Siempre existe una relación intensa entre el jefe y su asis

Relato original del que soy autor, y que narra el momento en el que la relación con mi asistente paso a ser ... diferente

Siempre existe una relación intensa entre el jefe y su asistente. Hay que pensar que pasas un montón de horas en un trato cercano y al final siempre existe el roce...
La relación, más allá de la pura atracción física, se basa en la atracción que da el compartir éxitos y fracasos laborales, que va creando un lazo con puntos de unión entre hombre y mujer totalmente diferentes a los que pueda existir con tu pareja.
Estos lazos y las tensiones del trabajo hacen a veces que se creen pequeños o grandes escapes, que pueden terminar en una noche de copas o en algo más.
En mi caso, Sole (ficticio) era una hermosa chica de 27 años, con quien había pasado momentos buenos y malos (laboralmente hablando) en la empresa en donde estaba en un puesto de dirección y ella era mi asistente personal (que es otro nombre que se ha derivado de secretaria, con más atribuciones, en este caso técnicas). Ella ponía en orden mis proyectos ya que mi carga de trabajo me impedía desarrollarlos con el tiempo y la dedicación necesarios.
Yo tenía 37 años y debo decir que jamás había pensado serle infiel a mi esposa.

Sole era atractiva, siempre arreglada, alta morena, con una larga melena negra, con sus labios pintados al igual que sus ojos negros, con un cuerpo trabajado en el gym, vestida casual pero elegante, preparada para salir a cualquier obra o reunión imprevista.
Normalmente llevaba jeans que le hacían un trasero de impresión y siempre procuraba llevar desabrochado un botón de más en su blusa para lucir su escote. Sus tetas no eran ni muy grandes ni muy pequeñas, lo justo para hacer un bonito escote.
Muchas veces, de la que me traía algún documento a la firma, se inclinaba para dejármelo en el escritorio dejando ver su sostén y en esa posición alguna vez se dejaba entrever al fondo su pezón prisionero de tanta ropa.

Normalmente en esta empresa se trabajaba en jornada de mañana y tarde, pero algunos apurábamos al medio día y nos quedábamos trabajando, y en el caso de Sole, que venía de fuera de la ciudad, también aprovechaba para ir al gym en ese tiempo. Esto hacía que en muchas ocasiones, en ese tiempo nos quedábamos solos en la empresa los dos.
Algunos días en los que ella no iba al gym y se quedaba en la oficina, a veces venía a charlar sobre el trabajo, y otras sobre temas personales, pero, eso sí, siempre manteniendo la distancia entre jefe y empleada, sin superar esa barrera imaginaria que siempre se marca en el trabajo.

Esos momentos me resultaban muy morbosos y excitantes, pensando que estábamos los dos solos, imaginando cosas que podrían ocurrir.
Debo decir que hasta que conocí a la que ahora es mi mujer, mi perdición eran las mujeres y nunca tenía bastante. Pero esos años ya habían pasado.
Uno de esos días, me acuerdo que hacía un sol radiante después de muchos días de lluvia, de esos que te invitan a estar optimista y contento, ella vino a mi despacho después de que el resto del personal se había marchado de la oficina.

Estuvimos hablando de los temas que teníamos para la semana siguiente, y de lo bien que estaba viviendo con su novio, y de los planes que tenían. Recuerdo que llevaba una blusa blanca ajustada, con sus botoncitos a punto de estallar, y que vestía unos jeans ajustados con un cinturón con una hebilla muy ancha, dejando entrever ver su barriguita.
Cuando se echaba hacia delante en la silla, yo veía su escote y sus pechos con ganas de salir a jugar, y cuando se echaba hacia atrás yo veía su vientre trabajado con horas de spinning en el gym. Me estaba volviendo loco, y notaba que empezaba a tener una erección.
Creo que Sole se percató de ello, pero no me decía nada. De repente, se levantó y paso al ventanal que estaba situado detrás del sillón de mi despacho y me comentó algo que estaba sucediendo en la calle para hacer que me levantara a verlo. No recuerdo que era, pero tampoco le estaba prestando demasiada atención.

