con Roberto pero sentía a la vez vergüenza, humillación y temor a mi reacción, no esperaba una escena de celos por mi parte, pensaba que podía parecerme sucio lo que estaba haciendo. Sin saberlo, fui yo mismo quien provocó que rompiera su silencio.
Una noche, mientras hacíamos el amor, jugábamos con la imagen de Elena, de Carlos… de pronto, sin saber bien por qué, me acordé de Roberto, no pude evitar mientras follaba a María pensar que con seguridad la estaba acosando, recordé alguna cena de empresa a la que había acompañado a María como le había visto manosear a alguna chica del gabinete que se sentía incapaz de pararle los pies so pena de perder su puesto de trabajo y por un momento pensé si acaso… la escena que se me vino a la cabeza endureció aun mas mi polla y me concedió un empuje mayor que me llevó a un orgasmo arrollador.
"¡Vaya, casi me rompes!" – dijo María cuando me eché a su lado.
Descansamos un momento, hablando a ratos, hasta que encontré el momento adecuado.
"¿Qué tal van las cosas con Roberto?" – lo imprevisto de mi frase la delató, sus ojos se desviaron rápidamente de los míos, su expresión perdió la dulzura que mantenía unos segundos antes, la note tensa cuando contestó.
"Pues… no sé, normal como siempre… ¿por qué me lo preguntas" – ahora sí, estaba seguro de que había pasado algo o… puede que aun estuviera pasando.
"Me refiero a tu ascenso, al proyecto que preparáis juntos, ¿cómo va?
María intentó regresar a la normalidad pero la notaba violenta.
"Ah, bien, casi lo tenemos ya todo listo para la presentación a mediados de Enero"
"Que pena que no esté aquí, me gustaría asistir" – para entonces tenía el congreso en Coruña
Se quedó pensativa, estaba seria, algo pasaba y pensé que era el momento de saber qué era.
"Dime una cosa…" – sus ojos se volvieron a mí con una expresión de desvalimiento, como quien se dispone a pasar por una prueba inevitable y dolorosa, tal era la tristeza de sus ojos que me sentí tentado a abandonar el asunto – "te ha… molestado alguna vez durante todo este tiempo"
María calló y dejó de mirarme, estaba visiblemente afectada, se sentía descubierta y se debatía entre seguir callando o contarme la verdad
"Ven aquí…" – la acurruqué en mis brazos y se encogió como una niña asustada – "… cuéntame"
Escuché en silencio sus palabras entrecortadas, María vacilaba, elegía las palabras, retrocedía, matizaba. Así me fui enterando de cómo le había consentido que le tocase sus muslos esperando ingenuamente que aquella fuese la única concesión, sin apenas capacidad de reacción, sin saber cómo conciliar su ambición por el ascenso y su rechazo hacia Roberto; Me enteré de que manosear su culo era ya algo habitual, cotidiano; Fui preguntándole, dirigiéndola si veía que dudaba. Cuando me contó como la había abrazado por detrás y la había besado en el cuello, cómo descubrió su piercing y cómo intentó ir más abajo, sentí una punzada de miedo mezclada con un profundo placer que tenía mi polla palpitando visiblemente. Sus palabras me transmitían su indecisión convertida en el mejor aliado para Roberto que aprovechaba sus momentos de incertidumbre para ganarle terreno, de esa manera había conseguido robarle algunos besos de su boca y parecía estar a punto de ganar sus pechos y quizás su coño.
Cuando me relató cómo acababa de negociar implícitamente unos límites por los cuales le permitía manosearla hasta un cierto punto, no pude por menos que ponerme en el lugar de Roberto. Y desde esa perspectiva no tuve ninguna duda, tarde o temprano acabaría en una cama de hotel con Roberto. La serenidad con que asumí esa idea no era normal.
"¿Crees que respetará los limites que le has puesto?"
"No lo sé" – evitaba mi mirada, era evidente que se sentía avergonzada, pero yo estaba decidido a liberarla de ese remordimiento.
"¿Cómo te sientes cuando te toca?" – me miró buscando adivinar qué es lo que pretendía saber.
"No siento nada, es como si fuera un trámite por el que tengo que pasar"
"Es que es eso exactamente, un trámite que durará lo que dure esta etapa de transición"
"¿No te parece mal?"
