Cuentos para un albañil (segunda parte)

En la primera parte conte una situación anterior , por dos cosas importantes que deseo recalcar para el cuerpo del relato, uno es descubrir que no eran mis celos, ni errado criterio al creer que mi mujer estaba caliente con alguien y acercarme a mi cuñada Marcela de una forma que jamás pensé que pasaría…
Lo de Patricia y Guille duro un par de polvos, casi cantado, no es por algo personal con mi cuñada, pero es intomable y Guille, 35 años, súper pintón, económicamente bien, mujeres no le falta, así que al poco tiempo le dio el olivo a Patricia.
Quedo herida en su orgullo Patricia y cada vez que podía, le sacaba el cuero y mi mujer en algo muy gracioso, vaya uno a saber ¿por qué?, se compro la causa de su hermana, con críticas al Guille… lo destacable de dicha situación era el cruce de miradas entre mi cuñada Marcela y Yo, era como una burla compinche, eso trajo aparejado que nos acercáramos mas de lo que uno espera, conversaciones de cosas más intimas, deseos, metas, miedos, valores… en algún momento, ambos con ataque sincericidio en medio de crisis de conciencia y de ética, hablamos de nuestra muy cercana relación, analizando que era lo que estábamos haciendo y por ese entonces, lo llamamos amistad y cariño… por ponerle un nombre, justificando porque siempre nos buscábamos para charlar, estar cerca, nunca atravesamos la barrera de vernos afuera del entorno familiar, creo que ninguno tenía el valor de dar el paso, pero era muy excitante, tratar de tratarse a escondidas, mirarse como comiéndonos, tocarse las manos sin querer pero queriendo, rozarnos las piernas, darse besos en los saludos, unos milésimos más largos… tan cerca como pudiéramos sin herir a la ética, pero muy lejos de los deseos.
Y tanto va el cántaro a la fuente que algún día se rompe… era un feriado provincial, mi mujer de viaje en un curso por su profesión, en la provincia vecina, donde era un día normal y laboral, mi suegra y mi cuñada Patricia, de visita a la hermana de mi suegra en un pueblo a 200 km, aprovechando el feriado largo, yo en mi casa, con mis dos hijos, mi mujer se había tomado el colectivo de las 6.30 hrs para su viaje, ese lunes feriado, como a las 10 suena el teléfono
-Hola, ¿Qué haces?, ¿recién te levantas? (era Marcela, no sé porque su voz era maravillosa)
-¡Hola!, no che, esta mañana la llevé a Sonia que viajaba y ahora estaba ordenando un poco la casa, antes que se levanten los chicos
-¿que no viene la empleada?
-No quise que venga, capaz que salíamos con los chicos y si esta ella no se puede
-¿A donde pensas ir?,
-no tenía nada planeado… (Silencio a propósito)
-te hablo para proponerte que vamos a la casa de campo, compremos algo de carne para que hagas tus ricos asados, de paso los chicos juegan en la pileta, con éste calor… digo si queres.
Otro silencio a propósito
-Hola, hola ¿estás?
-dale ya levanto los chicos y en una hora paso a buscarte.
Justo a la hora o antes en la impaciencia, la pasaba a buscar, ella ya estaba lista, dos canastos con las cosas, los tres chicos atrás. El viaje de 23 km hasta la casa, fue maravilloso, era algo deseado, estar con Marcela, solos, mirarnos sin disimulo, bromear, presumir, seducir, ella tenía un pantalón corto amarrillo, blusa con escote, color gris con tiritas y abajo seguramente la biquini, unas sandalias chatitas, cualquier tema era bueno, desde el clima, hasta los perros sueltos en la ruta, era hacernos el amor sin tocarnos, era mirarnos y acariciarnos pero sin tocarnos… era ese deseo que no se puede explicar.
Llegamos cerca del mediodía, hacía un calor bárbaro, me puse a hacer el asado, las ensaladas, Marcela lidiando con los chicos, desesperados para meterse a la pileta, Marcela se saco su ropa, mostro un biquini de dos piezas, amarilla claro, medio como para pendeja la malla pero le quedaba bárbaro, al pasar cerca de mí, yo no la miraba, sino que la atravesaba como rayos x, me pregunta
-¿qué tal, te gusta?, es nueva
-te queda muy bien, conteste, con cara de pícaro y esa mirada que dicen la mujeres que tenemos, que no les es indiferente.
