La iniciación

Cuando empezó a trabajar en la oficina, le preocupaba como se relacionaría con sus compañeros de trabajo.
Y es que, con 19 años, era su primer trabajo, y la empresa era muy afamada, con muchos años de trayectoria en el mercado.
El personal era mixto, todos por encima de los 30 años. Alrededor de 20 personas constituían el staff, con mayoría de mujeres.
Mario tenía 19 años , 1.75 , moreno, ojos marrones, anteojos, delgado, nada extraordinario a la vista, aunque debemos reconocer que estaba bastante bien equipado. Era sumamente tímido e inseguro, y con las mujeres le iba muy mal. Bahh, no le iba en absoluto. En la secundaria, no había tenido relaciones con ninguna compañera, quienes se cansaban de verlo tan tímido e introvertido. Estaba estudiando Administración de Empresas, por lo que su trabajo era de 6 horas, desde las 8 hasta las 14. Luego a su pequeño departamento a comer y descansar un rato, y a las 17 rumbo al estudio, hasta la medianoche.
Esto no le dejaba demasiado tiempo para salidas y aprovechaba para descansar cuando tenía un rato libre, donde no tenía que trabajar ni estudiar. Por otra parte salir, implicaba relacionarse y el no tenía amigos en la ciudad. Estaba totalmente solo, lo que aunado a su timidez, le dejaba como única opción quedarse en su casa, entretenerse con los juegos de la pc, o con algún libro.
En la oficina comenzó haciendo un poco de todo. Correo, bancos, diversos recados para la empresa, y también para sus compañeros, que así se evitaban de salir del trabajo. Como era el nuevo, no tenía demasiadas opciones. Entendía que el derecho de piso tenía que pagarlo como todo el mundo, así que no se negaba a realizar ninguna tarea, fuera de la empresa o particular de los empleados. Estas circunstancias, además favorecían su perfil bajo. No le gustaba hacerse notar, ni tener problemas.
Se hizo amigo de Roberto, la persona encargada de las cuentas bancarias y con quien estaba mas en contacto. Roberto tenía unos 45 años, casado, con algunos kilitos de más y una calva incipiente, hacía más de 20 años que trabajaba allí y conocía los pormenores y secretos de todos sus compañeros. Cuando entraron en confianza, de a poco, lo fue poniendo al tanto de las historias de los compañeros.
Raquel, de contrataciones, con algo menos de 40 años estaba separada de su esposo y vivía con su hija adolescente. Morocha, alta, elegante.
Carina, de atención al público, estaba casada, tenía 42 años, con dos hijos, y un esposo sumamente celoso. Rubia y menudita, resultaba muy atractiva.
Marina, de publicidad, también casada, con 39 años, no tenía hijos, y tenía un matrimonio bastante liberal, donde cada uno se manejaba con absoluta libertad. Ella salía algunos fines de semana con sus amigas, y su esposo muchas veces usaba los fines de semana para salir de pesca o de viaje con sus compinches. Rubia, 1,70, un buen par de tetas, y piernas.
Por último Norma, de unos 35 años, soltera, morena y siempre bien arreglada. Era la mas perra de la oficina. Se contaban historias de todos los colores, aunque nadie podía confirmar nada.
Las cuatro tenían algo en común. Eran muy atractivas para su edad. Siempre bien arregladas y maquilladas. Y además le quitaban el sueño a Roberto que se le hacía agua la boca cuando las veía pasar por los pasillos.
Siempre las conversaciones con Roberto terminaban en estas mujeres, que para colmo, no le daban el más mínimo lugar para un avance, ni a él ni a nadie de la empresa, debemos reconocer.
Mario no tenía el mínimo interés en ellas. Las veía muy viejas para el, y además, si no tenía idea de como relacionarse con mujeres de su edad, mucho menos las tenía para abordar mujeres que podían ser su madre. De hecho, su madre tenía 44 años.