Yo estaba viendo su silueta recortada por la luz exterior, y ese culo, apretado por los jeans, que dejaba pasar la luz entre sus piernas, dejándome imaginar ese húmedo lugar que mi mente tantas veces había imaginado explorar... así que no pude más que levantarme, y como el ventanal no era lo suficientemente ancho para los dos, tuve que ponerme detrás de ella para ver, haciendo uso de mi altura.
Cuando estaba detrás de ella vino a mi ese olor casi imperceptible, ese olor indescriptible a hembra caliente que me recordaba a aquellos años, que yo en algún momento todavía añoraba, aquello que se convirtió casi en una adicción para mi.
Por un momento recordé todos esos roces furtivos que nos dimos en muchas ocasiones, que no significaban nada, o si; eso solo lo sabía ella.
Mi pene cada vez estaba más hinchado y con ganas de estar dentro de aquella mujer.
Ella se movió un poco hacia atrás y topo con su trasero contra mí. Eso ya no era un roce furtivo, no se apartó al sentir el bulto que formaba mi pene dentro de mis pantalones, siguió apretándose contra mí, restregándose contra aquel bulto recién descubierto.
Yo no pude evitar hacer el gesto de tomarla por la cintura con una mano, con la otra apartar su melena de uno de sus hombros y acercar mi boca para darle un beso en el cuello. En ese momento, ella sintió mi cálido aliento en su nuca, sentí que se su cuerpo se derretía y que deseaba que siguiese adelante.

Mi parte racional me hacía pensar que lo que estaba haciendo no debía pasar, que en cualquier momento podría llegar alguien a la oficina y sorprenderme con Sole, que eso no debía estar pasando, pero no podía evitarlo, había una parte animal que se excitaba con ella y que podía con todo lo demás.
Le di un beso en el cuello, lo recorrí con mis labios hasta que ella se giró y me buscó la boca. Todos mis pensamientos racionales desaparecieron cuando me dio un beso. Un beso húmedo, caliente, eterno,….., como si no quisiese que se terminase nunca ese momento.
Mis manos se deslizaron por su blusa desabrochando esos botones a punto de reventar. Ella me desabrocho el cinturón y abrió mis pantalones con una habilidad sorprendente.
Mis manos se deslizaron bajo su satén buscando aquellos pechos tan deseados, esos pezones que muchas veces había apenas percibido, casi imaginado.
Los deslice entre mis dedos, estaban duros, prietos fruto de la excitación del momento.
Ella deslizo su mano dentro del boxer y agarro mi verga que estaba ya con una tremenda erección, y comenzó a magrearme.

Yo seguía acariciándole los pechos y lamiendo aquellos pezones, tan duros, tan excitantes, sintiendo que a ella le gustaba porque cada vez me apretaba más el pene con ganas de hacerlo suyo.
En un momento ella me dijo

-Espera, siéntate en tu sillón que quiero hacer una cosa.

Yo me senté y ella se colocó a cuatro patas bajo mi escritorio. Tomo mi verga con una de sus manos, y la arrimó a su boca. No me lo podía creer. Sin pedírselo, ella iba a satisfacer una de mis fantasías.
Comenzó a recorrer mi verga, primero con los labios cerrados, después con la punta de su lengua, para a continuación deslizarla entera dentro de su boca.
El panorama que tenía ante mí me resultaba increíble. Sole estaba chupándomela en mi sillón, en mi despacho, bajo mi escritorio, no podía haber nada más excitante para mí en ese momento.
En esa posición no podía hacer más que dejar que me la chupara, no podía alcanzar aquel sexo, que me imaginaba húmedo y caliente, y que yo deseaba probar.
Ella deslizo una de sus manos por sus pantalones entreabiertos, bajo su tanga, empezando a tocarse.
Después de un rato, hizo una pausa, sacó su mano y me la acercó con sus dedos llenos de los jugos que manaban de su vagina diciéndome

-Mira como me has puesto, papi. Quiero que ahora me comas tú.

En ese momento nos incorporamos me arrodille delante de ella, le ayude a bajarse los jeans y la tanguita que estaba chorreando con sus jugos.
La tenía delante de mí, con su cuerpo perfecto, con su sexo chorreando, rebosando por sus piernas por la excitación, con su pubis rasurado que me dejaba ver aquellos labios que ella abrió con sus dedos para que mi lengua fuese a buscar su clítoris.
En cuanto comencé a jugar con él con mi lengua comenzó a gemir de placer. Deslice mi mano por la parte de atrás buscando el contacto con la humedad de su coño, que no tarde en palpar. Deslice mis dedos entre sus labios haciendo que se impregnasen de sus fluidos, buscando la entrada a su vagina.
Deslice mis dedos lentamente dentro de ella, primero uno, después dos, buscando que ella pusiese el límite. En ese momento ella me sujeto la cabeza con sus manos haciendo que la mirase y me dijo

-¡Espera!... esto es un poco incómodo.