Me devolvió una sonrisa un tanto nerviosa y se fue casi corriendo con los chicos a la pileta, entre encender el fuego, preparar la carne, ensaladas y una cerveza helada, estaba súper entretenido, los chicos jugaban en la pileta, con Marcela sentada en la escalera, con los pies en el agua, un poco tomando sol, otro poco mirando los chicos y si bien es cierto que yo miraba el asador, había puesto como una ensaladera grande de acero a modo de espejo, que me devolvía la imagen de la pileta pudiendo observar lo que hacían, pero sin que se dé cuenta Marcela, de que la observaba y ella pendiente de lo que yo hacía, pero claro cuando yo miraba la pileta ella hacia como que estaba o jugando o controlando los chicos, me gustaba, excitaba mis sentidos, mirar a Marcela mirarme, no era de forma continua, pero no dejaba de a ratos casi cíclicos, observarme, por ahí se tocaba las piernas o se acomodaba el corpiño de la biquini… es un momento muy disfrutable.
En un momento, esperando que alcance el fuego su punto, me fui adentro de la casa, para ponerme una malla, ojotas y una remera musculosa, por la cerveza tomada tuve que pasar por el baño primero, me demore un rato, después me metí en el dormitorio de la casa, cerré la puerta pero no se trabo completamente, quedo como suelta, apenas abierta, no me preocupe pues nadie vendría y comencé a cambiarme, zapatillas, medias, vaquero y camisa, cuando estuve en calzoncillos, recién se me dio por buscar en mi mochila, mi malla y mi remera, en eso que estoy buscando, entra Marcela abriendo la puerta casi sigilosamente
-Mario…
No pudo evitar mirarme en calzoncillos, yo estaba como de costado, fue otro momento muy excitante, ver su mirada a mi trasero y casi con vergüenza que sus ojos apunten para otro lado.
-Me estoy cambiando, iba a ponerme la malla
-Perdón, retirándose, hablando detrás de la puerta
-como hace rato entraste a la casa y no salías, vine a ver si necesitabas algo.
-gracias Marce, ya salgo, el fuego ya va a estar listo para asar la carne
-bueno, si necesitas que lave algo, déjalo separado, que le pego una enjuagada, con éste calor se seca rápido
-dale.
Pensando que se retiraba, me baje de una el calzoncillo, no tenía la pija dura, pero estaba lista para estar lista jajaja, es el punto inmediato anterior, me puse la malla, la remera, los ojotas, acomodo la ropa y cuando abro la puerta para salir, Marcela parada, mojada, parada detrás de la puerta en silencio
-¿qué haces? (sorprendido)
Tenía la piel de gallina, su biquini amarilla mojada se transparentaba, se le notaban los pezones y la parte de abajo del biquini, también mojado me mostraba la concha marcando la rayita, la mire sin disimulo y con descaro, ella me miraba, mirarla, hasta que pude levantar la vista y nuestros ojos se encontraron, era leer nuestros deseos.
-es que necesito mi toalla y estaba esperando que salieras
Su cuerpo mojado, su pelo mojado, su cara, su cercanía, su piel, su biquini mojada que sugería, todo guardaba en mi cabeza, todo es deseo.
Me fui a poner el asado, acomodar detalles de la mesa y estar atento a los chicos en la pileta, paso un rato largo creo y sale Marcela, se había secado, se puso unos de esos paños, con flecos en la cadera, tapando la cola y su pelo recogido
-Cuando falte unos diez minutos para la comida, avísame, saco los chicos, les cambio la ropa, para que coman y seguro que después con una mamadera se duermen una siesta, con éste calor no da que estén a esa hora bajo el sol.
-Si te aviso.
Así sucedió, comimos, salió todo rico, los chicos comieron mucho, la pileta les abre el apetito y como a las 15 hrs, Marcela en trencito, los llevo a los tres a que se acuesten, con la mamadera de rigor, se metieron en la casa y yo aproveche para acomodar, lavar los platos, guardar, recoger la mesa. En fin todo el proceso, cuando salió Marcela, diciendo que los chicos estaban durmiendo, me reclamo que porque no dejé que ella lo hiciera.
-ya está, no te hagas dramas
Ella se puso como a acomodar y secar los platos y guardarlos y yo me levante y me fui a la parte de atrás de la casa con un vaso de cerveza, quería mirar unas plantas y me quede como mirando el fondo, Marcela se me acerca y me pregunta que pensaba.