Todos los días Raquel, lo llamaba a su oficina para encargarle algo. Resultaba muy simpática y atenta y poco a poco, con el paso de los días, lo invitaba a sentarse y conversaba un rato con el, preguntándole sobre sus cosas, y luego, empezó a contarle cosas de su vida. Le costó mucho trabajo conseguir que el muchacho hablara. Era evidente que no tenía amigos y que era muy cerrado. Dos condiciones que para algunas cosas podían ser muy interesantes, pensaba Raquel, que cada vez lo miraba con mas atención. Era joven, atractivo, tranquilo, callado, quería progresar en la empresa, y no quería problemas. Demasiadas virtudes para no aprovecharlas.
El tiempo que pasaba en su oficina, comenzó a llamar la atención de Roberto, pero con su cara de sorpresa e inocencia desactivó su curiosidad, y hasta el se autoconvenció que un niñato como Mario no tenía nada que hacer con semejante mujer. Mario se sorprendió de que Roberto pensara que podía haber algo entre él y la Sra. Raquel.
- Como se te ocurre, Roberto. Es una señora y yo podría ser su hijo. Vamos que tienes una mente retorcida, le contestó.
Un día iba a entrar a la cafetería y escuchó voces y carcajadas adentro. se quedó por un minuto parado en la puerta escuchando.
- La verdad que tenés razón, pero no deja de ser cómico, dijo una voz femenina que parecía la de Carina.
- Me da ternura que siempre que paso se quede mirándome el culo. Carcajadas siguieron al comentario.
- Bueno, pero Roberto no es un mal tipo, dijo otra voz que reconocí como la de Raquel.
- No es malo, pero no me acostaría con él ni que fuera el único hombre en la tierra, dijo una tercera que sin dudas era Carina.
- No hay mucho en la empresa para tirarse, la verdad, comentó Raquel.
- Al único que le haría algún tirito es al nuevo, pero me parece muy novato, dijo Carina
- Cuidado con los novatos que te puedes llevar una sorpresa. Estos jovencitos son inagotables y no estamos para estos trotes, dijo Marina
- Tu no estarás, yo te aseguro que si lo agarro lo dejo seco en un santiamén, comentó Carina riendo.
Se retiró de allí silenciosamente. Que las mujeres mas atractivas de la oficina pensaran así, era muy traumático. El no tenía experiencia. Empezó a pensar que en el fondo ellas se burlaban de él. Y decidió prestar mas atención para tratar de descubrir el complot.
Cuando empezó a prestar atención se sorprendió de que Raquel tenía para con el detalles que no tenía para los demás compañeros de trabajo, algunos con los cuales llevaba años trabajando.
¿ Realmente quería avanzarlo? ¿ Tendría razón Roberto al suponerlo?
Si le interesaba la conquista, pensó Mario, entonces lo que mejor podría hacer, era dejar que ella manejara los tiempos. El no se sentía capaz de enfrentar a esa decidida mujer.
Y en su mente todo estuvo claro. Raquel lo buscaba para que el hiciera alguna propuesta y así todos se reirían de el como lo hacían con Roberto. Eso no iba a pasar.
Ahora, cuando ella le invitaba a sentarse, lo hacía con reservas.
Un jueves, ya en tren de confidencias la conversación se fue haciendo más íntima.
- ¿ Te acostumbraste a vivir solo ? Le preguntó
- Si. La independencia es muy buena. Me faltan algunas cosas, pero en cambio soy totalmente libre.
- Me imagino que para un jovencito de tu edad, tener un lugar para tí solo te permitirá una gran ventaja a la hora de ligar con alguna jovencita.
- No te creas. La verdad que no tengo demasiada suerte con las mujeres, y además con los compromisos que tengo, lo menos que quiero es liarme con alguien que me exija atenciones y horarios, dije sin mostrar mayor interés
- Bueno, pero me imagino que te gustan las mujeres, dijo incitándole a ser más explícito.
- Si, por supuesto. No soy gay si es lo que preguntas.
- No pensé que lo fueras. Hay cosas que una mujer nota, dijo sonriendo.
- Te agradezco.
- Es lo que siempre digo. La vida es mucho más que lo que se ve exteriormente. A la gente se la conoce en el trato directo y no al verla nada más, dijo satisfecha.
- Bueno, pero tú no vives sola, no?
- No, vivo con mi hija, pero cada día que pasa ella construye su propio mundo y noto que comenzamos a distanciarnos, lo cual es bueno para ella también. Es bueno que sea independiente, quiero decir.
- Y esa mayor libertad te producirá mas soledad, también.
