Seis por ocho (23): Pamela es compleja…




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Compendio I


Hay cosas que no cambian…
“¡Quita tu cara de mis tetas!” me gritó Pamela al despertar.
Estaba avergonzada. Me decía que cómo podía ser tan guarro para desvestirla y dejarla con las tetas al aire.

Seis por ocho (23): Pamela es compleja…

Sería en vano explicarle cómo había ocurrido. Marisol se había ido hace rato y sin ella, no me creería lo que pasó.
Pero, a pesar de todo, sonreía. Era bueno volver a verla en su aire de amazona española. Me dio las gracias por haberla defendido, pero que eso no me justificaba que le viera las tetas cuando quisiera.
“¡No soy tu puta para que me andes sacando la ropa mientras duermo, pero si quieres acurrucarte a mi lado para satisfacer tus deseos enfermos, no tengo problema!” me dijo, fingiendo enojarse.
Nos acurrucamos “de cucharita”, aunque a los pocos segundos, me dijo:
“¡A ver! ¡Pon tu mano ahí!” me dijo, poniéndola sobre su clítoris. “¡Para que veas que me es indiferente cómo me tocas!”
Me parecía ver para dónde iba la película…
Luego, tomó mi brazo enyesado y lo colocó sobre uno de sus pechos.
“¡Ahí tienes! ¡Para que veas que no te guardo rencor!”
Y por último, el toque de gracia…
“Y ya que tanto te gusta, seré generosa y dejaré que me la metas por el culo, pero sólo una vez…” me dijo, aunque era su misma mano que buscaba mi verga para insertarla en el estrecho agujero.
“¡Eres tan generosa!” le dije yo, sonriendo.
“¡Ni…lo…menciones!” decía ella, aguantando el dolor, mientras empezaba a mover sus caderas.
A medida de que la iba penetrando, me seguía protestando por mi “pésimo desempeño”.
“¡Que me… metas… el dedo… en la raja… para que… veas…que estoy seca…!” me decía, aunque podía sentir su humedad, ya que tocaba su botón como si fuera un solo de guitarra imaginaria…
“¡Que no… me aprietes… las tetas!... ¡Que no soy…vaca…!” me decía ella, manteniendo mi ritmo.
“¡Pero… si no puedo hacerlo!” le dije yo. El yeso me impedía.
“¡Eres… un… inútil!” dijo ella, soltando sus manos de la que guiaba su clítoris y apretando fuertemente sus pezones.
Pamela es toda una obra de arte…
“¡No… te atrevas… a meterla… más fuerte!... ¡Cabrón!”
“¡A la orden, señora!”
La embestía con más fuerza. Gemía de intenso placer, mientras que sus jugos ya llegaban hasta la muñeca de mi mano.
“¡No… te…vayas… a… correr… en…mi…culo…bastardo!...”
Era la señal. Eyaculé leche por montones y aunque no lo admitía, disfrutaba el sentir mi leche en su interior.
“¡Eres… un…maldito!... ¡Te corriste… en mi culo… y todavía… quieres que… te folle…con las tetas!... ¡Eres… un verdadero…cerdo!” decía ella, aun jadeando.
“Lo sé… y me arrepiento… pero quiero…darme una ducha…antes…” le dije, todavía resoplando.
Su mirada no podía estar más enojada.
“¿Por…qué?” preguntó ella.
“Porque… quiero que me ayudes… con algo pervertido.”
“¡Eres un bastardo!” me dijo ella, aunque su mirada se mostraba curiosa de lo que planeaba hacer.
En realidad, deseaba bañarme. Como cada vez que sus “paizuris” hacían que mi cabeza terminara en su boca, no creí muy higiénico que me hiciera uno después de haberle roto el ano.
Nos desvestimos y por primera vez en semanas me vi el abdomen: ¡Tenía músculos!
En realidad, sí que había ejercitado…
“¿Y qué… quieres que haga?” dijo ella, hipnotizándose con mi pene.

