Deseando a Carla parte 1: La fiebre

NOTA: Los personajes y situaciones aquí presentadas son ficticias, cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

Dedicado a @Bebita_Nalgona; mi musa de grandes caderas y gran corazón

A principios de Marzo, Carla había empezado a trabajar en la casa del señor Álvarez como mucama. Era un trabajo fácil: solo tenía que ir una vez a la semana, los sábados, y limpiar un poco.
Como Álvarez (Mateo, se llamaba) se había mudado hace poco y tenía pocas cosas, el trabajo era más sencillo todavía. Y ella ya empezaba a disfrutar la hermosa casa de campo, y su patio, con el sol bañándola cuando salía a colgar la ropa.
Ella era muy morena, de pelo oscuro con toques rojizos, y su cuerpo solo podía ser calificado como voluptuoso. Se sentía orgullosa de su cuerpo en general, y sabía cuando la miraban, la deseaban. Esa sensación le daba un noseque que no era desagradable exactamente, pero si extraño.
Mientras abría la puerta y entraba, pensó en todos los piropos que le tiraban a diario. Piropos de gente que tenía una fijación con sus caderas y sus nalgas. Y pensaba también de que Álvarez nunca se le había insinuado ni propasado. Era una situación que la dejaba un poco perpleja.
Entro en la casa y la encontró vacía. Álvarez vivía solo, y Carla no sabía de ninguna novia que tuviera Álvarez. Como le lavaba las sabanas y las fundas de las almohadas sabía de la frecuencia con que se masturbaba, pero había decidido no decir nada sobre eso. Llamo en voz alta para anunciar que había llegado, pero no hubo respuesta. Dio un paso enfrente para seguir y...
¡Pump!
Soltó un grito y se dio vuelta. Ahí estaba Mateo, apoyado contra la puerta, respirando pesadamente. Lo miro un momento. Era de estatura media, moreno como ella, pero con pelo negro y corto. Estaba en camisa blanca, medio desabrochada y jeans negros.
Aunque tenía unos veintitantos, era muy formal y sus rasgos toscos generalmente estaban siempre serios, pero ahora estaban flojos, como si hubiera corrido una maratón.
-¿Está bien, señor?
Mateo la miro y pregunto:
-Carla ¿Sos vos?-su voz era grave, con su acento argentino.
-¿Que le paso?-pregunto ella, con una nota de pánico.
Mateo respondió lentamente.
-Estoy un poco mareado...nada más. Un poco descompuesto-entró tambaleando al comedor y se apoyo en la mesa.
-¿Quiere que llame a un medico?-pregunto ella.
Mateo negó con la cabeza y dijo:
-No, no hace falta. Ya me tomare algo.
-¿Seguro?
-Si, si. Si te necesito te llamo, quedate tranquila-dijo y luego agregó, tímidamente-deje algo de ropa ahí para lavar.
-Ah...ok-se dio vuelta y fue para la lavandería, mientras Mateo la miraba. Por lo general, evitaba mirar mujeres descaradamente para no ser tomado por un degenerado, pero con la cabeza dándole vueltas no tuvo opción. Que buen culo, pensó mientras miraba a Carla alejarse. La fiebre no le dejaba pensar bien, pero tenía un par de ideas que... ¡Ah! Casi se había caído. Mareado, y sin equilibrio, se recostó sobre las sillas y espero a que el sueño llegara.
+++
Carla empezó a lavar, apurada. La verdad es que ese día quería irse lo antes posible de allí. No quería estar si llegaba a pasar algo malo, tenía miedo. Así que puso manos a la obra.
+++
Mateo no podía dormir. En el estado en que estaba, el mareo y el sonido del lavarropas le taladraban la cabeza. También el eco de los pasos de Carla. Pensó en el lavarropas, girando, girando con agua...si. A lo mejor era eso lo que necesitaba, agua. Bañarse un poco. Irse al baño con agua fría, y pedirle a Carla que lo acompañara, que se desnudara y que frotara su cuerpo con una esponja...
¿Que mierda estaba pensando?
Pero ya era tarde. Ahora estaba mareado y tenía una dura erección. Todo su cuerpo palpitaba, mientras sentía que le estaban martilleando la cabeza.