- No Mario, me acostumbré a estar sola y no quiero tener que negociar con nadie los espacios y los momentos. Reconozco que estoy un poco oxidada pero no quiero compromisos.
- ¿ Cuanto hace que te separaste?
- 5 años
- ¿ Y desde entonces...? Preguntó inocentemente.
- Me dediqué a criar a mi hija.
- Sin hombres, afirmó.
- Sin hombres, asintió.
- Buena decisión.
Raquel sonrió complacida.
- No es bueno estar solo, dijo
- Yo estoy acostumbrado y no la paso nada mal.
- Me gustaría ver como vives.
- Pero Raquel. Mi departamento es muy pequeño. Un monoambiente donde apenas podrías darte vuelta.
- O sea que no quieres que lo conozca, dijo poniéndose seria.
- No es eso Raquel, dijo asustado. No tengo problemas.
- O sea que serías capaz de invitarme a cenar el sabado, por ejemplo, dijo Raquel sonriendo.
Mario quedo paralizado. No sabía que contestar.
- Siii, por supuesto, si quieres, dijo para cumplir.
- Te agradezco, pero sería muy dificil. Mi hija estará en casa, y es el único día donde podemos estar juntas. No te ofendas,dijo sonriendo.
- Está bien, dijo mostrando un rostro aliviado.
- No te pongas mal.
- No me pongo mal.
- Hagamos lo siguiente. Si por alguna razón estoy libre te aviso, si?
- Bueno, gracias, dijo Mario
- Para nada Mario. Y ahora ve, sigue con tus tareas.
Salió de su despacho convencido de que Raquel se había burlado, como todos, de él. Se imaginaba las burlas en la cocina, cuando Raquel comentara como lo había forzado a invitarla a cenar, y una vez hecho, le había dado un palmo de narices por lanzado. No era justo. Las cosas no habían sido así, pero no había remedio. Era su destino.
El jueves pasó como siempre, y el viernes fue uno mas.
Un rato antes de las dos de la tarde, cuando ya estaba acomodando su escritorio. Raquel lo llama por el interno para que vaya a su oficina.
Al llegar, la encuentra inmersa en un cúmulo de carpetas y papeles. Apenas levantó la vista por encima de sus anteojos, mientras seguía con su trabajo.
- Ah Mario, perdona que te hiciera venir, pero ha surgido un cambio que quería conversar contigo.
El joven se quedó allí de pie totalmente paralizado. Cansada de jugar con él, ella estaba dispuesta a despedirlo.
- Mi hija se va este sabado a un cumpleaños y me quedo sola, así que quería saber si tu invitación aún está en pie, dijo sin mirarlo, lo cual fue bueno porque evitó que viera la sorpresa en el rostro de Mario.
- Por supuesto Raquel, dime que te gustaría cenar.
- No hay problemas Mario, lo dejo a tu criterio, y ahora disculpa que estoy muy ocupada, lo único dame tu dirección. Se la dictó, ella la anotó y volvió a zambullirse en sus papeles. Saludó y salió.
Le parecía flotar en una nube. Volvió al apartamento y apenas pudo comer de la alteración.. Esa noche en la escuela no entendió nada de lo que explicaron.
El sabado, se levantó temprano y se dedicó a limpiar y ordenar el pequeño apartamento. Luego averigüó con amigos que podía hacer con la cena, y uno le recomendó una rotisería que preparaba una muy buena lasagna. Encargó dos porciones, compró un postre helado y una botella de buen vino. Iba a comprar champagne pero le pareció demasiado. Tampoco daba para exagerar.
A media tarde un mensajito de texto en el celular, lo sacó del trabajo. Era ella. Le preguntaba a que hora podía ir. Quedaron a las 20 hs.
Se bañó, se cambió y fue a buscar la comida que dejó preparada en el microondas para calentarla cuando fuera el momento. A las 20,10 sonó el timbre de la calle.
- ¿ Quién es?
- Raquel
- Pasa, dijo mientras habilitaba la apertura de la puerta. Se sintió el ruido de la puerta al cerrarse, el ascensor al abrirse y cerrarse, el ruido del ascenso, las puertas nuevamente y por fin dos golpes en la puerta del apartamento.