Se dio la vuelta y aparto los expedientes de los proyectos de los que habíamos estado hablando antes, se sentó en el borde del escritorio, se tumbó hacia atrás y abrió totalmente sus piernas dejando ante mi aquellos labios congestionados por la excitación y aquel puntito borroso, casi imperceptible que era su ano entre aquellas nalgas tan prietas.
Si dudar, abrí sus labios con mis dedos y deslice mi lengua dentro de su vagina. Esto hizo que su cuerpo se arquease y que jalase fuertemente mi cabeza, apretándola contra ella, dejándome casi sin respirar.
Continué jugando con mi lengua en su clítoris, mientras yo introducía mis dedos en su vagina chorreante, preparándola para recibir el tamaño de mi verga. Yo seguí jugando con mi lengua arriba y abajo, acercándome a aquella zona prohibida. A mi mujer no le gustaba que jugase con su ano, así que en esos momentos esa era una asignatura pendiente para mí, que tenía que aprobar.
Poco a poco me fui acercando, primero rodeándolo sutilmente, jugando con los jugos de su coño, y percatándome de que esto le estaba excitando y que su cuerpo se estaba empezando a sacudir sin control. Al final alcancé su ano con mi lengua mientras que con una mano magreaba mi verga que estaba a punto de reventar y con la otra estimulaba sin compasión su sexo chorreante. Ella abría sus nalgas con sus manos buscando abrir su ojete para que continuase jugando con él. Al meter mi lengua dentro de su ano sentí que su cuerpo se contraía en un increíble orgasmo que hacía que su vagina expulsase sus fluidos.
Ella tuvo un orgasmo que a mí me parecía eterno, y que hacía que cada vez tuviese más ganas de ensartarla con mi verga.
Se incorporó y me dijo
-vamos fóllame, a qué esperas. Quiero sentirte dentro de mi.
Se puso de espaldas a mí, abrió sus piernas y se apoyó en mi escritorio, dejando en primer plano su culo en pompa y esos labios entreabiertos que dejaban adivinar la vagina que yo iba a penetrar.
Tal era mi excitación que emboque mi pene y de un solo empujón se lo metí hasta al fondo, derramando todo ese jugo que ella había acumulado antes.
Su vagina era más estrecha que el de mi mujer. Debo decir que mi mujer ya había dado a luz dos bebes y de alguna forma se pierde su estrechez y elasticidad.
Seguí embistiendo fuertemente aquella hembra que se abría ante mí, con una pasión casi animal, que casi nunca dejaba salir mi parte racional. Mientras la ensartaba y sentía que aún estaba más húmeda, lubrique unos de mis dedos son sus jugos y se lo acerque a su ano. Poco a poco lo fui introduciendo en él, de modo que pude sentir como palpitaba por el placer y sentía como mi verga se deslizaba dentro de ella. Esa sensación me excitó muchísimo y aceleró mis embestidas. Ella se dio cuenta de ello se incorporó y me dijo

-Tranquilo papi, que tomo precauciones. Quero tu leche dentro de mí.

Eso ya fue los que me hizo perder el control, haciendo que la embistiese con mi verga hasta que mis testículos golpeaban con su cuerpo, haciendo que se tambalease todo el escritorio, y haciendo que ella estuviese más y más caliente.
Finalmente sentí que su cuerpo se contraía en un nuevo orgasmo que aprisionaba mi pene dentro de ella haciendo que le diese una última embestida para correrme y derramar toda mi leche dentro de ella.
Sin sacarla, nos sentamos en mi sillón, yo abrazándola a ella, dejando que nuestros cuerpos volviesen a tomar aire, y dejando que mi verga se relajase dentro de ella.
La cantidad de leche que le dio mi verga fue espectacular, así que al poco tiempo sentí como se iba derramando una mezcla de mi leche y sus jugos por nuestros cuerpos y sobre el sillón de mí despacho.
No cruzamos más palabras. Nos vestimos y continuamos con nuestro trabajo.

No volvimos a hablar del tema. Ella continuó con su novio, ahora su marido, yo continué con mi vida y mi trabajo, eso sí, con Sole como asistente.
Los dos entendimos que nos excitaba mutuamente la situación de jefe-asistente, que era puramente sexual y que no tenía nada que ver con la vida con nuestras parejas.
Periódicamente, sin mediar palabra, nos excitábamos y volvíamos a dar rienda suelta a nuestra secreta pasión. Nuestros encuentros pasaron a ser en sitios que nos producían morbo, en algún lugar normalmente en sitios públicos.
Curiosamente, nadie en la empresa se percató de la atracción sexual que sentíamos durante los años que seguimos trabajando.

Finalmente, con la crisis se cerró la empresa y cada uno se fue por su lado.

Hoy tengo un despacho profesional, no tengo asistente, pero comparto el despacho con una amiga de mi mujer, que es alta, morena, tiene un cuerpo de escándalo a pesar de ser madre de dos niños, fruto de sus años de atleta y nadadora. Ella siempre lleva un botón abrochado de menos, de modo que me deja ver su escote y alguna vez un pezón furtivo.... que le gusta llevar minifaldas .....

……pero esta ya es otra historia.....

1 comentario - Siempre existe una relación intensa entre el jefe y su asis

Mertus
Muy buen relato... quedo a la espera de la otra historia.