+++
Paso el tiempo, y Álvarez no volvío a llamar. Carla sabía que quizás tendría que ir a verlo para confirmar que estuviera bien, pero no quería. "No le pasa nada" pensaba. Así que continuo lavando, hasta que llego la hora de sacar la ropa. Ese día no había sol. Estaba nublado y fresco, casi frío. Parecía que ni una iba bien.
+++
Mateo había conseguido dormir un poco al fin, o algo parecido.
Seguía mareado y con un gusto amargo en la boca, pero era un poco más leve ya. O eso creía.
Miro con curiosidad al patio y pudo volver a ver a Carla, que salía y extendía las ropas. Que pedazo de yegua...mira el culo que tiene-pensó. Estando normal nunca hubiera pensado así, pero su inteligencia estaba muy reducida en ese momento, y también su decencia. Así que se dedico a seguir con los ojos el trasero de la mucama. Era grande, como le gustaba a él. Sentía la dureza de su pene atrapado en los jeans, pero no hizo nada para aliviarlo. Siguió mirando, mientras sus pensamientos se volvían más obscenos a cada segundo que pasaba.
"Si fueras mía, mamita, te pondría en cuatro, si...te haría...".
su mano se estaba yendo a su entrepierna, pero antes de que pudiera hacer nada, Carla se dio vuelta. El corazón le dio un vuelco al pensar que lo había visto, pero solo extendió una sábana blanca, desapareciendo de su vista.
Y él se quedo ahí. con la calentura brotándole de los poros, hirviendo en su cerebro.
No, no, no...Se movió. Antes de darse cuenta se levanto y gimió.
El dolor no había desaparecido, solo le había dado una tregua.
Ahora que se había vuelto a mover, la guerra había vuelto a comenzar.
"Me tiene que ayudar-pensó-estoy mal, me tiene que ayudar, Carla".
Y empezó a avanzar, tratando de no apoyarse en nada y de que el mundo dejara de girar.
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Ella ya casi estaba tranquila. Tender ropa la había alejado de esa situación. Ya estaba empezando a hacer planes para la noche, y tan distraída estaba que no escucho los pasos lentos en el césped acercarse, ni sintió la respiración hasta que le tocaron el hombro.
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Se sobresalto y se dio vuelta a mirarlo.
-Señor Álvarez ¿Paso algo?-Mateo la escucho, pero no le respondió. Ahora que estaba quieto, se había olvidado porque había venido a buscarla. Tenía la mano en su hombro desnudo, y solo sabía que su piel se sentía muy bien. Si, muy bien.
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Su respiración era tan pesada y fuerte que lo primero que se le vino a la cabeza era que iba a darle un ataque o algo así. Pero cuando se acerco un paso más, lo supo instintivamente. No era por eso que estaba jadeando así. Ay Dios, pensó. Entonces, como si Álvarez hubiera estado esperando ese momento, se dejo caer hacia adelante. ¡Te va a violar!-pensó y su cabeza y su cuerpo se quedaron trabados donde estaban, paralizados.
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Perdió el equilibrio y el control al mismo tiempo. Cayó sobre Carla, en su hombro, y sintió la frescura y la suavidad de su piel. Tan suave...sin saber lo que hacía empezó...
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Paso un momento: sus ropas seguían en su lugar y todavía no la habían forzado. Entonces sintió su boca en su cuello, la clavícula (cuando se estremeció) y vio que Álvarez la estudiaba, como pensando donde bajar antes de seguir por el brazo y empezar a acariciarla. Y se quedo donde estaba, aliviada y sintiendo un escalofrío que le subía y bajaba por la espalda, mientras él la seguía besando y acariciando.
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El recorría su cuerpo de cada pequeña parte de piel, de carne...sintiéndose aliviado lamio su brazo, dejando pequeños chupones y llego hasta su mano. Antes olisqueo su estomago, mordiendo pequeñas partes de la piel y viendo como Carla se estremecía cada vez.
Luego de un rato que ninguno de los dos hubiera podido decir cuanto duró, llego a las caderas. Sentía que quería pasarse la vida aferrado a esas amplias caderas, a esas caderas de diosa antigua pero sensual...La olio como un perro y luego paso lentamente la lengua por su pierna, como si fuera un pincel.