Abrió la puerta y allí estaba ella. Un traje sastre negro, de pantalones ajustados y camisa rosa fuerte, zapatos de taco alto, y peinada y arreglada con delicadeza. Toda una mujer, como jamás había pisado su apartamento. En sus manos traía una botella de vino blanco, que le pasó de inmediato
- Estás preciosa, dijo sorprendido, y ella sonrió mientras atravesaba la puerta.
- Gracias por el cumplido, miró el lugar y le agradó.
- Vaya, es muy bonito, yo me había imaginado un departamento de soltero, con luces rojas, cortinados pesados y espejos en el techo, dijo riéndose.
En realidad era un monoambiente con una pequeña cocina, una mesa para dos, un par de sillones y en un rincón una cama amplia.
- No tendría mucho sentido, la verdad. Es solo el departamento de un estudiante, dijo sonriendo. Ponte cómoda, dije mientras ponía la botella de vino en el freezer.
- Si, hace calor aquí, dijo mientras se sacaba la chaqueta que Mario tomó y ubicó en un perchero en la pared. Ella se sentó en uno de los sillones, con las piernas cruzadas. Recién allí Mario notó dos cosas. La camisa era de un color fuerte, pero semi transparente. Y no usaba corpiño. Si uno miraba detenidamente, podían percibirse dos pezones oscuros y grandes que coronaban dos tetas importantes, no totalmente erguidas, pero bastante levantadas a pesar de la edad de la dueña. Esa suave curva que hacían las volvían aún mas deseables, ya que evidentemente eran naturales. La visión lo excitó, pero se sentó y pudo controlarse sin que ella notara nada. Sabía que tenía que comportarse. Seguramente lo que Raquel quería es que el se propasara para gritarlo a los cuatro vientos.
Charlaron un rato largo, de sus estudios, de su hija, de la empresa. Le contó algunos chismes que Mario no conocía, y sus comentarios dejaron traslucir que no tenía una muy buena relación con sus compañeras, especialmente con Carina y Norma. Hacía mucho que trabajaban juntas, y en su momento habían competido por el cargo que ella ocupaba y las relaciones no habían quedado muy bien.
Raquel cruzaba y descruzaba las piernas permanentemente. Estaba nerviosa. Se notaba que hablaba tratando de romper el hielo y tranquilizarse, pero no le resultaba fácil. Era evidente que lo del tiempo que llevaba sin hombres era cierto. No sabía como manejarse, y Mario era una estatua incapaz de entender nada de lo que pasaba, y mucho menos de tomar la iniciativa.
Luego de un buen rato, prepararon la mesa, calentaron la comida, Mario destapó el vino y se sentaron a cenar. Realmente la lasagna estaba excelente, y ella la elogió sinceramente.
Cuando terminaron de cenar, aún quedaba una media botella de vino, que mientras siguieron conversando terminaron. Mario no tenía mucha cultura alcohólica así que limitó la cantidad que bebía, pese a lo cual, se sentía un poco mareado.
Raquel, colorada por el vino y el calor del ambiente conversaba animadamente y sin darse cuenta había desabrochado un par de botones de su camisa, con lo que ahora el valle entre sus tetas se veía perfectamente. Los ojos de Mario debían esforzarse para mirarla a los ojos y disimular.
- ¿ Quieres escuchar música? Preguntó, y sin esperar respuesta, se levantó y puso una música suave que acompañaba el fondo de la charla.
Se sentó nuevamente. Raquel cerró los ojos y comenzó a seguir el ritmo. En un momento se paró y tomó a Mario de las manos e hizo que se levantara. Mario la miraba sin comprender.
- Disculpa, pensé que te gustaría bailar, dijo quedándose de pie frente a el.