-Nada en especial…
-no te veo cómodo, capaz que no querías venir y yo casi que te obligue
-esa impresión te doy (con la cara seria y mirándola fijamente de frente)
-no sé, por eso te lo pregunto
-vos crees que si no estuviera cómodo, ¿vengo?, en mi casa hay asador, pileta, jardín, pero porque no me decís que estás pensando y se mas honesta conmigo
-porque me decís eso
-y porque tengo la impresión que tu pregunta disfraza que vos no estás cómoda, cuando están tus hermanas, hablas como si te hubieras tragado una radio (mentira, es ciclotímica) y toda la mañana, apenas si cruzaste una pocas palabras conmigo… si venir acá, es por un compromiso con tus sobrinos, me lo hubieras dicho y te los dejaba, después volvía a buscarlos; Y me di la vuelta para volver a la zona del asador
-(me agarra del brazo) no es así, no sé porque estoy callada, pero estoy cómoda, no creas que con vos es la cuestión y no sé qué cosas más decía, muy cerca los dos, yo solo le miraba la expresión de sus ojos, le miraba la boca, me acerco encerrándola contra la pared y me dirijo a su boca
-ella me gira la cara y me dice que no haga eso
Me aparto y giro para irme y ella me agarra del brazo,
-espera… no te vayas, tenes que entender que…
Giro y le busco la boca de nuevo, con decisión, dame el beso y después recházame pero dame un beso y esta vez su labios en los míos, su olor, su sabor, duro unos segundos, me aparte y solo la miré con ese deseo de tantas situaciones, acariciándole suavemente la cara con la mano, pasándole el dedo suavemente por sus labios y se entrego, no tenía más razones para resistir los deseos, con sus brazos se colgó de mi cuello y ahí nos comimos la boca desesperados, acercamos nuestros cuerpos, esos gemidos de placer casi imperceptibles, tantas veces escondidos, disimulados, las caricias, las miradas… los deseos.
De la mano fuimos al dormitorio, casi sin hacer ruido, los chicos dormían plácidamente, hay un entrepiso al cual se accede desde el dormitorio, hay una cama de una plaza y media, ese era el lugar que ambos buscábamos, nunca lo hablamos, ni siquiera lo dijimos pero ambos sabíamos que ese era el lugar, pasamos sin hacer ruido y subimos por la pequeña escalera, mirándonos, riéndonos apenas, deseándonos, al llegar arriba no volvimos a comer a besos y me saco la musculosa, empezó a besarme el cuello, bajando, el pecho, las tetillas, mi estomago, un lenguaso al agujero del pupito y con las dos manos, me bajo la malla, la pija salto como resorte, tiesa hacia arriba, ella solo la rozo con su cara, mientras seguía bajando buscando sacarme la malla, se arrodillo, poniendo sus manos en los cachetes de mi cola y ahora si su boca busco la cabeza de mi pija, con los labios tratando de que la tela baje, pero a la misma vez, chupaditas un tanto fuertes a manera de querer sacarme la leche y encontró la posición justa en su boca y empezó a mamar, entrando y saliendo de su boca acariciándome con las dos manos la cola y empujándome hacia ella cuando quería, que forma maravillosa de tirarme la goma, su gemidos suaves, su placer por chuparme, que hermoso momento, esos momentos que casi no tenes aire, salivaba al chuparme la pija, lo que lo hacía más suave pero bien firme, apartarme indicando su deseo con sus manos en mi cola, en momentos determinados, a veces me separaba un poco de ella, otras trataba de meter mi pija entera en su boca, que forma de chuparme la pija mi cuñada, que hermosa forma… cuando sentí como contracciones en la pija, supe que debía frenarla, sino me secaba, así que la levante de los hombros y me senté en la cama y mirándola, le pedí mostrame preciosa, mostrame que me vas a dar, con una sonrisa de diabla, se saco el trapo de la cadera jugando, luego se desprendió la parte de arriba de la malla, se tapo un poquito la tetas sonriendo jugando y después se bajo la parte de abajo
-¿te gusta lo que ves?
-no puedo explicarte el deseo, no tengo palabras, me gustas demasiado y la traje con las piernas abiertas que se siente en mí, pero sin penetrarla, la bese sin prisa, cerraba los ojos y en el beso, me concentraba en sentir su olor, su sabor, un poco de perfume y de su piel, era recorrer su boca, cara, cuellos, orejas, acariciándole la espalda con dos dedos, se inclino hacia atras y fui por sus pechos, pezones largos, aureolas chiquitas, marroncitas, primero una chupadita fuerte y mordidas suaves y chuponcitos, me quede un rato largo, le besaba los hombros, brazos y regresaba a sus pechos, su pezones duros y levantados y sus gemidos… era todo deseo, era locura.