Entonces levanto la vista y vio sus tetas. Que buenas tetas...pensó. Tomo a Carla del hombro y la tironeo del brazo. Quería saborearla toda, pero no sabía por dónde empezar.
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No se resistió tampoco cuando la tironeo, ni la hizo sentarse en el piso. La miro como si todavía estuviera mareado, y empezó a tironear de su musculosa hacía abajo, arrastrando su sujetador y dejando sus senos a la vista. En ese momento ella recordó que estaban en un patio y que podían verlos, pero no hizo nada tampoco.
Cuando la dejo expuesta, sus ojos se abrieron y se tiro sobre ella, que ahogo un grito. El césped estaba fresco, casi frío, y el aliento de él era caliente...dejo que la chupara, que la lamiera, que apretara sus senos y su carne...parecía que a veces tenía problemas para controlar su fuerza y la apretaba más de lo debido. Ella ahogaba gritos, pero no lo detenía.
Bajo, llego al estomago, gruñendo, y ella se levanto la musculosa hasta que el volvió a lamerla. Sentía su hambre desesperado mientras la cubría en saliva que se enfriaba sobre su piel.
Sentía como una capa fría se iba formando sobre su cuerpo, que por dentro estaba caliente, casi afiebrado. Ahora ella tenía problemas para respirar y se le cruzo por la cabeza que podía terminar con fiebre de verdad. Casi se rio...
Entonces llego a las caderas. Por un momento se quedo mirándola y Carla no estuvo segura de lo que iba a pasar, o si iba a pasar algo más. Álvarez la abrió de piernas, aún vestida y empezó a frotar su cara por su jean.
-Que fresco...-dijo en un susurro. Entonces la miro. Ninguno dijo nada. La mano de ella bajo a la hebilla del cinturón, pero él la detuvo. Abrió la hebilla y empezó a sacar el cinturón, ella se levanto un poco y giro para ayudarlo, hasta quedar de costado.
Miro arriba, casi asustada.
Álvarez tenía el cinturón en la mano, lo dejo caer y la miro.
Extendió una mano a su cintura y ella por un momento pensó en tratar de resistirse, pero no pudo hacerlo. Y él empezó a tironear, como un niño ansioso de abrir su regalo. Cuando termino, se acerco lentamente. Acaricio sus piernas desnudas y miro el último lugar íntimo y cubierto de Carla. Unas bragas blancas a rayas violetas las cubrían, y él se acerco a lamerlas por encima, a aspirarla...
Carla sabía que estaba por ser chupada.
Entonces Álvarez miro las piernas, como si se hubiera olvidado que estaban ahí y empezó a chuparlas.
A Carla eso le gustaba, pero quería que ya le chuparan ahí, entre las piernas...se estremeció varias veces mientras la tocaban, la daban vuelta. Y vio su culo.
Su maravilloso culo. Claro, por esto estaba acá-pensó Mateo. Se arrodilló para llegar mejor y sintió los poros, esa piel de gallina característica de un buen par de nalgas...disfrutando de la vista de sus bragas violetas sobre la piel morena. Se agacho, cerró los ojos y empezó a chupar.
Carla tomo una bocanada de aire frío. No se esperaba eso. Pero de pronto lo sintió ahí, la lengua moviéndole la carne de las nalgas, chupando piel hasta llegar a su ano. Y no se detuvo ahí. Como si su vida dependiera de ello, Álvarez empezó a chupar, a lamer y a empujar con la lengua. El sabor amargo no lo detuvo, ya nada podía. Y sentía como Carla empujaba las caderas, como ayudándolo a clavarle la lengua...como si lo deseara.
Entonces Álvarez se levanto. Ya estaba hecho.
Acaricio la zona del perineo y ella se estremeció. Luego, sonriendo y sin pensar en lo que hacía, tomo las bragas y las arranco, destrozándolas en el proceso. Ella intento protestar, pero en cuestión de segundos quedo expuesta. En último y desesperado brote de decencia, trato de cubrirse, pero Álvarez la nalgueó con fuerza, en ese culo que tanto amaba, como castigo por intentar privarla de aquello que ya era suyo.