- No bailo muy bien,dijo Mario
- No importa yo te enseño, y tomando un brazo del joven que hizo que rodeara su cintura, se colgó de su hombro y comenzaron a moverse al ritmo de la canción. Lento. Muy lento. Y muy sensual. Sus caderas de bamboleaban con una cadencia animal, que lo ponia a mil. Sus manos bajaron instintivamente de su cintura hasta sus caderas, mientras la miraba a los ojos, sin que ella se resistiera. Con los tacos quedaban a la misma altura. Sus brazos fueron envolviendo su espalda y su cuello, muy lentamente, haciendo que los cuerpos se acercaran. Al comienzo Mario trató de mantenerse alejado, ya que se había excitado y no quería que ella lo notara, pero cuando la cabeza de la hembra se apoyó en su hombro, no tuvo mas remedio que atraer sus caderas hacia el, y al juntarse sus cuerpos, la verga se apretó contra su vientre. Era imposible que ella no la notara, pero no dijo nada. Raquel sintió esa dureza en su vientre, y se alegró. Había venido con toda la intención de comerse al muchacho, y aunque tímido, esa respuesta que ella sentía era importante para su plan. Para colmo el movimiento de su cadera, ahora rozando la verga lo ponía mas y mas caliente y era evidente que ella lo hacía a propósito y lo estaba disfrutando. Cuando terminó la canción se separaron. La cara de placer que ella tenía mostraba a las claras que estaba consiguiendo lo que se había propuesto. Para cortar el climax, Mario la dejó allí de pie y fue a la cocina volviendo con los postres helados que había comprado.
- Pensé que era lo mejor dado el calor que hace, dijo sonriendo.
- hmmmm, que rico. Realmente hace calor y me pierde el helado, dijo sentándose nuevamente en el sillón. Tomó su plato y comenzó a comer su helado. De pronto una cucharada se escapó cuando se acercaba a su boca, y cayó en su cuello, corriendo lentamente al valle entre sus tetas.
- Ohhh, pronto dame una servilleta dijo dejando el plato en la mesa ratona.
Rapidamente Mario le acercó una servilleta, y Raquel, desprendiendo un botón mas comenzó a limpiarse. El espectáculo era fascinante. La silueta de sus pechos estaba a la vista. Sus pezones, ahora notaba Mario que se marcaban en la camisa de manera rotunda.
- Ven al baño a lavarte, dijo el joven poniéndose de pie y dirigiéndose hacia allí. Raquel se levantó detrás de él. Pensó que era hora de pasar a la acción, ya que este mocoso no se iba a animar por mas que ella se insinuara. Y si lo seguía excitando lo único que conseguiría es que manchara sus pantalones. Era hora de una acción enérgica.
Mientras caminaba detrás de él se fue sacando la camisa, y cuando llegaron al baño, el abrió la puerta encendió la luz, y al darse vuelta se encontró con Raquel desnuda de la cintura para arriba.
Mario quedo paralizado. Sus ojos desorbitados no podían creer lo que estaban viendo.
Ella lo tomó de la cabeza, y le forzó a hundir su cara entre sus tetas.
- El agua está fría. Limpiame con tu lengua, vamos, le dijo sin soltarlo.
Mario al principio no atinó a hacer nada. Luego, timidamente, sacó su lengua y comenzó a recorrer los senos de esa hembra. A medida que su lengua se soltaba, su herramienta se endurecía. La sentía presionar sus pantalones como nunca.
- Sigue, sigue, no vaya a ser cosa que se manche mi camisa, dijo en un suspiro. Era evidente que el alcohol, el baile y la falta de sexo, la tenían totalmente sacada. No esperaba demasiado del muchacho, pero al menos soñaba con un polvo que le hiciera mas llevadero el fin de semana.
- No te preocupes por tu camisa, que te voy a dejar bien limpia, dijo entre lengûetazo y lengûetazo
Lentamente Raquel se tiró para atrás, saliendo del baño, y llegó a sentarse nuevamente en el sillón sin dejar que Mario se separara. Al sentarse, Mario se arrodilló, y en esa posición, la hembra, tomó una de las manos del joven y la metió entre sus piernas, obligandolo a palpar su vagina que estaba super caliente. Cuando la mano del joven la tocó, un gemido fue su respuesta. Y sus piernas se abrieron aún mas para facilitar las caricias. Luego de un rato, ella lo obligó a pararse, y así de pie frente a ella, sus manos buscaron el cinturón del pantalón del jovencito, lo aflojaron , desabrochó el pantalón y lo arrastró hacia abajo, junto con el slip, saltando como una fiera salvaje una verga dura, larga y gruesa como nunca había tenido en sus manos. Raquel se sintió volar de felicidad. En un rato esa lanza estaría dentro suyo haciéndole daño, partiéndola en mil pedazos. No podía esperar. Pero mientras tanto fue su boca la que probó la vara, mientras sus manos sopesaban dos pelotas grandes, cargadas de semen. Evidentemente este muchacho no mentía. Hacía mucho que no tenía sexo, si lo había tenido alguna vez. La carga de leche era fabulosa.