"Es un mal menor, has trabajado mucho como para perder una opción que te tienes ganada hace mucho, Roberto es un obstáculo en tu camino que tienes que atravesar si quieres llegar a tu meta, es una especie de frontera en al que tienes que pagar un tributo si quiere seguir adelante, pero una vez que pases no tendrás por que volver a pagar" – carmen me escuchaba en silencio, muy atenta a mis argumentos, intentando convencerse con mis palabras – "Podrías mostrarte más… menos colaboradora, pero habrías perdido la opción, no es así?"
"Suena fatal ¿verdad?" – sonreí para tranquilizarla.
"Si, amor, suena fatal pero fíjate en una cosa: no es él quien te maneja, eres tu quien lo hace, le usarás hasta el momento en que te interese y hasta el punto que tú quieras"
"A veces me siento sucia, cuando salgo del despacho aun siento sus manos, es como si las llevara pegadas" – cada detalle de su confesión me provocaba mas excitación.
"No te juzgues por hacer esto, utilízalo, dale lo que quiere a dosis pequeñas, pero…" – dudaba de la idoneidad del argumento que estaba a punto de expresar.
"pero… ¿qué?" – dijo impaciente por escucharme.
"María, entiéndeme lo que te voy a decir: no te pido que intentes disfrutar mientras te mete mano, pero tampoco te culpabilices si te excitas ni te reprimas si sientes brotar algo de placer cuando te toque, si sucede no lo conviertas en un motivo de recriminación" – María me escuchaba en silencio, pareció intentar asimilar mis últimas palabras.
"¿Quieres decir que…"
"Creo que en alguna ocasión has tenido que sentir algo de placer y lo has abortado, te lo has negado pensando que eras peor persona si sentías ese placer, ¿no es cierto?"
María calló, durante un instante se debatió con sus pensamientos, a veces negando incluso con la cabeza, luego me miró.
"Si, puede que si"
"Lo que no quiero es que salgas lastimada de esta situación, Roberto no significa nada para ti, por eso cuando veas…" – necesitaba endurecer algo el lenguaje –"… que te va a meter mano, que es inevitable que te vaya a tocar, debes sobrellevarlo sin que además tengas que sufrir tu propio ataque hacia ti misma, no quiero que te sientas sucia ni que te culpabilices por excitarte si te toca, lo has visto muchas veces en chicas que han ido a tu consulta, lo que peor superan es reconocer que se sintieron excitadas".
"Es cierto"
"Tu no eres responsable de que tu cuerpo reaccione si te toca un pecho, si te besa, no es algo voluntario que tu cuerpo se excite si sientes una mano en tu culo
"El único momento en el que recuerdo que me sentí a punto de… excitarme fue cuando me besó en el cuello y en la oreja"
"Y seguro que te pusiste tensa y te prohibiste sentir"
"Si"
"No lo hagas cariño, eso te dejará mas secuelas que cualquier manoseo de ese imbécil"
Se abrazó fuertemente a mí, así estuvimos durante unos minutos, sin hablar, solo abrazándonos.
"Gracias"
"¿Por qué? ¿por quererte más que a nada en el mundo? Es fácil amarte"
"¿No te sientes defraudado?" – sus ojos suplicaban.
"No amor mío, has tomado una decisión libre, mucho más libre que si te hubieses dejado llevar tan solo de los prejuicios y las normas, ahí no hubieras sido tu quien elegía sino tus temores"
María calló, estaba dándole vueltas a mis argumentos, yo mientras tanto intentaba dominar la intensa erección que me había provocado su confesión, la imaginaba abrazada a Roberto, con sus manos en su culo, veía ese beso robado, esas manos colándose por su escote…
"Ya queda poco, en Enero se hace oficial la reestructuración"
La besé de nuevo, con pasión.
"¿De verdad no te sientes mal por lo que estoy haciendo?" – la volví a besar por toda respuesta, la apreté fuerte, deseaba decirle muchas cosas pero no quise arriesgar.
