De como me cogí a María Emilia

Muchas veces estuve a punto de escribir esta historia porque pienso que esta bueno que alguien sepa de las cosas que te pasan, aunque el anonimato de los nombres mantenga en resguardo la identidad de las personas.
También es cierto que cuando escribí me encontré conque el relato resultaba demasiado largo hasta para mí, por lo que decididamente debo ir a los hechos:

Durante mi secundario estuve todo el tiempo desesperado por cogerme a Maria Emilia. Una pendeja (en ese tiempo) con tetas medianas, buen, buen culo y mejores piernas. No era precisamente linda de cara, pero tenía lo suyo: labios carnosos y sugerentes, ojos negros penetrantes y el cabello largo leonino.
Pero lo mejor era la sensualidad que irradiaba cuando te hablaba o caminaba entre la manga de pendejos alzados que eramos nosotros. Definitivamente era una mina muy cogible a la que todos queríamos voltear..., ni pensar en noviazgos!
El tiempo, sin embargo pasaba y la mina siempre tenía un novio de mas edad, con guita y a sus pies. Yo, entre los compañeros, gozaba de su reconocimiento (por decirlo de algún modo), pero siempre era para servirla en algo y nunca para un momento -aunque sea- donde pudiera tener la oportunidad de robarle un beso, tocarle el culo...
Así llegamos a quinto año, año de locura; pero sin lograr el objetivo que tanto perseguía: María Emilia!
Se organizó el viaje de estudios, tuvimos un baile y finalmente nos despedimos. La piba estaba mas que custodiada y yo me fui a estudiar a otra ciudad.
Pasaron los años; me recibí, estaba trabajando en un banco cuando la veo entrar en la sucursal. Se me paró el corazón: estaba, como te diría: mucho mejor! Los años la habían transformado en una perra que hacía que todos se derritieran por ella.
A pesar que el trámite que venía a realizar no tenía nada que ver con mi sector, me las ingenié para que se acercara a mi box. Me reconoció y charlamos brevemente. Intercambiamos celulares y nada mas. Me dió un beso y se marchó.
A la tarde la llamé. Quedamos en encontrarnos a tomarnos un café, pero me dejó en claro que estaba viviendo en pareja y que el tipo era bastante celoso. Claro que yo también estaba viviendo en pareja lo que por primera vez nos igualaba. La pasé a buscar un par de días después y en mi auto enfilamos a un pueblo cercano que nos garantizaba cierta inmunidad a las miradas indiscretas, pero el tiempo disponible era escaso.
Estaba decidido a jugarme el todo por el todo, puesto que si no tenía éxito, lo mejor era olvidarme para siempre. Le dije que siempre estuve “enamorado” de ella y que era una lástima que nos volviéramos a encontrar y los dos tuviéramos compromisos. Que a mi me gustaría invitarla a cenar y a recordar viejos tiempos, pero también que no quería perder tiempo ni hacérselo perder a ella. Mientras tomábamos ese café y hablaba, le tomé la mano que lejos de apartarla me la tomó. Me dijo que también quería tener algo conmigo pero que no quería destruir su vida con el vago que estaba con ella. Mirá, creo que en ese momento supe que se me iba a dar, por lo que le pregunté si alguna vez el novio se volvía a nuestro pueblo, y casualidad o no, ese fin de semana se quedaba solitaaa.
Mi mente divagaba pensando como hacer que mi novia también se marchara a visitar a sus padres, lo que luego de mil y una estratagema logré que hiciera.
Así que ese viernes nuevamente la pasé a buscar, la llevé a cenar, a tomar un buen vino, a sabiendas que tenía el tiempo de mundo para volteármela como siempre había soñado.
Nuestra charla fue de menor a mayor: de te acordas de tal o cual cosa a “María, que ganas que te tengo mamita!”; manos que comenzaron a jugar bajo la mesa hasta que pude tocarle la cachucha, luego que ella abriera las piernas y me diera la oportunidad de comprobar lo caliente y mojada que estaba. Sus manos recorrieron mi verga sobre el pantalón. La tenía empalmada! Le dije, vámonos de aquí, te voy a dar algo que te va a gustar. Se rió y salimos del lugar casi corriendo.
Como estábamos en otro ciudad, cercana a la que vivimos, busqué el motel del lugar, del cual tenía una idea de donde se encontraba. Pero me perdí y fue patético preguntar en la estación de servicios: “ché, me podés indicar donde está el alojamiento XX” el playero entre divertido y chusmeando el interior del auto me dió la data.
Cuando bajamos del auto en el garage de la habitación, entramos y cerramos la puerta. Era el momento de la verdad o mejor dicho de probar pro primera vez ese dulce que tanto se había hecho desear.
La besé apasionadamente, ahora sin nada que me lo impidiera, le saqué la camisa casi con desesperación le levanté el corpiño y tuve ante mí esas tetas que tanto había querido que sean mías: las mamé, acaricié, besé, mordisqueé, mientras mis manos tocaban cada centímetro de su cuerpo y se dirigían hacia la conchita humeante y chorreante de mi amiga.
Ella no perdió el tiempo y en cuanto pudo tomó mi verga para comenzar un pete de esos que no se olvidan: lentamente y poco a poco fue tomando ese garrote que literalmente estaba parado como nunca y duro de una dureza incomparable. Llegó el momento en que me cogió con la boca..., mi glande llegaba a la profundidad de su garganta, sus ojos estaban llorosos pero ni una ocasional arcada le impedían comerme la verga como nunca lo había hecho nadie.
Estuvimos así no se cuanto tiempo, hasta que me hizo acabar y se tomó la lechita hasta la última gota..., no dejó nada la turra!
Apenas un momento de descanso y me dediqué a darle yo el placer oral que se merecía: mi trabajo en la concha con la lengua se complementó con mis dedos penetrando lentamente la conchita y sobándole la entrada del orto. Cada vez que le tocaba el ojete parecía que recibía una descarga eléctrica porque lo cerraba. Pero poco a poco fui logrando entrarle un pedazo del dedo, creo que cuando le arranqué el primer orgasmo.
Pero mi verga pedía entrar en la cueva ardiente de María, así que la acomodé con un almohadón bajo la cintura, de manera que la concha quedara levemente levantada y me permitiera no solo penetrarla, sino también que mis manos jugaran con su culo..., y la penetré!!!
La tipa era toda una experta, sin embargo como que se resistía..., cerraba la concha y se tensaba en lugar de dejar que el placer le llegará de la punta de los piés a la cabeza (luego me dijo que le pasó por la cabeza el tiempo que tenía de pensar en ese momento y que se concretara era como el fin de la imaginación).
No puedo describir lo que fue esa cogida: lentamente la penetré hasta que mi verga, que no es gigante, pero se defiende (jejeje), le llegó hasta el fondo. Allí empezó el mete saca cada vez mas violento. La mina gemía como una descosida, yo gruñía, le metía mano en el culo y la cacheteaba.
La concha era un mar de jugos y un horno de caliente. Me aguantaba igualmente hasta que empezó a decirme: “llego papito, llego, llego, lleeeegooooo”, que fue como un interruptor para que yo también descargara mi lechita, en su interior.
Nos abrazamos sin decir nada..., luego nos bañamos juntos en el yacuzzi del motel, cuando otra vez se me puso la pija a full gracias al trabajo manual que me brindó.
Esa noche nos quedamos hasta el amanecer. No dormimos. En los momentos en que no cogíamos recordábamos las oportunidades que tuvimos en el secundario y que no concretamos porque yo era tan pendejo boludo!

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