tetona

La visión de ver su peludita conchita, sus majestuosas tetas y sus ojos lascivos, hizo que el mástil recuperara su esplendor.
“¡Lávamelo!” le ordené.
“¡Eres un tremendo cochino!” dijo ella, sonriendo bien golosa.
A decir verdad, era algo realmente difícil para mí. Como mi mano útil estaba enyesada (la que usaba para masturbarme), la otra no tenía mucha experiencia en esas lides.
Así que con la lengua afuera, relamiéndose de deseo, empezó a restregar la espuma con sus manos por mi herramienta.
Era un trabajo ejemplar. Al parecer, lo estaba disfrutando al máximo, dándome una mirada lasciva a los ojos, esperando la próxima viciosa orden.
“¡Ahora sí, quiero que lo hagas!”
“¡Eres un animal!” me agradeció con la mirada.
Si creía que su “paizuri” anterior era bueno, era porque no había probado la versión con dos brazos funcionales.
Creo que lo podría describir como “follar una nube”: sus melones esponjosos, junto con su lengua traviesa y ocasionalmente, hacía que sus pezones convergieran sobre el glande. Definitivamente, era bastante buena en eso.
“Creo… que me voy… a venir…” le dije, tras algunos minutos de placer.
“¡No te atrevas… de venirte… en mi boca!...” me decía, enterrando la cabeza y lamiendo como loca, en sus suculentos labios.
“¡No…lo…haré!” le dije y enterré mi verga en su garganta. Ella se ahogó un poco, pero se bebió cada gota de mis jugos.
“¡Eres un traidor!” decía ella, mientras una delgada línea de mis jugos conectaba la punta de mi verga con sus labios. Era fenomenal.
“Supongo… que quieres romperme el culo de nuevo” dijo ella, alzando su colita, al ver que mi verga todavía podía dar un tercer combate.
La tomé por la cintura, le besé y le dije que no.
“¿Entonces?” me preguntó un poco asustada.
“Esta vez, quiero hacer algo distinto contigo… algo que sé que quieres hace bastante tiempo.”
Su mirada se llenó de alegría.
“Lo único sí, es que tendrás que ponerme el condón…”
Ni siquiera había terminado de hablar, cuando ya había abierto el paquete. Para mi sorpresa, vi cómo se lo ponía en la boca y besaba mi pene hasta base y mágicamente, ya estaba armado con mi protección de látex.
“Deberías enseñarle ese truco a Marisol.” le dije, todavía sorprendido.
“¡Eres un cerdo!” esa vez, se había ofendido de verdad.
Ya que tanto énfasis le puso al decir que no era vaca, decidí penetrarla a lo perrito, frente al espejo, para contemplar sus tremendos pechos y su cara de placer.
“¡Ah!...” exclamó, apenas entró la punta.
“¿Ya te corriste? ¡Qué sucia eres!” sus jugos bajaban por mi tronco.
“No es eso… ¡Ah!... es que eres tan brusco… y lo haces… ¡Ah!... tan mal.”
“¡No te preocupes!” le susurré al oído “¡Ya sé tu secreto!”
La primera vez que le comí la conchita a Pamela, me llamó la atención que nunca llegara al gran orgasmo que le llegaba a Marisol. Sin embargo, se humedecía rápidamente cuando le pasaba la lengua.
También recordaba que cuando se iba a la habitación con sus conocidos del bar, no pasaba más de tres minutos en que empezara a gemir de placer.
En pocas palabras, era una mujer de orgasmos múltiples, con una vagina bien sensible…
“¡Me… estás…matando!” decía ella, corriéndose por cuarta vez.
Al parecer, también estaba muy estrecha, teniendo que literalmente forzar mi peso para poder taladrarla. A lo mejor, había tenido tipos con penes pequeños o realmente, yo estaba algo más desarrollado.
“¡Estás… tan… adentro! ¡Me… voy a… volver…loca!”
Estaba golpeando su útero. Era algo genial.
Nos movíamos con violencia y ella gritaba indiscriminadamente. Sus tetas bamboleantes, agarradas de mi mano y su cuerpo, arqueándose en placer, me hacia disminuir mi resistencia. Estaba a punto de venirme.
“¡Me… estoy…corriendo!” le dije.
“¡Yo…también!” dijo ella
“¡Ah!”
Acabamos al mismo tiempo. Fue tal la impresión, que cayó agotada de placer. Se había corrido unas cinco veces...
La tomé en brazos y la acosté en la cama, para que durmiera. Mientras tanto, me bañé de nuevo y me vestí, preparé un café y fui a verla.
Al abrir sus ojos, sus primeras palabras fueron.
“¿Hasta cuándo me vas a ver las tetas?”
Hay cosas que nunca cambian. Otras, afortunadamente sí. Había aprendido que Pamela era una muchacha muy compleja, pero en el fondo, uno podía acostumbrarse a ella…


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2 comentarios - Seis por ocho (23): Pamela es compleja…

DGE1976
Genial como los otros...obvio q espero el próximo...saludos...