María correspondió a mi abrazo y rodeó mi cuello con sus brazos, me giré hasta quedar sobre ella, la deseaba, deseaba a esa mujer que no dudaba en dejarse meter mano por conseguir un ascenso, no era peor que antes, era la misma mujer pero a mis ojos ganaba mucho, era más libre, más decidida, más procaz, más hembra.
Giramos en la cama y la hice poner de rodillas, deseaba follarla desde atrás, María hundió el rostro en la cama y elevó la grupa, su hermoso culo disparaba en mi interior los instintos más primitivos, me quede mirándola un momento, los labios de su sexo se asomaban entre sus muslos, su esfínter se insinuaba en medio de sus nalgas; la tomé por las caderas y hundí mi polla en su empapado coño, gimió. Mil imágenes seguían bombardeando mi cabeza. Quería eliminar hasta el ultimo rastro de culpa en sus recuerdos de las últimas veces que Roberto la había metido mano.
"¿Te ha llegado a tocar las tetas?"
"Solo por arriba, y entre ellas, un poquito"
Dime ¿hasta dónde subió por tus muslos?" – la golpeaba cada vez mas fuerte con mi polla, mantenía mis manos aferradas a sus caderas sujetándola contra mi.
"Hasta la mitad, no más" – moví una mano a su muslo, la situé por encima de la mitad
"¿Hasta ahí?" - dudó
"Un poco más" – un trallazo de placer me alcanzó al escucharla, subí mi mano algo mas, estaba tan cerca de su coño…
"Ahí?"
"Si" - ¿qué faltaba para que Roberto iniciara el ataque final? ¿Semanas? No, quizás tan solo unos días.
Tenía su ano frente a mí, sonrosado, hundido hacia dentro, sin un solo defecto, me ensalivé un dedo y comencé a acariciarlo, María gimió al sentirlo, hurgue en su coño para empapar mejor mi dedo y volví a hundirlo en su culo.
"Lo va a intentar, un día de estos, va a envalentonarse y se atreverá a meter sus dedos por tu escote hasta alcanzar tu pezón" – María gimió tras un golpe más violento de mis caderas – "O se moverá por tus muslos, más arriba, hasta que lo sientas en tus bragas"
"No le dejaré" – la fantasía se me presentaba irresistible, mojé de nuevo mi dedo y seguí invadiendo su culo.
"¿Y perder el puesto?" – no obtuve respuesta; mi dedo se perdía en su culo más allá del nudillo, doblé el dedo para sentir mi polla al otro lado de la fina pared que nos separaba.
"¿Crees que lo intentará?" – dijo en medio de un gemido.
"Seguro, antes de que sea oficial, cuando aun se sienta fuerte contigo"
"No quiero follar con él"
"El si quiere follarse a mi mujer" – no contestó, regresé a su argumento anterior
"¿Y con quien quieres follar entonces?" – sabía la respuesta pero tardaba en aparecer – "dime, con quien quieres follar" – volvió su cabeza para poder mirarme, sus ojos se clavaron en los míos
"Con Carlos" – bombeé más fuerte en respuesta a su declaración, cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás sonriendo de felicidad. Cuando volví a mirarla su cara expresaba la intensa sorpresa que mi reacción le había provocado. Seguí bombeando pausadamente, no quería acabar aun, María descansó su cabeza sobre la almohada.
"¿Te lo quieres follar?" – quería volverlo a escuchar.
"si"
"Dímelo"
"Me lo quiero follar" – no me bastaba.
"No, así no, dímelo claramente"
"loco… Quiero follarme a Carlos"
"Siii" – me moría de placer.
"Quiero sentir su polla" – no se lo había pedido, pero María me regalaba nuevas frases que me llevaban al borde del orgasmo.
"Siii"
"Abrir mis piernas delante de él, enseñarle el coño y que se acerque a mí... y me la meta" – su lenguaje se había vuelto más vulgar, mas obsceno – "luego me pondré así, de rodillas, para que me la clave desde atrás"
Grité, mis gemidos se convirtieron en una especie de aullido infrahumano durante el que perdí la noción de todo. María llegó a asustarse de la intensidad de mi orgasmo, no recuerdo nada parecido antes de aquel día.
Tumbados en la cama, descansamos abrazados.
"¿Qué hago con Roberto?" – su preocupación seguía latente. Medité mi respuesta, más allá del morbo que me producía esa situación buscaba ayudarla.
