El ex-colegial que ahora es ginecólogo

ENCONTRÉ UN RELATO QUE ME PUSO CALIENTE Y LO QUIERO COMPARTIR
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Cuando estaba en el colegio había un muchacho que iba dos grados más adelante que yo. Él me gustaba mucho y varias veces me masturbé imaginándolo entre mis piernas. Siempre pensé que yo no le era indiferente del todo, pero nunca nos acercamos: pudo ser porque me consideraba muy joven para él en ese entonces, o porque era muy tímido, o tal vez porque tenía una novia que dormía enroscada... lo cierto del caso es que después de que se graduó, no volví a saber nada de él.

Un día y por un problema médico, me remitieron donde el ginecólogo para hacerme una revisión. Este examen no era del tipo en donde el médico te mete la mano por todas partes, en vez de eso, era una típica ecografía, donde con una especie de “mouse” te tocan el estómago y ya está.

La cita era por la tarde y mientras mataba tiempo me puse a ver una película llamada “Infidelidad” con Diane Lane. En la película se muestra una escena (más que erótica) de ella con su amante en un vagón del tren, que me puso bastante caliente; pero como tenía la cita con el ginecólogo, preferí respirar profundo, aunque de camino al consultorio, no mepude sacar de la cabeza la bendita escena.

Ya allí, y esperando a que fuera mi turno, logré identificar al ginecólogo que salió para despedir a la paciente que estaba en consulta mientras yo llegué; y como ya se lo habrán imaginado era el chico con el que fantaseaba en el colegio. Nada mal estaba. Él nunca fue un hombre al que pudiera llamarse “cara bonita”, pero tenía un cuerpo de lujuria, con unas nalgas redondas y apretadas que aún se conservaban bastante bien.

El saber que él me atendería me causó una humedad aún mayor a la que traía, y cuando salió para llamar a la siguiente paciente por su nombre (o sea yo), pude ver que me reconoció. En ese momento titubeó un poco y se notó algo indeciso. Hasta pensé que me iba a pasar con otro médico, pero finalmente fingió que nada pasó y me saludó con el protocolo formal médico – paciente.

En medio del consultorio había una camilla en cuyo lado estaba el aparato para hacer el examen (que ni idea como se llama) y una silla. En la cabecera de la camilla había un computador en un escritorio que quedaba de espalda a la camilla y a la puerta del baño donde la enfermera me indicó que podía cambiarme, pero como la ecografía no involucraba tacto ni penetración con otros aparatos, no hubo necesidad de quitarme la ropa, sino que simplemente me dijo que me recostara en la camilla, me alzara el vestido hasta más arriba de la cintura, me bajara un poco los panties y me cubriera la parte baja del abdomen con una sábana que ella me entregó.

Yo ya estaba recostada en la camilla cuando el médico entró. La enfermera se sentó frente al computador y comenzó a hacerme unas preguntas de rigor. Mientras tanto no podía quitarle los ojos a mi médico y me parecía increíble que el objeto de mis fantasías colegiales estuviera de nuevo parado frente a mí. El comenzó a hacer el examen con una actitud muy profesional: no hacía contacto visual conmigo y estaba totalmente concentrado en su labor médica, pero para mí aquello era una tortura…. Cuando colocó un gel viscoso y frío sobre mi estómago pude sentir como mi clítoris se hinchaba y pedía recibir un poco de aquello también. Abrí un poco las piernas y él me miró a los ojos como para comprobar si había sido intencional. Rápidamente esquivó mi mirada y continúo en lo suyo dictándole a la diligente enfermera todo lo que veía en la pantalla. Mis pezones se iban poniendo erectos y llegó el momento en que se notaban por encima del vestido, el solo les daba miraditas rápidas y nerviosas.
Levanté los brazos hacia atrás para que se marcaran mejor y entonces me miró fijamente a los ojos. Me pasé la lengua por los labios, cogí la mano con la que me estaba haciendo el examen y la bajé todo lo que pude hasta el inicio de mi monte de Venus.