El calor era insoportable. Mario se quitó rápidamente su remera arrojándola detrás del sillón. Raquel estaba con los ojos cerrados, chupando con maestría. Mario la miraba, miraba su cuerpo y lo que vio le gustó y lo calentó mas aún.
Esa verga en su boca crecía minuto a minuto. Raquel, con su experiencia se daba cuenta que el joven no iba a aguantar mucho mas, y que si lo dejaba así, era muy probable que se fuera en seco antes de penetrarla. Tenía que completar su tarea, para luego disfrutar con más calma el resto de la noche. Tenía mucho tiempo para volver a exitarlo. Intensificó la succión, hasta conseguir que el joven comenzara a gemir y suspirar. Su respiración agitada le indicaba que el orgasmo estaba al caer.
Mario sentía un fuego que brotaba desde su columna, y que lentamente lo iba quemando. Jamás había sentido de esta manera. No aguantaba mas. Trató de retirarse para acabar, pero Raquel no lo dejó.
- Acabo, por favor, déjame, suplicó, pero como respuesta Raquel profundizó aún mas su fellatio y comenzó a estrujar sus pelotas.
- Me voy, me voy, gimió casi llorando, y dejó de resistirse. En su desesperación clavó su verga más adentro hasta llegar a la garganta de Raquel y un potente chorro de semen salió como una bala entrando directo a su estómago. Raquel casi ahogada, se retiró unos centímetros y entonces sí, su boca se llenó de un líquido caliente y viscoso que chorro tras chorro, acompañado de los gritos de Mario la inundaban. Inesperadamente ella también alcanzó un pequeño orgasmo al sentir esa leche caliente que la quemaba. Le costó trabajo pero al final pudo tragarse todo. Cuando el joven terminó de vaciarse, ella lo dejó que se retirara.
- Acá estoy incómoda, dijo Raquel .
Se levantó del sofá y mientras se quitaba su pantalón y su bombacha, llegó hasta la cama y se acostó. Ella estaba mareada por el alcohol pero también por el grado de excitación que tenía y que hacía mucho tiempo no sentía. Se arastró hasta apoyarse contra la pared, quedando sentada sobre la cama y lo miró.
Mario se quitó el calzado, terminó de quitarse el jean y así desnudo se acercó.
- Ponete un forro que no me cuido, por favor, suplicó. Mario no tenía y quedó desconcertado.
- En mi cartera, dijo ella y Mario rebuscó en ella hasta sacar una tira con 3 preservativos. El problema es que nunca los había usado. Trató infructuosamente de encapuchar su verga, pero al segundo intento, Raquel le pidió que se acercara.
La hembra tomó el preservativo en la boca y fue tragándose la verga del muchacho mientras lo cubría con el látex. Con satisfacción notó que la verga apenas si se había ablandado a pesar de la feroz acabada. La noche iba a ser gloriosa. Cuando todo estuvo listo, Raquel se dio vuelta y se puso en cuatro patas.
- Vamos a ver que tal eres como jinete. Ven y móntame le dijo mirándolo a los ojos. Mario con su verga lista, se acercó hasta Raquel. Una de sus manos acarició sus nalgas y bajó hasta su sexo. Estaba empapado. No habría problemas de lubricación para la conjunción. Apoyó la lanza entre sus labios vaginales, mientras acariciaba su espalda y sus tetas. Era su primera mujer. Era su primera relación completa y para colmo con una mujer hermosa y experimentada. No podría haberlo soñado mejor. Hasta pensó que era un sueño. Pero cuando la cabeza de su verga separó los labios vaginales y cruzó la entrada, se convenció que esto era real. El calor de esa cueva le quemaba la cabeza de su verga. Mario no tenía noción de tamaño, así que cuando se aferró a las tetas de Raquel de un empujón la clavó hasta el fondo, la hembra casi se desmaya. Gritó y Mario asustado se retiró.