"Déjale que se crea que tiene oportunidades, ya habrá tiempo de pararle"
"¿Quieres que le deje que siga más?"
"Lo que necesites, manéjalo como lo estás haciendo, que intuya que mientras no tengas tu ascenso firmado no te va a tener" – escuché mis palabras y sentí frio por mi espalda, sonaba tan calculador, parecía un proxeneta adiestrando a su puta.
María quedó en silencio
"¿Qué piensas de mi? Estoy dejando que mi jefe me meta mano a cambio de un ascenso"
"Te admiro " – era cierto, las palabras habían salido casi sin pensarlas, pero era cierto, su asombro era patente
"¿Me admiras… por hacer eso?" – no acababa de creer lo que había oído. La besé largamente en la boca, con mas ternura que pasión
""Eres la mujer que siempre he soñado que fueras" – bajó los ojos abrumada por mis palabras.
"Y volviendo a Carlos…" – abrió los ojos y me miró expectante – "¿cuándo te lo vas a tirar?" – sonrió juguetona
"No se…"
"Cuando venga, no se va a conformar con un beso"
Con frases entrecortadas por el morbo, me contó la promesa de Carlos: Cuando la viera le daría un beso en la boca, sería su primera
"¿Ves? Va a querer mas de ti y tu…"
"¿Qué?... yo, qué?"
"También vas a querer darle más"
"¿Tú crees?"
Mis dedos llevaban unos minutos rozando su coño colándose dentro de él, la pequeñas contracciones residuales que aun la atacaban, se convirtieron de improviso en un latido potente, rítmico, no me había dado cuenta del nivel de excitación que tenía y su orgasmo silencioso y plácido me tomó por sorpresa.
Minutos más tarde, la preocupación por Roberto volvió a aparecer.
"Temía defraudarte con lo de Roberto, pensé que quizás te sintieses… que me considerases una cualquiera"
"Una puta" – me miró a los ojos.
"Si" – me volví hacia ella que a su vez se puso de lado frente a mi
"Me gusta que seas una puta"
"Soy una puta por hacer eso, ¿verdad?"
"Me vuelve loco que seas capaz de dejarte meter mano por alcanzar tu objetivo" – me miró sin acertar a saber si hablaba en serio, le sonreí – "¡puta!" – le dije al tiempo que le lanzaba un beso
"Cabrón"
"Zorra" – nos pegamos el uno al otro, la excitación crecía de nuevo, estaba agotado pero sus palabras sacaban fuerzas de donde ya no parecía haberlas.
"Cornudo" – un fogonazo de placer me hizo gemir.
"Repítelo" – le pedí, quería experimentar de nuevo la intensidad del placer que esa palabra me había provocado.
"Cornudo" – la besé con fuerza, mi polla volvía a renacer.
"Te estás dejando meter mano por tu jefe, guarra" – se subió encima de mi
"Si, ¿pasa algo? ¿me lo vas a impedir?" – jugaba, jugaba para superar la vergüenza que sentía por lo que hacía, saberse aceptada por mí la liberaba de una gran parte de su remordimiento.
"Seguro que sales mojada de su despacho"
"No, jamás"
"¿Seguro?"
"Jamás"
Comenzamos a amarnos sin la expectativa de un nuevo orgasmo, simplemente por el placer de estar dentro de ella unos momentos más, por el placer de sentir su cuerpo pegado al mío, por imaginarla en brazos de Carlos y decírselo, por imaginarla con la mano de Roberto en sus muslos y en su escote y poder decírselo, intentando quitarle el sentimiento de culpa por ello, liberándola de la buena educación, de la decencia, para que pasase por aquella situación sin recriminarse nada, sin salir lastimada.
De nuevo éramos los confidentes de siempre, los cómplices, los amigos que se contaban todo, volvíamos al nivel de confianza que jamás debimos perder, María ganó en serenidad frente al asedio de Roberto y en confianza frente al próximo encuentro con Carlos. Yo experimenté por primera vez lo que era saber que a tu mujer la están usando sin que lo puedas ver, algo que con el tiempo se hizo muy adictivo.

0 comentarios - Entregando a mi esposa -Crónica de un consentimiento Prt 20