Noté como su mano mostraba cada vez menos resistencia, entonces le quite el “mouse” con el que me estaba haciendo el examen, abrí la piernas y metí sus dedos para que pudiera sentir mi clítoris duro y mojado. Cerró los ojos un momento y supe que le gustó. Comenzó a acariciarme y yo trababa de no hacer ruido para que la enfermera no notara nada. Después de un rato en que este hombre estuvo apretando, halando y acariciando de mil maneras mi ansioso clítoris, sacó la mano de mi pantie, me recompuso la sábana y le dijo a la enfermera que iba a realizar un procedimiento “transvaginal”. En ese momento no supe que quería decir eso. Ella se levantó y trajo un condón. El se lo puso a otro “mouse” que tenía forma fálica. Aunque no era muy gordo si era muy largo. Le puso nuevamente gel, se paró frente a mí y me lo metió despacio mirándome fijamente a los ojos. Pensé que iba a morir, que delicia!...Trataba de no gemir. Miré su pantalón, y pude ver lo excitado que estaba, pues su bulto se veía inclusive por encima del delantal blanco.

Él ya no veía la pantalla de su máquina pero si seguía dictándole cosas a la enfermera que se mantenía de espaldas según las instrucciones del centro médico “para no violentar la privacidad de las pacientes”. Después de un rato de masturbarme, le indicó a la enfermera que se retirara a terminar no sé qué cosa y que él podía acabar con aquel examen.

Cuando la enfermera salió, cerró la puerta con seguro. No perdió tiempo para quitarse el delantal y la camisa y mientras lo hacía me dijo “yo te conozco. Tu estudiabas en mi colegio y siempre quise culiarte”. Me quedé acostada en la camilla pero me saqué el vestido por encima de los brazos y le dije: “pues no dejes pasar otros 10 años para hacerlo”.

Se me acercó y prácticamente me arrancó los panties. Se bajó los pantalones y pude ver como ponía un condón sobre su miembro potente y ganoso. Me haló por la cintura y me colocó al borde de la camilla. Me tomó de las muñecas que aún estaban por encima de la cabeza y las aprisionó contra el colchón. Abrió mis piernas con sus muslos y me dijo “no vayas a hacer ruido”…Aquello era de locos. Me sentía medio indefensa y dominada y me encantó. Me culió de esa forma un buen rato y a un ritmo impresionante. Solo paraba para chuparme los senos de vez en cuando. Cuando supo que tuve mi primer orgasmo me hizo bajar de la camilla y parar frente a ella. Quedé de pié pero con mi torso recostado y con mi sexo al aire. Me penetró desde atrás de una forma deliciosa.Luego puso del gel azul con el que me estaba haciendo el examen sobre su pene y me dijo “esperé mucho para esto “ y me rompió el culo con decisión. Alternaba entre mi conchita y mi culo. Me producía un morbo increíble mirar al piso y ver sus piernas con sus pantalones abajo. Me dio verga por casi media hora hasta que no aguanté más y me vine por segunda vez.

Luego, dominante como había sido, me volteó y me empujó de los hombros hacia abajo. Se quitó el condón y me dijo “me lo debes”. Empecé a chupárselo y a lamérselo pero luego, más que una mamada fue una culiada de boca: mi ginecólogo se daba gusto. Me tomaba por la cabeza, agarraba mi cabello y ponía la velocidad que lo satisfacía sin ningún problema. Se contuvo varias veces, hacía una pausa y volvía arrancar, hasta que no pudo más. Se vino en mi boca y me dijo “no te lo tragues… quiero verlo rodar por tus tetas”. Abrí la boca y dejé que resbalara hasta mi pecho.

Me entregó unas toallas desechables para que me limpiara y me dijo mientras se vestía “dile a la enfermera que te entregue el examen impreso y vuelve la próxima semana”. Pero no regresé, no porque no lo haya disfrutado, pues sin duda alguna fue uno de los mejores polvos de mi vida, sino porque ese encuentro tuvo muchos ingredientes de encuentro casual que me hizo sentir como una puta dominada y no quiero dañar esa escena que es como la de la película Infidelidad: me excita muchísimo cada vez que la recuerdo.

3 comentarios - El ex-colegial que ahora es ginecólogo

igna9
a favoritos esta noche me lo leo 🙂