La abrió de piernas y mientras ella se llevaba las manos a la cara, encogiéndose, Álvarez le pregunto, casi gritándole:
-¡¿De quién es esta conchita?!
Ella se lo quedo mirando, entonces el puso una mano sobre su garganta y pregunto de nuevo:
-¿De quién es, eh?
Ella lo miro con ojos vidriosos, algo conmocionada y le respondió:
-Tuya...es tuya.
Álvarez sonrío más, una sonrisa retorcida.
-¿Y te gustaría que te coma la conchita?
Ella asintió, y Álvarez empezó a bajar, mientras decía con su voz profunda:
-¿Qué? Decime que te gustaría, dale...
Y ella sintió que algo hablaba por ella:
-Me gustaría que te comas toda mi concha, corazón, que te chupes todo, todo ahí abajo...por favor...por favor...se quedo pidiendo.
Álvarez sonrío y no tardo en complacerla. Ya no quedaba nada del hombre tímido y enfermo que había visto esa mañana. Ahora era un animal. Un animal saboreando a su presa, frotándose la cara en los jugos que brotaban de ella.
No estuvo segura de cuantos orgasmos tuvo, pero los tuvo.
Al cabo de un rato en el que ella perdió la noción del tiempo, Álvarez levanto la cabeza como si necesitara aire. Ambos se miraron y no necesitaron palabras para entenderse.
Él se levanto y empezó a luchar con su cinturón para sacárselo.
Nunca hubiera creído que algo tan simple pudiera ser tan difícil.
Lo habría hecho solo, pero Carla no podía esperar. Bajo el cierre, arranco el cinturón con manos expertas y libero su pene.
Seguía duro, tan duro que dolía.
Ella se lo llevo a la boca y lo recorrieron oleadas de dolor y placer al mismo tiempo. Entonces él supo que eso no era bueno. No quería (esta vez) acabar en su boca.
-Esto-indico, tocando su concha. Ella se quedo quieta un momento, pero no protesto. Se iba a abrir de piernas, pero Álvarez la empujo y la puso de costado. Acto seguido bajo una sabana, y la puso debajo de ellos, de manera que estuvieran más cómodos.
Y de pronto, la penetración empezó. Ella no podía creerlo, no entendía como habían llegado a esto. Él la cabalgó con un ritmo constante, manoseando sus senos, sus brazos, su estomago y ocasionalmente en el clítoris, sin delicadeza pero con buena mano.
Mateo subió el ritmo y ella empezó a sentir un cosquilleo muy fuerte abajo, no solo por el sexo...
No pudo decir nada.
Mateo intentaba retirar su miembro, pero ella no lo dejaba. Aún sabiendo lo que le iba a pasar, no le dejaba.
-Me voy a venir-le dijo él al oído.
-Todavía no, todavía no-le pidió ella...
Mateo aguanto un poco más, pero también la masturbo más fuerte por delante. Ella se retorcía como un pescado, apretando la sabana que tenía abajo, arrancando el césped.
Ella le dio un empujón especialmente violento con su culo, y luces rojas se encendieron en la cabeza de él. Saco el pene, desesperado, y descargo su semen sobre las grandes nalgas de ella. Al mismo tiempo, ella se retiro y se hizo un ovillo.
Hubo un momento en que ambos se estremecieron. Mateo miro al cielo, perdido y luego a Carla. Seguía acurrucada en posición fetal, y temblaba.
Mateo llego a ver como parte de la sábana blanca se había teñido de amarillo y lo entendió.
-Perdón-dijo ella-Nunca me habían tocado así, y el morbo...ay...-se calló, dándose cuenta de lo que decía.
Álvarez la acerco a él, comprensivo. Froto su semen por las nalgas de ella, como un ungüento, disfrutando de la posesividad y fuerza que sentía en ese instante.
La abrazo, sin poder dejar de acariciarla. Jugueteo con sus mechones, y le dijo al oído, mientras la manoseaba:
-No pasa nada...mi bebita nalgona-dijo mientras la contenía.
La noche había empezado, los grillos cantaban y una calidez pegajosa se extendía entre los cuerpos de los amantes que ya empezaban a recuperar la calma y la conciencia que la lujuria les había arrebatado de forma tan violenta.

Parte 2 próximamente...

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