- Despacio nene, despacio, que lo que tienes entre las piernas no es un juguete, y entonces Mario ahora lentamente la fue poseyendo, dando tiempo a que la hembra se distendiera y se adaptara al intruso. Cuando iba por la mitad, Raquel volvió a gritar, pero estos gritos eran distintos y Mario no se retiró. Por el contrario siguió empujando acompañando el orgasmo de la hembra, el primero que él veía tan en detalle. Raquel lloraba de placer. Y entonces comenzó a bombearla lenta y profundamente. El hecho de haberse vaciado le dio mucha resistencia, y fueron unos 20 minutos en que la taladró totalmente. En ese interín no menos de 3 orgasmos barrieron a Raquel, hasta dejarla totalmente agotada. Cuando no pudo más, una de sus manos buscó las pelotas del macho y las acarició sensualmente para obligarlo a vaciarse. Con ese tratamiento Mario comenzó a acelerar y por fin, enterrándola hasta el fondo se corrió. Con lo fuerte que empujó la despatarró sobre la cama y cayó sobre ella.
Quedaron unos minutos allí jadeando los dos, hasta que Mario giró y la sacó. Estaba semi erecta y se veía dentro del preservativo una gran cantidad de semen. Raquel se acercó y lentamente le quitó el condón. Lo anudó y lo dejó sobre la mesa de noche. Quedaron un rato allí acostados. Mario acariciaba las tetas de Raquel muy tiernamente y ella, en respuesta acariciaba su cabeza. A los 5 minutos, Mario se levantó y tomó otro preservativo. Esta vez, lo encapuchó solito.
- ¿ ya quieres más? Preguntó Raquel asustada, deja que me recupere, por favor, pidió.
Sin oirla, Mario se acostó sobre ella y comenzó a besarla en la boca.
Durante un buen rato recorrió su cara y su cuello besando, chupando y pasando su lengua por la piel sensual de Raquel. La hembra ululaba de placer, a pesar de estar todavía agotada. Nunca la habían tratado así.
Lentamente fue separando las piernas de ella y acomodándose. Por fin, apoyándose en uno de sus brazos, tomó su verga, la dirigió al sexo de la hembra y la penetró.
¡¡¡Ayyyyyyy!!!! Me partes animal, me partes, gritaba Raquel y era lo único que podía hacer. Estaba totalmente ensartada.
Comenzó a bombearla profundo y lentamente, seguro de que ahora iba a durar mucho más tiempo. Raquel pedía por favor, que no la lastimara que le diera despacio, pero avanzaba con su vientre en busca de su verga cada vez que se retiraba. Tiraron así durante media hora. Mario alternaba sus boca entre sus labios , su cuello y sus tetas, haciéndola gemir de placer.
- Termina, por favor, termina que no puedo más, le suplicaba, mientras que Mario seguía bombeando sin parar.
- No puedo mas, basta, por favor, basta, y en su agotamiento tuvo otro orgasmo que la dejó prácticamente inconsciente.
El macho estaba a punto de correrse, así que desmontó. Cuando lo hizo ella se aflojó. Mario se quitó el preservativo y comenzó a masturbarse sobre el cuerpo de Raquel. Ella abrió los ojos y esa imagen del joven sacudiéndola encima suyo, con los ojos inyectados de lujuria la enloqueció. Nunca la habían regado con semen. Hasta ahora.
Cuando llegó el momento sus manos se aferraron estrujando las sábanas.
Mario aceleró y por fin dejó la cabeza de su verga desnuda. Un chorro de semen pegó en el cuello de Raquel. Los restantes regaron sus tetas y su vientre. Mario cayó a su lado totalmente agotado.
- Nunca me habían hecho esto. dijo
Mario giró y con ternura la besó en la boca.
- Y yo te lo agradezco mucho, le dije mientras la envolvía con sus brazos. Se quedaron allí abrazados.
Entrada la madrugada ella se fue y Mario pudo dormir. Como nunca.
( continuará)

3 comentarios - La iniciación

crotoclandestino +2
hdp... que buen relato... ahora la voy a mirar con cariño a la vieja de administracion jajaja
sanferreale
buen relato me recuerda como me calientan algunas compañers del laburo jajaja