Mi pija latía de la calentura y sentía como ella trataba de rozarme con su vagina toda humedecida, sin que la haya tocado todavía, me levante con ella encima y la recosté en el borde de la cama, arrodillado, le abrí las piernas y desde la rodilla empecé el recorrido con mi lengua hacia eso tan bello, una conchita de labios finitos marroncitos claros, que coincidían perfectamente, peluda pero con un corte prolijo, cuidado, justo para la malla, el primer contacto de mi boca con esa concha tan deseada y ese olor tan deseado, no hay manera posible de decirlo con palabras, le pase la lengua abriendo los labios y ella que se tapaba la boca para no gemir más fuerte, le pegue un chupón tratando de sacarle todo el jugo, desesperado, atolondrado de la calentura, su mano derecha en mi cabeza quería como detenerme y poco a poco fue tomando su ritmo, un sincronismo, lamerla, chuparla, lamerla y explorarla con la lengua, chuparla, bajar con la lengua buscando el agujero de la cola, la pija me latía, respiraba agitado, Marcela que se tapaba la boca para no hacer ruido y solo la chupaba, recorría todo o solo estaba en un solo lugar, no lo sé, con los ojos cerrados, solo le pasaba la lengua, la olía, la degustaba… se sentó en la cama y se me vino encima, me sentó a los empujones en el piso de madera y se me vino encima con las piernas abiertas, la mirada de deseo, el pelo en la cara con transpiración, buscaba mi pija, se acomodo en la punta de la cabeza y podía sentir sus labios abriéndose y su humedad y mirándome bajo, bajo abriéndose, bajo hecha deseo, penetrarla hechos los dos un gemido de placer, me beso casi mordiéndome y empezó a moverse, subiendo y bajando, recorriéndome toda la pija, yo le chupaba la tetas casi con demencia y con una de las manos, exploraba el agujerito del culo, Marcela, no dejaba de moverse, salía y entraba, por ahí con toda la pija adentro, en el fondo, me daba pequeños empujoncitos bombeando, casi como succionándome la pija, … de pronto solo gemidos, solo me rodeo con sus brazos por el cuello y su movimiento de salir y entrar era sin pausas, el mismo ritmo, acelero un momento y me abrazo mas fuerte… sentí la contracción de su vagina, una vez, bombeo dos veces, otra contracción mas, su boca abierta tomando aire, sus gemidos, bombeo más suave, más profundo, menor ritmo, hasta quedarse quieta, últimas contracciones y movimientos suaves, abrazándome, sin dejar que le mire la cara… nos quedamos un rato largo en esa posición, el ruido de nuestra respiración se hacía silencio… recuerdo el olor.
En algún momento Marcela se paro, dejando que yo me pare, buscamos la cama a los besos, se acostó y con su mirada, me lo decía todo, vení y me abrió las piernas, me acomode y le entre casi torpemente, ella me puso las manos en la cola y me besaba el cuello, movete por favor me decía suavemente y yo bombeaba desesperado, movete corazón, movete Mario por favor… de a ratos ella movía su cadera acompañando mi penetración, y me enloquecía, ya no daba más, por ratos me detenía rogando poder controlar la acabada, pero bastaba entrar de nuevo y bombear tres o cuatro veces para sentir que acababa…
Dale “llename toda” me dijo en algún momento y esas palabras fueron mortales, salí hasta afuera y le entre a fondo, la leche me venía recorriendo la pija, cuanto toque fondo me salió el primer chorro, Marcela mágicamente empezó moverse con las caderas haciendo que entre y salga, era un movimiento extraordinario, era justo, dame todo, dame, sacándome hasta la ultima gota, besándome el cuello y apretando con sus manos mi cola y uniéndome más a ella… sentía que me debilitaba, que se me iban las fuerzas, hasta que nos quedamos quietitos, en silencio, recuperamos el aliento… parte del deseo de tanto tiempo, se había calmado.

continuara...

4 comentarios - Cuentos para un albañil (segunda parte)

profezonasur
El polvo se hizo esperar, pero estuvo bueno.